Capítulo 33. Momentos de alegría: kermes.

4132 Words
En todo el árbol genealógico de Dolores no había mucho que encontrar, había tenido antepasados muy normales y comunes. Hombres borrachines, tíos infieles, tías solteronas que se habían quedado a vestir santos, primos que se habían fugado con sus enamoradas y al poco habían regresado con sus mujeres preñadas para llegar a casarse, familiares que habían migrado a los estados unidos y jamás volvieron, en fin, lo típico que suele encontrarse en la familia. A excepción de la tía Candelaria, o Can como todos la conocían. La cual era la hermana de su padre, Don Vicente. Esta tía que siempre desde que había tenido uso de razón la había visto con aspecto masculino, era una pariente que no solían visitar, ya que su padre se negaba a verla y mucho menos a recibirla en la casa. Las pocas veces que Dolores siendo una niña la vio, fue en fiestas familiares, en las que la tía asistía. Reuniones justo como la que habían celebrado el día anterior en la que Mia había invitado a Agus y a esas dos chicas amigas suyas. Pero Dolores solo había centrado su atención en Danielle, quien rápidamente pudo notar con facilidad de que era algo diferente, de igual manera que lo había sido su tía Can. Candelaria y Danielle tenían algo en común, analizó la mujer recostada en su cama a media noche mientras los demás miembros de su estirpe dormían. A excepción de su hija pues su cama estaba vacía. Se había percatado de cuando se despertó y como a hurtadillas salió de la casa sin hacer el menor ruido posible. En apariencia parecía que ambos dormían profundamente, pero Dolores que no había logrado pegar el ojo permanecía despierta sin moverse de su lugar. Por lo que cuando Mia observó a sus padres concluyó que dormían serenamente. Lo cierto es que por tanto pensar en lo que había descubierto ese día, le fue imposible conciliar el sueño, pues no podía creer que no se hubiera dado cuenta antes de lo que estaba pasando con su hija. Por ende, despierta presenció cuando su hija se escapaba de su hogar. No necesitaba ser adivina para saber con quién se iría a ver a tales horas de la noche. Descubierta, no fue capaz de encararla en ese momento, pues aún tenía mucho en que pensar, por lo que permaneció en silencio dejando que esta se marchara. Todo ello analizaba seriamente, trayendo a su memoria recuerdos de su tía la innombrable, e imágenes de Mia y Danielle. Esa tía solo la había visto un par de veces, era (Según sus padres) la imagen del pecado, de lo anormal y de lo que no estaba bien en la vida. De pequeña no entendía el porqué de ese rechazo hacia ella por parte de sus padres, por más que les preguntó en contadas ocasiones, estos nunca le respondieron, no hasta que fue una muchacha y pudieron decirle con mucha vergüenza que Candelaria era una machorra. Esa fue la primera vez que Dolores escuchó esa palabra. Criada bajo unos padres que consideraban la homosexualidad como algo abominable, Dolores, comenzó a ver a ese tipo de personas como malas. Al menos mientras vivió con ellos, pues una vez se casó con Erasmo y vivió aparte, ya no volvió a pensar más sobre eso. Hasta muchos años después siendo madre. Tras tener a Mia y siendo una beba, un día de repente el recuerdo de esa tía volvió a su mente. Amamantando a su pequeña, sosteniendo su pequeñita y delicada manita, se preguntó qué haría ella como madre, cuál sería su reacción y comportamiento si alguno de sus hijos llegara a ser como esa tía repudiada por los suyos. En aquel entonces estaba segura de que al menos llegarían a tener 4 hijos, por lo que sentada en su mecedora, terminando de alimentar a su bebé, pese a que era algo que no entendía, había llegado a la conclusión que sin importar lo que llegaran a ser sus hijos, los seguiría amando con todas sus fuerzas. Pues con el pasar del tiempo, se había enterado de lo mal que la pasó su tía alejada del seno de un hogar. Despreciada por una familia que debían de amarla, y en cambio se dedicó a repudiarla, Candelaria transitó por mucho tiempo sola, mendingando un poquito del cariño de sus padres y hermanos, quienes nunca la aceptaron, ocasionando que esta no tuviera más remedio que ahorcarse en el desolado cuarto de vecindad donde vivía. Simplemente no pudo seguir luchando contra tanto odio, por lo que un buen día se quitó la vida, dejando de existir para siempre. Por ello, esa tarde mientras sostenía en brazos a su retoño y adorada primogénita, decidió que fuera lo que fuera o hiciera lo que hiciera, jamás la alejaría de su lado. Ahora, nuevamente volviendo a pensar en ello, pues estaba segura que su hija era como su tía Can, recostada en medio de la oscuridad, solo pensó en proteger a su hija y nada más, pues no permitiría que nada malo le pasara. Ciertamente no lograba comprender ni terminaba de aceptar que existieran personas con esas inclinaciones, pues además si lo pensaba religiosamente, la biblia lo prohibía y condenaba. No obstante, sentía en el fondo de su alma que tal inclinación no podía tratarse de una caprichosa elección, pues estaba más que segura de que si su tía hubiera podido cambiar lo que era para conseguir la aceptación y cariño de su familia, lo habría hecho sin pensarlo, pues estaba enterada de lo mucho que sufrió por ser lesbiana. Eso le aseguraba que ese estilo de vida no era ninguna elección. Por ello desde entonces se había prometido así misma que, si llegaba a pasarle a alguno de sus hijos, dejaría de lado los ¨disque principios¨ y amaría a su hijo sobre todas las cosas. Viviría para pasar la vida tratando de entenderla y apoyarla. Sin embargo, por ahora no se sentía lista para enfrentar a Mia. Si no había surgido de ella el abordar el tema, debía de ser porque aún no se sentía lista para hablar de ello. Por lo que le daría algo de tiempo, hasta que se sintiera lista para hablarlo. Por mientras en la primera oportunidad que tuviera, le haría saber que podía tener la libertad de hablarle de cualquier cosa libremente, pues como madre estaba ahí para escucharla y apoyarla en lo que fuera. Decidiendo que eso haría, ya más tranquila, volvió a recostarse y rápidamente por fin se quedó dormida. Al poco rato, procurando realizar el menor ruido posible, regresó Mia. Se sentía plenamente enamorada, feliz y dichosa, además de afortunada. Aparte de que la reunión había sido maravillosa y un rotundo éxito, a toda su familia le simpatizó Danielle. Desde sus primitos, tío, abuelos (pese a que al principio la observaron con descontento) y lo más importante, a sus padres les había agradado mucho esa muchacha de corta cabellera rubia. Lo único que le faltaba para sentirse la mujer más afortunada del planeta, era que Dios le regresara la salud a su madre, cuando eso pasara, podría gritar a los cuatro vientos que poseía una vida perfecta. Rememorando los mejores detalles de la reunión, volvió a su memoria cuando Danielle en un susurro le dijo que se veía hermosa, que parecía un ángel, y era la mujer más bella del mundo. Se había esmerado mucho en su aspecto como nunca antes, pues quería lucir bonita solo para ella, por lo que se sintió muy alagada al saber que había logrado su cometido. De igual manera quedó embelesada con la imagen de su amada. Su hermoso cabello rubio que le cubría la frente, su piel tan blanca y tersa, esos labios rojos como cerezas, y sus bellos ojos claros en los que podría sumergirse de porvida, sin duda la habían dejado hechizada. Todo había sido glorioso. Pero para su suerte ese día aun no acabaría con el desenlace de la reunión. Ya qué aun le faltaba un momento mágico por vivir. Esa noche, por primera vez se había entregado a Danielle. Habían sucumbido ante el deseo, fueron presa de la sed carnal, y del arrebato de la voluntad. El momento era mágico e intenso, por lo que, con la noche resguardándolas con su manto estrellado, el arrullo del rio como serenata, los árboles y las luciérnagas como testigos de esa unión, se amaron en silencio, disfrutando de sus cuerpos, de sus acalorados besos, de las tiernas caricias, y el amor que la una ofrecía a la otra, hasta que todo culminó en una inmensa oleada de éxtasis de pasión. Había sido su primera vez, tenía 17 años y faltaba poco para que cumpliera los 18. Se acababa de entregar al amor de su vida, y ella se le había entregado en un pacto carnal que a partir de ahora quedaba sellado para siempre. No tenía nada de que arrepentirse, se amaban y todo lo habían hecho en nombre de ese gran amor que profesaban. Hoy más que nunca se sentía más mujer, y brindaba por ello en silencio. Acariciando sus labios para así volver a sentir los cálidos y deliciosos besos de Danielle, se acostó en su camastro, para despedir el día, con ese recuerdo tan maravilloso. Y así volviendo a percibir esa piel tan tersa, fue como se quedó dormida, llevándose por último la imagen de su amada. Los días transcurrieron igual de maravillosos para el par de chicas. Mia tras llevar a sus primos a la escuela visitaba a Danielle en el trabajo, llevándole algo que con mucho amor ella le guisaba y esta degustaba con gran emoción. En su día de descanso solía ir a visitarla a su casa, y era bien recibida por los miembros de su familia. Su abuela que en un principio la había visto con descontento, terminó por acostumbrarse al aspecto de la chica. Cada vez que Danielle en su descanso llegaba a la casa de los Flores, Amelia siempre la recibía invitándole algo que había comprado en el pueblo, que iban desde dulces de leche, palanquetas, pambazos, hasta grillos fritos (que eran sus favoritos) y que Danielle sin miedo alguno se animó a probar, disfrutándolos más de la cuenta para su propia sorpresa. Algunas veces jugaban a la pelota con sus primos, incluida Lili, que en presencia de su madre Flora, jamás podía hacerlo, pero como cada vez que Danielle los visitaba esta no estaba, podía jugar libremente con sus hermanos y con las chicas a lo que quisiera. Así se divertían con los niños, jugando a las escondidas, a las traes, al avioncito, en fin, siempre había algo con que entretenerlos, por lo que también al trío de niños les simpatizaba mucho la amiga de su prima. Por su parte Erasmo e Ignacio si al llegar de su trabajo a un encontraban a Danielle, platicaban con la chica preguntándole siempre por las mejorías que comentaban en el pueblo, estaban realizando en la casa grande, esperanzados de que de la misma forma pusieran a andar de nuevo la hacienda Copaiba que hacía muchos años había dejado de producir, trayéndola de nuevo a esos días gloriosos en los que dio trabajo a muchos habitantes del pueblo. Don Vicente era el único que no socializaba mucho con la invitada recurrente, le era agradable, pero no terminaba de gustarle del todo su aspecto, pues de alguna manera le recordaba a su hermana, y aunque Danielle era un tanto más femenina que Can, no podía dejar de pensar si sería o no como su hermana, por lo que no sabía muy bien cómo tratarla, más que saludarla con amabilidad por consideraciones a su nieta. Y claro, Dolores también convivía con ella cuando salía de su habitación si se encontraba bien. Platicaba con ambas, observándolas siempre con cariño, pues con el trato descubrió el gran ser humano que era Danielle. Afortunadamente para Danielle había sido del agrado de los Flores, por lo que rápidamente la consideraron amiga de la familia, llegando a tomarle cariño. Aunque claro no todo fue miel sobre hojuelas, como había supuesto Mia, tarde o temprano alguien mencionó las constantes visitas de la extravagante amiga en presencia de Flora, la cual al deducir hábilmente de quien se trataba, apartó a Mia para exigirle que desistiera de esa locura, pues era monstruoso a los ojos de Dios que estuviera invitando a esa pecadora a la casa. Pero la sobrina fue contundente con su respuesta. -Lo siento Tía Flora, pero no pienso hacerlo, si quiere contarles a mis padres lo que usted y sus amigas creen suponer, adelante, no hay problema. Por fortuna ellos se han dado cuenta solitos de que Danielle es una gran persona, y con eso me doy por bien servida. –Pese a la rabia que sentía Flora, no pudo discutirle nada. Hablaría con sus hermanas para ponerlas al tanto de lo que estaba pasando. Ya ellas sabiamente le aconsejarían que medidas debía de tomar. Solucionado de momento ese percance, Mia continúo invitando a Danielle a la casa. En algunas ocasiones también se aparecía Agus, quien en la menor oportunidad preguntaba por Briella, la cual lo había dejado aparentemente flechado. Era la primera vez que Mia veía a su amigo tan entusiasmado por una chica, y se alegró de ello, pues Bri era una buena muchacha y nada le daría más gusto que ver que algo se terminara dando entre ellos. Lo mismo pensaba Danielle, que quería ver feliz a su hermana, pues consideraba que el estado emocional de Bri no era el mejor, y quizás con una nueva ilusión las cosas mejorarían para ella. Según le platicaba a Mia, la veía también interesada, pero debido a sus inseguridades la observaba temerosa. Le había confesado que le daba pánico adentrarse en algo que le era totalmente nuevo, pues temía que todo terminara resultando ser un desastre y al final sufriera. No obstante, Danielle la motivó a que siguiera adelante. Poco a poco, y con mucha paciencia, consiguió que su hermana comenzara a salir de su encierro. Con ello, logró que al menos de momento el murmullo que la atormentaba constantemente disminuyera. Al principio se había visto renuente, pero gracias a la insistencia de su hermana, las salidas comenzaron a ser mas frecuentes. De vez en cuando la acompañaba a la casa de Mia, donde Agus llegaba hasta ahí empujando su carrito, interrumpiendo su venta solo para verla. Siempre le regalaba alguna golosina que Bri aceptaba y le agradecía con el rostro ruborizado. Las cosas resultaron ir mucho mejor de lo que pensaron y rápidamente una bonita amistad se formó entre ambos. Después de mucho tiempo y esfuerzo de ardua planeación, el día de la kermes llegó. Las damas de la sociedad católica, se habían esmerado mucho para que todo resultara perfecto, pues debían de recaudar suficiente dinero para la colecta. Hacía mucho que ya habían acopiado más que suficiente en misa para las reparaciones, no obstante, la líder había decidido que también le comprarían una en mejor estado, así podría tener dos. Por ende, lo que llevaban juntado se guardó. En cuanto a la que estaba descompuesta, lograron convencer a 3 de los mejores mecánicos del pueblo, para que la repararan sin cobrar un solo peso. De la misma manera les sacaron con un discurso vehemente las piezas a remplazar gratis. Y así el padre Benito siguió usando su vieja camioneta reparada. No obstante, con algo de dinero reunido y más que pretendían sacar de la colecta le comprarían una igual de uso, pero en mejores condiciones. Por ello se habían esforzado mucho con los preparativos del evento, pues esperaban que fuera todo un éxito. Decoraron con ayuda de varias muchachas católicas el parque central. Colocaron guirnaldas de luces para cuando comenzara anochecer, guirnaldas de banderines de colores al igual que muchos globos y carteles llamativos con pasajes bíblicos. Posicionaron bellas Mamparas floreadas por todo el lugar. Había varios stands de feria atendidos por las mismas damas católicas, con todo tipo de juegos en los que se cobraba una módica suma de dinero para jugar. Tenían lotería, canicas, comerse las manzanas, tirar dardos para reventar globos, y muchos más. En el centro del evento se había alzado una tarima decorada con imágenes cristianas. Sobre esta y centrada, estaba un micrófono que había sido instalado para dirigir el programa. Doña Lupe seria la maestra de ceremonia y la encargada de oficiar como anfitriona el evento, captando la atención del público y presentando los actos proyectados. Se encargaría de motivar a los pueblerinos a comprar las entradas para participar en los juegos, recordándoles que además de divertirse con ello apoyaban al párroco del pueblo. Conforme iba invitando al podio los artistas que presentarían su espectáculo, el resto de habitantes se entretenía jugando alegremente: lanzando aros a botellas, disparando flechas en el tiro al blanco, etc. A la par que muchos otros tomaban refrescos, comían perros calientes, hamburguesas o algodones de azúcar. Justo cuando una regordeta mujer cantaba magníficamente al compás de las Palmas, ¨La vida es un carnaval¨ de Celia Cruz, Danielle, Mia, Agustín y Briella llegaban muy entusiasmados al evento. Se habían organizado para ir los 4 juntos. Agus estuvo ahorrando para poder invitarle a Bri todo lo que esta deseara. Se había esmerado en su arreglo, por lo que vestía una guayabera típica de la región en color marfil pulcramente planchada. Por lo regular nunca se preocupaba por esas pequeñeces, pero desde que había conocido a la regordeta chica, estaba empeñado en verse bien, para que esta lo notara. De igual manera Bri se presentó con su melena suelta, y un bonito vestido amarillo a las rodillas. Cada día se preocupaba más por su aspecto. Aún seguía teniendo sobrepeso, pero se veía muy bonita. Quería que Agus la viera lo mejor arreglada posible, de verdad lo deseaba. Por su parte Danielle como siempre se presentó al lugar usando unos jeans azul oscuro, converse negros, y una blusa blanca de manga corta. Sobre esta se había puesto una chaqueta de jeans del mismo color de sus pantalones. Luciendo su tan peculiar aspecto andrógino. Mia hermosa como siempre, se había vuelto a trenzar su cabello. Resplandecía usando un vestido de verano largo hasta los tobillos, era de estampado floral, de cuello tradicional chino qipao, combinados con unos zapatos de tacón bajo en tono beige. Los cuatro lucían muy bien, al igual que el resto de habitantes de Ojo de sol, quienes vestían sus mejores garras para el evento. Rápidamente tomando a Danielle del brazo, la arrastró hasta uno de los puestos, pues deseaba comenzar a jugar cuanto antes, eligiendo primero el de pesca de patos. El puesto era atendido por doña Graciela y sus nietas, una de las tan queridas amigas de su tía flora. En el centro de la carpa, una redondeada piscina inflable amarilla, estaba repleta de patitos de caucho de muchos colores que flotaban alegremente al compás de la música. Después de cobrarles la entrada y tras una larga mirada inquisitiva hacía Danielle, Graciela disimulando su descontento dejó jugar a Mia y a su acompañante, las cuales competirían entre ellas para ver quien resultaba ganadora. Las reglas eran simples, tenían 60 segundos para pescar 6 patitos del mismo color, usando unas cañas de plástico. Si una o las dos conseguía pescar los 6 antes de que el tiempo se terminara, ganarían un premio. En cambio, si ninguna lo conseguía entonces perdían. Así que para hacerlo más emocionante, apostaron a ver quién conseguía sacar los 6, o en dado caso ganaría la que atrapara más. La que perdiera tendría que invitarle a todos unas espiropapas. Estrechándose cómicamente las manos se posicionaron cada una a un lado de la piscina. Agus le dio ánimos a Mia y Briella a su hermana. Por lo que una vez en su sitio, la encargada dio paso a encender la bomba de agua sumergible. Con ello, comenzaron a crearse olas artificiales, ocasionando que los patitos de caucho se movieran por todas partes, pareciendo que estuvieran nadando de verdad. Esto lo volvía más desafiante y divertido. Con gran habilidad, Mia fue la primera en sacar uno de color amarillo en un abrir y cerrar de ojos. Mientras Danielle seguía luchando por tratar inútilmente de enganchar uno de color azul, el escurridizo simplemente no se dejaba pescar. Una vez el primero salió, al siguiente instante prosiguió el segundo, luego el tercero y el cuarto. Solo le faltaban dos, por lo que, cuando se disponía a pescar el quinto faltando unos segundos para que se acabara el tiempo, Danielle finalmente logró sacar el primero. En el instante en que aplaudía su primera pesca, Mia a un segundo de que se terminara el tiempo, atrapó el último que le faltaba. Brincó de un lado a otro emocionada sosteniendo aun el patito de hule, que rápidamente elevo al cielo como si de un trofeo se tratara, para así celebrar su gran victoria. Mariquita, que era una de las adolescentes hijas de Graciela, le aplaudió su gran habilidad, asegurándole que era la primera que participaba y ganaba. Señalando el lugar donde reposaban los premios, le pidió que escogiera el peluche que quisiera. Tras observar la cantidad de bonitos y tiernos muñecos, Mia escogió un regordete y esponjoso cerdito rosa. Tras agradecer a las encargadas y abandonar el puesto, se lo regaló a Danielle. Esta emocionada lo tomó entre sus brazos y le dio las gracias por el detalle, No obstante, por un momento se sintió frustrada por no poder agradecerle con un beso, pues era triste que tuvieran que contenerse, sin embargo, apartó esos pensamientos de su mente, pues estaban ahí para divertirse y así sería. Tras perder la apuesta, Danielle tubo que cumplir lo pactado, por lo que prosiguió a comprarles sus espiropapas. Felices, una vez devoraron sus brochetas de papa, continuaron con el recorrido. Jugaron en cada uno de los juegos que mas les llamaban la atención, pasando de los tumbalatas a los dardos, del golfito a tirar los aros a la botella, incluso jugaron a ponerle la cola al burro, para finalmente proseguir con la lotería. Estaba siendo una velada extraordinaria que nunca olvidarían, pues los cuatro se la estaban pasando a lo grande. En el instante en que sentados jugaban por segunda vez a la lotería, un joven transitó a su lado mirándolos detenidamente, enfocando muy en especial toda su atención en Mia. Se trataba de Israel, quien estaba en el pueblo tras realizar una entrega a un cliente que contrató sus servicios. Se había percatado por el ambiente del pueblo que estaban de fiesta, por lo que decidió que antes de regresar a su casa daría una vuelta por el lugar. En una de esas se tomaría un par de caballitos de mezcal para relajarse. En eso estaba cuando divisó a lo lejos a la que estuvo a punto de ser su mujer, sonriendo muy alegremente como una idiota. Al verla, no pudo evitar acercarse más, pasando muy cerca de ella. Tan sumergidos estaban en el juego que ninguno de ellos se percató de la figura que los inspeccionaba con malicia y rencor. Les dedicó a los 4 una mirada llena de rabia. Aun se sentía muy humillado por el rechazo, no obstante, por más colérico que estuviera, lo último que haría sería hacerles un escándalo y menos delante de tanta gente, por lo que, conteniendo su furia continuó con su camino, dejando atrás al cuarteto que muy sonrientes se divertían. Llegando la noche y encendiéndose todos los foquitos de las guirnaldas, procedió a salir el grupo musical que había decidido participar gratis para ayudar con la colecta. Pasando con gran habilidad a tocar música de cumbia, provocaron que con su gran ritmo la gente comenzara a ponerse a bailar. Danielle, guiñándole un ojo, invitó a Mia a la pista, quien entusiasmada aceptó de inmediato pues le encantaba bailar. Enseguida se dirigieron frente al estrado donde la gente ya danzaba con el ritmo del grupo musical. Pese a que Bri se había negado rotundamente a bailar, tras insistir mas de la cuenta, terminó por ceder ante las súplicas de Agustín pues no quería decepcionarlo. Así mismo ellos también se unieron al grupo de personas que alegremente bailaban al compás de la música, mientras las luces parpadeaban sin parar. Moviendo el cuerpo sin importar si lo hacían bien o mal, Mia no paraba de ver a los ojos a Danielle, ni está a ella, pues estaban viviendo su momento mágico. No eran las únicas mujeres que bailaban entre ellas, eso era algo normal en cualquier fiesta, por lo que al fin podían hacer algo juntas, sin el temor constante de que las observaran con horror. Y así, en medio de una resplandeciente pista, bailaron alegremente por toda la noche.
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