Capítulo 19. Reuniones

3895 Words
Tras haberse encargado de la limpieza de su hogar y de las demás labores hogareñas, Mia se encaminó a llevar a sus primos a la escuela. Estaba demasiado nerviosa pues había llegado el día en que conocería a Gisela. Le aterraba lo que esta tuviera que decirle, pues a estas alturas estaba más que consciente que no sería nada bueno. Una vez dejo a cada uno de los niños en sus respectivos colegios y dándoles un beso en sus mejillas, tomo el camino principal, el cual la llevaría hasta la hacienda. Mientras Mia avanzaba tranquilamente por el sendero, en una de las casas más grandes del pueblo se llevaba a cabo una importante reunión. Doña Lupe había dado cita a cada una de las integrantes de las damas de la caridad, (nombre con el que se había bautizado el grupo de señoras). Normalmente solían reunirse los miércoles y sábados, pero la líder había convocado esta inesperada asamblea por fuerzas mayores. No obstante, pese a ello decidió dilatar las cosas para dejar lo más importante al final. Comenzaron hablando sobre las futuras mejorías de la parroquia, había que darle una nueva pintada a la fachada, y cambiar el manto de la virgen de Guadalupe por uno nuevo, ya tenía años con el mismo y ya era hora de realizar una cooperación entre los habitantes para cambiárselo a su señora madre. También se habló sobre la comida que se preparaba para los indocumentados que pasaban montados en el techo de los vagones. Y es que ojo del sol tenía una estación de trenes abandonada, la cual hoy en día se ocupaba como albergue para todas aquellas almas necesitadas de un techo. Por lo que se comentó que necesitaban reclutar más cocineras y solicitar una ayuda extra entre los más adinerados del lugar. Se habló también acerca de las donaciones de ropa, la cual había mermado durante los últimos meses. Por ello debían de ir de casa en casa para pedir con amabilidad, pero determinación para lograr convencer a los pueblerinos de que se desprendan de aquello que ya no le es de utilidad, y con ello pueda serle de utilidad a todos aquellos más necesitados. Finalmente, tras concluir con los asuntos de mayor trascendencia, creyendo que ya era hora de retirarse, Flora se levantó de su silla, percatándose al instante que el resto de sus hermanas aún permanecían sentadas. Todas la observaban desconcertadas y con seriedad, por lo que fue imposible que no se sintiera intimidada. - ¿Ocurre algo? – preguntó tímidamente, posando su mirada en cada una de ellas hasta que se topó con la cara de la presidenta. Doña Lupe carraspeo y la invitó a sentarse de nuevo, asegurándole tenían un asunto importante que tratar con ella, pues más que nada para eso había sido convocada la reunión. -Creme que nos da mucha pena hablarte de esto Flora, pero es necesario que estes enterada para que puedas tomar las medidas pertinentes. - expuso Doña Lupe regalándole una mirada de lástima. - Por amor de Dios no me mantenga en ascuas. ¿Que acaso me equivoque en alguna cosa? - Imploró Flora quebrándose su voz, ansiosa por una contestación, pues no existía nada en este mundo que le diera más miedo que terminar siendo rechazada por sus hermanas, y que como castigo la echaran del grupo de oración como a un perro sarnoso. Si eso llegara a pasar, aun que se fuera al infierno se quitaría la vida con sus propias manos, pues sin ellas, su vida no tendría razón de ser. -Calma mujer. Respira, tú no has hecho nada malo. El asunto que tenemos que tratar hoy contigo es sobre tu sobrina Mia. – Sorprendida, Flora retomó su lugar lentamente, volviendo a ver a sus hermanas con incredulidad. Observó como una de ellas se giraba al lado izquierdo para posicionar sus labios sobre la oreja de la hermana que estaba a su costado, para cuchichearle algo sobre el asunto que estaban por exponer. - ¿Qué pasa con Mia? -Verás, hace ya unos días se me informó sobre cierta amistad que ha formado tu sobrina con la chica nueva, esa la que vive en la hacienda que estuvo por muchos años abandonada, y que nuevamente vuelve a estar ocupada por sus patrones. Pese a que son descendientes de los antiguos dueños que medio conocíamos, a estos sí que no los conocemos nadita, no sabemos qué tipo de gente sean ni que mañas tengan. Hasta ahora no emos averiguado mucho sobre ellos, solo estamos enterados de que perdieron todo su dinero. Como sea hasta ahora no han tenido la decencia de presentarse con sus vecinos, lo que me da en que pensar, pues ya saben que yo soy una mujer desconfiada cuando de desconocidos se trata. El ser cuidadoso con los extraños que llegan a vivir a Ojo del sol, es lo que ha mantenido a este pueblo seguro. Además, poseemos una moral intachable y somos partidarios de la decencia y de las buenas costumbres, por ello es que suplico a nuestro señor que no sean gente mala que terminen interfiriendo en la paz de nuestro pueblo. En fin, entre ellos viene una chica bastante particular la cual se le ha visto platicando de manera muy extraña con tu sobrina. Ya se me había puesto al tanto, pero yo lo confirmé recientemente este fin de semana. Cuando iba de regreso a mi casa tras finalizar el rosario, pasé frente al parque cuando alcancé a ver a tu sobrina muy abrazada a esta chica. La verdad no me pareció para nada correcto, hasta pude sentir como se me ponía la piel chinita, pues pese a la distancia era más que obvio darse cuenta de las verdaderas intenciones de esa muchachita, que a leguas se le ve lo machorra. – y tras pronunciar estas palabras, la boca de Flora formó una enorme O, e instintivamente soltó un Jesús de sus labios y pasó a persignarse fervorosamente. - Yo no culpo a Mia. – continuó la presidenta hablando sin quitarle los ojos de encima. - todos en el pueblo la conocemos y sabemos que es una buena muchacha, aunque casi nunca venga a misa, pero también sabemos que es demasiado ingenua y hasta cierto punto torpe. Entonces yo pienso qué sin darse cuenta le está dando su sincera amistad a esa tortillera con sus mejores intenciones, como buena cristiana que es, sin sospechar siquiera que detrás de esa depravada hay intereses retorcidos y antinatura que van en contra de los designios de nuestro señor. Es por eso que pedí nos reuniéramos, ya varias de nuestras hermanas me confirmaron antes de que comenzáramos con esta reunión, que han visto a Mia en el minisúper hablando varias veces con esa muchachita que no le quita los ojos de encima. Todas estamos muy preocupadas de lo que esta pasando, es por eso que tomé la decisión de ponerte sobre aviso para que protejas a tu sobrina. – Flora asintió con la cabeza, mientras con los dedos retorcía fúrica su rosario. Le daba rabia verse en vuelta en semejante acto tan pecaminoso y vergonzoso, y más que alguien de su familia estuviera involucrado en ello por más inocente que fuera. No dejaba de sentir cólera hacia Mia, por ser tan estúpida y no darse cuenta por sí misma de las cosas. Ahora por su incompetencia estaba siendo blanco de la compasión de sus hermanas. - No es necesario que hables con Erasmo o con Dolores, no tiene caso preocuparlos, al fin de cuentas ya tienen muchos problemas los pobres con la enfermedad que los agobia. No, solo pon al tanto al Mia. Estamos más que seguras que con eso será suficiente, pues es una muchacha muy obediente. Así que aconséjale Flora, pues en estos momentos necesita de ti. Flora no dijo nada, solo inclinó la cabeza dirigiendo su mirada al suelo. Se sentía apenada y odiaba ser el centro de atención, el foco de miradas compasivas que la hacían sentir peor. Sin nada más que decir, de esa forma dieron por concluida la asamblea. -------------------------------------------------------------------------------------------------------------- Frente a la enorme puerta de la hacienda Copaiba, tras tocar un viejo timbre, Mia de pie con las manos sudorosas inhalaba y exhalaba para tratar de mantener la calma. Se decía una y otra vez que debía de ser fuerte pasara lo que pasara, no debía de perder la compostura. Al poco rato abrió la puerta Don Rómulo, quien tras dedicarle una mirada de tristeza la dejó entrar. Solo se dieron los buenos días y nada más. El anciano la acompañó hasta la casa grande sin mencionar nada al respecto, al igual que Mia no se sentía con ánimos de socializar, por ello una vez llegaron a la puerta principal, el viejo solo le dijo que pasara y se marchó enseguida sin voltear a verla, retomando nuevamente sus actividades. En cuanto Mia cruzó el umbral, la recibió el mismo recinto de techo alto y paredes desgastadas. Dando un rápido vistazo pudo observar que aún no le daban limpieza al lugar, pues se podían ver aun las telarañas en las esquinas de las paredes, además de que las superficies estaban cubiertas de polvo. El piso sucio, opaco y sin brillo, daban mal aspecto al recinto, pero igualmente emanaban una ausencia de calor humano. Distaba mucho de ser un verdadero hogar. La primera vez que había estado ahí, le había parecido un lugar hermoso pese a su deterioro, pero ahora solo lo veía lúgubre y triste. Conforme fue avanzando, una vez penetró el recibidor, encontró a la hermana de Danielle comiendo unos dulces sentada en el suelo de piernas cruzadas, la cual no se había percatado de la presencia de Mia. Estaba absorta quitándole con delicadeza la envoltura a cada uno de los caramelos que después se metía rápidamente a la boca. Murmuraba algo entre dientes, mirando fijamente y sin parpadear a la pared que tenía frente a ella. -Hola Bri. - saludó la invitada, provocando que esta pegara un brinco del susto rompiendo con su ausencia, regresándola a la realidad de golpe. Giró la cabeza y la vio con alegría de pie a un costado de ella. - ¡Mia que sorpresa! - Dijo esta levantándose rápidamente del suelo, cayendo de su regazo infinidad de envolturas arrugadas y vacías. Al parecer llevaba buen rato comiendo infinidad de dulces sobre las baldosas del recibidor. En cuanto Mia la tuvo enfrente, se percató del terrible aspecto que poseía. Tenía el cabello aplastado con señales del almohadazo. Su pelo que era rizado estaba hecho una horrible y enredada maraña de pelos, además se le veía grasoso y sucio. El rostro, seco y con piel muerta sobre su tez, estaba manchado con restos de comida. Debajo de sus ojos se apreciaban unas enormes media lunas marrones, indicios de que no había dormido bien, pues su semblante se veía marchito y cansado. No obstante, pese a su lamentable aspecto, esta le brindó una enorme y tierna sonrisa qué a pesar de su desaliñado aspecto, Mia pudo ver belleza en ella. De igual forma se percató de la enorme bolsa casi vacía que le quedaba en las manos. -Haa, esto. - avergonzada trató de ocultar el empaque, arrugándolo entre sus regordetas manos. - Me los compró Dany, se supone que debían de durarme todo un mes, pero no se que me pasó que sin darme cuenta me comí uno tras otro, y simplemente no pude parar. Ya vez son cosas de gordos. - y sonriéndole nuevamente trató de borrar la mala impresión que pudiera tener de ella. – ¿Me guardarías el secreto? Si Dany se entera que me los comí en una sentada se pondrá furiosa, y no me gusta que se enoje conmigo. Sabes, ella es la única qué si me quiere y siempre está conmigo, bueno mi papá también, pero él nunca está en casa. -No te preocupes yo soy una tumba. – Le aseguró cruzando los dedos frente a ella, tratando de ocultar su preocupación. Danielle le había contado algo sobre los problemas alimenticios de su hermana, pero no lograba imaginar la magnitud de estos. Desde aquella primera vez que la conoció, cuando les preparó algo de comer, al día de hoy, sentía que se veía un poco más gorda. Además su aspecto también había decaído mucho, pues se le veía peor. -Y bueno, no me malinterpretes, pero a que se debe tu visita, Dany como bien sabes esta trabajando… a por cierto felicidades, en la mañana antes de irse al trabajo me contó que ya son novias. – Inmediatamente Mia no pudo evitar sonrojarse. – No te preocupes, no tienes por qué apenarte conmigo, no sabes el gusto que me da que mi hermana sea feliz, yo la quiero mucho, y si ella te quiere a ti, yo también te quiero ya, así que sin pena alguna me puedes decir cuñada. – Y dirigiéndose hasta ella, la tomó en sus brazos regalándole un fuerte abrazo de oso. -Gracias Bri, no sabes lo bien que se siente saber que contamos con personas que nos apoyan y quieren. En ese momento, Allen que iba bajando las escaleras, las observó abrazadas y sin decir nada retomó su camino para decirle a su madre que la indígena ya había llegado. Ninguna se percató de su presencia por lo que continuaron platicando mientras el recorría rápidamente el pasillo hasta llegar a la puerta de la alcoba de Gisela. Toco levemente tres veces, hasta que una voz le dio permiso de entrar. - ¿Que sucede cielo? - inquirió Gisela mientras se terminaba de colocar un turbante de ceda rojo. Se había puesto un largo vestido de mangas, escotado y con abertura en una de las piernas. Era de color rojo sangre como su turbante. Antaño lo había lucido espectacular con las curvas que poseyó, ahora solo era una mujer esquelética por lo que el vestido parecía colgar de un perchero. No obstante, el gargo y la presencia de la mujer la hacían lucir imponente y regia pese a su deterioro físico. -Tu invitada ya llegó, está hablando con Briella. - Rápidamente tras dedicarse un último vistazo en el espejo oval del viejo tocador, se levantó del diván y se encaminó rumbo a la puerta, caminando con un andar firme y elegante. Abajo, tras escuchar los motivos del porqué se encontraba ahí, Briella aterrorizada comenzó a suplicarle que se marchara cuanto antes. -Por favor vete, no sabes de lo que es capaz esa mujer. - instó sujetándole las manos implorando le hiciera caso. Pero amablemente Mia le respondió que no pensaba huir, si Gisela quería hablar con ella la encararía y asumiría lo que fuera a pasar. Le aseguró que nada ni nadie la separaría de Danielle. No obstante, Bri que conocía mejor que nadie a su madre, cogió a Mia de su antebrazo y con fuerza comenzó a jalar de ella para sacarla cuanto antes de la hacienda, sabia que no era correcto, pero era por el bien de ella y también del de Danielle. Pero justamente en el momento en el que la regordeta chica tiraba con violencia de la invitada la voz de Gisela la paró en seco. - ¿Que está ocurriendo aquí? - preguntó solemne desde el montículo de la gradería. -Emm, nada una tontería… es solo que esta muchacha vino a ofrecer sus servicios de repostería, pero le dije que por ahora no estamos interesados. –Manifestó muy nerviosa Briella esperanzada en que le creyera, pues como Gisela no conocía a Mia especuló en que nada perdía con jugársela. - ¡Acaso crees que soy idiota, se perfectamente quien es está! Ya tu hermano se encargó de avisarme que estaba aquí. - Inmediatamente como si lo hubieran convocado apareció detrás de la mujer, quien se dedicó a sonreírle con malicia a su hermana, - ¿Como te atreves a burlarte de mí y mentirme de esa manera? – negando con la cabeza para dar énfasis a su disgusto, comenzó a descender peldaño por peldaño. -Como sea, ya arreglaremos cuentas después tú y yo, ahora lárgate, que tu sola presencia me molesta. - le reprendió dedicándole una fulminante mirada de asco. La sacaba de sus casillas el ver su aspecto tan deplorable y sucio. -Por favor, le ruego que no regañe a Bri por mi culpa, ella solo trataba de ayudarme, le aseguró que su intención no era burlarse de usted. – Tratando de defenderla Mia salió en su rescate. Gisela, que la observó de pies a cabeza como la más insignificante de las alimañas, la ignoró por completo. Ordenó nuevamente, pero con un grito autoritario que se largará cuanto antes de allí. Por lo que la regordeta chica salió disparada hacia las escaleras tropezando con estas, golpeándose fuertemente en una de sus rodillas. Pese a que le dolía un demonio, no dijo nada y cojeando continuó su lento acenso. Allen no esperó le pidiera lo mismo, por lo que dio media vuelta y regresó por donde había venido. Una vez solas, sin dirigirle otra mirada, se encaminó hasta el recibidor donde pasó a sentarse en unos de sus sillones de madera. Mia permaneció de pie, observando los demás asientos, esperando que la invitara a sentarse. Gisela que se percató de ello respondió al instante. -Perdona que no te invite a tomar asiento, pero jamás e compartido sitio con individuos de tu clase. Las únicas veces que me he dirigido hacia personas como tú ha sido para darles ordenes, pues eran gentes de servicio. Tú de ninguna manera eres una invitada, Dios eso sería ridículo. No querida, las circunstancias de tu presencia en mi casa son diferentes y por desgracia lamentables, por ello lo correcto es que permanezcas de pie. -Argumentó la dueña cruzándose de piernas. -No se preocupe señora, yo entiendo. – respondió Mia tranquilamente pues no esperaba un trato mejor de su parte. - Bien, ya que dejamos las cosas claras, ahora requiero de toda tu atención y de que me escuches claramente, pues no lo pienso repetir dos veces. No hay nada en esta vida que odie más que perder mi tiempo tratando de explicar mis órdenes a incompetentes que terminan haciendo las cosas mal. Así que escúchame con cuidado niña. – empezó Gisela mirando muy altiva a Mia, como si fuera un insignificante insecto. – Estoy al tanto de que te has estado viendo con mi hija, y no sé si ya lo sepas, lo más seguro es que no, pero debes de saber que ella es lesbiana. Algo deplorable y vergonzoso para esta familia. Lo sabemos desde ya hace varios años, y solo nos ha traído vergüenza con su comportamiento. Ahora por azares del destino que no pienso mencionarte, llegamos a este mugroso pueblo repleto de indios. Y no es que los odie, para mi todos ustedes son un cero a la izquierda, viven en su mundo y nosotros en el nuestro como debe de ser. Pero la insensata de mi hija, por rebeldía y por fastidiarme, se le ha metido en la cabeza la brillante idea de tratar con uno de ellos, llevando las cosas demasiado lejos. – Mia que comenzaba a incomodarse, trató de mantenerse firme, pero cada vez era más difícil pues la forma en como la miraba esa mujer la hacía sentir muy mal. -Mi hija es la criatura más insubordinada y provocadora que pueda existir, le diga lo que le diga sé muy bien que no me hará caso por la única razón de llevarme la contraria. Para Danielle es divertido desafiarme, pues es una insensata, un imán de problemas que voy a terminar controlando de cualquier manera. Por ello es que te mande la nota, para ordenarte que te alejes de ella, que desaparezcas de su vida y no vuelvas a verla nunca más. Sinceramente te lo digo, para ella solo eres el objeto de la jactancia que usa para atormentarme. Vive para causar problemas, todo parece indicar que su única finalidad es la de hundir más a esta familia con sus deplorables acciones. Es el ser más perverso y retorcido que puede existir en este planeta, es una enfermedad que destruye todo a su paso, y nada bueno resultará de tu amistad con ella. Por tanto, antes de que sea tarde y por el bien de todos te ordeno que desaparezcas de nuestras vidas. - Mia que seguía sin decir nada inclinó la cabeza. -En fin, eso sería todo ya puedes retirarte… ¿Conoces el camino verdad? – Extendiendo la mano hacia la entrada la invitó a marcharse, sin embargo, Mia continuó de pie y levantando la mirada expulsó valor desde el interior de su alma. -Lo siento, pero no puedo hacer lo que me pide. - ¿Que has dicho? - incrédula ante semejante respuesta, Gisela se levantó de golpe. - ¿Te atreves a querer desafiarme? – Furiosa, no estaba dispuesta a permitir insolencias de ella. -Mi intención no es desafiarla, solo que no puedo hacer lo que desea porque yo quiero a Danielle, la conozco y se que no es nada de lo que usted a dicho. Ella es noble, dulce y gentil, y no creo que tenga intenciones de hacerle daño, solo quiere llevarse bien con usted, nada más. - comprendiendo al instante Gisela la observó con asco. - ¡No lo puedo creer, así que tú también eres como ella! Y yo pensando ingenuamente que no lo sabías. - Alegó la mujer acercándose a la chica. -De ninguna manera pienso consentir semejante depravación, y te lo advierto de una vez, no te atrevas a enfrentarme, porque si lo haces te destruyo a ti y a los tuyos. -Nosotras no le asemos daño a nadie, solo queremos ser felices, por favor comprenda…- pero antes de que pudiera terminar con la oración Gisela la sujetó con fuerza de la muñeca. -Como te atreves siquiera a imaginar que alguien de nuestra posición pueda tener interés en alguien como tú, solo mírate, no eres más que una insignificante india. – con fuerza la arrojó al suelo, observándola como un animal rastrero inferior a ella. Mia que comenzó a llorar ante semejante brusquedad, en el suelo le imploró que razonara y comprendiera, pero Gisela no podía entender nada. En su mente solo había asco y rechazo para ese par. -Primero muerta antes de permitir que ustedes dos enloden y destruyan la dignidad y el buen nombre de esta familia. -Le juro que nuestra intención no es la de perjudicarlos, yo quiero a Danielle y ella a mí, solo se trata de amor, nada más. - le aseguró con fervor Mia comenzando a levantarse, tenía intenciones de seguir hablando sin parar hasta que la lograra hacer entender que no había maldad en ellas, pero en ese instante Gisela viéndola de pie, le ordenó que se largara cuanto antes. -No te atrevas a volver a poner un pie en esta casa, y mas vale que hagas lo que te ordené, porqué si no tanto tu como Danielle se van a arrepentir. Ahora lárgate de mi casa maldita india. Con una fuerza adquirida de las entrañas y de la adrenalina del momento, sujetó a Mia y a rastras la expulsó de la hacienda, cerrando con vehemente violencia la puerta que se desprendió de una de sus oxidadas bisagras, por lo que quedó colgando en medio de la entrada rechinando horriblemente.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD