Capítulo 24. Pelea

2563 Words
El pequeño cuarto que servía como merendero para los contados empleados de Sabina, también fungía como bodega, por lo que había cajas con productos de todo tipo, desde aguas embotelladas, hasta alimentos enlatados. Debido a ello cuando el pleito comenzó, la mesa no fue la única que sufrió las consecuencias de la contienda. Jessica impulsada por la furia y el asco, agarró a Danielle por los cabellos, pese a que la cabellera de la misma era muy corta, pudo lograr aferrarse a ella con fuerza, tironeando de un lado a otro, sacudiendo a la chica por todo el pequeño espacio, derribando con sus cuerpos todo aquello que se interpusiera entre ambas. No era la primera vez que se enfrentaba a golpes con otra chica, cuando tenía 12 años peleo en contra de Vanesa Jiménez, la cual no dejaba de molestarla y burlarse de ella. A los 13 con su prima Irene, por robarle un peine, y a los 16 con Doña Cata su vecina, que se estaba peleando con su madre por un problema con el perro, al parecer se había hecho del baño en su patio y ahí comenzó la discusión, metiéndose Jessica para defender a su madre. En cada una de las peleas había actuado de la misma manera, se lanzaba sobre el pelo de la otra y no la soltaba hasta que la derribaba, una vez en el suelo y sobre su contendiente, descargaba una serie de cachetadas y golpes brutales. Pero con Danielle no estaba funcionando su estrategia, pues a diferencia de todas las otras con las que había luchado, esta no buscaba jalarle de sus rizos secos y desaliñados como suele hacer cualquier mujer en una disputa, al contrario, le proporcionaba una serie de puñetazos limpios y directos, uno tras otro sin consideración, pero Jessica también era dura, por lo que no se rendiría tan fácilmente. Así las encontró Sabina, observando con horror como Jessica la zarandeaba por toda la habitación, golpeando con sus cuerpos cajas que caían al suelo, desparramando por toda la superficie su contenido, mientras Danielle sin inmutarse, descargaba un gancho tras otro sobre el cuerpo de su contrincante que no estaba dispuesta a soltarle. Finalmente, antes de ser separadas por su jefa, Danielle logro darle un buen gancho en la quijada, consiguiendo que una de las manos de Jessica se desprendiera de su cabello, pero aun con la otra mano, la izquierda, seguía aferrada a su corta melena. - ¡BASTAAA! - gritó Sabina colocándose en medio de las dos para que no siguieran atacándose. – ¿Qué demonios está ocurriendo aquí? - exigió una explicación indignada de semejante comportamiento de parte de ambas. No obstante, ninguna dijo nada, se limitaron a mirarse con aborrecimiento. Jessica se limpiaba con el dorso de su blusa la sangre que escurría de la comisura de su labio hinchado, mientras Daniel se peinaba con los dedos su rubia cabellera, percibiendo el escozor de los rasguños que tenía en el cuero cabelludo. - ¿Así que no dirán nada?, pues bien, la verdad es que se merecen que las corra a ambas por esto, pero no seré tan drástica porque hasta ahora han sido buenas empleadas, pero les aseguro que les daré un buen castigo. – dispuso comenzando a observar detenidamente el desastre que habían ocasionado. - Todo lo que hayan dañado por culpa de su estupidez será descontado de su paga. Molesta, se preparaba a salir cuando llegó a ella el castigo ideal para ambas. -Se quedarán hoy hasta la media noche a inventariar todo el minisúper, y a fregar los pisos hasta que queden como espejos sin paga. Y a la que no le guste se puede ir sin ningún problema. – dictaminó furiosa y decepcionada a la vez. – ninguna replicó nada, se limitaron a limpiar sus heridas en silencio, asintiendo únicamente con la cabeza. -Bien, ahora recojan todo este tiradero y regresen de nuevo al trabajo. Tienen 5 minutos, si después de eso no están en sus puestos, les aseguro que les saldrá muy caro. – y acto seguido salió del pequeño recinto, dejando a ambas de pie en medio del destrozo que habían ocasionado. Algunas latas de verdura esparcidas por el suelo se habían abollado, y otras reventaron empapando las paredes. Quebraron una caja repleta de frascos de mayonesa, y una de vinagre blanco, que ya comenzaba a manar por el suelo, apestando rápidamente el lugar. Además, rasgaron un costal de frijoles que seguía vaciándose con su sonido tan particular de arena deslizándose por sus laderas. Sin nada más que decir, dieron paso a levantar todo rápidamente. En ese puntual intervalo en que ambas limpiaban su desorden, una mujer muy molesta llegaba al trabajo de su marido. Vestida completamente de n***o, se protegía del sol con una desgastada sombrilla blanca que tenía estampado la imagen de una paloma azul. Se sentía encrespada de lo que le había dicho Amelia, no podía entender como Erasmo era capaz de hacerle eso sin consideración alguna. Si quería castigar a su hija pues muy bien, allá él y sus problemas, pero no había motivo alguno para que además no la dejara cumplir con sus obligaciones, eso era punto y aparte. O al menos eso pensaba Flora adentrándose a la zona de descarga en la central de abastos del pueblo. Comenzando a buscar a su marido, iba de un lado a otro preguntando por este. Por su aspecto, parecía una testigo de jehová impartiendo panfletos sobre el fin del mundo. Fastidiada de estar tardando más de lo que había planeado, cuando pensó en regresar con sus hermanas alguien milagrosamente pudo decirle donde estaba. En un abrir y cerrar de ojos llegó rápidamente hasta el lugar señalado. Encontró a Ignacio supervisando la descarga de unas cajas que hombres sudorosos y algunos sin playera trasportaban al interior de la bodega. Ignacio eficientemente le daba órdenes a cada uno de sus subordinados, señalando lo que debían de hacer con exactitud. Era un buen jefe, sabía escuchar a sus compañeros cuando requerían de su ayuda, era justo, pero también les exigía que dieran lo mejor pues era consciente de que eran capaces de mucho más. Empujando un diablito que trasportaba tres grandes cajas, el enorme y corpulento hombre velludo estuvo a punto de tropezar con Flora. Afortunadamente la vio con tiempo pudiendo esquivarla con gran destreza. Era un mundo de hombres fuertes y sudorosos, musculosos que destilaban testosterona por todo el lugar. Flora que estaba embrollada se sintió excitada, no pudo evitarlo, por más que trataba de no mirarlos era inevitable, donde colocara sus ojos observaba a un hombre sin playera bañado en sudor, flexionando sus enormes músculos. Hacía años que no se sentía acalorada, que no experimentaba esa pecaminosa sensación entre las piernas que ya no le provocaba su marido, esa ardiente pasión y deseo que creía ya extintas y que ahora en ese momento la estaban volviendo loca. No obstante, al instante se reprimió, se detuvo por un momento, cerro los ojos y murmuró entre dientes una plegaria suplicando a Dios la ayudara. Le aseguró que en cuanto saliera de allí iría directo al confesionario a limpiar sus pecados. Tenía que irse lo más rápido posible, antes de que satanás continuara tentándola con pensamientos demoniacos. - ¿Flora, pero que haces aquí? - preguntó Ignacio en cuanto la divisó, acercándose rápidamente a ella, - ¿Ocurrió algo? – temeroso de que algo les hubiese ocurrido a sus hijos le exigió hablara de una buena vez. -Si, ocurrió algo y muy malo. El insensato de tu hermano castigó a Mia, y mandó a la vieja arpía para que me lo dijera. Debiste ver su cara de satisfacción mientras me lo decía, no sabes cuanto odio a esa momia. - ¿De que estas hablando? - confundido pues no entendía lo que le estaba diciendo, le pidió que fuera al grano. -Tu hermano castigo a Mia, y le ordenó a Amelia que me dijera que a ver cómo le hacíamos para encargarnos de nuestros hijos. – Molesta de solo recordarlo, le hablo también acerca de la importantísima reunión en la que estaba y la cual tuvo que abandonar por culpa de la vieja. Pero eso no era lo importante, si no que tenían que resolver lo de los niños cuanto antes. – Como sea, si Mia estará castigada un mes tendrás que pedir permiso para recoger a los niños, pues yo no podré, tengo muchísimas ocupaciones y muy importantes que resolver. – Estupefacto e Indignado ante el comportamiento de su mujer, la tomó con violencia del brazo, llevándosela fuera de ahí, pues no quería que sus compañeros los escucharan discutir. En cuanto estuvieron en la parte exterior, sin soltarla, apretándola incluso con más fuerza, Ignacio explotó. -Ya estuvo bueno de tantas tonterías Flora, si Erasmo castigó a Mia es cosa de ellos, ¿y sabes una cosa? hasta creo que fue lo mejor, pues así ya no te aprovecharás de la generosidad de mi sobrina, ya no. Así que te guste o no, ya es hora de que actúes como una madre. Se acabaron los rezos y las misas, se acabaron las colectas y las reuniones con esas viejas chismosas que solo te han atrofiado el cerebro, ya no más, a partir de ahora solo te dedicarás a tus obligaciones de esposa y madre y nada más. Y por tu propio bien será mejor que no me obligues a obligarte. - ¡YO NO PUEDOO! - rugió la mujer desprendiéndose con fuerza. – De ninguna manera voy a dejar de servir a Dios, primero está el antes que todo, incluso que de mis hijos. Así que ya estas advertido, si tú no pasas por ellos yo tampoco lo aré, y a ver cómo le ases. Molesto, levantando la mano para darle una cachetada, respiró muy profundo pues debía controlarse. No le gustaba pegarle a su mujer, pero Flora en algunas ocasiones no le había dejado otra opción, sin embargo, trató de mantener la calma y con serenidad intentó hacer entrar en razón a su mujer. -Flora, yo no puedo dejar mi trabajo, de este empleo dependen tu y mis hijos, entiendo que tengas tus cosas que para ti son importantes, pero tu si dispones de más horas libres que yo, por lo mismo puedes recoger a los niños, llevarlos a la casa, atenderlos y luego regresar a terminar de hacer lo tuyo. Yo cumplo con un estricto horario al cual debo de apegarme, por eso, aunque quisiera no puedo hacerlo, ¿entiendes? - esperanzado de que por primera vez en su vida comprendiera, le habló como nunca antes, pero todo fue inútil, pues Flora no estaba dispuesta ceder. -De ninguna manera, ¿acaso eres tonto? yo no puedo andar de aquí para allá caminando tan fresca, ¿sabes cuánto es de la casa al pueblo? Es casi un kilómetro, ¿no pretenderás que valla y venga verdad? Porque no lo aré. – contundente sin quitarle la mirada de encima le propuso una solución. -Como es más que claro que ni tu ni yo podemos por nuestros trabajos, no te queda más remedio que hablar con tu hermano y hacerlo entrar en razón. Si quiere castigar a su hija que lo haga, pero que siga haciéndose cargo de los niños, no tiene nada que ver una cosa con la otra. Sin una gota más de paciencia, sujetó de nueva cuenta a su mujer con ambas manos ocasionándole daño. - Tú vas a hacer lo que te estoy diciendo y ya está, suficiente paciencia te he tenido con todas las estupideces que has hecho como para seguir aguantándote una más, ya llegaste al límite de la idiotez y no lo pienso permitir. Así que vas por tus hijos y los atiendes como dios manda, o te juro que te mantengo encerrada y encadenada por el resto de lo que te quede de vida. – Le amenazó su marido que echaba lumbre por los ojos. Pero su mujer no se dejó intimidar, logró zafarse de su marido tras morderle el antebrazo derecho. Una vez libre, corrió velozmente lejos de ahí, no sin antes gritarle que no pasaría por los niños. Algunos de sus subordinados presenciaron la escena, y no pudieron evitar reír de lo chusco que había sido todo. Cuando todo este percance finalizó, Agustín asoleado y agotado llegó al minisúper. Para suerte de él, no había mucha gente por lo que podría hablar tranquilamente con Danielle. Haciéndole un saludo con la mano, penetró en el interior del recinto, se dirigió a los enfriadores de donde sacó una lata de Coca cola, y acto seguido se acercó a la caja de Danielle para pagar, observando con sorpresa y detenimiento algunos arañazos que poseía la chica en la frente. - ¿Todo bien? - preguntó señalando las marcas. -Nada importante. - respondió tratando de sonreír, y avivadamente indagó sobre Mia, contándole con tristeza que no la había visto. Pese a que ya le había marcado el producto y Agus lo había pagado, seguía este sin decir nada frente a la caja de pie, pues le estaba dando un buen sorbo a la gaseosa, ya que necesitaba refrescarse. Justamente en ese instante observó cuando entraban unos clientes y brevemente le contó lo que estaba ocurriendo. -Mia esta castigada, ocurrieron una serie de cosas de las cuales tú no estas enterada, por eso es necesario que la vallas a ver cuanto antes para que hablen al respecto. Te necesita y con urgencia. – con estas palabras no pudo evitar preocuparse por su amada. - ¿Le pasó algo, porque la castigaron, acaso ya se enteraron sobre nosotras? Queriendo hacerle más preguntas, fue inútil, pues ya se acercaba un cliente a pagar lo que llevaba en las manos. -Solo te puedo decir que Mia está bien, pero requiere de tu apoyo más que nunca, en cuanto puedas ve a verla. -Hoy solo podría hasta después de la media noche. -Es demasiado tarde e inoportuno que vallas a esa hora, al menos en este momento. – manifestó Agus comenzando a alejarse de la caja. -Ok, Dile que la vere en el río, ella sabrá donde exactamente. -Claro, yo le dire. – y así se despidió de la chica que continuó con su trabajo, completamente adolorida por la pelea. Pero ahora no solo tendría que lidiar con eso durante todo su turno, si no que además estaría preocupada de lo que pudiera estarle ocurriendo a Mia. Observando el reloj en la pared, vio con abatimiento que aún les quedaban varias horas por delante, por lo que supo al instante que sería un muy largo día de trabajo. Ahora Agustín que descansaba un rato bajo la sombra de un enorme ficus, sentado en una banca del parque, analizaba seriamente lo que estaba ocurriendo. Le había prometido a Mia que trataría de hacer todo lo que estuviera en sus manos para ayudarla, en aquel momento se le había ocurrido una idea, pero ahora descansando bajo aquel hermoso árbol, otra solución llegaba a su cabeza, si la primera no funcionaba bien podría proponerle la otra. Por lo que se sintió bien de saber que de una u otra forma terminaría por ayudarla. Una vez descansó y recuperó sus fuerzas, volvió al camino, pues debía darle el recado a su amiga para que se encontrara esa noche con Danielle y así hablaran de una buena vez.
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