Capítulo 28. Una historia para recapacitar.

4051 Words
En el momento en que Mia descendía de la vieja camioneta, Milagros salía de la casa de los Flores. Afortunadamente para ella, Israel ya no dijo nada mas de sus impertinencias y simplemente se marchó, eso sí, asegurándole que al día siguiente pasaría a buscarla para llevarla a pasear por el pueblo. Después de tan desafortunado percance y horrible experiencia, estaba segura que si le decía a su familia la forma en como la había tratado, su cortejo terminaría, pero también era consciente de que en el momento en que les dijera eso, su padre lo buscaría para machetearlo y su abuela para cachetearlo, por lo que no tenia caso hacer las cosas mas grandes. Sentada en esa vieja carcacha había tomado la decisión de hablarle de ello solo a su abuelito, pues era el mas tranquilo de todos y quizás tomara una mejor decisión que los demás, o eso esperaba que sucediera, pero de que se lo diría se lo diría, no dejaría que las cosas se quedaran así, pensando todos que Israel era una buena persona y buen partido cuando había dejado en claro que no lo era. Tampoco le comentaría nada a Danielle, de la última vez que habían hablado sobre el asunto de un pretendiente en contra de su voluntad, esta no lo había tomado nada bien, por lo que podía deducir que quizás reaccionara igual con violencia, y cansada de tantos problemas, aunque era horrible esconder las cosas, decidió que seria lo mejor ocultárselo, al menos por ahora. - Doña Milagros, que bonita sorpresa, ¿Vino a ver a mi mamá? - la saludó Mia dándose ambas un beso en sus mejillas. -Hola Mia, pero valla si te has puesto muy bonita muchacha que bárbaro. – Mia agradecida por el cumplido no pudo evitar apenarse, pues al no ser vanidosa, no estaba acostumbrada a esos cumplidos. - Y si, así es mija, vine a ver a tu mamá. - continuó está cambiando su semblante, que cuando vio a la joven reflejó alegría, pero ahora al hablar sobre su amiga se ensombrecía de tristeza. - La verdad me preocupa verla tan desmejorada, le recomendé a tus abuelos que la llevaran con un doctor, pero de plano no quisieron ni hablar de ello. -Por desgracia tienen muy arraigadas sus ideas y no están dispuestos a cambiarlas, mi padre piensa igual que ellos, por lo que yo me siento acorralada sin saber que hacer, si por mi fuera la llevaría al doctor ahora mismo y a escondidas, pero de nada serviría pues mi madre piensa igual que ellos. - con pesar confesó una hija angustiada, inclinando la cabeza para ocultar unas lágrimas que se afloraban. -Ya, ya, ven, no te preocupes. - estrechándola entre sus brazos la consoló, era demasiado para una hija ver consumirse a su madre poco a poco sin poder hacer nada. El solo ponerse en sus zapatos la horrorizó, entendiendo lo mal que la debía de estar pasando. Una vez más tranquila, con una sonrisa traviesa, le dijo que su madre la estaba esperando pues al parecer tenía algo muy importante que contarle. - ¿De qué se trata? – enjugándose las lágrimas y llena de curiosidad quiso saber Mia. -Ya lo verás, pero te puedo asegurar que es algo que te dará un poco de tranquilidad en estos momentos tan difíciles que estás enfrentando. Y con otro beso pasaron a despedirse. En el preciso momento en que ambas hablaban, Dolores en su recámara recapacitaba palabra por palabra lo que su amiga le había contado. En un inicio no comprendió a que se debía que fuera a verle con el único objetivo de relatarle su historia que ya conocía, pero conforme esta fue surgiendo de sus labios, comenzó a recordar con más detalle su pasado y a entender bien a hacia donde quería llegar. Media hora antes de que Mia llegara Milagros emprendió su relato. - ¿Recuerdas porque razón de niña tú eras mi mejor amiga y bueno la única? - le preguntó la mujer a la enferma obteniendo una rápida respuesta. -Nadie quería ser tu amiga porque sus padres se lo prohibían a sus hijos, y todo porqué…- pero ahí terminó con la frase, pues no sabía si aun aquellos recuerdos le dolían a Milagros. -Anda dilo, no te preocupes, yo ya superé todo esto hace mucho. - le ínsito a que continuara. -Bueno, pos, no querían que se juntaran contigo, porque tu mamá era la querida de tu papá. - respondió finalmente un poco pesarosa. -No tienes de que apenarte Lolo, y si así es, esa maldita gente despreció a mi amá cuando se enteraron que era la amante de mi padre, el cual era un mujeriego mariachi que viajaba de pueblo en pueblo tocando y enamorando a cuanta muchacha ingenua se dejaba. -No entiendo a donde quieres llegar Mili. - confundida pues aún no entendía nada, ansiaba una respuesta rápida. -Te aguantas, no seas tan desesperada mujer que para allá voy, así que escucha y ponme atención. - y volviendo a obtener silencio por parte de su amiga retomó la historia. - Debido a eso yo nunca tuve amigas, solo a ti, ya que Amelia que siempre a sido una mujer de mucho carácter no se dejó envolver por los chismes y habladurías de las gentes de Ojo del sol. Por eso a ti sí te dejó visitarme. - y lo cual era cierto, pues Águeda la madre de Milagros, era una buena mujer, y aunque no era amiga de Amelia a esta le caía muy bien, y se le hacia injusto que por culpa de un sinvergüenza satanizaran a una pobre mujer, cuando su único crimen había sido ser demasiado ingenua. -La verdad yo nunca entendí eso, y mucho menos que otras niñas se negaran a conocerte por miedo a sus padres. – manifestó la amiga tristemente. -Sí, fue una época difícil para nosotras, pos debimos de tolerar muchas cosas feas. Por fortuna, mi amá que era la única partera del pueblo en ese momento les era muy indispensable, por lo qué se tuvieron que aguantar y solo por eso no nos corrieron del pueblo, pos para bien o para mal necesitaban de sus servicios. Pero todas esas habladurías y malas caras la marcaron de porvida y ya nunca volvió a ser la misma, pos se volvió bien dura de corazón. Pero bueno a lo que iba, si no aquí me vas a tener hablando como perico sin llegar a nada. Debido a esa razón, mi amá se obsesionó con la idea de buscarme un marido pa casarme a la buena, pos no quería que yo sufriera el mismo destino que ella. Por lo que cuando éramos muchachas, yo me matrimonié primero que tú, ¿lo recuerdas? – A lo que Dolores asintió con la cabeza. – Entonces gracias a eso, mi amá que no quería que yo siguiera sus pasos por miedo a que me hicieran lo mismo que a ella, me buscó un hombre que en apariencia parecía decente y buena persona, con el que me casó de un día para otro. ¿Y qué fue lo que pasó después? - le preguntó la amiga para dejarla que ella continuara con la historia. -Resultó ser un desgraciado que te golpeaba, que no te dejaba salir y te prohibió vernos, por lo que ya no pudimos vernos y nos alejamos por su culpa. - comenzando a comprender hacia donde iba encaminada la plática, Dolores se sumió en la pena del recuerdo. -Así es, y por desgracia mi madre que murió joven no alcanzó a ver lo infeliz que me hizo ese desgraciado, y todo por querer ella hacerme un bien, por temor a que me pasara lo mismo que le pasó a ella. ¿Pero crees que si no hubiera muerto y me hubiera visto tan infeliz como estaba y todo lo que me hacia ese tipejo, no se abría sentido culpable y desdichada por haberme casado con alguien que no conocíamos solo por su temor a que la historia se repitiera? -Si se hubiera sentido horrible, y mínimo habría estrangulado al infeliz ese con sus propias manos, pos tu amá te quería mucho. – y ambas rieron, pues sabían que algo parecido habría sucedido. -Supongo que ahora entiendes porque te quise venir a recordar mi historia, me enteré por Agus lo que estás haciendo Lolo, y creme que te entiendo en parte porque lo haces, pero debes de pensar bien y clarito, si en vez de hacerle un bien a tu hija termines haciéndole un mal, y lo último la pobre sea tan infeliz como lo fui yo en esos años. Se que en tu caso y en el de muchos que también casaron con personas que apenas y conocían no les fue mal, pero esto es un albur, tu tuviste suerte yo no. Y no puedes saber si con tu hija todo saldrá bien o será para peor. Y sin poder evitarlo Dolores se soltó a llorar desconsoladamente. -Lo único que quería era dejar a mi hija en buenas manos, pues se que moriré y no quería irme sin verla casada. - balbuceo la pobre en brazos de su amiga que trataba de calmarla. -Y tus intenciones son buenas Lolo, pero si eso que dices llega a pasar… - haciéndosele un nudo en la garganta, tubo que sacar fuerzas desde sus entrañas para mantenerse firme. – Mia no estará sola, tiene un padre que la adora, unos abuelos que se desviven por ella, y amigos que no la dejarán, como mi hijo y yo, que siempre estaré al pendiente de ella. – e inevitablemente ambas se desbordaron en llanto. Era un momento muy triste y conmovedor, pero oportuno, pues a veces las lágrimas son la única herramienta para sanar el alma, y en ese momento era lo que más falta le hacía a Dolores. Al poco rato ambas se despidieron, con la promesa por parte de Milagros de visitarla mas seguido y de juntarse un día a comer. Ahora recostada sobre su cama, Dolores vio entrar a Mia a la habitación. Sabía que había salido con Israel, pues sus padres la pusieron al tanto de ello, por lo que no pudo evitar sentirse culpable y mal. - ¿Que tal te fue? - quiso saber esperando que al menos no la hubiera pasado tan mal. -Bien, todo bien. - fue lo único que respondió, tratando de evitar a toda costa que se diera cuenta del mal rato que había vivido. – Vi salir a la mamá de Agus, me dijo que vino a visitarte, y antes de irse me dijo que tenías algo que decirme. Acto seguido, la madre extendiendo el brazo la invitó a que se sentara a su lado. Acariciándole una de sus manos fue inevitable el que se quebrara delante de ella. -Perdóname mija, he sido una bruta contigo. - y entre lágrimas la estrechó para disculparse por su error. Mia preocupada quiso saber que ocurría, pues no entendía nada, lo único de lo que era consiente era de que no le gustaba ver llorar a su madre. -Mili me hizo ver el terrible error que estaba cometiendo con obligarte a casarte con alguien que no quieres y que no conoces. Por culpa de mis miedos me segué, y no me di cuenta que podía terminar haciéndote mucho daño, y por eso te pido que me perdones mija. Prefiero verte sola, que imaginar te quedes con un desgraciado que solo de haga infeliz. Al fin todo se había solucionado, su madre había entrado en razón como ella siempre supo que terminaría pasando. Dichosa la abrazó, y le aseguró muy sinceramente que no tenía nada que disculparse, pues la quería mucho y entendía que todo lo que hacía era con las mejor de las intenciones, pero le daba las gracias por haber recapacitado, pues si habría sido muy infeliz casándose con alguien que no ama. -Me gustaría ir con Agus y su mamá para darle las gracias. - manifestó con pesar su deseo. - ¿Y porque no vas? -Aun estoy castigada, mi apá me prohibió salir. - confesó la hija con pesar. - ¿Hace un rato saliste no? -Si, pero como dijeron mis abuelos que mi apá ya se había comprometido a que Israel me visitara, dijeron que no se enojaría si salía. -Da igual, yo hablo con él, tu ve a ver a tu amigo, pero no tardes. Contenta le dio un beso a su madre. Se sentía tan afortunada y dichosa de que todo se hubiera solucionado por fin. En el momento en que Mia partió, entraban los padres de Dolores a su recámara, pues le había pedido a su hija les avisara que necesitaba hablar con ellos, para comunicarles su decisión. - Y a que viene ese cambio tan repentino. - Protestó Don Vicente molesto, pues ya consideraba que era un hecho el matrimonio, y ahora su hija les decía que siempre no. - A mi por una parte me da gusto, ese tipo nunca me ha gustado, y no me lo imagino para marido de mi nieta, pero también me sorprende el que cambies de parecer, pos estabas rete decidida a casarla, tanto que nos dejaste a nosotros la responsabilidad de buscarle un buen partido, y ahora sales con que siempre no, pos no mija, yo tampoco te entiendo. Disculpándose con ellos por las molestias que les estaba ocasionando, Dolores dio paso a explicarle los motivos que la habían hecho cambiar de parecer. Les habló acerca de lo que había hablado con Milagros, y del cómo una terrible decisión solo le trajo en su mayoría tristezas y penas. Y todo por una decisión apresurada y equivocada, con la justificación de ser algo por su bien. - ¿Y eso que? No quiere decir que se repita lo mismo con mi nieta. ¿Pos tan bruta me crees de buscarle un sinvergüenza y pelado como marido? - molesta alegó la abuela indignada. - Nada de eso amá, claro que confió en usted, pero la realidad es que uno nunca termina de conocer a las personas. Y así como le pasó a Milagros que Doña Águeda murió creída que su yerno era un santo, lo mismo puede ocurrir con Mia, y eso jamás me lo perdonaría. - Y aunque así fuera, ¿Acaso crees que estamos mancos para no defender a nuestra nieta?, a la primerita que nos diéramos cuenta que su marido la maltrata, te puedo asegurar que mínimo castraríamos al cristiano. - No obstante, Don Vicente no dijo nada, permaneció en silencio escuchándolas a ambas. - Apá, le pido a usted también que me perdone, se que el muchacho le agrada y que lo quería de marido para Mia, pero creo que no es buena idea forzarla. Todos nos sentiríamos muy mal, si en ves de formar un buen matrimonio mi hija tuviera a un demonio como esposo. – Y asintiendo con la cabeza, el abuelo aceptó la decisión de su hija, al igual que Amelia. - Pos se hará lo que tú quieras mija, pero ya estuvo bueno de tanto juego. Ojalá y ahora si esto ya sea definitivo, porque un día dices que sí, al otro que no, qué con este pelado si, que con este no, y ya estuvo. Usted nomás no puede estar cambie y cambie de parecer... Mira que desde chamaca siempre fuiste bien indecisa, un día decías una cosa, al siguiente otra… - y así se alejó la anciana rezongando a la cocina, para buscar un vaso de agua. Pero pese a ello aceptó la voluntad de su hija. En el momento en que Dolores les comunicaba sus cambios de planes, a varios kilómetros de distancia, en la ruinosa hacienda copaiba, otra conversación se llevaba a cabo. - Yo se que soy el único culpable en todo esto Gisela, pero solicito de ti un poco de confianza hacia a mí. Creme que de verdad estoy dispuesto a todo para que volvamos a tener de nuevo lo que por mis errores se nos fue arrebatado. Solo te pido un poco de comprensión y paciencia. Sentada en un desgastado taburete dándole la espalda, pues miraba hacia la ventana, Gisela erguida y firme observaba a la distancia, escuchando las palabras vacías que su marido le ofrecía. Promesas infructuosas que ya antes había escuchado y hasta ahora no veía resultado alguno. Usando un bonito vestido blanco que le quedaba grande debido a la pérdida de peso, se inclinó un poco para quitarse un hermoso brazalete de esmeraldas que llevaba puesto. Girando 180 grados en su asiento, para quedar frente a frente a Esteban, colocó la joya delante de el para que lo viera. - ¿Vez esto? - cuestionó la ex modelo balanceando el objeto, obteniendo una respuesta afirmativa del confundido esposo. – Esto es lo poco que me queda de mis joyas, porque las he tenido que mal vender en este mugroso, sucio y repulsivo pueblo adonde nos trajiste. Valiosísimas Joyas de las que he obtenido miserias, pues ¿Que mugroso indio pagaría lo que valen?, Por ello me e tenido que conformar con lo que le dan al viejo Rómulo en las casas de empeño donde han ido a parar. ¿Y todo para qué? Para mal vivir lo poco que me queda de vida. Y no soy la única. No se si lo sepas, pero tu hijo y la gorda también han tenido que vender sus pertenencias, pues los tres miseros pesos que nos dejas cada vez que te largas a no hacer nada a la ciudad no alcanzan. ¿No lo sabías verdad? - preguntó la mujer volviendo a colocarse el brazalete en su huesuda muñeca. En ese momento se levantó de su asiento y se dirigió a la cama, donde se recostó con calma. Tuvo que acomodarse el turbante que al igual que su vestido también era blanco. La almohada se lo había movido al tumbarse, revelando su calva. - Me estoy muriendo lentamente en esta maldita pocilga. Tengo que vender mis hermosas cosas para no tener que morirme de hambre pues no voy a comer las porquerías que trae tu hija. Y tú tan tranquilamente me pides que te tenga más paciencia de la que he tenido y que aparte crea en ti. No, lo siento cariño, pero ya hace mucho que dejé de creer en tus promesas vacías. Esteban sintiéndose terrible, se acercó a ella, se sentó en el borde de la cama y con dolor observó el deteriorado estado de su esposa. Su cuerpo cada vez se veía más marchito y consumido por el cáncer, que seguía consumiéndola lentamente. - Se que no la estas pasando bien, y no sabes cuanto lo lamento Gisela, pues todo a sido mi culpa, pero tu tampoco no has querido ayudarme ni un poco. No te pido que te resignes a esta vida, pero si que la enfrentemos juntos, con valor, de frente, pues es solo temporal. No sabes cuanto me gustaría tener tu apoyo, pero en ves de eso solo recibo reproches y críticas, además de los constantes pleitos entre tu y Danielle. Es demasiado todo para mí, y aun así sigo peleando pues quiero lo mejor para ustedes. Pero de verdad enserio, te necesito fuerte y sobre todo que confíes en mí. Yo no te voy a dejar morir en estas condiciones, te lo prometo. – y dicho esto, comenzó a acariciar la pierna de su esposa, hacía mucho que no era afectuoso con ella y consideraba que ya era el momento de que todo cambiara, pero Gisela tenía otros planes en mente. - No me interesan tus promesas. - respondió la ex modelo quitando la mano de su marido. Y acomodándose en la cama le dijo todo lo que pensaba al respecto. – Tu me hiciste desgraciada desde el momento en que me hiciste hacerme cargo de ese engendro que no era mío, recordándome con ello día con día tu traición. Luego vas y pierdes todo como el imbécil que eres, después nos traes este maldito lugar, cuando bien pudiste habernos llevado a ese departamento que ocultaste y del cual no dijiste nada, pues como siempre quisiste hacer tu voluntad. Y ahora que estamos completamente quebrados me vienes a pedir que confié en ti, ¿De verdad Esteban? Que te den. – rugió Gisela con la frase española que solo le decía cuando estaba más que enfurecida. - Yo ya no quiero saber nada de ti, ni de tu maldita hija. Ya me cansé de fingir para ti, para ella y para la gorda. Ya no más, a partir de ahora mi única familia es Allen. Así que tú y ese par de infelices se pueden ir al demonio, porque yo ya no quiero saber nada de ustedes. – molesto ante su actitud Esteban no pudo quedarse callado. - Ese odio que le tienes a Danielle y a Briella es incomprensible. – bramó el padre enfurecido, levantándose de la cama. - Yo y solo yo soy el único responsable, ¿PORQUE NO LO PUEDES ENTENDER DE UNA MALDITA VEZ? – Dándose cuenta que estaba gritando, respiró profundo, caminó de un lado a otro en silencio en la desgastada alcoba hasta que logró calmarse, y de nuevo continúo hablando. – Cometí un terrible error y no sabes cómo me arrepiento de ello. Primero engañándote y luego obligándote a permanecer a mi lado aprovechándome de la situación. Es cierto, estuvo mal que te propusiera ese acuerdo, debí de haberte dejado ir. Pero estúpidamente creí que así podíamos seguir siendo una familia feliz, pues yo no quería perder eso. Pero sabes algo, analizándolo bien, al final tu aceptaste ese acuerdo y todo por tu ambición, y en eso yo no tengo la culpa. - No era ambición pedazo de imbécil, era lo justo, yo no iba a perder todo lo que me correspondía, por eso me quedé. Si después de a verte revolcado con esa simplemente te hubieras largado, y me hubieras dado la mitad de lo tuyo, ahora todo sería tan diferente para ambos. Pero no, el señor tenía que salirse con la suya para sentirse triunfante. Esteban se limitó a permanecer en silencio cubriéndose la cara con el dorso de su mano. Estaba agotado, tantos problemas lo estaban acabando, por lo que lo último que quería era que el pasado lo atosigara en labios de su moribunda mujer. - De acuerdo, lo admito, todo a sido mi culpa. En aquel entonces fui soberbio porque me sentía poderoso, e intocable, al grado en que pensaba que podía tenerte a mis pies con el chasquido de mis dedos. Pero ahora estoy pagando y con creces todos esos errores, y por eso te pido perdón. - Ya es muy tarde para arrepentimientos, ya no hay nada que hacer. – e inclinando la cabeza Esteban se sintió perdido. – Aunque aun hay algo que puedes hacer si de verdad quieres enmendar tus errores. – Manifestó Gisela levantándose de la cama, y acercándose a la puerta, consiguiendo que este levantara el rostro rápidamente, obteniendo su absoluta atención. - Vende la hacienda, dame lo poco que te den por estas ruinas, y entrégamelo. Así podre irme lejos a pasar los últimos momentos que me quedan de vida a lado de la única persona que me importa: MI HIJO. Esteban le dedicó una mirada de rencor, y en su mente cruzó las palabras de su hija, sobre que Gisela nunca seria feliz hiciera lo que hiciera, pero ahora se daba cuenta que Danielle estaba en un error, Gisela si podía ser feliz, pero lejos de ellos, pues no les importaba en lo más mínimo, el único al que quería era a Allen, y así misma, a nadie más. - Piénsalo, no te conviene que siga aquí con ustedes, porque me dedicaré a hacerles sus vidas miserables hasta que muera. Además, sería la única cosa buena que habrás hecho en tu vida, porque aceptémoslo querido, tú nunca has servido para nada. Y con esas hirientes palabras salió de la habitación, destrozando aún más a un pobre hombre completamente quebrado. -Estoy pagando muy caro mis pecados. - señaló en silencio, cubriéndose el rostro con sus manos, consumiéndose en la desesperación en medio del deterioro y la soledad de esa habitación.
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