Hace tres malditos años me casé con un hombre que era la supuesta salvación para la empresa de mis padres.
La noche de bodas, el sació sus deseos carnales con mi cuerpo, no le importó que fuera mi primera vez, solo fue duro e incluso arrogante.
Su boca no pronunciaba una sola palabra, simplemente había firmado para estar dentro de este matrimonio.
Esa misma noche fui abandonada por aquel hombre que aún era un completo desconocido para mi.
Estaba aterrada, no sabía que hacer sola en aquel hotel, así que, solo se me ocurrió regresar a casa de mis padres.
Sin embargo al hacerlo, me echaron, dijeron que no podía vivir allí, también dijeron que hiciera algo por ellos, que buscara a mi esposo, aquel que me abandonó en nuestra primera noche de Luna de miel.
Rogué de rodillas para que me dejaran pasar la noche con ellos, pero en sus ojos estaba grabado el signo de dólares, me preguntaba si algún día les importé realmente.
Esa noche me pagué un pequeño hotel, solo quería descansar y quitarme aquel ridiculo vestido blanco que aún llevaba puesto.
En tan solo unas pocas horas, mi vida se había convertido en miseria, mis padres prácticamente me abandonaron a mi suerte y por si fuera poco, mi esposo también.
ESTA ES LA HISTORIA DE MI VIDA.
Después de aquel error en mi vida, conseguí trabajo en una cafetería del centro de la ciudad.
Por cierto mi nombre es Helen Blake, se supone que soy hija de una familia importante, pero me han desechado por haber dejado ir a mi esposo, al esposo de una noche.
Finalmente poco a poco mi vida se está reconstruyendo, actualmente estudio en la universidad pública, amo la contabilidad, creo que he descubierto que los números son lo mío.
*Hoy es lunes, por lo cual me toca entrar temprano al trabajo. La cafetería del centro es la que me ha abierto sus puertas para trabajar hace unos meses, sin embargo, hoy al llegar el jefe me pidió que fuera a su oficina.
Entro un poco extraña, era la segunda vez que entraba allí, la primera había sido para ser contratada.
—Buenos días Helen, toma asiento por favor— Dijo el jefe.
—Buenos días señor, ¿Cómo puedo ayudarle?— Le pregunté con timidez.
—Está es tu carta de cancelación, ya no te necesito más aquí— Respondió sin rodeo.
Mis ojos se quisieron inundar de lágrimas, no podía perder este trabajo, ¿Cómo esto era posible?.
—¿Por qué me despide señor? No he hecho nada malo en el trabajo, he sido muy transparente— Le respondí angustiada.
—Lo siento mucho, pero sus padres ordenaron que usted ya no trabaje más aquí, se que es buena empleada pero ellos pagaron muy bien por esto— Respondió descaradamente.
Tomo la carta de cancelación, voy por mi bolso, llena de ira y enojo tomo un taxi, me dirijo hacia la mansión de mis padres, siento en este momento que voy a estallar de enojo.
Después de unas medias horas y tocar el timbre, me abren la puerta, entro rápidamente al despacho de mi padre, le tiro el sobre blanco en su escritorio sin importarme quién es él para mi.
—¿Por qué son unos malditos conmigo? ¿Qué hice para merecer esto?— Le pregunté frustrada, no entendía cómo mis supuestos padres me odiaban tanto.
Antes de que mi padre pudiera responder, mi madre entró al despacho, ella siempre lucia radiante, claro, es una figura pública, siempre debía estar así.
—Eres una niña insolente, ¿Por que vienes a gritarle a tu padre?— Preguntó con la finura que la caracteriza.
—Ustedes son las peores personas que he conocido en mi vida, lamento tanto que sean mis padres— Les dije sin pena alguna.
—Nosotros lamentamos que seas nuestra hija, ni siquiera pudiste retener a un esposo, llevas tres años sin saber nada de él, no eres capaz de hacer nada, así que, no iba a permitir que siguieras en ese trabajo— Respondió mi madre con tanta indiferencia que me sentí demasiado ofendida.
—Sandra eres tan despreciable para mi—
Después de pronunciar aquellas palabras, hubo un gran silencio, pero antes hubo una mano que aterrizó en mi mejilla, ‘la de mi padre’.
—No le hables así a tu madre, más te vale que te enjuagues la boca antes de volver a hablarle así— Dijo mi padre furioso.
—Ustedes fueron hecho el uno para el otro, desde este momento dejan de ser mis padres, para mi solo serán Mateo y Sandra, los desconozco— Les respondí.
Ya no tenía nada más que hacer allí, solo quería salir corriendo y no regresar jamás, no verlos nunca más en mi vida.
Sola y triste camino por las calles de la ciudad, tendré que empezar de nuevo a buscar trabajo, no es la primera vez que mis padres pagan para que me echen de un lugar, es como si se empeñaran en que debo hacer su voluntad.
Llegué al departamento que comparto con mi mejor amiga, me sentía cabizbaja y sin fuerzas para esforzarme un poco más.
—¿Helen qué haces aquí?— Preguntó Ana mientras sostenía un plato de frutas en sus manos.
—Me echaron del trabajo, mis padres no pueden verme feliz, a veces me pregunto la razón por la que decidieron traerme al mundo— Le respondí derrotada.
—Lo siento mucho Helen, tus padres lo tienen todo pero en su corazón solo hay maldad, ningún padre le hace a su hija lo que ellos te hacen a ti— Respondió.
—En estos momentos siento que los odio, quiero tenerlos lejos de Mi vida.
—Helen puedo conseguirte trabajo en el bar, podemos trabajar juntas en la barra de bebidas, ya sabes sirviendo tragos, se que no es lo que buscas pero al menos nos ayudará a pagar la renta y los gastos del departamento— Dijo Ana.
Respiré profundo, jamás pensé que llegaría a tocar fondo de esta manera.