Después de haber permanecido durante un par de horas abrazadas, decidieron que ya era tarde y era hora de volver. Durante el trayecto, Mia le preguntó acerca de los rasguños que tenía en el cuero cabelludo, tocándoselos con delicadeza. En el río no se había percatado de ellos debido a la falta de luz. No obstante, ahora mientras caminaban pegada la una a la otra, en un breve instante la luna con su platinada luminosidad las alumbró a ambas en el preciso momento en que cruzaban un claro, pudiendo así verle el rostro con más claridad a Danielle. Con pena percibió en la dermis de su amada, unas delicadas líneas rojizas que emergían de la raíz de su cabello, marcando dolorosamente su frente. Eran casi imperceptibles en la oscuridad, pero con más iluminación se podía ver tales heridas. Danielle