Capítulo 24. Danielle 1.2. Tragedia

2428 Words
Justo en el momento en que se desataba el caos en la casa grande, Pedrito se acababa de levantar al baño; había tomado una buena cantidad de jugo antes de acostarse, por lo que ahora estaba pagando las consecuencias de haber bebido tantos líquidos. De estar en casa con su madre, le habría regañado por beber tanto, augurándole lo que ocurriría a la media noche, justo como le estaba pasando en ese momento. No obstante, antes de volver a su cómoda cama, percibió los gritos que provenían de la casa grande. Bastó salir de su búngalo para darse cuenta que era el único despierto, ninguno de sus vecinos se había despertado, por lo que al ser el único que podía ayudar, corrió velozmente rumbo a la mansión. Jamás había pasado del recibidor, por lo que sin importarle si la patrona Gisela lo regañaba, decidió subir, para ese entonces los alaridos habían cesado, ahora solo se escuchaba a la señorita Danielle discutir con alguien. Le parecía escuchar que pedía que soltara algo, por lo que confundido sin saber que estaba ocurriendo fue hasta las habitaciones. Si lo regañaban ni modo, no podía quedarse indiferente ante lo que estaba ocurriendo; quizás podía ser de ayuda, por lo que más valía arriesgarse. Sin embargo, ni por la mente se le ocurrió pensar que lo que se encontraría en aquella elegante habitación, sería la razón de sus futuras pesadillas. Lo primero que le llegó a la nariz en cuanto estuvo en el interior del lugar, fue el penetrante tufo a orina y a excrementos. Al parecer alguien había tenido un accidente, o eso pensó en cuestión de segundos, hasta que fue desengañado por la escena que se le mostró panorámicamente frente a sus ojos: La señorita Danielle trataba inútilmente de que su hermana la gordita que veía en muy raras ocasiones, soltara a la patrona Gisela. Horriblemente la mujer tirada en el suelo, observaba a cualquiera que entrara a la habitación con esos ojos rojos, hinchados y muertos. Briella la tenía bien sujetada del cuello, y murmuraba una letanía incomprensible que solo ella entendía. A un costado, lloriqueando como una magdalena estaba Dorotea, con esos espantosos tubos en la cabeza, los cuales le daban un aspecto de bruja. Todo aquello fue demasiado traumático para el chico, que aparte de su abuelo, no había visto un cadáver, y menos asesinado; por lo que sin decir nada se quedó de pie, ido como un menso viendo lo que ocurría. En cuanto Danielle se dio cuenta de su presencia le exhortó la ayudara con su hermana. Por un instante dudó en moverse, pero sacando fuerzas de las entrañas se acercó rápidamente y entre los dos lograron hacer que Briella soltara a su madre muerta. La fetidez había sido más nauseabunda una vez estuvo cerca de ellas; olía a sangre mezclada con excrementos, por lo que poco le faltó para vomitarse encima. Sin embargo logró controlar muy bien las arcadas. Una vez Danielle tuvo a su hermana bien inmovilizada, se la llevó a rastras con ayuda del chico a encerrarla en su habitación. La joven enajenada aullaba desesperada que la soltaran, pues aun precisaba callar a su madre, al parecer aun no concebía que Gisela estaba muerta. -Cállate,cállate, cállate.- decía una y otra vez, intentando por todos los medios zafarse de sus captores. Ágilmente ambos lograron empujarla al recinto donde la encerraron con la llave maestra que aun sostenía Danielle. Entre lágrimas pues le dolía ver a su hermana en esas condiciones le pidió al chico que despertara a Juan pues era urgente localizar a su padre. Dorotea que aún estaba perturbada, no dejaba de gimotear delante del cuerpo de Gisela. -Dorotea, te necesito conmigo. Por favor prepárame unas maletas con ropa, es urgente. Yo alistaré por mientras las de Bri. – sin embargo, la mujer seguía sin reaccionar, por lo que la joven tuvo que sacudirla con ímpetu para hacerla volver a la realidad.- Enseguida logró obtener su atención volvió a repetirle la misma orden. Una vez abandonó el ama de llaves la habitación, con ayuda de Pedrito, Danielle cubrió el cuerpo de su madre con una sábana que extrajo del ropero. Era una de las favoritas de Gisela, y aunque sabía que se abría enojado de que la usara y ensuciara, ya no podía hacer nada al respecto, pues la ex modelo había dejado de existir para siempre. Tal como supuso, la costosa tela se manchó con los fluidos corporales del cadáver. Acto seguido, sin nada más que hacer en el cuarto se dirigió al teléfono para localizar a su padre, tenía que darle la noticia. Agotada mentalmente estuvo más de 15 minutos pegada al teléfono intentando que este lo cogiera. Mordía el cordón, lo enrollaba y caminaba de un lado a otro hasta donde el cable le dejara; estaba impaciente, alterada y asustada, requería escuchar la voz de su padre para recuperar las fuerzas que presentía estaban por terminarse. Finalmente después de tanto insistir, Esteban respondió el teléfono. -¡¿Que pasa hija, todos están bien?!- preguntó el padre asustado, que pese aun estar algo adormilado, se había preocupado al escuchar la voz de su hija que debido al tono de su voz, era de suponer que algo malo había ocurrido. -Ay papá, ocurrió una tragedia… Gisela murió.- expresó amargamente la hija conteniendo el llanto. -Lo suponía, y no sabes cuánto siento no estar ahí hija, yo debería estar enfrentando todo esto y no tú, pero trataré de llegar cuanto antes para resolverlo, te lo prometo. -Papá, escúchame, las cosas no son tan simples como piensas.- sabía que su padre daba por hecho que el cáncer había consumido finalmente a Gisela, por ello no podía ni imaginar lo terrible que era en realidad todo lo que había sucedido. -¿De qué hablas? -Gisela fue asesinada. – y quebrándosele la voz, se mantuvo firme pues lo último que podía hacer en esos momentos era ponerse a llorar. -¿Cómo, de que estas hablando, pues qué pasó? - confundido, aterrado y desconcertado Esteban no podía terminar de creer lo que escuchaba. -Cálmate papá, esto es espantoso pero tenemos que enfrentarlo juntos y con la cabeza fría. -Dime de una buena vez qué ocurrió Danielle, no me asustes más y dímelo por favor.- -No puedo darte tantas explicaciones por teléfono, solo lo diré una vez para que comprendas la urgencia de que vengas cuanto antes. ¡La responsable de la muerte de Gisela fue Bri! -¡No!- respondió Esteban como única reacción y se quedó sin palabras. Con las fuerzas recobradas, tras haber escuchado la voz de su padre, Danielle le sugirió a Esteban que debían actuar inmediatamente. Ya incluso segundos antes de marcarle había surgido en su mente el plan que tendrían que llevar a cabo y para eso necesitaba todo el apoyo de su padre. A continuación procedió Danielle a decirle lo que tenía pensado hacer. Después de la impresión, comprendió lo que quería hacer su hija, por lo que la apoyó y le aseguró que saldría rumbo a Ojo del sol al instante. Danielle le aseguró que estaría tranquila y colgó, había sido duro tener que decirle lo ocurrido, pero sabía que más difícil sería darle la noticia a Allen, por lo que respirando profundamente comenzó a marcar su número. No obstante, este solo le mandaba a buzón, por lo que le dejó un mensaje pidiendo que se comunicara cuanto antes pues era urgente. Al pasar las horas, con su maleta lista y la de Bri, esperaba solo la llegada de su padre. Les había pedido a Pedrito y a Dorotea que no comentaran lo ocurrido con el chofer ni con la cocinera. De esta forma, los únicos enterados de la desgracia serían ellos tres; el resto solo estarían enterados de que Gisela había fallecido, pero no en qué condiciones. Para sorpresa de los empleados Danielle los despidió insufacto. Les aseguró a Juan y a la cocinera que les pagaría todo lo de un año, pero que debían irse cuanto antes. Molestos e indignados aceptaron de mala gana su tan injustificado despido, y procedieron a salir de la casa grande sin decir nada. Danielle les prometió que después les enviaría sus cosas, pero por ahora debían abandonar la hacienda cuanto antes. También les mencionó que si así lo requerían podían llevarse el auto, ya después mandarían a alguien a buscarlo. Por su parte le pidió a Dorotea que hiciera lo mismo con las empleadas domésticas al día siguiente, y que se quedara en casa para esperar la llamada de Allen para que le informara lo ocurrido. Le imploró que no le diera detalles por teléfono, estaba consciente de que le diría la verdad de lo ocurrido, pero era mejor que lo hiciera cuando el llegara a la hacienda y en persona, no antes. Durante la espera estuvo tentada de ir a buscar a Mia para decirle que tendría que salir a la ciudad, pero ya era demasiado tarde para visitas, por lo que solo podría meterla en problemas, ya después con calma le explicaría por qué se había tenido que ir tan de repente. Horas después, finalmente llegó Esteban abrazando a su hija, soltándose en llanto; Danielle por su parte se mantuvo fuerte y ni una sola lágrima derramó. Juntos fueron por Briella, la cual ya no gritaba ni nada, estaba ida con la mirada perdida viendo a la nada. Ambos la tomaron del brazo y la condujeron hasta el auto de Esteban. Tal cual se lo había sugerido Danielle, su padre en el camino había realizado un par de llamadas. Una, al hospital psiquiátrico de un amigo que los estaría esperando, y la otra, a una funeraria de la ciudad, no del pueblo, que se encargaría de la cremación de Gisela. De igual manera, tratándose de un conocido suyo, omitiría la parte del homicidio en el acta, para de esta manera no perjudicar a Briella, quien ya estaba recibiendo su castigo. Antes de partir, Danielle le pidió a Dorotea que esperara la carrosa fúnebre, ellos se encargarían de todo. Una vez tuviera las cenizas en sus manos y llegara Allen podía irse, quedarse o hacer lo que quisiera, menos denunciar a su hermana. -Sin darnos cuenta mi hermana vivió trastornada la mayor parte de su vida, y Gisela fue la responsable y la que se encargó de enloquecerla más día tras día, y he ahí las consecuencias. Por ello ya no tiene caso que esto se haga más grande. Sabíamos bien que tarde o temprano debido a su enfermedad Gisela iba a fallecer, Briella solo adelantó lo inevitable, y ahora mi hermana muy probablemente pasará el resto de su vida encerrada en un hospital psiquiátrico pagando su condena. Por lo que espero dejes las cosas como están Dorotea, pues ahora no queremos tener problemas contigo. – Esteban que estaba detrás de su hija reafirmó lo que su hija acababa de decir, por lo que la mujer indignada tuvo que aguantarse la rabia que sentía y callar. -Como usted diga señorita.- apuntó a regañadientes, pues deseaba con todas sus fuerzas que llegara la policía y se llevaran a esa asesina. No obstante con lágrimas en los ojos tuvo que ceder y no le quedó más remedio que quedarse junto al cadáver de su señora a esperar a que llegaran por su cuerpo. Al menos ella no la dejaría sola como estaban haciendo ese par de insensibles. -Quieren encubrir y proteger a esa asesina. Que dios los perdone y ayude por eso.- sentenció en sus pensamientos la ama de llave resignada. Antes de partir Danielle le suplicó le hiciera un último favor. -Por favor Dorotea, avísale como puedas a Mia lo ocurrido y dile que yo después la buscare, es muy fácil dar con ella, solo debes preguntar en el pueblo, por favor es muy importante que se lo comuniques, solo ese favor te pido. Se lo pediría a Pedrito, pero lo veo muy afectado, para él debió haber sido una impresión muy fuerte lo sucedido, a ver si no termina traumatizado el pobre, y todo por culpa de nosotros. ¿Me ayudarás entonces con eso?- preguntó la joven esperanzada. -Lo que usted diga señorita. -Gracias Dorotea no sabes cómo te lo agradezco. Y con la oscuridad de la madrugada, con Bri dentro del vehículo, Esteban y Danielle partieron rumbo a la ciudad. -Quizás me tenga que callar este secreto, pero antes muerta que traicionar la memoria de mi señora.- se dijo Dorotea consciente de que no cumpliría con su promesa, no le diría nada a Mia. Cansada de no hacer nada se puso a limpiar el cuarto de Gisela; no podía permitir que esa gente encontraran a su señora de esa forma tan humillante y deplorable. Así que se puso en ello. Limpió los desechos que había evacuado el cadáver, recogió la recámara y por último limpió el cuerpo de Gisela. Jamás había hecho algo semejante, pero no sintió miedo ni asco, solo una profunda tristeza, pues en aquel tiempo había llegado a querer mucho a su patrona. En cuanto terminó, la colocó con un esfuerzo sobre humano sobre la cama. El rigor mortis ya se había apoderado del cuerpo por lo que fue muy difícil ponerle un hermoso vestido rojo. Era largo de satén, con un corte de trompeta y sirena con algunas lentejuelas y apliques carmesí en forma de hojas, con un provocador escote en pico V, sin mangas, de tirantes y hasta el suelo. Era simplemente hermoso. De ahí le colocó en su pálido cuello una gargantilla de diamantes que combinaba muy bien con el vestido; y ya para rematar le puso uno de sus turbantes igual rojizo. Estaba lista, ahora si podían llegar por ella. Antes de salir de la alcoba le dedicó una última mirada de despedida, rogando que al fin estuviera descansando en paz. Y acto seguido, bajó al recibidor, donde sin dejar de llorar esperó impaciente hasta que al fin llegaron los de la funeraria por el cuerpo. Los encargados de ir a buscar el cuerpo quedaron impactados al ver el cadáver, que pese al deterioro físico y a las marcas en su cuello, se podía apreciar que en vida había sido una mujer muy atractiva. Era una pena que una belleza como ella hubiera dejado de vivir, pensaban mientras la levantaban, pero así es la muerte: justa y pareja para todos. Esta se lleva tanto a ricos como a pobres, a niños y ancianos, a feos y a bellas; y no hay nada que se pueda hacer con eso al respecto.
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