Capítulo 2. Plática madre e hija.

3192 Words
En cuanto hubo finalizado el entierro, y solo se quedaron la hija y nietos de Don Rómulo pues requerían tiempo a solas para despedirlo, los demás habitantes se marcharon. Danielle se ofreció acompañar a Mia hasta su casa, por lo que Briella y Agus también fueron con ellos. Durante el largo camino, los cuatro hablaron muy poco, solo en un par de ocasiones comentaron algunas cosas sobre el difunto, el cual esperaban ya se encontrara descansando en paz. Había comenzado a hacer un poco de norte, por lo que el cabello de Mia y Bri danzaba con los soplidos del viento, a la par que sus negros vestidos. Un pequeño remolino de arena se levantó justo delante de ellos, pasando rápidamente a su costado, elevando los restos de hojas que aun en el suelo seguían cayendo ante las inclemencias del otoño. Era un día agradable el que despedía al viejo que conocieron, y se alegraron por ello. Al poco rato después de caminar una media hora, bajo un cielo despejado, llegaron a su destino. Mia que había estado más seria de lo normal, les dio las gracias por acompañarla, despidiéndose de todos ellos. Antes de partir, Danielle la apartó para preguntarle si se encontraba bien, pues la veía algo taciturna, pero Mia le aseguró que se encontraba bien. sin estar del todo convencida, dejó de insistir, pero para estar más tranquila, le pidió se vieran esa misma noche. Mia que aceptó de inmediato le aseguró nuevamente para su tranquilidad que todo se encontraba en orden, por lo que finalmente Danielle y Briella se despidieron y marcharon rumbo a su hacienda. Agus que había pensado irse, decidió quedarse un rato más, por lo que le hizo compañía a Mia. Le hubiera gustado acompañar a Bri hasta la puerta de su hogar, pero tampoco quería atosigarla demasiado, por lo que igual se despidió de las hermanas. En cuanto se fueron, Mia entró a ver a su mamá. Le urgía verla, pero para su mala fortuna esta dormía plácidamente, por lo que procurando hacer el menor ruido posible, abandonó la estancia y salió al jardín para reunirse con su mejor amigo. Ambos, una vez solos, se limitaron a observar al firmamento, sentados cada uno en las sillas que siempre estaban en el patio dispuestas para todo aquel que quisiera descansar o contemplar el paisaje. No había mucho que decir, era momento de guardar silencio, por lo que ambos se hicieron compañía sin decir una sola palabra. Cada uno estaba sumergido en sus pensamientos. Reflexionando y analizando los acontecimientos por los que estaban pasando. O soñando con un futuro distante, el cual era incierto y misterioso. Daba miedo sopesar la idea de cuál sería la cara que este les daría. ¿Acaso sería un futuro alegre con una sonrisa boyante? ¿o quizás uno con una cruel mueca de odio dispuesto a vomitar su maleficencia sobre cada uno de ellos? Sin duda no había forma alguna de saberlo, caviló Mia amargamente. Al poco rato, después de mucho pensar, de la misma manera, Agustín le comunicó que era hora de partir rumbo a su hogar. El sonido de su voz regresó a Mia a la realidad de golpe. Este le decía que su madre lo estaría esperando, pues al parecer no había amanecido bien. Había comido algo en mal estado que le cayó muy mal, y por ende se la pasaba en el baño, razón por la que no había podido asistir al funeral. Por ello, en vez de ir a buscar su carrito de dulces para regresar al pueblo a trabajar duro y tupido, Agus le comentó a su amiga, se quedaría mejor ese día a lado de su madre, por si algo se le ofrecía. Y así, dándose un beso en la mejilla, el fiel amigo también partió. Su papá y tío que habían asistido al funeral, tras finalizar se regresaron enseguida a sus respectivos trabajos, pues solo habían pedido permiso por un rato. En el caso de sus abuelos, estos se habían quedado en el pueblo platicando con unos conocidos por lo que tardarían más en regresar. Por ello es que la casa se sentía tan vacía. Las únicas que estaban allí eran Mia y su mamá, pues sus primos estaban en clases y su tía Flora como siempre, estaba reunida con sus hermanas, las cuales seguían ayudando a la hija de Don Rómulo con lo que se requiriera. En cuanto Agus se marchó, Mia se levantó de su asiento en el preciso momento en que escuchó a Dolores hablar, por lo que entro rápidamente a la casita y se dirigió inmediatamente al cuarto de su madre. La muerte de Rómulo le había hecho reflexionar sobre muchas cosas. Durante todo el trayecto, y parte que pasó sentada en el patio, no pudo dejar de pensar en la salud de su madre, la sola idea de perderla la volvía loca, por lo que lo único que deseaba en esos momentos era estar a su lado, abrazarla y no soltarla jamás. Pero la había encontrado dormida por lo que no se atrevió a despertarla. Ahora ya estaba despierta, y preguntaba si alguien se encontraba por ahí. Así que feliz, la hija entro al recinto donde descansaba su madre, y para sorpresa de esta, se metió en la cama con su madre. Abrazándola efusivamente, se acurrucó sobre su costado. Al fin podía sentir su calor, por lo que no pudo evitar derramar unas lágrimas que ocultó sobre el cuerpo de su madre. Dolores sorprendida se percató rápidamente de que algo ocurría. - ¿Pasa algo? - preguntó intranquila. Mia que no quería darle mortificaciones con tonterías, tubo que controlar sus emociones y guardarse para ella sus temores. -Nada, solo quería abrazar a mi madre, ¿o no puedo? -No porque me magullas. - respondió Dolores cómicamente, y ambas comenzaron a reír a carcajadas en medio de una habitación que cada día que pasaba olía más a muerte. Aunque Dolores seguía intuyendo que algo le ocurría a su hija, prefirió no atosigarla con mas interrogaciones, por lo que una vez dejaron de reír, se limitó a preguntar por el funeral. -Fue mucha gente, Don Rómulo era muy querido en el pueblo. – le contó la hija que aún seguía prendada de su madre. -Si es verdad, era un hombre serio que nunca se metió en problemas con nadie. Que dios lo tenga en su santa gloria. - tras santiguarse, le preguntó por sus padres. A lo que Mia le respondió que estos se habían quedado en el pueblo platicando. Por lo que Dolores entendió que disponía de tiempo para hablar con su hija. Hacía unos días que quería hacerlo, pero no habían tenido un espacio de tiempo para hacerlo. Con sus padres viviendo en la pequeña casa, era imposible que estuviera a solas con su hija un buen rato. Por lo que ahora que no se encontraba nadie más en la casa, aprovechó para hacerlo. La razón era simple: una semana atrás cuando Danielle había ido a buscar a Mia en su día de descanso porque iban a ir al cine que estaba en la ciudad mas próxima, pues Ojo del sol no contaba con uno, ocurrió un percance que no le gustó nada. Ese día, Dolores cansada de estar encerrada, había decidido pasar un breve lapso de tiempo en el patio recostada en su querida mecedora. Afuera, le hacían compañía sus padres. Amelia bordaba unas carpetitas, mientras Don Vicente leía tranquilamente su periódico quincenal, cuando Danielle llegó a la casa de los Flores. En cuanto los divisó en el patio disfrutando del despejado día, les saludó a todos amablemente como siempre hacía. La anciana sin apartar ni un instante la vista de su bordado, con su estridente voz le anunció la llegada de su amiga a Mia. Por lo que en lo que salía la joven, Dolores la invitó a tomar asiento, comenzando a platicar un breve instante con la chica, la cual les comentó los pormenores de su trabajo en el minisúper. - ¿Que tal es la Sabina de jefa? – quiso saber la anciana curiosa. -Es muy buena persona, al menos yo no tengo queja alguna de ella. -Pos que bueno por ti. Y date de brincos al saber que corriste con suerte que esta no saliera igualita a su madre Enriqueta, porque esa mujer sí que era todo un chacal. – expresó la mujer sin la menor de las contemplaciones. - ¿Por dios mujer, pero es que tu no puedes pasar un segundo sin expresarte mal de alguien? – indicó disgustado el anciano volteando a ver a su mujer. -Decir la verdad no es hablar mal de la gente Vicente, ¿además a ti quien te preguntó eh?, esto es entre ella y yo, tu regresa a tu periodicucho ese para que te sigan lavando el coco con mentiras. Refunfuñó la mujer siguiendo habilidosamente con su tejido. – Como te decía chula, antes de que nos interrumpieran. Tienes pero requeté mucha suerte, de que Sabina no sacara el carácter ni las mañas de su madre. Doña Enriqueta era una mujer muy corajuda, por lo que se la pasaba peleándose con todo el mundo, además tenía fama de ser usurera. Según dicen le gustaba prestar dinero y cobrar muy altos intereses. Contaba en aquel entonces con una gran ferretería que la verdad estaba muy bien surtida, como sea, la mujer poseía una famita de ser muy negrera con sus empleados. Por ahí me platicaron una vez, que les pagaba a los pobres empleados suyos una miseria, además de que siempre los mantenía endeudados, pues los pobres si requerían dinero esta se los prestaba encantada, pues les cobraba altísimos intereses a los desdichados. Al final, se decía que estos solo trabajaban para pagarle, pero pos no decían nada porque temían perder su empleo o que esta los metiera al bote por no pagarle. Toda una fichita la víbora esa. -Entonces soy muy afortunada. - respondió Danielle alegremente, pues siempre disfrutaba de las historias de Amelia. Justo en el momento en que Amelia comenzaba a relatarle sobre una tía que era parecida a Enriqueta, salió Mia luciendo tan linda como siempre. Tras despedirse apresuradamente de su familia pues ya se hacía tarde, prometió regresar temprano. Y así ambas finalmente se marcharon. Ya solo eran unos puntitos en la distancia, cuando Don Vicente comenzó a hablar de la invitada. -Hay algo que no me termina de cuadrar del todo en esa muchacha. -Ya se, piensas que es machorra. - dijo tranquilamente Amelia, quitándose los lentes para descansar un rato la vista. - Yo también lo pensé la primera vez que la miré, pero si te fijas bien, esta no actúa como machorra, es un poco más femenina, y normalmente ese tipo de mujeres se mueven y hablan como los hombres, son muy mariamachos. No, esta se me figura que es de esas liberales que están muy de moda, que quieren ser como los hombres y por eso se viste así. -Pos yo no estoy tan seguro. - alegó el marido inconforme. – porque si fuera así, y realmente esa jovencita es una desviada, no creo que seria buena influencia para mi nieta. – justo en ese momento Dolores que los había estado escuchando sin decir nada, lo encaró molesta, pues no le gustó en lo absoluto la manera en cómo se estaba expresando de Danielle. -Y de ser así, ¿cuál sería el problema Apá?, hasta ahora hemos visto que la amiga de Mia es una buena muchacha, por lo que, que más daría si es lesbiana o no, ¿Cuál sería el problema en todo caso? - preguntó desafiante sin quitarle la mirada de encima a su padre. No obstante, antes de que pudiera decir algo la que respondió a su pregunta fue Amelia. -El problema sería muy grande Dolores. Si esa muchachita resultara qué si es una machorra, podría influir y sonsacar a mi pobre nieta, confundirla, o yo que se, envolverla hasta convertirla en una igual que ella. Y eso mijita sería horrible. - ¿Y según tú, porque eso sería horrible? Mia seguiría siendo Mia - Molesta ahora con su madre, la encaró a ella. – ¿o crees que solo por unas ideas estúpidas debemos despreciar a mi hija? -Haber, haber, haber…perame tantito. En primera, no entiendo porque te exaltas tanto Dolores por algo que nomás estamos suponiendo, en segunda fíjate en que tonito me estas hablando, y en tercera, no te hagas tonta, sabes perfectamente bien que eso es algo que no esta bien a los ojos de dios, y además es algo cochino y antinatural. – debatió la anciana que ahora era la que se empezaba a molestar. -Perfecto, lo que me faltaba, otra Flora. - respondió la hija ocasionando que su madre soltara una exclamación de horror. - No vamos a entrar en discusiones religiosas, porque para eso ya tengo suficiente con las locuras de Flora. Pero bueno ya que tú lo mencionaste, déjame decirte que aquí madre, en esta vida, lo que debemos de entender todos, es que nadie esta libre de pecado, nadie es tan puro para andar señalando y juzgando a los demás, hay que saber respetar y solo preocuparnos por nuestros propios pecados. – exaltada sin dejar de mirarlos detenidamente, prosiguió. - Pero bueno, una cosa si les quiero dejar bien clarito a los dos, serán muy mis padres, pero este bien o este mal, sea Danielle así o incluso la misma Mia lo fuera, yo jamás y escúchenme muy bien, jamás… ni loca, les permitiría de ninguna manera a ustedes ni a nadie se atrevieran a meterse o hacerle el feo a mi hija. Que les quede muy claro, los quiero y respeto, pero antes de ustedes está por encima mi hija y sobre mi cadáver permitiría que me la maltrataran o humillaran solo por sus ridículos prejuicios…eso JAMÁS. – y molesta comenzó a levantarse para regresar al cuarto. Pese a que su estupefacto padre se levantó para ayudarla, esta lo rechazó sin contemplaciones y furiosa se dirigió al interior de la casa, dejando a sus progenitores sumamente confundidos ante su tan extraño comportamiento. Debido a eso, Dolores comprendió que cuando Mia decidiera sincerarse con los suyos, no tendría el apoyo de todos ellos. Le entristecía saberlo, pues eran sus padres quienes tanto quería. No obstante, estaba segura que quizás al principio no la aceptarían, pero con el tiempo, con mano firme y manteniéndose dignas, al final, terminarían al menos por respetar a Mia y no la repudiarían como hicieron con su tía Can. Dolores se encargaría de eso, pues no estaba dispuesta a permitir que eso pasara con su hija. Estaba consciente de que sería una labor complicada, pero estaba empecinada en que lo lograría. Además, faltaba Erasmo, quien, pese a que era un hombre testarudo, sabía que siempre lo había conseguido doblegar a lo largo de su matrimonio. Nunca se interponía en sus decisiones, lo respetaba y le daba su lugar como jefe de familia, pero con cariños siempre lograba doblegarlo y lo hacía caer ante lo que ella quisiera. Por lo que igual sería difícil, pero con tiempo y mucha paciencia su marido también terminaría por aceptar a su hija, nunca la entendería, pero se conformaba con que todos en la familia no le dieran la espalda. Tristemente para su desgracia, su salud le jugaba en contra, en vez de sentirse mejor e irse recuperando, podía sentir como su cuerpo se iba marchitando y consumiendo de apoco, no les había dicho nada a nadie, pero podía sentir que la vida comenzaba a irse de su cuerpo. Estuvo esperando que Mia se animara a confesarle algo, pero hasta ahora no se atrevía. Dolores no quería encararla por temor a que esta terminara negándolo todo y en consecuencia se complicaran más las cosas, por lo que hablaría con su hija al menos a su manera. - Desde hace unos días quiero hablar contigo mija. – manifestó seriamente Dolores incorporándose en su cama, quedando recostada sobre su almohada. - De que se trata. - quiso saber Mia, observando atentamente a su madre para intentar adivinar de que se trataría. - ¿Hija tu sabes que puedes confiar en mi verdad? - ¿Claro que si, por? - Déjame hablar. Te pregunto porque ya no eres una niña, ya estas por cumplir los 18, por lo que ya eres casi toda una mujer. Pronto tendrás que hacer tu vida, te llegará el amor, y tendrás que seguir tu propio camino. Entonces ya es hora de que vallas viendo que es lo que quieres, y sea lo que sea lo que quieras, debes luchar por ello mija, sin importar incluso si tu familia no te apoya, ¿entiendes? – mirándola detenidamente la sujetó de sus manos para reafirmar sus palabras. - Si, entiendo, pero pues eso no me pasará a mí, soy muy afortunada de tener una familia que me quiere e igual yo los quiero. – respondió Mia alegremente, pero su madre no sonrió en ningún momento. - Las cosas no siempre suelen ser así mija, a veces la misma familia puede llegar a darte la espalda, solo por no entender lo que uno quiere. – viendo la cara de confusión de su hija prosiguió. - por ejemplo: ha pasado casos en que una muchachita por fugarse con el novio que a la familia no le gusta, tras volver, estos terminan dándole la espalda y todo por el miedo al qué dirán. O hay unos que les lavan el coco y cambian de religión, y si uno de sus familiares no lo hace también, igual le terminan dando la espalda. Uno no puede saber lo que va a pasar, pero si fuera a ocurrirte algo parecido mija… ¨algo que no entendamos del todo¨ …debes luchar por lo que quieres, y nunca dejarte doblegar ni humillar por tu familia, por mucho que los quieras. ¿Ahora si me entendiste? – preguntándole una vez más, Mia nerviosa respondió asintiendo con la cabeza, no podía dejar de pensar que su madre se estuviera refiriendo a su secreto, el cual de alguna manera ya supiera. Avergonzada, se levantó de la cama rápidamente, argumentando que tenía que ponerse con la cena cuanto antes. No se sentía tan cómoda de seguir hablando sobre ello. Y no porque no le gustara lo que le estaba aconsejando su madre, sino porque aún no se sentía lista, a ni siquiera hablar entre líneas sobre el tema. Dolores que rápidamente comprendió lo que sentía Mia, decidió ya no seguir hablando de ello, por lo que dejó que esta se marchara, pero antes de que abandonara la recamara le dio un último consejo. - Yo lo único que quiero es que seas feliz Mia, solo eso. – y con estas palabras, Mia salió de la habitación, y comenzando a llorar, pero esta vez de alegría, se dirigió a la cocina. Se sentía muy feliz y agradecida con la vida por la madre tan maravillosa que tenía. Y así, dichosa y alegre, dio paso a preparar uno de los platillos favoritos de su madre.
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