Capítulo 3. Frustraciones.

3130 Words
En un principio conforme el dinero fue llegando, y con ello hubo en abundancia: ropa nueva, joyas, muebles importados, comida gourmet, e infinidad de toda clase de vicisitudes mundanas, las cosas marcharon muy bien en la casa grande. No hubo discusiones ni peleas, pues cada uno de los miembros de la familia se ocupaban en sus cosas, como habían hecho anteriormente cuando eran millonarios y vivían a todo lujo. No llegaron a poseer la misma fortuna de antes, eso no ocurriría jamás, pero al menos el nivel de vida que estaban llevando era bastante desahogado y decente. Allen convirtió una de las más grandes habitaciones de la hacienda en todo un gimnasio. Compro una máquina de poleas, un banco olímpico, una escaladora, una bicicleta vertical, discos, barras y mancuernas, en fin, equipó la estancia con los más eficientes y costosos aparatos de ejercicio del mercado. Encerrado, por horas, se dedicaba a realizar largas rutinas. Después de meses de efectuar insatisfactoriamente ejercicios en casa, por fin podía dedicarse con mayor eficiencia a definir y tornear su cuerpo como le gustaba. Por lo que también comenzó a comprar costosos suplementos alimenticios importados, pues con el tiempo deseaba aumentar sus músculos. Siempre había sido vanidoso, y le encantaba saber que las mujeres mostraban interés en él. Jamás había tomado a ninguna enserio, no había necesidad para ello. Era joven, tenía una larga vida por delante, por lo que antes de quedar en la ruina, uno de sus tantos entretenimientos favoritos consistía en conquistar a las que se le ponían difíciles. Entonces la cacería iniciaba: las comenzaba a rondar, se portaba amable, las invitaba a salir y mostraba el mayor interés hacia ellas. Por más absurdas y ridículas que fueran sus pláticas, ahí estaba Allen para escuchar atentamente y hacerles saber a la víctima en curso que existía solo para ellas. Las hacía sentir especiales y únicas, las embriagaba con mimos y promesas vacías que jamás cumpliría, y una vez las tontas caían rendidas a sus pies sin imaginar el chacal que se escondía detrás de esa bonita sonrisa, se entregaban a él, dichosas creyendo que encontraban finalmente al amor de su vida. Una vez lo conseguía, se cansaba rápidamente de ellas, por lo que, con la menor de las excusas las botaba sin contemplación alguna y nuevamente con la batería recargada, dirigía su objetivo a una nueva víctima que terminaría con el corazón hecho pedazos, mientras a él, ni la vida le corría. Pero desde que habían llegado al refundido pueblucho que despreciaba, no podía salir a cazar. Pese a que entre todas esas indias había visto una que otra bonita, no eran ni por asomo el tipo de chica que le gustaban. Debido a esto, el juego se vio interrumpido y la amargura floreció en él. Al igual que su madre había sido muy infeliz siendo prisionero en esa desgastada y repulsiva hacienda. Pero ahora la vida parecía sonreírle de nuevo. Gracias al reciente negocio de su padre, que ignoraba por completo de que se trataba e igual le valía un pepino, podía ver como las cosas pintaban a que irían mejor, por lo que en poco tiempo se veía nuevamente viajando por el mundo y dedicándose a cazar nuevas presas. Por ello debía de volver a ponerse en forma, pues dentro de poco volvería gozar de la vida que tanto añoraba recuperar al cien. Con el pasar de las semanas y en cuanto concluyó con el proyecto del gimnasio, dio paso a comprarse un hermoso convertible Chevrolet Camaro IV, 1998 del año, recién salido de la agencia. Era un bonito auto rojo con franjas blancas de dos puertas y automático, con el que comenzó a hacer todo tipo de planes. Había llegado el momento de volver al ruedo. Esta vez claro, sería muy difícil que pudiera salir fuera de México, aun no contaban con tanta solvencia como para volver a sus viajes internacionales. Aun así, eso no lo desalentó, pues por mientras se conformaría con darse unas escapadas a los mejores antros con sus amigos, o bien podían organizar sus excursiones por el resto del país, obviamente en los lugares más VIP. Y por supuesto volvería una vez más a jugar a la cacería… Era la hora de su revancha. Lamentablemente para su desgracia, pese a que intentó volver a frecuentar su círculo social de amigos, fue recibido con un enorme rechazo por la mayoría de estos. Incluida la que había sido en su momento una de sus tantas enamoradas con la que no terminó del todo su conquista. Por ello, pensaba retomarlo cuanto antes. Así, la desdichada, se convertiría en su primera presa. Pero para su mala fortuna, esta lo rechazó sin contemplación alguna. Casandra, que era el nombre de la rubia y despampanante chica de curvas sensuales, en cuanto lo vio llegar en su auto deportivo, con una sonrisa en el rostro y con la mayor de las satisfacciones lo mandó al diablo. De pie, fuera de su enorme mansión, y con las manos en su diminuta cintura, le dijo que no podían seguir tratándose más. - ¿Acaso pensabas que no era consiente de tu famita? - le dijo está con la mayor de las frialdades, acercándose al nuevo auto del chico, tocándolo con sus largas y bonitas uñas francesas. – Claro que lo sabía… por lo mismo jamás te tomé enserio. La verdad lo único que quería era divertirme, que me llevaras a pasear y me compraras todo lo que mis padres por tacaños a veces se niegan a comprarme. Pero ahora que ya no tienes ni en que caerte muerto, la verdad no me interesas en lo más mínimo… así que será mejor que te vayas y no regreses, porque si te quedas, corres el riesgo de que Roger ¨ MI NOVIO MILLONARIO ¨ que además es marino, te rompa toda tu bonita cara…así que chao lindo. – Y tras darse la vuelta y dejarlo ahí de pie mirándola como un idiota, regresó a su mansión. Aquello fue un golpe muy duro para Allen, pues ingenuamente pensó que todo volvería a hacer como antes, pero aquellos que en el pasado le aseguraron ser sus grandes amigos, hoy en cuanto pudieron le dieron la espalda y, por si fuera poco, la zorra de Casandra lo había tratado peor que aun perro. Cuando creyó que no lograría volver a tratar con nadie de su antiguo circulo social de amistades, solo Fonsi, que recién llegaba a pasar una temporada a México, pues había estado estudiando en España, se alegró de verlo de nuevo y retomó su amistad con Allen. A Este no solía frecuentarlo mucho, pues siempre se rumoreo entre la crema y la nata, que Fonsi era un asqueroso marica, por ello siempre había puesto su distancia. Pero a estas alturas y con tantos rechazos, no le quedó más remedio que aceptar la amistad de Idelfonso Uzcanga, mejor conocido entre los amigos como Fonsi. Frustrado y decaído volvió a la hacienda, lleno de ira y de rabia. Por su parte Briella, que había conseguido con gran determinación y mucho sacrificio bajar unos cuantos Kilos, se esmeraba día con día a tener un mejor estilo de vida. Deseaba lograr obtener un mejor aspecto y sobre todo quería poseer una mejor salud. Se esforzaba sobremanera por mantenerse firme con sus dietas, por lo que los días de comer frituras y golosinas habían quedado atrás. Además, por si fuera poco, se compró medicamentos que le auxiliaran con la pérdida de peso, así mismo fajas y cremas reductoras que aplicaba con gran esmero por las noches en todo su cuerpo, dándose intensos masajes en toda su masa corporal. Desde que había conocido a Agus, las cosas habían mejorado sobremanera para ella. Su estado de ánimo era mucho mejor. Incluso, para su sorpresa aquellos murmullos que solían taladrarle el cerebro cuando decaía en depresión, comenzaron a menguar y hacerse menos frecuentes. No le daba tanta ansiedad como antes, ahora que pasaba más tiempo fuera de la casa, se sentía mejor consigo misma. Al menos fue así por un tiempo. Pues en cuanto Gisela comenzó a frustrarse nuevamente con su desdichada vida, fue justo en ese momento cuando volvió a dedicarse con saña a atormentar a cada uno de los miembros de su familia (incluso Allen), pero esta vez con más agresividad que nunca. En un principio cuando Esteban les estuvo mandando dinero y la ex modelo retomó un poco el estilo de vida que tanto le gustaba, sus ánimos fueron positivos. Se distrajo en un principio remodelando su habitación. Después continuó con el resto de la casa grande, y finalizó con la fachada de la misma. Ahora solo bastaba cruzar el enorme portón que resguardaba el interior del recinto, para que cualquiera que llegara se deslumbrara con la grandeza de la casona. Gracias a ella, la apariencia de la hacienda había cambiado sobremanera. Pero en cuanto las remodelaciones terminaron, al igual que su hijo, dio paso a comprarse un auto. A diferencia de Allen, a Gisela no le gustaba manejar, por lo que contrató un chofer. En un principio, comenzó a salir por todos lados, pues debido a su estado de ánimo su salud había mejorado, logrando que esta tuviera más energía que antes, al menos al principio. Con el pasar de las semanas su cuerpo sucumbió ante el desgaste, y pese a que intentó con todas sus fuerzas seguir adelante, no pudo más y no le quedó más remedio que volver a quedar prisionera en la hacienda. La recaída le recordó que estaba enferma de cáncer terminal, por más que quisiera borrarlo, eso era así, y no había nada que pudiera hacer para cambiarlo. Su estado no era pasajero, no se recuperaría, al contrario, con esta recaída, se daba cuenta que la hora de su final estaba cada vez más cerca y el descenso cruelmente tocaría finalmente a su puerta. Debido a esto, ya no pudo volver a salir nunca más. Le daba mucha rabia e impotencia, pues comenzaba a acostumbrarse nuevamente a salir de compras por toda la ciudad más cercana. Estando ahí, recorría las mejores tiendas de la metrópoli y siempre llegaba a su casa repleta de bolsas que Juan (su chofer) le ayudaba a bajar del auto. Solían ser infinidad de cosas inútiles que terminaban arrumbadas sin volver a usarse jamás, pero la satisfacción de adquirirlas era lo que la hacía momentáneamente feliz, por ello debía de hacerlo día con día. Pero conforme comenzó a sufrir sensaciones de mucho cansancio, dolor y dificultad para respirar, fue cuando tuvo por indicación estricta de su oncólogo particular, que parar con sus salidas. Y así, frustrada y amargada quedó de nueva cuenta recluida en una casa que pese a que ahora estaba bellamente decorada la asfixiaba con todo su esplendor. Allen que había estado pasando más tiempo junto a ella cuando vivían miserablemente, ahora desde que se había comprado ese convertible, casi nunca lo veía en casa. Cuando solía verlo de casualidad, le gritaba que se quedara al menos un rato a su lado, pero este fastidiado del tedio, salía corriendo sin importarle el estado de su madre, que cada día se ponía más insoportable. - Que no se te olvide nunca que soy tu madre, y que me abandonas como a un perro por irte de arrastrado a buscar la compañía de aquellos que te dieron la espalda. - le decía esta rabiosa siguiéndolo ataviada en su albornoz hasta las escaleras. Y entonces regresaba derrotada a su habitación. Debido a esto la única compañía que tenía era la de la servidumbre y por supuesto la de la gorda. La machorra, como ya le decía siempre a Danielle, no solía estar en casa debido a su trabajo, que se había negado a dejar, pese a que ya gozaban de una mejor situación financiera, por ello solo la veía a esta por las noches. Algunas veces llegaba hasta de madrugada, por lo que suponiendo donde andaba, la llenaba de insultos, sin importar que Danielle no le dijera nada. - Ya terminaste de revolcarte con tu india. - le decía está detrás de la puerta, pues Dany ya se había acostumbrado a cerrarla con llave cada vez que llegaba, así no tendría que enfrentar a Gisela, únicamente la ignoraba. Lo que provocaba una furia descontrolada en la ex modelo y regresaba a su alcoba maldiciendo a todo y todos en la hacienda. La única que estaba al pendiente de ella era la ama de llaves que había contratado personalmente: Dorotea, una mujer de 45 años amargada y malhumorada, que siempre traía una cara de disgusto, nunca sonreía y trataba muy mal a la servidumbre que siempre estaba en constante rotación, pues e cansaban de la patrona y de Dorotea. En ese momento tenían dos nuevas muchachas que limpiaban la casa, la cocinera (que seguía siendo la misma), un jardinero y un portero que había relevado a Rómulo tras su fallecimiento. Esta antipática mujer se había vuelto la confidente de Gisela, y pese a que siempre estaba de mal humor, había congeniado muy bien con su patrona, por lo que la escuchaba, y casi siempre solía estar de acuerdo con ella. Por ejemplo, concordaba en que la única que sufría en silencio y nadie quería ni prestaba atención, era la ex modelo. Aseguraba que sus hijos eran unos ingratos que la dejaban sola sin importarles el estado de salud de su moribunda madre, que era una pobre víctima de tanto infortunio. Frustrada, harta y más amargada que nunca, un buen día Gisela le exigió a su ama de llaves que estuviera al tanto de lo que sus hijos hacían. Así fue como con horror se enteró del repentino interés de Briella hacia un zarrapastroso y simple vendedor de chicles. Y las humillaciones nuevamente comenzaron con más fuerza. -Acabo de enterarme de algo que no termino de creer. - manifestó Gisela entrando al cuarto de su hija sin tocar. -Se perfectamente que una gorda como tú no puede aspirar a nada digno de nuestro abolengo y posición, pero eso no quiere decir qué debido a esto, tengas la libertad de andártele ofreciendo como una prostituta a un repulsivo indio cualquiera de este mugriento pueblo. – le reprendió su madre mientras esta se alistaba frente a su espejo para salir. Había quedado con Agus para ir a comer. Era lunes, y ya habían vuelto tradición que cada inicio de la semana almorzarían en una fondita diferente, pues a Briella le encantaba la sazón de dichos lugares. Pero ahora, su perversa madre, como una negra sombra le oscurecía sus planes. -Mamá, Agus es un buen muchacho te lo aseguro, además él me ha hecho mucho bien y la verdad no quiero que eso termine por favor. - Suplicó la hija acabando de aplicarse rubor en sus regordetas mejillas. -No es más que un insignificante mugroso que hábilmente puso los ojos en una idiota como tú. – mirándola de pies a cabeza, se acercó lentamente hacia ella. - ¿De verdad piensas que lo que vio en ti fueron tus descomunales carnes, tus temblorosas y grotescas lonjas? No querida, lo que el vio en ti fue un signo de pesos y nada más. Seguramente el iluso piensa que vales tú peso en oro, y como pesas muchísimo se ha de sentir que se sacó la lotería el pobre mugroso. - se burló la madre soltándose a carcajadas. – la chica que se había puesto de pie, agachó la cabeza impotente, comenzando con una de sus manos a arañarse uno de sus regordetes brazos, mientras con la otra rasguñaba el bonito tocador, arruinando así su manicura. Quería decirle tantas cosas, gritarle unas mil frescas a la cara, pero el temor no la dejaba. Por lo que nuevamente el oscuro murmullo comenzó a invadirle su psique, mientras escuchaba las despiadadas carcajadas de su cruel madre. -Hay querida sí que eres estúpida, pero no te preocupes, por fortuna me tienes a mí, y yo procuraré que no se burlen de ti. Así que ya no lo volverás a ver nunca más, por lo que te conviene irte olvidando de él cuanto antes. Entre más rápido aceptes tu destino será mejor… y el cual es: quedarte sola, y refundida en una jaula de oro como yo. – Manifestó esta con amargura dirigiéndose a la salida, pero antes de salir y tras dedicarle un último vistazo a al aspecto de su hija que estaba muy bien arreglada, con saña dio la estocada final. -Ahórrate tanto maquillaje, ropa y tiempo en arreglarte el cabello. Con todos esos kilos de más, y la grasa desbordando en todo tu tembloroso cuerpo, es simplemente inútil cariño. De veras no pierdas tu tiempo, ni sigas desperdiciando dinero en vano, pues no estas cambiando absolutamente nada. – Y finalmente volviendo a sonreír de nuevo, cerró la puerta dejando sola y hecha pedazos a Briella. En cuanto Gisela abandonó la estancia, furiosa lanzó un descomunal grito al aire que se escuchó en toda la hacienda, y acto seguido, llena de frustración y dolor, comenzó a tirar todos los productos de belleza que tenía en su tocador. Estos cayeron al suelo asiéndose añicos al instante: los perfumes, las cajas de maquillaje, los productos para el cabello, todo quedo a sus pies hecho un asco. Y ella mientras se veía en el espejo como posesa, vio con pesar aquello que su madre le había dicho: no era más que una pobre marrana parada disfrazada de mujer. Por lo que violentamente se arrancó el hermoso collar de perlas que se había puesto, con gran violencia le rompió las mangas a su vestido, y llena de lágrimas amargas se pasó un clínex en toda la cara para quitarse el maquillaje que ya se había corrido con el llanto. Lloriqueando descontroladamente se tiró al suelo junto con sus productos. Y allí de bruces en el suelo maldijo a su madre en silencio. Cada uno de los miembros de la familia Daurella se sentían frustrados, a excepción de Danielle y Esteban quienes consideraban las cosas cada día les estaban yendo mejor, pero aquella suerte de la que tanto disfrutaban estaba por cambiar. Sentada en su elegante taburete, observando las hojas de los árboles caer con el viento, Gisela se relamía muy sonriente. Danielle creía que ya estaba fuera de su alcance, llegando de madrugada y cerrando la puerta de su recámara para ignorarla, pero lo que no sabía es que la ex modelo se preparaba para su venganza. En cualquier instante lo haría, solo tenía que esperar el momento propicio, y entonces lanzaría su estocada mortal, y así se cobraría de una buena vez todas las que Danielle le debía. Pensaba la moribunda muy sonriente frente a su ventana, viendo el día pasar lentamente frente a ella.
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