Jefe virgen: Parte C

4190 Words
Capítulo 7 Narra Lucas. Me apoyo en mi elegante sedán n***o y miro al otro lado de la calle el agujero de mierda que mi Lucy llama hogar. No nací en la riqueza y pasé la mayor parte de mi infancia en lugares como este, y normalmente me abstengo de juzgar. Pero es una historia completamente diferente cuando estamos hablando de mi futura mujer. Cuando es ella que se ve obligada a vivir aquí. Todo lo que puedo pensar es que ella se merece algo mejor, mucho, mucho mejor. Se merece un palacio, una mansión, una isla entera si eso es lo que quiere. Pero en cambio, ella vive en el lado mugriento de la ciudad, su edificio de departamentos está cubierto de grafitis, y todo lo que puedo pensar es en lo malditamente injusto que es. Entonces la puerta se abre y Lucy entra en la noche. Jadeo y me alejo del auto, mi pecho martilleando al verla. Lleva un elegante vestido oscuro y sedoso, el área alrededor de su cuello lo suficientemente baja para mostrar un toque de tentador escote, su cabello es una masa brillante de mechones ondulados color chocolate. La tela del vestido se adhiere de forma seductora a sus curvas mientras camina hacia mí con tacones color piel, lo suficientemente altos como para moldear sus pantorrillas e inundar mi hombría con aún más urgencia. Cuando se detiene justo antes de mí, una sonrisa incierta toca sus labios rojos de bésame, me toma todo lo que tengo para no agarrarla y tomar su boca. Y joder, solo puedo imaginarme arrastrando lentamente mi mano por su muslo, dejándola sentir cada pequeño movimiento, hormigueo y vibración que posee su cuerpo joven y fértil. Pero eso significaría arriesgarme a que otras personas vieran a mi mujer. Eso es algo que nunca, jodidamente, nunca permitiré que suceda, no cuando se ve tan malditamente hermosa. —Pensé que enviarías un conductor— murmura. Sonrío mientras camino hacia el lado del pasajero, le abro la puerta y le hago un gesto para que entre. —Me gusta manejar ciertos asuntos personalmente—digo. Es una excusa débil, pero no es como si pudiera decirle la verdad. Quiero estar a solas contigo. Quiero respirar tu aroma, tu perfume, el olor a solo tú que me dice que tu cuerpo tiene tanta hambre como el mío de formar una familia, de chocar juntos, de crear un futuro. Acallando esos pensamientos ridículos, muerdo mientras ella pasa junto a mí, en el asiento del lado del pasajero. Su aliento sale en pequeñas y lindas bocanadas de aire como si estuviera luchando por contenerse. Mis pensamientos luchan con mi razón mientras camino hacia el lado del conductor. ¿Qué pasaría si dejara salir todos esos deseos reprimidos? ¿Como sentiría eso? Arranco el auto y empiezo a guiarnos de regreso a través de la ciudad, hacia el hotel donde se lleva a cabo la fiesta—.¿Estás emocionada?—pregunto, decidiendo que haré una pequeña charla. Es mejor que la alternativa: decirle cuánto la necesito. Siempre. —Sí—murmura ella.—Creo que va a ser muy divertido. La miro brevemente, estudiando la tensión en su mandíbula, la plenitud de sus labios. —No tienes que estar nerviosa. Ella se ríe, un hermoso sonido parecido a una canción, uno que desearía poder capturar y repetir cada vez que me siento mal. —Eso es como decirle al agua que no se moje...diablos—responde. Me río. —Lo siento, Lucy, pero ¿acabas de decir diablos? Ella me mira rápidamente. Por medio segundo, nuestros ojos se encuentran... o, más exactamente, caigo en sus ojos, tratando de pasar más allá de su escudo hacia la verdadera ella debajo. Podría mirarla fijamente durante días sin aburrirme. Realmente es un ángel, mi ángel. —Lo hice, sí—ríe y yo también. Tengo que recordar la diferencia de edad, el hecho de que soy su jefe, la imposibilidad de este escenario—.Es solo que... me prometí a mí misma que no sería un manojo de nervios esta noche. Y aquí estoy, admitiendo lo nerviosa que estoy. —Está bien— le digo, ansioso por hacerla sentir cómoda—.No tienes que avergonzarte de tus sentimientos—agrego. Ella asiente, mordiéndose el labio. Ella no haría eso si tuviera alguna idea de lo hambriento que me da, lo mucho que me dan ganas de inclinarme y besarla, besarla fuerte y apasionadamente hasta que no tenga más remedio que derretirse contra mí—.Entonces—prosigo—.¿Qué te hizo querer trabajar para mi empresa? Se gira hacia la ventana y observa la ciudad pasar junto a nosotros durante unos largos momentos. Puedo verla en el reflejo, su maquillaje resaltando su belleza natural, su cabello tan sedoso que es como si me rogara que pasara mis manos por él. —Siempre quise trabajar en el mundo de los negocios— dice con voz suave. —Probablemente sea la cosa más tonta que una chica como yo quiera hacer, pero ahí lo tienes. Me estremezco. Desearía que dejara de hablar de sí misma como si fuera inferior. Como si ella fuera de alguna manera indigna. Cuando en realidad es la mejor mujer que he conocido. En todos los sentidos. —¿Por qué?—pregunto—.¿Por qué siempre quisiste trabajar en el mundo de los negocios? —Cuando era niña, bueno, era bastante tímida— su voz se vuelve aún más suave, como si fuera una lucha sacar las palabras.—Y por bastante tímida, quiero decir que fue un verdadero problema. De todos modos, solía ir al café donde trabajaba mi tía y leía en la ventana, pero a veces no leía. A veces, simplemente observaba cómo estos hombres y mujeres de negocios caminaban por la calle. Había una gran empresa cerca, ya menudo los veía salir del trabajo. Había una dama en particular. Ni siquiera supe su nombre. Pero se veía tan segura de sí misma, tan confiada, tan lista para comerse el mundo. Algo cambió en mí mientras la observaba. Solía soñar con ser así, con salir al mundo y enfrentar mis problemas en lugar de huir de... ¿tengo algún sentido? —Sí— digo ferozmente. —Entiendo. Y si te sirve de algo, Lucy, ya eres capaz. Carmela dice que eres una trabajadora increíble. Dejo fuera la parte de las tareas en solitario porque claramente no necesita más razones para pensar negativamente sobre sí misma. Ojalá hubiera una manera de decirle cuánto significa ella para mí, cuánto deseo ayudarla a guiarla a través de la vida y ayudarla a alcanzar sus metas. Pero no hay forma de expresar todo eso sin profundizar en lugares en los que no puedo aventurarme, no ahora mismo, no inmediatamente antes de la fiesta. Porque si empiezo a hablarle de lo hermosa, linda, talentosa y mía que es, no podré parar hasta que esté enterrado dentro de ella y grite mi nombre. —Gracias—dice después de una pausa—.Eso significa mucho. Conducimos en silencio, mil verdades tácitas flotando en el aire entre nosotros o tal vez me lo estoy imaginando, deseando que se hagan realidad cosas que no existen. Ella no me ha dado ninguna indicación de que siente lo mismo. Excepto por el olor de su cuerpo, seductor bajo su perfume. Y por más loco que suene, y es totalmente una mierda, me encuentro pensando que su matriz, picante, caliente y hambrienta, me dice que la reclame, que la reclame con fuerza, hasta que su cuerpo joven esté rebosante de mi semilla. Entrando en la fiesta, hacia la alfombra roja y las legiones de fotógrafos, me digo a mí mismo que me calme. Incluso si sé que es imposible. Capítulo 8 Narra Lucy. —¿Estás bien?— Lucas pregunta mientras tomamos nuestros asientos para la cena. Siento que mi cabeza da vueltas. He escuchado esa frase muchas veces, la mayoría con la nariz enterrada en un libro en la biblioteca, evitando el caos de la escuela secundaria, pero nunca antes la había sentido o tal vez es más como si toda la habitación estuviera dando vueltas y vueltas, amenazando con desequilibrarme. Hemos pasado los últimos treinta minutos haciendo circular la fiesta. Por suerte no tuve que decir mucho, solo pararme al lado de Lucas y sonreír tan genuinamente como pude. Pero hubo momentos en que estos empresarios elegantes y elegantes me hicieron preguntas, y tuve que buscar a tientas una respuesta. Era como si estuviera retrocediendo al fondo de mi mente, desapareciendo en mi ansiedad para no tener que escuchar mis propias palabras. Lo cual es un maldito problema bastante grande porque ahora no estoy muy segura de si he hecho el ridículo o no. —¿Lucy?—la voz de Lucas es firme por encima del jazz suave que impregna el salón de actos. Me obligo a asentir, tragando una gran cantidad de nerviosismo de no-puedes-hacerlo. —Si, lo siento. Estoy bien. —Lo estás haciendo muy bien—dice. Mi mirada se dirige a él, y luego a través de la gran fiesta. Los techos son altos y cuelga un candelabro gigante, tan grande que me hace preguntarme cómo es posible que permanezca allí sin caerse. Lo cual es apropiado, porque así es exactamente como me siento. ¿Cuánto tiempo antes de que no pueda soportar esto más y me caiga? —¿De verdad?—pregunto. Estamos sentados en una mesa pequeña en la esquina más alejada de la habitación, solo nosotros dos. Las mesas están salpicadas a nuestro alrededor, algunas con capacidad para dos personas o más, con cubiertos relucientes y velas parpadeando en el centro. Casi se siente romántico, pero empujo esa idea tonta lejos, advirtiéndome a mí misma que no deje que mis fantasías se infiltren en la realidad. —De verdad— dice, con la misma confianza inquebrantable en su tono. Sus ojos se iluminan y sus labios se tuercen en una sonrisa cercana. Pero todavía hay ese ligero temblor en su expresión como si cada segundo estuviera conteniendo un tsunami de críticas, pero es demasiado cortés para darle voz o tal vez se está reteniendo de ti, susurra una voz loca dentro de mi cabeza. Tal vez apenas puede contenerse porque te quiere. Casi niego con la cabeza, pero luego me doy cuenta de lo extraño que parecería. Una cosa es sonar un poco incómoda cuando hablo con estos hombres y mujeres de negocios intimidantes, pero otra muy distinta es sentarse aquí y empezar a sacudir la cabeza como una loca. -Siento que confundo mis palabras cada vez que trato de hablar. —Mira a tu alrededor, Lucy. Deslizo mi mirada de un lado a otro de la habitación, preguntándome qué quiere decir. Pero es solo una gran sala iluminada por el ambiente, el candelabro centelleando, tocando jazz y, debajo de eso, gente hablando en voz baja y con el tintineo ocasional de los cubiertos. —¿Qué estoy buscando?—pregunto. —Bien... Se mueve en su silla, apoyando los antebrazos sobre la mesa. Mis ojos no pueden evitar ser atraídos por la forma en que aprieta los puños, lo que confirma mis sospechas de que está ocultando algo, incluso si no estoy exactamente segura de qué es ¿Lujuria? ¿Enfado? ¿Algo completamente ajeno? —¿Ves a alguien mirándote? ¿Oyes a alguien riéndose de ti? La escuela secundaria debe haberme vuelto más paranoica de lo que pensaba, porque en realidad reviso, estudio a los clientes como si fuera a encontrar un ejército de ellos con sus dedos apuntándome, o sus manos cubriendo sus bocas mientras susurran con saña. Acerca de mí. —No—admito. —No—asiente bruscamente. —¿Qué están haciendo? La gente está hablando. Un hombre mayor se inclina hacia su esposa y la besa tiernamente en la mejilla. Observo el intercambio, todo mi cuerpo se siente como si estuviera siendo sujetado por una mano gigante, mientras pienso en cómo me sentiría si Lucas hiciera lo mismo conmigo. Si simplemente se inclinara completamente al azar y pusiera un beso amoroso en mi mejilla. La sensación se siente locamente real, un roce fantasma que hormiguea contra mi piel. —Sólo están hablando-murmuro. —Son... —No están interesados en ti. Ni siquiera están interesados en mí, y yo soy la razón por la que estamos aquí. Cuando se trata de eso, Lucy, rara vez tienes que preocuparte por lo que otras personas piensan de ti. Porque no están pensando en ti. Están pensando en sí mismos, en sus propias vidas. Una voz áspera intenta decirme que está mintiendo. Solo dice esto porque estoy haciendo que esta cena sea mucho más incómoda para él de lo que nunca lo haría Carmela. Y sin embargo, cuando miro profundamente esos penetrantes ojos suyos, no tengo esa impresión en absoluto. Es como si realmente quisiera hacerme sentir mejor. —Sí, por supuesto—digo. Porque es una buena persona. Porque él no es un idiota de la escuela secundaria. Es mayor, más maduro, más cariñoso. Nada de eso significa que él me quiere de la misma manera que yo lo quiero a él—.Tienes razón—agrego —¿No es tan fácil como eso? Me muerdo el labio, asiento brevemente. Su expresión se tensa de nuevo cuando me muerdo el labio. Como si estuviera peleando una batalla interna, una batalla que no puedo evitar desear que tuviera algo que ver conmigo. —No —murmuro—. Pero gracias, Lucas. Es como si todas estas mujeres glamorosas, algunas de las cuales le han estado dando miradas desnudas de lujuria toda la noche, no existieran. Es como si el resto del mundo hubiera caído en su columna de ignorar, y yo soy todo lo que importa. Mi mano se mueve por su propia voluntad, a través de la mesa, descansando sobre la suya antes de que pueda detenerme. Su mano es cálida. No, caliente, como si se estuviera quemando por dentro. La electricidad chispea entre nosotros y viaja por mi brazo y alrededor de mi cuerpo, haciendo que mi piel zumbe. Ambos miramos nuestras manos abrazadas. No estoy segura de quién está más sorprendido, él o yo. Aparto rápidamente mi mano. —Lo siento. Lo siento. No sé qué me pasó. Eso es una mentira. Era mi útero, mis pensamientos acelerados sobre una familia, un futuro, un mundo donde él siempre está ahí para mí y yo siempre estoy ahí para él. Pero no puedo decirle exactamente eso. —Está bien— dice, mirando su mano, el lugar que toqué como si lo encontrara ofensivo. Coloco mis manos en mi regazo, las aprieto juntas, para evitar que vuelvan a actuar de forma desobediente. Pero la forma en que mira hacia abajo lo prueba. No quiere que lo toque. Definitivamente no quiere besarme, abrazarme, desnudarme y acercar su cuerpo musculoso al mío. Me recuerdo a mí misma que eso es algo bueno. No sería capaz de hacer lo que él quería incluso si él me quisiera. Pero no puedo luchar contra la sensación persistente en mi palma, una réplica de su toque, diciéndome que él es el hombre con el que voy a pasar el resto de mi vida. Capítulo 9 Narra Lucas. No estoy seguro de cómo llevo a Lucy a casa sin soltar el volante. Mi agarre no se afloja mientras nos guio a través de la ciudad, mis pensamientos regresan implacablemente a la noche, a los momentos en los que se mordió el labio y se veía tan condenadamente cautivadora, al desprevenido y hermoso atrevimiento de ella colocando su mano sobre la mía. Cuando me tocó, cada instinto que poseo me rugió para voltear la mesa y agarrarla. Una bestia aulló dentro de mí, mi semilla se alborotó, ordenándome que la llevara a un lugar privado lo más rápido que pudiera. Dé rienda suelta a mi animal interior sobre ella, levantando la tela de su vestido y llevando mi polla palpitante a su agujero. Mierda. Nos estamos acercando a su departamento y el tráfico es irritantemente ligero, lo que significa que vamos bien o mal momento, en lo que a mí respecta. No quiero que hagamos un buen tiempo. Quiero que dure una eternidad, para que tengamos más tiempo juntos, más tiempo para inhalar su perfume y su esencia de Jessie, para sentir su calor a mi lado. Me advierto que no puedo hacer nada, pero es como si las palabras vinieran a través de una espesa neblina, sin sentido mientras las repetía una y otra vez. Ella es mi empleada. Ella es más joven que yo. Ya está lo suficientemente nerviosa sin que yo desencadene mi deseo sobre ella. El razonamiento suena hueco cuando me detengo frente a su departamento. Espero que diga buenas noches y alcance la manija de la puerta rápidamente. El alivio me inunda cuando coloca sus manos en su regazo. Mis ojos devoran la forma de sus muslos debajo del vestido, la jugosidad de ellos, mis dedos temblando para agarrarlos, apretarlos, escuchar los ruidos entrecortados y sexys que hará. —Gracias—murmura—. Por traerme a casa. —Gracias por venir—hago que mis manos se relajen—. Habría sido mucho peor si hubiera ido solo. Me hiciste un gran favor esta noche, Lucy. Me mira de esa manera suya. Es asustadizo, un rápido movimiento de chasquido, como si tuviera miedo de mirar demasiado tiempo o demasiado fuerte por si acaso... ¿por si acaso qué? ¿Cree que me voy a enfadar con ella? ¿Cree que alguna vez podría enfadarme con ella? —¿Estás emocionado por la publicidad nueva de la empresa? me refiero al gran evento—pregunta. Ella está hablando de la iniciativa del descuento que estamos ejecutando en nuestro servicio, en los vecindarios locales. —Sí—le digo, la pasión infundiendo la palabra —.Estoy muy emocionado. Ella mira, pacientemente, con ese brillo ilegible en sus ojos. Pero creo que ella está interesada. No me parece el tipo de mujer que habla porque sí, excepto tal vez cuando se pone adorablemente nerviosa, y lo agradezco. Ella no parece nerviosa ahora. Es como si estuviera esperando algo. Para que la beses, susurra una voz. Trato de calmarlo a medida que avanzo. Nos quedamos en silencio por unos momentos, simplemente mirándonos el uno al otro. Se siente bien no tener que llenar cada minuto con balbuceos, mirarnos y dejar marinar la lujuria, dejar que nuestro deseo suba y suba hasta...Maldita sea. ¿No me acabo de prometer no fantasear más? —Yo no nací con dinero—le digo—.Mis padres finalmente están viviendo la vida que se merecen, con un buen terreno y todos sus gastos pagados. Pero no siempre fue así. Cuando éramos niños, mi padre tenía esta tienda de electrónica-digo. Ni siquiera estoy seguro de por qué le estoy diciendo esto. Es un período de mi vida del que rara vez hablo y, sin embargo, quiero que ella sepa más sobre mí, de la misma manera que me encantaría saber más sobre ella—.Pasé gran parte de mi infancia en esa tienda, jugueteando con las computadoras, jugando con lo que papá me dejaba—añado. Su sonrisa contiene tanto. Hay comprensión y aprecio compartidos y, en un momento deslumbrante, un indicio de la forma maternal en que sonreirá a nuestros hijos. Puedo imaginarla dirigiendo con cariño esta expresión a nuestro hijo cuando regresa del jardín, cubierto de barro, con una sonrisa en su rostro mientras dice: —Mami, mami, cavé un hoyo. La visión me golpea con el poder de un recuerdo vivido—.De todos modos, vi de primera mano cómo mi padre luchaba por mantenerse a flote, todas las cosas que tenía que soportar. Eventualmente, se vio obligado a vender la tienda para pagar sus deudas y, después de eso, pasaron el resto de mi infancia trabajando en trabajos ocasionales-digo. Ella sigue mirando, como si no fuera casi medianoche. Como si tuviera todo el tiempo del mundo. Ella no me mira como lo han hecho las personas de la alta sociedad a lo largo de los años, como si quisiera sacar algo de mí. Esto es atención total. Su atención, la única mujer que he querido. Me embriaga—.Me prometí a mí mismo que haría algo por el dueño de la tienda cada vez que tuviera la oportunidad. Primero tuve que construir mi negocio, pero nunca olvidé, ni por un segundo, la mirada en el rostro de mi papá cuando tuvo que renunciar a su sueño. Hizo que nunca quisiera renunciar a la mía—agrego. Hago una pausa, y de repente me doy cuenta de que hay lágrimas brillando en sus ojos. Los retiene, sin dejar que se deslicen por sus mejillas, pero están ahí. son reales. Al igual que su mano en la fiesta, la mía se mueve por sí sola. Es como si hubiera fuerzas dentro de nosotros, poderosas y que lo consumen todo, que no aceptan un no por respuesta. Toco su mejilla, limpiando suavemente una lágrima que se desliza por su piel suave—.¿Qué ocurre?—susurro. Su mano se lanza hacia arriba y presiona la mía. —Cómo describiste sentirte, en ese momento, es cómo me he sentido todos los días desde que decidí que quería ser una mujer de negocios. Incluso si es una locura. Incluso si no se adapta a mi personalidad en absoluto. Ese deseo, de no rendirme nunca, creo que desencadenó algo en mí. Ella se mueve para apartar su mano, pero giro la mía y la agarro, mirándola significativamente a los ojos. —No me estoy imaginando esto, ¿verdad?— pregunto suavemente. Ella se estremece, el miedo alterando su expresión. —No sé. —Si lo sabes—digo, me inclino más y más cerca, incapaz de detenerme ahora, hasta que estoy a una distancia para besarla, mi boca ansiosa por saborear la de ella—.He estado luchando contra este impulso toda la noche, Lucy. No quiero aprovecharme de ti... —No lo haces—dice bruscamente, mostrando lo luchadora que puede ser cuando decide hacerlo —.No si yo también lo quiero... Su mano cae al mismo tiempo que su cabeza, su pecho se agita con una gran respiración, el tipo de respiración que hace que esos senos se muevan por mí. —No te alejes de mí ahora—digo, me acerco mas a ella y ahora mis labios están a un pelo de distancia de los suyos—.Tu lo quieres. —Sí— gime ella. —Te deseo —gruño. Ella se estremece, mira hacia arriba, haciendo que nuestras narices se rocen. Ella se ríe, el sonido me hace reír con ella, todo mi cuerpo se siente más ligero, lleno de calidez. Ella lo desea, tanto como yo, con tanta avidez como yo. —¿De verdad?—ella murmura—.¿Me quieres? Con un gruñido áspero de afirmación, aplasto mis labios contra los suyos. Ella deja escapar un grito ahogado cuando nuestras bocas chocan, y por un segundo me pregunto si he leído mal las señales. Pero luego se ablanda en el beso, gimiendo cuando nuestras bocas se abren y nuestras lenguas se atraen de inmediato. Agarro su muslo, apretando con avidez para sentir toda esa tentadora plenitud. Ella gime y se inclina más cerca de mí. Su respiración se vuelve caliente y frenética a través del beso, mientras nos hundimos más profundamente, mientras sus manos se envuelven nerviosamente alrededor de mis hombros. Gimo, deslizo mi mano más arriba, dolorosamente cerca del calor de su sexo. Puedo sentir lo caliente que está ahí abajo, cuánto placer ya ha acumulado. ¿Ha estado así de mojada toda la noche? Estoy casi en su sexo cuando una sirena suena dentro de mí. No aquí, no en público. Mi mujer, la futura madre de mis hijos, merece mucho más. Romper el beso me cuesta más de lo que puedo decir. Pero sé que no seré capaz de parar si sigo adelante por un segundo más. —¿Qué ocurre?—ella jadea, su lápiz labial corrido por nuestro beso. —No pasa nada —gruño —.Solo necesito llevarte a algún lugar privado, algún lugar donde estemos solo nosotros. Necesito estar solo, realmente solo contigo, Lucy. —Mi tía está fuera esta noche-su voz se engancha. ¿Con lujuria, con el deseo de azotar las palabras?-.Ella tiene dos trabajos, uno de día y otro de noche. —Así que tu departamento está vacío. Me acerco de nuevo, besando el borde de sus labios tan suavemente como puedo con mi pene empujando con fuerza contra mi cremallera, mi deseo aullando. —Sí—puede responder. Se estremece cuando le doy un apretón posesivo en la pierna. Sonriendo, digo: —Entonces, ¿qué estamos esperando? Vamos. Abre la boca por un momento, como si fuera a decir algo más, pero luego la cierra y asiente. —Está bien, Lucas. Sí, vamos.
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