Capítulo 29, La señora.

1624 Words
- ¿Acaso te atreviste a decirme que no? – preguntó Nicoletta incrédula, pues no daba crédito a tan arrogante desafío. -Aimi es mía, no tengo por qué entregártela. Además, no tienes de que preocuparte, te puedo asegurar que no te causará ningún problema, y si llegara ocurrir algo, cualquier cosa, yo respondo por ella. - le aseveró la chica, sin dejar de soltar a la perrita que no paraba de ladrarle a la ciega. -Señorita, yo también puedo estar al pendiente de que no ensucie ni haga nada. - suplicó Vicky a un costado de su patrona. Nicoletta que debido a su ceguera había desarrollado un gran oído, percibiendo que tenía la adolescente a unos cuantos pasos de ella, le propició un fuerte golpe con su bastón para que se callara. Vicky sintió un fuerte impacto en su brazo, y acto seguido cayó al suelo golpeándose fuertemente contra la pared, soltando un chillido de dolor. - ¿Te hablé? No verdad, así que esto te sirva como escarmiento para que no te vuelvas a meter en lo que no te importa. - le gruñó la joven amargada levantando el bastón una vez más para volver a golpear a la chica. Entonces Mia, que había vuelto a dejar a Aimi en la cama, levantando las manos para proteger a su nueva amiga, recibió el impacto del golpe en sus dedos, fracturándole el índice y el anular en el acto. Lanzando un alarido de dolor, cayó junto con Vicky al suelo, quien la abrazó enseguida para consolarla, pues Mia no dejaba de gritar al ver sus dedos torcidos por el impacto. Nicoletta que había escuchado el crujir de los dedos de Mia, sonrió satisfecha. Entonces volviendo a levantar el bastón para golpearla una vez más, fue detenida bruscamente por su hermano. Tal y como le había dicho Vicky antes de que fueran interrumpidas, Israel estaba por llegar en cualquier momento, y ahora estaba ahí furioso por lo que acababa de contemplar. En cuanto cruzó la entrada y escuchó los gritos corrió apresuradamente a la recámara, fue ahí donde encontró a su hermana a punto de golpear a su mujer con su bastón cromado. - Donde te atrevas a volver a ponerle una mano encima a mi esposa, yo mismo te dejo ahora tullida de las patas con ese mismo palo. – Le amenazó el hermano, arrojando el bastón al pasillo y sujetando indignado a Nicoletta del brazo. -Por favor, no te quieras hacer a estas alturas del partido el héroe con ella, no te queda, no después de la golpiza que tú mismo le pusiste... ¿O acaso ya se te olvidó? – se burló la hermana liberándose del agarre de Israel. -Lo que yo haga o deje de hacer con MI MUJER es asunto mío, no tuyo. Lo que sí no te voy a permitir es que te quieras pasar de lista conmigo ni con ella, y mucho menos que vuelvas a golpearla. Aquí la señora es ella, no tú. Así que por tú propio bien será bueno que de una vez te entre en tu cabezota que tú en esta casa no eres más que una pobre ciega arrimada que está aquí por mi caridad y por lastima, nada más... que no se te olvide nunca – le recriminó Israel volviendo a sujetarla del brazo para sacarla de la habitación. Hecha una fiera incontrolable, expulsó a la histérica de su hermana que no paraba de despedir letales amenazas. Prácticamente a rastras, como si de un animal salvaje se tratase, la llevó hasta su cuarto. En donde una vez dentro, la arrojó con fuerza sobre la cama. -Te lo juro, si le vuelves a poner una mano encima te va a pesar. - amenazó una vez más, arrojándole a los pies su bastón. -No imbécil, al que le va a pesar esta humillación es a ti. ¿Como te atreves hablarme de esa manera delante de esa? – vociferó colérica, roja de la ira e indignación. -Esa, es mi mujer te guste o no. -Yo soy más tú mujer que esa maldita. – le debatió la ciega. Y entonces Israel impaciente cerró la puerta y acercándose a su hermana le habló bajando el nivel de su voz -Cállate, y no vuelvas a decir eso nunca. No quiero que repitas eso nunca más ¿me oyes? Nunca más. - ¿Qué, apoco te da miedo lo que piense tu mujercita? - susurró Nicoletta muy sonriente. – PUES QUE SE ENTERE LA IDIOTA QUE TÚ Y YO…- elevando el tono de su voz, gritó feliz de escucharlo perturbado. Sin embargo, fue violentamente sometida por su hermano que le tapó la boca sin pensarlo dos veces. Cansado de su actitud, comenzó a asfixiarla sobre la cama. Cubriéndole la boca y nariz con ambas manos, emprendió a robarle el aire, provocando que esta comenzara furiosamente a luchar por su vida. -Una sola palabra más y te hecho a la calle, a ver cuánto duras ahí. - Advirtió el hermano contundente, apretando cada vez con más intensidad su rostro. Nicoletta le rasguñaba las manos, intentaba patearlo, pero todo era inútil, Israel no tenía intenciones de soltarla. En su desesperación logró morderle la palma de su mano con tanta fuerza, que otro poco y le arranca un buen segmento de dermis. Israel soltando un alarido de dolor la liberó, pero en el acto la abofeteó con el dorso de la misma mano que le acababa de morder. La ciega se demolió sobre la cama con el labio roto. Intentando recuperar el aire comenzó a tomar bocanadas de aire y a toser frenéticamente. -Te juro… que… te vas… a arrepentir… por esto. -Con un poco de aire en los pulmones empezó a amenazarlo de nuevo, demostrándole que no le tenía miedo. - No sabes… lo caro que… te… va a salir… todo esto... – le aseguró la ciega agitada por la rabia. Y sin decirle nada más, para que esta no siguiera hablando cosas que no debía y que no quería llegaran a oídos de su mujer, abandonó la morada, dejando a una mujer despechada llena de odio y rabia. En la otra habitación, Mia y Vicky no habían escuchado nada, pues estaban muy ocupadas con los dedos fracturados de Mia. Lo único que se le ocurrió a la joven adolescente, fue darle un par de aspirinas para el dolor, pues no tenían en el botiquín nada más fuerte. Aimi no paraba de ladrar mientras Mia se retorcía del dolor. Con el rostro perlado en sudor, apretaba con su mano sana la lastimada contra su pecho, para de alguna manera controlar, aunque fuera un poco las pulsaciones de dolor. Sus dedos, que ya estaban horriblemente hinchados, habían cambiado de color a un tono purpúreo. Se sentía muy mal. Israel que ya había pasado por algo así en un trabajo que tubo, le colocó un poco de hielo. Pese a que Mia no dejaba que la tocara, pues le dolían los mil infiernos, su marido se las arregló perfectamente para ayudarle. Se mantuvo firme, pero sin ser agresivo, y acto seguido le acomodó los dedos de un solo tirón. Tras soltar un agonizante aullido de dolor, Mia estuvo a punto de desmayarse, pero logró resistir. A continuación, Israel le vendó ambos dedos con un apósito que fue a comprar a la farmacia, y le dio un par de ibuprofenos para el dolor. Sin nada más por hacer, le pidió que se recostara un rato en lo que el medicamento hacía efecto. No podía verla por mucho tiempo a la cara, no le gustaba ver todas las heridas que el mismo le había provocado con la salvaje golpiza que le había propiciado. No obstante, tampoco se disculpó y nunca lo haría. Consideraba que de alguna manera ella era la responsable de que él hubiera perdido el control. Además, como marido creía estar en todo su derecho de corregir a su mujer, cada vez que fuera necesario. Justo en el momento en que estaba por salir del cuarto, Mia lo llamó. -Por favor, por favor, te lo suplico…no quiero que nada malo le pase a Aimi. Imploró está desesperada, pues temía que Nicoletta siguiera insistiendo en sacarla de la casa. -No te preocupes, eso no sucederá. Te repito lo que le dije a mi hermana, aquí la señora eres tú, no ella. – le aseguró para su tranquilidad dándole la espalda, pues no se había vuelto para verla. Acto seguido salió del lugar. Una vez ya solas, Vicky se acercó a Mia para ofrecerle algo de comer. -Gracias, pero no tengo hambre. - cansada por las malas noches que había tenido y con mucho sueño acumulado, Mia se quedó dormida al poco rato, acompañada por su nueva amiga. Victoria permaneció a su lado sentada en una silla hasta que la vio dormirse, entonces también la dejó sola para regresar a sus labores. Estando en la cocina, mientras preparaba el té de menta que solía tomar sin falta la señorita a esas horas, en su mente comenzaron a rondar una serie de malos presagios. Tenía miedo por Mia, pues estaba segura de que la señorita Nicoletta se desquitaría por lo que había ocurrido. Por lo que temerosa, sin ser muy creyente, le pidió a Dios que no las abandonara, pues presentía que las cosas se pondrían de mal en peor. -Si eso llega a pasar, lo haré. - aseguró en la paz de la cocina muy convencida. Por primera vez en mucho tiempo había tomado una decisión. En cuanto se despertará Mia le comunicaría sus planes. Ahora más que nunca, con la presencia de su nueva amiga, ya no se sentía tan sola como antes. Por ello, podía ver hacía el futuro con mucha esperanza.
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