Mi teléfono vibraba como desquiciado e hice todo lo posible para que mi mujer no se percatara y meterme en más problemas con ella. Y ahora enferma, lo último que quería era preocuparla, hacerla sufrir. El mensaje era de Andre, decía que ya estaba listo y faltaban 4 horas para realizar la tarea. 4 horas para llevar a cabo el trabajo pirata que me traería una mayor posición dentro del monopolio mafioso mundial en el que jugábamos todos, algunos sabiendo, otros sin saber. Y mi mujer estaba ubicada en el segundo grupo. Ella no sabía en el peligro que estaba al ser marcada como mi punto débil, por eso solía ser tan sobre protector y cubrirla de que cualquiera pudiese mirarla más de la cuenta y pensar "Sí, es ella, vamos por ella". Antes, moriría. Y me llevaría a quién fuese conmigo. Luego d