Capítulo 16. No quiero casarme

2798 Words
A partir de ese día Mia fue la chica más dichosa del mundo. Era tan afortunada, plena y feliz, que se sentía volar sobre nubes. Después de ese maravilloso beso, regresaron juntas al pueblo. Sentadas en una banca, mientras compartían unas jícamas con chile, entre conversación y conversación, Danielle terminó por contarle sobre su abuelo, y de la razón del porqué abandonó la hacienda. Todo había sido una petición de la abuela, o en su caso una orden, pues en aquel entonces Doña Luz era quien llevaba las riendas de la relación y no su marido, quien hacia todo lo que su cónyuge le pidiera. Luz María quería que su único hijo (El papá de Danielle, que tenía en aquel entonces 10 años) tuviera un futuro brillante, terminara una carrera y ejerciera su profesión, y no solo fuera un simple hacendado a cargo de los negocios familiares. Fue así que, ignorando por completo generaciones enteras dedicadas a la hacienda y las labores del labrantío, descendientes que precedían a Don Armando, partieron quebrantando la larga cadena de la dinastía de hacendados que habían amado el campo. Jamás comentaron nada a nadie, no dieron explicaciones, simplemente un buen día se marcharon y no volvieron, dejando a un solo peón a cargo. Razón por lo que se habían creado muchas especulaciones y leyendas alrededor de la familia que de la nada se esfumó. Hasta que por fin después de varios años de abandono, una nueva generación volvía a pisar esas tierras desoladas. Como le había asegurado el día que se conocieron, la historia no era nada del otro mundo. Le platicó también sobre el estilo de vida que poseían antes y de lo separados que estaban debido a ello. Mencionó ocasionalmente el rechazo de Gisela hacia ella, y de lo despegada que era de Allen por culpa de la madre quien los había criado con enormes diferencias. Por su parte Mia que había escuchado en silencio prestando gran interés de todo lo que le relataba, quería contarle sobre lo que tenían pensado hacer sus padres y abuelos, pero no se atrevía. Sabía que si lo hacía se pondría a llorar descontroladamente como una magdalena, y no era el momento. Por lo que le pidió si podían verse esa noche por la madrugada, en el mismo lugar donde se habían visto por primera vez. Resguardada por la oscuridad, en medio de la vegetación y el rio, a solas, se sentiría más confiada de contarle sus problemas. Le aseguró que era importante aquello que quería contarle. Acto seguido Danielle aceptó de inmediato. Sin darse cuenta el crepúsculo comenzó a rodearles. El sol agonizaba, la tarde comenzaba a refrescarse levemente; aunque el calor era más predominante, se podía sentir sobre la piel como descendía la temperatura un par de grados. Ya era hora de volver a sus casas, sobre todo Mia que había prometido regresar temprano. No querían separarse, ahora mas que nunca solo deseaban estar juntas sin que nada las separara. No obstante, estaba la promesa de verse esa misma noche, eso hacía más soportable la separación momentánea. Y así con un tierno y largo abrazo, pasaron a despedirse. Danielle se marchó cantando de felicidad, mientras Mia con las flores que comenzaban a marchitarse, rememoraba una y otra vez el magnífico día que habían tenido. Justamente en ese momento se encontró con Agustín, quien empujaba su carrito de dulces vacío. Lo empellaba sobre la calle con semblante cansado. La amiga corrió hacia él hasta que logró alcanzarlo, y sujetándolo del brazo, colocó su cabeza en su hombro. -Valla, pero miren lo que trajo el viento, que sorpresa. ¿No me digas que apenas va terminando tu cita? - preguntó alegremente mientras encendía uno de sus cigarrillos que había reservado para él. No era tan afín de fumar, pero después de un día pesado, nada lo relajaba más que unas bocanadas de un buen cigarro. -Hay Agus, no tienes ni idea de lo maravilloso que ha sido este día. - suspirando perdidamente enamorada, mientras se dirigían a sus casas, Mia le contó sobre todo lo que habían hecho, incluyendo los besos. Agustín se alegró por su amiga, deseaba verla feliz pues nadie se lo merecía más que Mia, pues era una excelente persona, una gran hija y una estupenda amiga; se merecía la mayor de las felicidades en su vida. Finalmente, después de caminar por la calle platicando muy amenamente, ambos llegaron a una encrucijada. Agustín debía tomar el izquierdo y Mia el derecho, por lo que ya era hora de despedirse. -Bueno aquí nos separamos, solo mantén presente lo que hablamos. Me da mucho gusto saber que ambas están juntas y que resultó tal cual como tu deseaste, pero deben de ser cuidadosas, bien sabes que en este pueblo el mayor de sus defectos es la ignorancia, y no sabes cuanto me preocupa que algo pueda salir mal. – Manifestó Agustín intranquilo. -Lo sé, y no te preocupes te aseguro que seremos muy discretas. -Y con un abrazo ambos se separaron y continuaron por su camino. Cuando Mia iba llegando a su casa, sorpresivamente visualizó detrás de un árbol a don Rómulo, quien de espaldas observaba en dirección a la casa de Mia, aparentemente en espera de algo. Además, por su postura daba la impresión que se escondía de alguien. - ¿Don Rómulo buenas noches, que lo trae por aquí? - preguntó ocasionando que el anciano pegara un brinquito del susto. - ¡JESUCRISTO! ...Mia casi me mandas al otro mundo de un infarto. - respondió el anciano pálido por el susto. - ¿Lo siento se encuentra bien, necesita algo? -Hay niña, pues me mandaron a dejarte esta nota, y me pidieron bueno me amenazaron que solo te la entregara a ti, es por eso que estaba escondido aquí, esperando ver si te veía, pero nomás no te divisaba y ya me empezaba a preocupar de tener que pasarme toda la noche bajo el sereno. Uno ya no está para estos trotes, ya estoy viejo y los huesos de mi rodilla me empiezan a doler si me mantengo mucho tiempo de pie sin hacer nada. - ¿De que esta hablando, como que un mensaje y que lo amenazaron, a que se refiere? - confundida quiso saber Mia, preocupándose por el anciano. - ¿Pues que hiciste mija para que la mismísima Doña Gisela te mande este recado?, esa mujer se ve que es rete peligrosa, ¿sucedió algo con ella o que se trae contigo? - y adivinando rápidamente de que podía tratarse, se disculpó con el viejo. Sin darse cuenta y sin querer, lo había involucrado y al mismo tiempo metido en problemas con la madre de Danielle. Rómulo le pidió que leyera la nota pues debía llevarle la respuesta inmediatamente a la patrona, quien esperaba cuanto antes una contestación. Sin vacilar extendió la hoja de papel que había sido doblada en cuatro, y rápidamente leyó el corto pero contundente mensaje que le erizó todos los bellos de la piel. Necesito que vengas mañana a mi casa después de que Danielle se halla ido a trabajar. Dile a Rómulo si vendrás o no. Y creme, no te conviene contarle ni una sola palabra a mi hija de esto. Gisela Mia pudo sentir claramente como un escalofrió le recorría todo su cuerpo. Por lo poco que le había contado Danielle sobre ella, era claro que debía de ser terrible. No pudo más que advertir miedo hacia aquella mujer. No obstante, con todo el temor del mundo le respondió a Rómulo que le dijera que mañana iría a la hora citada. Desanimada continuo lo poco que le quedaba de camino para llegar a su casa. No entendía como algo tan simple como una tonta nota le podía amargar el maravilloso día que había tenido, pero así era. El conocer a Gisela no podía traer nada bueno. Si la quería ver era por algo, y le aterraba el solo imaginar lo que tenía que decirle. Dentro de la casa sus abuelos ya se habían marchado al hotel, los traviesos primos miraban la televisión, (un viejo aparato que consiguieron a muy buen precio), sus tíos estaban en su cuarto y su papá sentado en la cama platicaba alegremente con su mujer. -Te dilataste más de lo normal. - reprochó el padre al verla entrar. -Lo se y le pido perdón, la verdad se me fue el tiempo sin darme cuenta, perdónenme. -No pasa nada mija. Erasmo tampoco seas tan duro con Mia, mira que nunca sale y por una vez que se dilate un poquito no pasa nada. - Desarmado el padre por Dolores, cambio su semblante molesto y se disculpó por el arranque. Entendía a la perfección que tenía derecho a divertirse debes en cuando. - ¿Y bueno como te la pasaste? - quiso saber la madre. -Muy bien, la verdad me divertí como nunca, hacia mucho tiempo que no me sentía tan feliz. - respondió Mia sentándose en su cama, la cual estaba a un costado de la de sus padres. Viéndolos juntos y de buen humor, la chica consideró que era buen momento para hablar con ellos, pues si no lo hacía de una vez quizás no lo haría nunca y no podía seguir prolongando las cosas más, y menos ahora que ella y Danielle ya estaban juntas. Así que más que por ella debía de hacerlo por Danielle. Respirando profundamente se armó de valor para hablar por fin con ellos - ¿Podría hablar con ustedes antes de que se acuesten? - les suplicó mirándolos seriamente. - ¿Sucede algo? - preguntó Dolores enderezándose en la cama al instante, temiendo lo peor. -No nada de eso, estoy bien, es solo que quiero hablar sobre el asunto ese de que me quieren buscar marido. -Ha, se trata de eso. - ya más tranquila y con una sonrisa en el rostro su madre estiró la mano para que esta se acercara a ella. – Se que dentro de esa cabecita loca piensas en que eres muy joven para casarte, pero tu padre y yo teníamos tu misma edad cuando nos comprometieron nuestras familias. Lo recuerdo bien, ambas tierras colindaban la una con la otra, por lo que nuestros padres consideraron que seria lo mejor para unirlas, estaban aferrados con sembrar más frijol y maíz los muy necios, y sus tierras eran pequeñas para eso, pero si había casorio entre ambas familias se extenderían las tierras, y así fue como se terminó decidiendo que nos casáramos nosotros. A pesar de que nos conocíamos de años, tu padre y yo no nos gustábamos nadita, incluso el andaba de enamorado con una vecina que era amiga mía pero que esta ni lo pelaba. - volteando a ver a Erasmo le regaló una sonrisa traviesa. – Pero a pesar de eso, y de que yo no quería casarme terminé aceptando porque sabía que sería lo mejor para nuestras familias. Y así con el tiempo terminamos enamorados como unos tórtolos. Así que no creas que no puedo imaginarme tu preocupación de que te casemos con alguien que no quieras, pero por mi propia experiencia te puedo asegurar que con el tiempo llegarás a amar al padre de tus hijos. Te lo aseguro. - ¿Entonces no fue idea de la abuela? - quiso saber Mia incrédula, pues pensaba que todo había sido planeado por ella. -No, yo le pedí a tu papá que fuera al pueblo para que le hablara por teléfono. Hija, tu más que nadie sabe que no estoy muy bien de salud, tengo días en los que me siento bien y días en los que no, pero eso no quiere decir que tenga la vida comprada, en cualquier momento me puedo morir, y si eso llega suceder quiero irme con la tranquilidad de saberte casada con un buen hombre que te cuide y te quiera. Se que tu preferirías escoger al amor de tu vida, pero como te lo acabo de decir, antes así se hacían las cosas y siempre resultaba bien, los matrimonios eran duraderos y estables. Ya hoy ves a cuanta chamaca divorciada de madre soltera, pues con el más insignificantes de los pleitos, se les hace más fácil el dejarse en vez de luchar por su pareja. Yo siempre te inculcado desde chamaca que lo más importante es la familia. Por eso mija, nada me daría más gusto que verte casada y con hijos. No sé si Dios me preste vida para ver a mis nietecitos, pero por mientras me conformo con verte casada. Mia escuchó cada una de las palabras de su madre en silencio y con tristeza, entendía su preocupación a la perfección, no obstante, pese a ello no podía casarse con un hombre, pues simplemente no le gustaban y jamás llegaría a amarlo como ella aseguraba. Le calaba no poder decirle las verdaderas razones por las que se oponía, pues temía mucho la reacción de ambos, y un terrible rechazo. Por lo que, con todo el dolor de su corazón, pese a los deseos de su madre tubo que negarse a ellos. -La entiendo ama, pero yo por ahora no quiero casarme. Tanto Erasmo como Dolores quedaron impactados por la respuesta de Mia, nunca antes se había negado a las órdenes de ambos. Acostumbrados a tener una hija obediente que no los cuestionaba y mucho menos los desobedecía, no supieron bien como reaccionar ante su negativa. Erasmo molesto fue el primero que recobró el aliento. -No le estamos preguntando si quiere o no, se lo estamos ordenando por que somos sus padres, y si usted ya lo olvidó nos debe respeto y obediencia. – Pese a que rara vez su padre le levantaba la voz, no pudo evitar asustarse, sin embargo, Debía hacerles comprender su decisión sin revelarles su secreto. -Lo se apa y le pido que me disculpe, jamás me atrevería a desobedecerlo, pero en este caso les ruego que me entiendan un poquito, yo por ahora no quiero casarme, no me estoy negando, solo no quiero hacerlo ahora. – les aseguró sintiéndose la peor de las hijas por mentirles y darles falsas esperanzas, pero era mejor eso a contarles las verdaderas razones que se lo impedían. -Y para que quiere esperar, da igual si se casa ahorita o después, no entiendo por qué dilatar las cosas. No hay nada que esperar, usted no estudia, no trabaja, nada, su única obligación como mujer es casarse y darle hijos a su marido, nomás. - Yo sé, pero me gustaría que eso se diera de forma natural, conocer a esa persona, tratarla, enamorarme y luego casarme. Me asusta la idea de ser la esposa de un extraño al que no amo. Erasmo que no estaba acostumbrado que su hija le contradijera se enfureció, por lo que perdió la paciencia. Para alguien como él era inconcebible que un hijo no obedeciera, y mas si se trataba de una hija. Según sus costumbres, una mujer debía de ser sumisa y dócil, pero atónito divisaba como esta nueva Mia se negaba a ceder, con esa actitud desafiante lo superaba. Pero antes de que el padre se enfadara aún más, Dolores tomó la palabra, no había dicho nada, en silencio analizaba la situación, considerando que antes de que su marido perdiera el juicio debía actuar con rapidez. -Nada en este mundo me importa mas que tu felicidad Mia, pero como tu madre que soy, se bien cual es. Y por ello es que quieras o no te casarás en cuanto cumplas la mayoría de edad. Te aseguro que tu abuela encontrará un buen hombre, guapo, joven y trabajador que te cuidará y con el tiempo terminarás amando. - y acomodándose para recostarse dio por terminada la conversación agregando unas palabras. -Ahora no lo entiendes, pero con el tiempo sé que me lo agradecerás. Mia no pudo objetar nada, Dolores ya se había acostado ayudada por Erasmo, quien lentamente se metió debajo de las cobijas con su mujer, ordenándole a su hija que en cuanto se cambiará apagará las luces, pues mañana debía levantarse muy temprano a trabajar. Frustrada, llena de rabia, dolor e impotencia con lágrimas en los ojos abandonó la estancia. Afortunadamente sus primos también ya se habían acostado, por lo que sentada en la mecedora pudo llorar con libertad. Odiaba sentirse contra la espada y la pared, por un lado Danielle, y por el otro su familia. Entendía a la perfección qué si seguía con su relación y se negaba a casarse decepcionaría a sus padres, pero si aceptaba ser la esposa de un desconocido eso significaba renunciar al amor de su vida. Desesperada sin saber que hacer, cayó al suelo de rodillas en un mar de lágrimas. Aquel día tan hermoso que había tenido, llegaba a su fin.
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