Capítulo 9. Nuevas amistades.

2157 Words
Ambas dieron un brinquito del susto, estaban tan entretenidas salpicándose el rostro con harina, que no escucharon la puerta de la cocina abrirse, solo aquella voz que las había sorprendido. Una enorme y regordeta figura se acercó a ambas sonriendo. - Y bueno, que esta pasando aquí, por un momento pensé que alguien se metió a robarnos lo casi nada que poseemos, y encuentro una guerra de harina en la cocina. - preguntó Briella en tono divertido. - Hola Bri, lo siento creo que te emos despertado. - Ni tanto, ya estaba despierta cuando escuché un ruido y quise bajar a ver que era, y resultó que se trataba de una guerra en la cocina… en fin ¿piensas presentarme a tu amiga o no? – - Ha si perdón, ella es Mia, Mia ella es mi hermana Briella pero yo le digo Bri. - ¡Así que Mia he! - sonriéndole a su hermana en complicidad paso a darle un beso en la mejilla a la invitada. - Me da gusto conocer a la famosa Mia… porque no se si lo sepas, pero mi hermana no hace otra cosa que hablar de ti desde que te conoció. - dijo está llevándose un trozo de queso fresco a la boca, mientras Danielle detrás de Mia le hacia señas para que se callara. - Eres muy bonita Mia, ahora entiendo todo. - respondió esta soltando una risita burlona. - Ignórala Mia, mi hermana acostumbra a hacerse la graciosa por las mañanas si aun no a desayunado, verdad Bri? – - La verdad es que si, ya tengo mucha hambre, será que me inviten lo que quiera que estaban haciendo, huele delicioso. – - Claro que sí, tomen asiento y déjenme les preparo estos Huaraches que espero les gusten. - y a pesar de que Danielle volvió a insistir en ayudarle Mia se negó rotundamente, así que ambas hermanas se sentaron en unos bancos altos a observar a Mia cocinar. Ambas quedaron maravilladas por la destreza de la chica en la cocina, sin duda alguna era de admirar. Mientras las ollas rechinaban por el aceite, terminaba de picar unos ingredientes. Briella le dedicaba miradas curiosas a Mia y a su hermana, secreteándole cosas al oído, mientras la pobre de Danielle estaba cada vez mas ruborizada por los chistecitos de su hermana. Finalmente, la comida estaba lista, y las tres chicas pasaron al fin a desayunar. Bri estaba en el paraíso, nunca había degustado algo tan delicioso como aquellos huaraches, que solo eran una gordita de masa cocida en el comal con manteca de puerco, untada con frijoles, pollo, queso y lechuga. No entendía como algo con tan pocos ingredientes pudiera ser tan glorioso, y sin el más mínimo rastro de vergüenza, Briella pidió repetir al menos cuatro veces. Desde que llegaron a la hacienda no habían comido mas que cosas en latadas, al fin podía volver a comer comida de verdad, y daba gracias a la vida a Mia por ello. Para Briella Mia se la había llevado al bolsillo con su comida. En voz baja le dijo a Danielle que tenía su aprobación para seguir con la conquista, pues le agradaba mucho la que veía seria su próxima cuñada. Ya en la sobremesa las tres comenzaron a platicar de todo tipo de cosas, Briela, le contó algunas anécdotas graciosas sobre ella y su hermana, de los lugares a donde fueron de vacaciones antes de quedar en la ruina y de lo mucho que quiere a su hermana. Mia por su parte les contó sobre su familia. De sus labores en el hogar, de lo mucho que quiere a sus sobrinos al igual que a toda su familia la cual les explicó, es lo mas importante para ella. Ambas rieron cuando les habló sobre la obsesión de su tía a permanecer siempre en la iglesia, y de como un día de lluvia por no perderse la misa, terminó cayéndose dentro de un charco de agua. Y finalizó con tristeza hablándoles de su madre. Era un tema muy delicado para Mia, por lo que un par de lágrimas surcaron su rostro. Danielle le regaló una servilleta de papel para que secara las lágrimas. - Daría lo que fuera por ver a mi mamá curada. - les aseguró con pesar. Danielle la cogió de la mano para tranquilizarla, y Bri le regaló un tempestivo pero muy cálido abrazo. Después de unos minutos ya mas calmada. Danielle le mencionó también sobre la enfermedad de Gisela, razón por la que terminaron aquí. Según su padre podrían haber vendido la hacienda y haberse comprado una pequeña y modesta casa en la ciudad, pero Esteban consideró más oportuno, que su mujer pasara los últimos meses que le quedaran con vida en un lugar rodeado de naturaleza sin la contaminación de las grandes ciudades. No obstante Gisela le reprochaba tal decisión. No es que la idea de terminar en una casucha de sardinas la alentara más, pero jamás le gustó la naturaleza, y ahora moribunda le aseguró no despertaría su repentino amor al medio ambiente. Una razón mas que les daba para seguir peleando. Mia no pudo evitar percibir que en ningún momento las veces que Danielle hablaba de Gisela la llamaba mamá o madre, y esperando no ser indiscreta le preguntó la razón de tal situación. - Hace mucho que la deje de llamar mamá, lo recuerdo perfectamente, pero no es algo de lo que me gustaría hablar ahora. Solo te puedo decir que desde ese día entendí que Gisela y yo nunca nos llevaríamos bien, y desde entonces la llamo por su nombre. Eso tampoco quiere decir que la odie, pero definitivamente no le tengo ya el cariño que le tuve años atrás. Briella que escuchó en silencio mientras las dos hablaban sobre sus respectivas madres, comenzó a ponerse tensa y nerviosa, no dejaba de mover las piernas sentada en su banquito, incluso comenzó a traspirar aún más. Quedó empapada en sudor, con la frente perlada. - ¿Te encuentras bien Bri? - quiso saber Mia que percibió al instante el cambio de humor en ella. Danielle que volteo a ver a su hermana, enseguida corrió por un vaso de agua, y sus pastillas que solían darle para la ansiedad. Las sacó de un estante en la cocineta y se las colocó en la palma de la mano para que se las tomara. - Respira tranquila Bri, recuerda, inhala y exhala… así, una vez más, inhala y exhala… así muy bien. - y poco a poco logró volver a estar tranquila. - Perdón, es que Bri es un poco sensible cuando se trata de Gisela. - No, discúlpenme a mí, yo tuve la culpa por preguntarles cosas que no me incumben, y lo único que provoqué fue alterar a tu hermana… ojalá me disculpes Bri. - respondió Mia tremendamente apenada. - ¡La odio! - respondió Briella, seriamente quitando violentamente la mano de Danielle que la sujetaba del hombro para calmarle. - -Bri...? - ¿Que? Es la verdad Danielle, la odio… ojalá ya estuviera muerta. - y con tremenda declaración las tres quedaron en silencio. Cuando parecía que Briella estaba por contar algo, se escuchó la voz de un hombre que llamaba a gritos a su familia. - Es papá. - respondió Danielle entusiasmada. Y al igual que ella, el rostro ensombrecido de Bri se trasformó por completo en uno de completa alegría. Ambas salieron de la cocina, no sin antes tomar de la mano a Mia, para que las acompañara. - ¿Familia, dónde están?, por dios ya pasan del medio día, será posible que sigan durmiendo. - dijo este mientras colocaba su maleta de ruedas a un lado, continuando a sentarse en sus viejos sillones de madera, pues estaba agotado por el largo viaje. En esos instantes aparecieron en el recibidor sus hijas acompañadas de una bonita chica. - Papá, pensé que llegabas hasta el fin de semana. - sorprendida le dijo Danielle, dándole un abrazo de bienvenida, seguido de su hermana que igual lo abrazó y besó con mayor intensidad. - Te extrañábamos papi. - dijo Briella elevando unos centímetros del suelo a Esteban. - Lo sé, lose, pero no me partas a la mitad Bri. - respondió el padre dándole un beso a su hija. - Lamentablemente no arreglé mucho y decidí que lo mejor era volver. ¿Pero bueno y esta bella señorita quién es? - Es Mia, una amiga de Dany, y si es muy bonita. – Respondió Bri dándole un codazo a su hermana, entonces Esteban entendió las indirectas. - Mia Flores Pérez, para servirle señor. - se presentó la chica extendiendo su mano. - Esteban Daurella de la O, un placer Mia. Para Esteban fue un poco complicado aceptar la sexualidad de su hija. Como cualquier otro padre, se había hecho ilusiones de que esta se casaría en una gran celebración donde llevaría puesto un hermoso vestido de novia, viajaría por el mundo con su esposo y con el tiempo llegarían los nietos. Pero desde aquella vez en que Danielle abrió su corazón y se sinceró con su padre, Esteban tubo que destruir esa fantasía y tenía que empezar a crear una diferente. Le conoció algunas de sus aventuras, pero nada formal, solo aquella Azucena, con la que no simpatizó para nada desde que la vio. No obstante, nunca intervino y con el tiempo entendió que era lo mejor. Jamás entendería a su hija, pero lo único que podía hacer era respetarla y amarla como siempre lo había hecho. Pero ahora mientras estrechaba la mano de esa linda muchacha, experimentó una especie de alegría. Aquella linda muchacha trasmitía una excelente vibra y bastaba verla por unos segundos para darse cuenta que era una buena persona. Y viéndola fijamente, presintió que esa humilde chica le haría mucho bien a su hija. - Eres bienvenida Mia. - y pasó a darle un abrazo. Estrechó a Mia por un lado y a Danielle por el otro. Bastaba ver la enorme sonrisa de su hija para entender que esta vez estaba completamente enamorada, por lo que mentalmente le deseó lo mejor. - ¿Tienes hambre? -. preguntó Bri. - Porque no puedes perderte los huaraches que preparó Mia, son una delicia. - ¿Enserio? Pues si estoy invitado me encantaría probar esos huaraches, lo único que comí fue un croasan que alcance a comer en el aeropuerto y estaba espantoso. Mia le aseguró que estaba más que encantada de prepararle sus famosos huaraches. Briella le suplicó otra ronda y entre sonrisas los cuatro tomaron rumbo a la cocina mientras Esteban, les platicaba parte de lo que hizo en su viaje. Pero sorpresivamente Allen que se había despertado por los gritos de su padre, iba bajando las escaleras cuando divisó a su familia. - ¿Cuánto escándalo, si saben que mi mamá aún sigue dormida verdad? - les recriminó el chico molesto que centró toda su atención en Mia. - Genial ya era hora de que contrataran a una sirvienta, pensé que no lo harían nunca. - y feliz y entusiasmado, dirigiéndole una mirada despectiva pasó a darle sus órdenes. - Ey Tú muchacha, ahorita que termines de atender a mi papá, súbeme un café bien cargado a mi recamara… ah, Y por ahí sacas la ropa sucia del cesto, que ya tengo mucha acumulada. Indignada, Danielle le aclaró que Mia no era ninguna sirvienta si no que era su amiga y además era su invitada, la cual muy amablemente se ofreció a hacerles de desayunar a todos ellos. - Lo siento, tampoco es para que te alteres, solo fue un mal entendido Dany. Y al fin de cuentas si lo analizamos bien, supongo que a tu amiga le serviría ganar un dinero extra, y a nosotros nos hace falta una muchacha, bien podrías ofrecerle que nos ayudara aquí en la hacienda que buena falta nos hace. Dicha propuesta no hizo mas que empeorar las cosas, y cuando Danielle ya estaba lista para responderle quien terminó interviniendo fue Esteban. - Primero que nada, Mia es la invitada de Danielle y merece respeto, y segundo, nosotros no estamos en condiciones de contratar servicio. Por si lo olvidas, estamos en la quiebra. Entonces si te apetece un café, tendrás que preparártelo tú solito Allen…Ah y te sugiero por tu propio bien, que vallas contemplando la posibilidad de encontrar un trabajo. Ya eres un hombre y es hora de que vallas aprendiendo como se gana el dinero, además será la única manera en cómo tendrás un ingreso, porque yo ya no puedo ayudarles con eso. Y dejando al chico furioso, pasaron a continuar su camino hacia la cocina, pero bastaron unos segundos para que Allen pudiera observar los ojitos que le dedicaba Danielle a Mia, y entonces lo entendió todo. -Me pregunto, ¿cómo se tomará mi mamá tu nueva aventura hermanita? Y sonriendo con malicia comenzó a subir de nuevo las escaleras.
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