Capítulo 32, Danielle 1.4. Devastación.

1869 Words
Después de varias horas de interrogatorio, de haber estado expuesta en una celda con otras prisioneras, demacrada y ojerosa; finalmente, el abogado de su padre logró sacarla en libertad. Liberada de toda acusación, fue absuelta de los crímenes de los cuales se le seguía acusando a su padre. Orlando, el abogado y amigo de Esteban se negó rotundamente a darle información de lo que estaba ocurriendo. En vez de eso, le aseguró que le conseguiría un permiso lo más rápido posible para que pudiera visitar a su padre. Horas después, en el hotel; llegó directamente a darse un baño caliente. Estuvo debajo del chorro de agua por más de una hora, observando las percudidas baldosas del suelo, y cómo el agua en remolino se iba directo a las profundidades del drenaje. Completamente desnuda, escurriendo agua de todo su cuerpo; pues había olvidado la toalla para secarse, se sentó sobre el borde de la cama. Ahí, sin decir ni una palabra, lloró de impotencia y rabia, hasta que las sábanas quedaron empapadas. 5 días Después de su liberación, y de estar esperando el vendito permiso; Danielle impaciente había estado constantemente intentando comunicarse a la hacienda. Le urgía hablar con Allen, aunque él no quisiera hablar con ella. Dia y noche estuvo marcando sin obtener respuesta. - ¡Con un demonio, es tu padre también! - pensó furiosa escuchando cómo sonaba el teléfono sin que lo cogiera. Estaba más que consciente que no quería saber nada de ellos, pero presentía que algo debía de haber pasado. - Quizás se fue para siempre. – Pero no podía ser eso, pues ¿a dónde iría? Entonces volvió a recordar la última vez que habló con él. En la jefatura de policía, cuando le dieron permiso de realizar su llamada, ella había logrado comunicarse con su hermano. -Nos arrestaron y estamos detenidos. - explicó Danielle sin tapujos, yendo directo al grano. - No sé si mi papá ya consiguió un abogado, pero por las dudas tendrás que conseguir uno Allen; llama a las amistades de papá. En cuanto resuelvas eso tienes que venirte cuanto antes a la ciudad. - sin embargo, no obtuvo respuesta, solo el silencio se escuchaba a través del viejo auricular. Por lo que molesta, tuvo que preguntarle a su hermano si la estaba escuchando. -Claro que te oigo. - respondió fríamente el chico. -Entonces porque no me dices nada, ¿que no entiendes la magnitud de lo que está pasando? Allen esto es serio, no estamos para juegos. Por favor dime que harás lo que te dije. -No, no haré absolutamente nada. Si los detuvieron es porque son unos asesinos; ¿o acaso llegaste a pensar que Dorotea no me diría lo que paso? – Furioso comenzó a recriminarle a su hermana. - Ya sé que esa maldita gorda asesinó a mi mamá, y tú no hiciste nada. -Allen te juro por dios que eso no es verdad, yo trate de ayudar, pero cuando entre a la habitación ya era demasiado tarde… Pero no estamos aquí por eso… -No mientas, estoy seguro que fuiste la mujer más feliz cuando viste que esa infeliz la estaba ahorcando. Así que, si ahora están detenidos por complicidad, bien merecido lo tienen. -Escúchame, no estamos detenidos por eso, mi papá tiene problemas muy serios y necesitamos comenzar a movernos. -Pues suerte con eso. - respondió tajantemente decidido a colgar. -Allen espera, por favor no cuelgues sin antes decirme si has visto a Mia. Yo le pedí a Dorotea que le entregara un recado, y no sé si se lo habrá dicho; me urge que esté enterada de lo que está pasando. - suplicó la joven angustiada. -Ah... no te preocupes por eso; porque claro que vino, y te puedo asegurar que me encargué de decirle justo lo que quería escuchar. - se burló el chico despiadadamente. - ¡¿De qué hablas, que le dijiste Allen?!, con un demonio ¡¿qué hiciste?! - aulló mientras escuchaba sus carcajadas al otro lado de la línea. Para su mala suerte el guardia le anuncio que ya era el fin de su llamada por lo que debía colgar. No obstante Danielle seguía aferrada al teléfono exigiéndole a su hermano que le dijera lo que había hecho, sin obtener respuesta alguna. Su negación fue tal, que el guardia tubo que golpearla en el abdomen con la macana para controlarla, y arrastrándola se la llevaron de nueva cuenta a su celda. Ahora, sentada sobre el mismo viejo colchón del hotel, recordaba todo lo sucedido con el ruido de fondo de la televisión encendida. Seguía esperando la llamada de Orlando, mientras en su mente iban y venían terribles ideas sobre Mia. No sabía lo que estaría pasando con ella y lo que estaría pensando. Odiaba no recordar el número de Sabina, si no, a ella podría haberle encargado estar al pendiente de Mia en lo que lograba solucionar todo lo que estaba pasando. No obstante, al traer de nueva cuenta a su mente la situación de su padre, sintió un escalofrío recorrer todo su cuerpo. Orlando se había negado a hablarle de la situación legal de su padre, pero sí le había dejado muy en claro, que el asunto era bastante delicado; por lo que debía estar preparada para todo lo que pudiera venirse sobre ellos. Un par de horas después, mientras dormía vencida por el cansancio; se despertó de golpe por el fuerte sonido del teléfono que sonaba y clamaba sin parar a ser contestado. En cuando Danielle levantó el auricular escuchó la voz del abogado. Finalmente, había conseguido el permiso, por lo que al día siguiente podía ir a visitar a Esteban. Su padre aún no había sido condenado, por lo que seguía en la prisión preventiva. Esperaba que esto no fuera por mucho tiempo, pero algo en su interior le decía que en realidad esto no sería así… Y tenía razón. Después de una larga y pesada noche sin haber dormido más que un par de horas; a primera hora de la mañana Danielle se presentó al lugar. En la sala de espera, unas tres horas de esperar impaciente, finalmente pudo ver a su padre. Fue dirigida por un guardia hasta la pequeña celda individual donde se encontraba Esteban. Estaba pálido, ojeroso y con 10 años más encima; había perdido peso, por lo que también se veía muy delgado. Por fortuna para él, no compartía celda con otros presos, pero las condiciones en las que se encontraba eran deplorables. En cuanto vio a su hija se abrazaron sobre los barrotes con mucha tristeza, pero el guardia bruscamente les ordenó que no tuvieran contacto físico, por lo que se separaron muy humillados. Acto seguido, se alejó para darles privacidad para que pudieran hablar solo por 30 minutos, ni un minuto más. Tratando de mantenerse fuerte para no derrumbarse en presencia de su hija, Esteban pasó a hablarle de su situación sin endulzarle la situación con falsas mentiras y promesas vacías que no se cumplirían. -Orlando me comentó que dentro de unos días será mi juicio; Ahí me condenarán, pues yo me voy a declarar culpable de todo lo que se me acusa. - ¿Pero por qué? Yo estoy segura de que eres inocente de todos esos cargos, no tienes por qué seder y rendirte tan fácilmente. - le recriminó su hija sin terminar de entender el motivo de su rendición prematura. -Danielle, escúchame por favor. - le suplicaba el padre pues la joven no dejaba de darle un discurso motivacional y de exigirle que luchara hasta el final. - ¡SOY CULPABLE! - le gritó, y una vez consiguió que guardara silencio continúo explicándole todo. -Cometí el grave error de involucrarme en los malos negocios de Guillermo y todo porque no fui capaz de sacar adelante a mi familia de una forma honrada. Hice cosas que no estuvieron bien, y ahora me toca pagar por ello. -Tú no has hecho nada malo, porque yo sé que eres un buen hombre... Pero en todo caso, es ese tipo el que debería de estar aquí en esta celda, y no tú papá… Debes declarar en su contra. -Sí lo soy hija… y no es tan fácil; yo no puedo acusarlo a él por que perdería más yo, entiéndelo por favor. - Entonces percibiendo el semblante sombrío de su padre, Danielle comprendió todo de golpe; como un balde de agua helada que la despertaba de su ensoñación. - ¿Caíste tú y te está amenazando, es eso verdad? Por eso de tu actitud, de tú silencios y esa constante preocupación en tu rostro… -Uno de los negocios salió mal, se descubrió y me advirtió que sería usado como chivo expiatorio para él salir bien librado. Al principio no estuve de acuerdo, y pensé en huir... fue ahí cuando comenzó con las amenazas. -Tú no te preocupes por eso, lo denunciaremos; trataremos de reunir pruebas y testigos. Tarde el tiempo que tarde, te prometo que haremos que él sea al que condenen. – Molesta Danielle quería justicia a como diera lugar. - ¿Hija, no terminas de comprender? yo no fui la mente maestra en toda esta organización, pero sí participé en ella, por lo que soy cómplice y culpable, ¿lo entiendes? Sin decir nada permaneció callada un momento, derramando un par de lágrimas, le dio la espalda a su padre para secárselas. Estaba haciendo un esfuerzo sobre humano para mantenerse fuerte y firme, pues tal y como lo había predicho, las cosas solo se estaban complicando, y ahora podía ver que irían de mal a peor. -Yo ya acepté mi destino, e hice un pacto con Guillermo; si no toca a ninguno de mis hijos, yo jamás diré nada… Y así deben de seguir las cosas. - ¿Si te das cuenta que si te declaras culpables de los delitos que te acusan, podrían darte hasta cadena perpetua? - le debatió desesperada buscando una salida. -Pero ustedes estarán bien y eso es lo único que me importa. – y entonces Danielle no pudo más, se soltó a llorar. Quería tanto abrazar a su padre, pero era imposible. De haber podido, mataría a todos los guardias y lo sacaría de esa horrible jaula, para los dos irse volando muy lejos de ahí. -Danielle, sé que lo que te voy a pedir es demasiado para ti; pero te lo suplico, te necesito más fuerte que nunca. Tus hermanos dependen de ti; Ni Allen ni Briella sobrevivirán si tú no estás con ellos para guiarlos. Por lo que pongo en tus manos la vida de tus hermanos; sé que suena horrible y es mucha responsabilidad para ti, pero necesito saber que lo harás... ¿Me prometes que los cuidarás bien?, solo así viviré tranquilo y en paz. – le suplicó su padre con entereza. -Te lo prometo. - le respondió limpiándose las lágrimas que surcaban su rostro, pues su padre tenía razón; debía seguir manteniéndose fuerte y firme por sus hermanos. -Gracias hija -También te prometo estar cerca de ti siempre; nunca te voy a abandonar, aquí voy a estar. – y entonces, ahora fue el turno de Esteban de soltarse a llorar, aferrado a frío de los helados barrotes.
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