Capítulo 27. Israel

3902 Words
A la misma hora en que el papá y el tío de Mia se alistaban para ir al trabajo, Danielle hacia lo mismo en su habitación. Era de madrugada, desde que había entrado a trabajar en el minisúper adquirió el hábito de levantarse muy temprano, para no retrasarse ni un minuto y llegar puntual a su área de trabajo. En comparación con la antigua Danielle, ahora veía muchos cambios en su persona, antes no era responsable, no le interesaba su futuro y no pensaba en nada que no fuera divertirse, actualmente estaba llena de responsabilidades, y aunque era cansado eso le daba significado a su vida. Además, lo más importante de todo, es que estaba enamorada y eso la estaba volviendo un mejor ser humano. Una vez estuvo lista se asomó a la ventana, percibiendo que aún seguía oscuro, volvió a correr las cortinas. Pese a ello, ya por la experiencia de levantarse a la misma hora, sabía que no tardaría mucho en amanecer, por lo que ya era hora de partir. Sorpresivamente en las escaleras encontró a su padre, el cual estaba descendiendo de estas y se dirigía al recibidor, pero en cuanto escuchó las pisadas en la vieja madera que rechinaba, dio media vuelta y vio a su hija de pie lista para partir rumbo al trabajo. -Cariño, pensé que saldrías un poco más tarde. - dijo Esteban recibiendo un enorme abrazo que lo envolvió con mucho amor. No fueron necesarias las palabras para decirle que lo apoyaba, con ese abrazo le dejaba en claro que contaba con ella para lo que hiciera falta. -Se que no te fue como tu esperabas en tu viaje, lo siento mucho papá. - le consoló la hija comenzando a bajar los escalones juntos. -En un principio debo de reconocer qué si me afectó un poco, pero ya e tenido tiempo suficiente para meditar sobre ello, y me he dado cuenta que este no es el final de la guerra, yo continuaré peleando por todos hasta que recuperemos lo que por mis descuidos perdimos. – lanzando un suspiro al aire, Danielle le indicó que tenía que marcharse, pero si le hacía el favor de llevarla en su auto podrían seguir hablando del tema. Inmediatamente Esteban sorprendido de ver un cambio tan positivo en ella se alegró, y no pudo evitar decirle que estaba muy orgulloso de presenciarlo. Disculpándose por la escena tan sentimental, mencionó que justamente para eso se había levantado tan temprano, pues quería llevarla y conocer el lugar donde trabajaba. Felices y aun abrazados salieron de la casa grande para ir por el auto. En cuanto el viejo Quantum emprendió la marcha, después de dar unas violentas sacudidas y toser humo blanco, una vez estabilizado emprendió el recorrido. Balanceándose de un lado a otro por las irregularidades del terreno y la falta de amortiguadores del mismo, no pudieron evitar soltar unas carcajadas con las exageradas sacudidas que los hacían rebotar de sus asientos. Una vez entraron a un camino de terracería con una superficie más estable, sin tanto bamboleo, ambos se relajaron y comenzaron a hablar seriamente. -Papá, ya habíamos hablado anteriormente de esto y pensé que me habías escuchado. De verdad creme que entiendo tu postura y admiro tu determinación por querer hacer todo lo posible por que volvamos a tener el estilo de vida que teníamos antes. Y como te lo dije anteriormente, sigo pensando que estamos mejor así. - ¿Como van a estar mejor viviendo en una hacienda sucia y deteriorada que se cae a pedazos? Mi idea cuando quise traerlos aquí era otra. Yo quería que disfrutaran del aire libre y de la naturaleza, pero en otras condiciones, no en este estado tan deplorable y lamentable en el que por mi culpa se encuentran. - alegó tristemente sin quitar la mirada del frente, pues no se atrevía a ver a su hija a los ojos. -Se que la situación de la hacienda no es la mejor, pero con esfuerzo podemos adaptarnos a esta nueva vida. Yo ya estoy trabajando, lo mismo pueden hacer tu y Allen, y así juntos los tres con esfuerzo, podemos sacar adelante la hacienda y ponerla de nuevo a funcionar. Todo es cosa de enfocarnos en lo que tenemos ahora y no aferrarnos a algo que perdimos y que quizás nunca podamos recuperar. - pese a que sus intenciones eran buenas y quería darle ánimos a su padre, fue inevitable que este se sintiera mal por lo que le decía su hija. - ¿Tu tampoco crees que valla a lograrlo verdad? - señaló este con pesar. -No es eso papá, no me mal entiendas, yo confió en ti, creo en ti, pero quisiera que dejaras de enfocarte en el pasado y nos centremos únicamente en el ahora y en lo que tenemos. Para que lo logremos te necesito, si los tres nos apoyamos estoy segura que podremos salir adelante. No tendremos el estilo de vida que poseíamos, pero viviremos bien y lo que es mejor estaremos juntos. - No obstante Esteban no dijo nada, permaneció en silencio pensando en ello. Finalmente, después de un largo lapso de silencio y cuando ya estaban a punto de llegar, rompió con la afonía. -Gisela esta enferma y sabes que no le queda mucho tiempo. No quisiera que quedara en mi conciencia la imagen de ella deteriorada y amargada por vivir en un lugar que odia. Porque yo me aferré a traerla aquí, pensando idiotamente que les daría una buena vida, pero ahora no se sí me equivoqué. Y por ello no quisiera verla infeliz en sus últimos momentos y todo por culpa mía. - sé sinceró Esteban, pues era la razón más poderosa del porqué quería recuperar la vida que habían perdido: por su esposa, pues se lo debía. -Ella nunca ha sido feliz y no lo será, aunque recuperaras todos los millones del mundo, y me dueles ser yo quien te lo diga, pero hagas lo que hagas para ella nunca será suficiente. Quizás no sea la indicada para decirlo, pero por lo que he presenciado en todos estos años, te puedo señalar que has desempeñado tu papel de esposo como ha sido debido y has cumplido con ello. Y como hija, ahí si soy la indicada, te aseguro que como padre lo has hecho fenomenal, has sido un papá estupendo y por eso no puedes sentirte mal. Esteban no pudo evitar experimentar una serie de emociones agridulces. Por un lado, le reconfortaba escuchar lo que su hija pensaba de él como padre, pero por el otro, en cuanto a su relación con Gisela y como esposo, no podía sentirse bien al respecto. Danielle solo veía lo peor en Gisela, y quizás contaba con motivos de sobra para ello, pero el único responsable de que su mujer se volviera un peor ser humano de lo que ya era, y de que hubiera tantos roces y pleitos entre ambas, era él y nadie más. No había hecho las cosas bien, y como consecuencia la relación entre ambas estaba más que quebrada, destruida. Y era imposible que se arreglara. -Te agradezco tus palabras hija, pero con referente a mi relación con Gisela y mi papel de esposo te equivocas. Yo soy el único responsable de que Gisela este como esté, yo tengo la culpa de todo eso Danielle, y por eso te pido perdón. Cometí muchos errores en el pasado que ahora me están pasando factura, y ha llegado el momento de resolverlos. - Danielle que pensaba debatir la opinión de su padre, fue silenciada por el mismo, pues aún no terminaba de hablar. -No vamos a discutir más sobre lo mismo, para mi esta más que claro y ya está. Así que te voy a agradecer que no lo volvamos a mencionar y dejemos este asunto por la paz. – y cambiando el tema rápidamente para no seguir hablando de lo mismo, volvió a comentarle una vez más lo feliz que estaba de verla tan diferente. - No sabes cuanto gusto me da ver como has cambiado y ver en el ser humano en que te has convertido hija. -Gracias papá. – Resignada pues ya no podría intentar hacerlo cambiar de parecer con respecto a su mentalidad hacia Gisela, le agradeció sus palabras con una sonrisa. Al poco rato llegaron al minisúper. Esteban, admirando el local desde su auto le preguntó sobre su trabajo. Danielle entusiasmada se limitó a contarle únicamente sobre las cosas buenas. Le habló de lo bien que se la pasaba, pues disfrutaba el manejar una caja registradora y cobrarles a los clientes. Mencionó que su jefa era una buena persona, y que la paga no estaba nada mal, por lo que era un buen empleo. Cuando tocó la hora de despedirse, Danielle hizo un último intento. - ¿Me prometes que pensarás sobre lo que hablamos, acerca de enfocarnos en sacar adelante la hacienda? - quiso saber la hija preocupada. Rogaba que este reaccionara, pues si lo hacía estaba segura que todo mejoraría e incluso su estado de ánimo estaría mucho mejor. -Bien, te lo prometo cariño. Y ahora será mejor que te vayas, no quiero que se te haga tarde. -y con un adiós se despidieron. El auto se puso en marcha y se alejó dejando una estela de humo a su paso. Era hora de regresar de nuevo a la vieja hacienda. Detrás del volante analizó una vez más las palabras de su hija, pensó en ello por un momento y luego tomó su decisión. Pese a que las intenciones de Danielle eran buenas, llegó a la conclusión de que no sería lo mejor, pues si era realista nada sabían sobre la vida del campo. Además, Allen era caso perdido, nunca le ayudaría en nada, por lo que todo terminaría recayendo en los hombros de su hija, y eso no sería justo para ella, pues se dedicaría a intentar rescatar un imposible, y él no podía permitir que desperdiciara su juventud en eso. No en definitiva no era una buena idea. Con referente a Gisela, pasaría sus últimos días viendo como fracasan, quejándose y atormentándolo una y otra vez de la vida miserable y pueblerina en que la condenó. No, lo único que podía hacer era aferrarse a recuperar su anterior vida, fuera al precio que fuera. El haber querido salvar lo poco que les quedaba no había funcionado, era hora de tomar otras alternativas, había llegado la hora de hablar con su amigo Guillermo. -Todo sea por el bien de mi familia. - expresó decidido optando por el camino fácil. Un par de horas después, en el momento en que Mia e Israel entraban a una fonda de Ojo del sol, donde la encargada vendía tamales de hoja de plátano, una menuda mujer caminaba con paso firme rumbo al hogar de los Flores, esperanzada en poder ayudar en algo a Mia. En mencionado mesón, la alegre dependienta les sirvió un tamal a cada uno de ellos, acompañados de un buen champurrado. Eugenia, que era el nombre de la dueña, saludó a Mia preguntándole por la salud de su madre, a lo que esta respondió qué pese a que tenía días buenos, cada vez eran más los días que eran malos. -Primeramente Dios verás como se mejora. - le aseguró la mujer para darle unas palabras de aliento, pues pudo percibir que las necesitaba. Una vez esto, se alejó de su mesa pues había llegado otro cliente que debía ser atendido. - ¿Comemos o no? - sin nada de interés sobre el estado de salud de la madre de Mia, Isidro solo quería alimentarse pues moría de hambre, por lo que en ese momento lo que menos le interesaba era saber acerca de los problemas de su conquista. Mia sin decir nada asintió con la cabeza. Los tamales de doña Eugenia eran deliciosos, pero en ese momento, lo menos que le apetecía era comer, no tenia ganas de nada, lo único que deseaba era que todo terminara lo más rápido posible para volver de nuevo con los suyos, pues estando cerca de ese tipo no se sentía a salvo. - ¿Que, no piensas comer, o me vas a decir que eres de esas chavas que cuidan la figura y solo comen yerbas? – le cuestionó Israel, quien al ver que Mia no decía nada y no comía, optó por arrebatarle el tamal, pues ya se había devorado el suyo, por lo qué si la tonta no lo quería, sería más para él. -Sabes una cosa, me agrada que no hables mucho, normalmente cuando e salido con chicas, estas hablan como perico y siempre suelen ser puras burradas las que salen de sus bocas. Pero tú no, y eso me agrada. Eres sumisa, callada y reservada, perfecta para ser una buena mujer. – le manifestó Israel mirándola fijamente a los ojos. Animado y excitado decidió hablarle sobre sus sentimientos. -La verdad es que me gustaste un buen desde la primera vez que te vi, cuando vine a traer a tus viejos, pues estas bien chula. - Mia que comenzaba a sentirse más incómoda con sus palabras intentó rápidamente cambiar el tema. - ¿Tienes familia? – preguntó mientras se alisaba su bonita falda blanca. -Pos que te diré, madre no tengo, un buen día cuando era chamaco tomó sus tiliches y se largó, nos abandonó a mí y a mi padre, y pues la verdad no la culpo, el tipo es un pobre borracho, será muy mi padre, pero es un cabrón. - Mia no pudo evitar carraspear y moverse inquieta en su asiento, no estaba acostumbrada a escuchar malas palabras y mucho menos que se tratara de un hijo expresándose de esa manera de su propio padre, pero no dijo nada, al contrario, lo incitó a que siguiera hablando, pues lo menos que quería era que volviera a centrar su atención en ella. - ¿Es una pena, y nunca volviste a saber de ella? -Naa, la muy zorra se largó y jamás volvió, no me sorprendería que trabajara de ramera en algún burdel, y si es así a mi me da lo mismo. - ¿Tienes hermanos? - Esperanzada de que dejara de expresarse tan mal de sus padres, decidió preguntarle ahora sobre sus hermanos. -Desgraciadamente si, una hermana. Después de que la puta de mi madre se largó, el viejo se volvió a rejuntar, igual con otra puta. Tiene una suerte para las mujerzuelas que da miedo. Como sea, esta era una pobre drogadicta que envició más al viejo. Ya no solo era el alcohol, también le comenzó a dar duro y bonito a la coca. Ninguno llevaba una buena vida, se la pasaban en las calles, tan mal estaban que cuando la tipeja parió a mi media hermana, se murió enseguida disque que por complicaciones en el parto. Así que nuevamente mi padre se quedo viudo, y de nuevo con otra criatura, yo tendría 3 años cuando todo eso pasó. Si no fuera por mi abuelita que en paz descanse que me cuidaba cuando mi viejo hacia sus pendejadas, no sé dónde anduviera ahorita. Pero bueno, cuando su segunda mujer se murió pariendo a Nicoletta, la cual nació ciega, mi padre se la llevó a mi abuela para que se la cuidara también. Mi viejita que tenía un corazón de oro, acepto cuidarnos, pues sabía que su hijo sería capaz de intercambiarnos por un par de botellas de aguardiente. – En ese momento Mia no pudo evitar sentir pena por aquel joven, pues quizás las circunstancias en las que había crecido lo habían endurecido y vuelto un patán. - ¿Y qué ocurrió con todos ellos? -Pos, cuando tenía 15 años mi viejita murió, así que tuve que hacerme cargo de Nicoletta y de mi padre. Pues al morir, por desgracia regresó a vivir con nosotros, y si no lo eché como al perro que es, fue porque le juré a mi vieja antes de morir que velaría por su hijo. Nomás por eso lo tolero, porque si no ya lo hubiera puesto de patitas en la calle al cabrón hijo de puta. - ¿Y cómo te llevas con tu hermana? - inquirió Mia pues ya no quería seguir escuchándolo hablar tan horriblemente de su padre. No obstante, esta vez el que carraspeo y se movió incómodo en su asiento fue Isidro ante la pregunta, pese a ello, trató de actuar lo mejor posible, como si no fuera importante lo que le acababa de preguntar. -Normal, ahí dos dos… también es una cabrona que me saca canas verdes, pero nomás la aguanto porque me da lástima la pobre. De no estar ciega, desde cuando también ya me hubiera librado de ella, pues creme que es un estorbo. – Horrorizada Mia no pudo evitar expresar su molestia ante semejante crueldad. -No deberías expresarte de esa forma de tu familia, entiendo que quizás tengas conflictos con ellos, pero para bien o para mal la familia es lo mas importante que tenemos y sobre todo lo mas valioso. – en respuesta a ello, Israel no pudo evitar soltarse a carcajadas, golpeándose la rodilla con su mano derecha, y moviendo la cabeza hacia atrás. -Eso es lo mas estúpido que e escuchado en mi vida. - respondió este aun riendo, escupiendo restos de comida al suelo. – Indignada, se levantó de su asiento, y amablemente le pidió que la llevara de regreso, pues ya habían terminado de comer y ya debía volver con su familia. Ante semejante acto de desafío, la risa cesó de golpe, y rojo de la ira, mirándola a los ojos la sujetó del brazo y la jaloneo acercándola hasta su rostro. -A mi ninguna vieja me dice que hacer, así que siéntate de nuevo, porque nos largamos cuando yo lo diga. - respondió este furioso elevando un poco el tono de su voz, pero al percatarse de que los comensales le miraban al igual que Eugenia, rápidamente la soltó y se relajó, disminuyendo el volumen de su voz. -Claro, no hay problema. - indicó tratando de disimular que todo estaba bien, y haciendo señas con su mano pidió la cuenta. Finalmente, ambos abandonaron la fonda y se subieron a la camioneta, era hora de volver a su hogar, por lo que más tranquila se relajó en su asiento, pero ya no volvió a cruzar palabra con Israel, quien no paraba de hablarle sobre su trabajo, y todas las cosas que debía de hacer. A un par de Kilómetros de distancia la misteriosa mujer llegaba al hogar de la familia Flores. Tras tocar la puerta fue recibida por Doña Amelia. - ¿Milagros? Esta sí que es una agradable sorpresa. – le saludó la anciana invitándola a pasar. - ¿Pero bueno habla mujer, como estas y a que debemos el honor de la visita? - Muy bien gracias a Dios, y veo que ustedes también están muy bien. - les expuso a ambos pues en ese momento salía del cuarto de su hija Don Vicente, El cual también la saludó. - Me da mucho gusto verlos, hacía ya un par de años que no los veía, y también por falta de tiempo no había venido a visitar a la Lolo, ¿cómo esta? - pero al ver como se les ensombrecía el rostro a los ancianos supo enseguida que las cosas no estaban nada bien. - Hay mija, pues que te puedo decir, a pesar de que la curandera le a dado sus mejores remedios no la vemos mejorar. Al principio si vimos cómo se componía, pero de unos días pa ca, la hemos visto decaer. - ¿Doña Amelia, no cree que quizás sea mejor que la vea un doctor? - pero la sola mención hizo enfurecer a los viejos. - ¿Un matasanos? Pa que, para que nos la mate mas rápido. No nada de eso Milagritos, esos lo único que quieren es sacarle dinero a uno, dinero que uno no tiene. No, nada de eso. ¿Antes como crees que uno se curaba? Pues con remedios y yerbas. Desde que comenzaron a brotar los matasanos, que casualidad que la gente se enferma más. Nombre, esos entre tanta cosa que te dan, o es una: para no curarte y así sigas yendo una y otra vez a llenarles los bolsillos de dinero, o dos: para mandarte derechito con san pedro, no hay más. Percatándose de que no lograría llegar a nada con ellos, les preguntó si la dejarían ver al menos por un momento a su mejor amiga de la infancia. Don Vicente les informó que aún estaba despierta cuando la había ido a ver para llevarle su atole de avena. Por lo que con el permiso de ambos caminó rumbo al cuarto. En cuanto cruzó la entrada y estuvo en el interior del recinto, con tristeza vio el desgastado semblante de su amiga. Dolores en cuanto la divisó de pie frente a su cama, débil pero decidida se incorporó poco a poco para sentarse en el camastro y recibirla mejor. Milagros al percatarse de ello, se aproximó velozmente a ayudarle, y colocó la almohada en su espalda para que esta tuviera donde apoyarse. -Mili, no esperaba verte, mira que me tienes muy abandonada. – le recriminó la enferma, provocando que esta se sintiera peor, pues era consciente de la enfermedad de su mejor amiga, pero jamás hubiera imaginado que se encontrara en tan mal estado. -Ya se y te pido perdón, ya sabes que el lavar ajeno y ayudar a traer niños a este mundo me mantiene muy ocupada, además de cuidar a mi hijo que pese a que ya es un hombre me gusta estar al pendiente de él. -No te preocupes yo entiendo, y como está Agus, tampoco lo he visto, solo se de él por las cosas que a veces me cuenta Mia. -Muy bien, es muy trabajador, no hace otra cosa que andar por todo el pueblo con su carrito de dulces. – respondió muy orgullosa la madre. -Me da mucho gusto, a ver que día vienen los dos a visitarnos para comer todos juntos como en los viejos tiempos. -Ya sabes que si Lolo. - y sentándose a su lado en la cama, inclinó la cabeza pues el verla tan mal la había impactado tanto que la había dejado sin habla, por lo que ya no sabía como abordar el tema de Mia. -Pasa algo, si es así dilo, no te quedes callada, que sabes que nos conocemos bien. – tomándola de las manos la motivó a que le dijera lo que había ido a decirle. -Que bien me conoces mujer. Y sí, así es. Vine porque quiero hablarte de Mia. Pero antes de pasar a ello, quiero hablarte de mí, para que recordemos los viejos tiempos y después entiendas a que e venido exactamente. Y así sentadas, Milagros comenzó a contarle sobre su vida a Dolores, la cual ya conocía su historia pues desde pequeñas habían sido buenas amigas y muy unidas. Dolores confundida no entendía a que venía toda la historia en ese momento, pero dentro de poco lo sabría, porque existía una razón muy poderosa del porqué salía a colación el volver a hablar del pasado. Por lo que pese a que se sentía muy agotada, escuchó en silencio el relato de su amiga, muy atenta a cada una de sus palabras.
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