Capítulo 1
Narra Lucy.
Paso mi mirada por la letra en bloque de Lucas Walker, tratando de no imaginarlo encorvado sobre su escritorio, su enorme forma apenas contenida por su traje plateado mientras garrapateaba las palabras apresuradamente. Trabajar en esta empresa ha sido un largo ejercicio tratando de no imaginarlo en varias posiciones, siempre con esa sonrisa característica en su rostro, ojos brillantes, dirigidos a mí en mis delirios cuando nunca me mirarían dos veces en realidad.
Una de sus peculiaridades es que le gusta escribir sus ideas a mano, lo que significa que yo, la asistente de su asistente, me quedo con la tarea de tratar de transferirlo a un formato imprimible para las reuniones.
Me siento y levanto la página, reprimiendo un molesto y persistente temblor cuando pienso en él sosteniendo esta misma página.
La loca necesidad de inclinarme hacia adelante e inhalar el aroma del papel me asalta, como si al hacerlo pudiera inhalar su aroma. Apuesto a que es almizclado, varonil, todo colonia y sudor y pasión salvaje primaria.
Me advierto que me calle, entrecierro los ojos y finalmente logro entender las palabras. Paso la siguiente hora escribiendo y leyendo, y sin pensar en él.
Ah, sí, encerrado en mi pequeño cubículo de oficina ubicado en un costado del piso superior, una habitación del tamaño de un armario adyacente a Carmela, la primera asistente, no me permito pensar en el cuerpo de Lucas de seis pies y cinco pulgadas, su cuerpo con rayas plateadas. pelo, ojos azules de lobo y manos poderosas. Tiene la constitución de un hombre hecho para la portada de una revista, con su mandíbula fuerte y su ojo penetrante... como si estuviera viendo a través de mí. Al menos eso es lo que parece en su foto.
Por supuesto, no pienso en cómo sería caer en sus brazos y sentir su pecho sólido como una roca contra mi mejilla, su poderoso latido golpeando contra mi oído, diciéndome que nunca me abandonará. Él siempre va a mantenerme a salvo. Bien, tal vez piense un poco en él. Incluso si todo esto es francamente imposible. Solo soy la asistente de su asistente, lo que significa que él probablemente ni siquiera me haya notado todavía.
Me estremezco por dentro ante el todavía. Como si alguna vez me fuera a notar.
Tiene treinta y cinco años y es multimillonario. Solo lo he visto en la portada de revistas y, una o dos veces, caminando por la oficina con la cabeza en alto y los hombros echados hacia atrás, moviéndose con el tipo de determinación que me hacía invisible para él. Como si no fuera a ser siempre invisible para él.
He trabajado aquí durante un mes y todos los días me advierto a mí misma para vencer este deseo, o al menos para encerrarlo en una jaula y perder la llave. Pero mi mente se niega a obedecer, en lugar de caer en ilusiones donde, inexplicablemente, Lucas Walker me ve, me quiere y me hace suya. Y olvidemos convenientemente el hecho de que no sería capaz de responder si él viniera hacia mí. Olvidemos que probablemente me trabaría la lengua y haría el ridículo.
Levanto la vista cuando se abre la puerta, a través de mi pequeña oficina, más allá de la foto de mi tia Clara en mi escritorio. Carmela es una mujer sofisticada, alta y elegante, con una falda negra ceñida a su delgada cintura. Su cabello es un paquete n***o azabache sobre su cabeza, y su rostro está ingeniosamente cubierto con capas de maquillaje, resaltando sus pómulos como los de una princesa. Intento reprimir la punzada de celos que siento cada vez que la veo.
Lucas no tiene novia, pero cada vez que hay una función pública, como el lanzamiento de la nueva iniciativa de escaparate en un par de días, Carmela siempre está de su brazo, luciendo glamorosa y hermosa. Todos dicen que tienen una relación a puerta cerrada y, a veces, mi mente traidora me tortura con todos los detalles horribles y humeantes. Lucas nunca me querría.
Diablos, necesito concentrarme. Carmela se acerca a mí.
—¿Has terminado las notas?—dice ella, de esa manera suya—.No he recibido el correo electrónico.
Miro hacia abajo al cuaderno, aliviada de ver que estoy en la última página. Resulta que mi ensoñación no me ha saboteado por completo después de todo.
—Terminaré en unos cinco minutos. ¿Está bien?
Me estremezco ante el tono dócil de mi voz, como si temiera que fuera a tirarse sobre la mesa y envolver sus manos alrededor de mi garganta. Su labio superior se curva y enseña los dientes. Pero luego una mirada cruza sus ojos y asiente rígidamente.
—Si esta bien.
—OK gracias.
Una vez más, quiero gritar, recuperar las palabras. Cada mañana, cuando me alisto para el trabajo, me prometo que hablaré con más firmeza, con más confianza. Hasta ahora, he fallado, fallado mucho.
Mientras mis dedos susurran sobre el teclado, mis ojos fijos en las notas de Lucas, me prometo a mí misma que seré mejor, más extrovertida, menos timida.Tal vez trate de hacer algunos amigos. Incluso si esta oficina es pequeña y solo hay una ventana, me gusta. es acogedor Es seguro. Es el lugar perfecto para esconderse. Solo yo y mis fantasías, mis estúpidas fantasías imposibles.
Capítulo 2
Narra Lucas.
Mi mente está llena de planes, cifras y proyecciones, así que me alegro cuando Carmela se inclina hacia adelante y presiona el botón para finalizar la conferencia telefónica, luego coloca sus manos sobre el escritorio. Me está mirando con esa forma tan sólida e inquebrantable suya, que es una de las cosas que la convierte en una buena asistente. No creo que Carmela haya endulzado nada ni una sola vez en toda su vida.
Mi empresa se especializa en todo tipo de seguridad tecnológica. Como las camaras de seguridad para todo tipo de negocios.
—Todavía hay puntos ciegos—digo analizando el sistema de las cámaras de seguridad—.La razón principal por la que estas empresas locales acordaron asociarse con nosotros es porque se supone que debemos mejorar su negocio. Cadenas de suministro, nuestras conexiones en el extranjero, cubriendo los gastos generales durante tiempos financieros difíciles.
—Si—dice ella—.Y falta poco más de una semana para la fiesta de lanzamiento—reflexiona Carmela. Ella es unos años menor que yo y ha sido mi asistente durante muchos años, así que puedo interpretarla bastante bien. Nuevamente algo se hunde en mis entrañas—. No puedo ser tu cita para esa fiesta-menciona.
Ahogo un gemido. Ella ha actuado como mi cita para cada fiesta o reunión de trabajo durante los últimos años. Me evita tener que encontrar a alguien más, de tener que pasar por todo ese esfuerzo cuando sé que no voy a sentir nada. Porque ninguna mujer, jamás, me ha hecho sentir nada. Ninguna mujer ha despertado mi interés, ni siquiera se ha acercado. He dejado de buscar. He dejado de esperar. Tal vez hay algo mal conmigo. Tal vez estoy defectuoso de alguna manera.
Quiero sentir esa certeza posesiva, esa necesidad primaria, pero nunca se enciende dentro de mí. Así que Carmela viene conmigo en su lugar, ocultando convenientemente el hecho de que no tengo una novia desde hace mucho tiempo, ocultando el hecho de que solo hemos sido amigos y preferiría comer un sándwich de mierda que hacer algo remotamente romántico juntos.
—¿Por qué?—pregunto.
—Es el bautizo del sobrino de Kelly y le prometí que estaría allí. Yo... no quiero decepcionarla. No si puedo evitarlo.
—Esta bien-asenti—.Eres una buena persona, Carmela. Honestamente. Y respeto tu decisión. Incluso si eso significa ir solo y ser sometido a toda esa mierda especulando si estoy "en el mercado" y luego... Bueno, ya sabes lo que pasa.
Ella frunce el ceño ligeramente.
—Sabes, la mayoría de los hombres matarían por tener a las mujeres más atractivas arrojándose a sus pies.
—No soy la mayoría de los hombres —digo apasionadamente—.Cuando encuentre a una mujer, quiero preocuparme por ella. Quiero sentir algo, algo real. Y no quiero sonar como un imbécil, pero no creo que vaya a encontrar eso con una mujer que solo está conmigo por mi dinero.
—La maldición de la riqueza—bromea ella a la ligera—.Eso estuvo bien Lucas. Lo que acabas de decir—dice, inclino mi cabeza hacia ella—.Dijiste cuando encuentres a una mujer. Normalmente dices si. Me hace preguntarme si realmente estás tan desesperanzado como quieres que la gente crea-agrega. Sus palabras chocan contra mí con la fuerza de la verdad, golpeándome con fuerza. Porque ella tiene razón. No importa cuántas veces me diga que esta mujer misteriosa no existe, siempre hay una parte de mí, una parte profunda e insondable, que susurra que me está esperando, que está ahí afuera. Solo tengo que ser paciente—.Tal vez tenga otra idea-dice.
Agito una mano y digo: —Está bien, ¿cuál es tu idea?
—¿Conoces a tu nueva segunda asistente?
—Si, se de ella -digo, preguntándome adónde va esto—.Pero creo que no la he vuelto a ver desde que estuvo aquí el primer día-menciono.
—Hay algo en esta chica. No sé... es como si me recordara a mí cuando era más joven. Pude ver lo nerviosa que estaba en la entrevista, pero fue tan sincera, tan genuina. Así que confié en mi instinto y ha estado trabajando duro, y no me ha decepcionado. Para tareas en solitario, cuando no involucran a otras personas, es genial. Ella realmente sobresale. Pero ella es tan tímida. He estado tratando de sacarla de su caparazón, pero creo que es hora de que haga algo drástico.
—Vas a decirlo, ¿verdad?-gimo cuando la magnitud de sus palabras me golpea-.Realmente vas a sugerir que...
—Lleva a Lucy a la fiesta como tu cita. Deja que se mezcle. Déjala ser vista. Y tal vez entonces se dé cuenta de que no va a estallar en llamas cada vez que alguien la mire.
Masajeo el puente de mi nariz, la tensión se enrolla en mi frente.
—La única razón por la que te llevo a estas fiestas es que eres tan buena con este tipo de personas. Sabes todas las cosas correctas para decir, en todos los lugares correctos. ¿Qué beneficio obtengo de esto?—pregunto.
Ella se inclina hacia adelante, sonriendo.
—Significa que no tienes que ir solo, desencadenando todas esas cosas molestas de los demas que tanto odias. Significa que no tienes que encontrar otra cita, lo cual sé que odiarías. ¿Seguramente esto es preferible a eso?
Le devuelvo la mirada, incapaz de evitar que una sonrisa propia reclame mis labios.
—¿Por qué siento que estás a punto de decir jaque mate?—bromeo.
—¿Es un sí?
Yo suspiro.
—Voy a arrepentirme de esto, ¿no? La respuesta es sí-digo. Esperando no estar cometiendo un error.
Capítulo 3
Narra Lucy.
Una de las desventajas de conseguir un trabajo en una empresa tan prestigiosa es el viaje en metro a casa. Vivo en el lado más lejano de la ciudad, con mi tía en un pequeño departamento de dos dormitorios.
Mientras camino por las calles oscuras, ignoro la música que suena en las casas, el sonido de un gato chillando, los neumáticos chirriando sobre el concreto. El ascensor todavía está averiado, así que arrastro mi cuerpo cansado escaleras arriba, la luz se enciende y se apaga, como si igualara el ritmo entrecortado de los latidos de mi corazón. Siempre hay algo tan desalentador en regresar de la oficina al departamento, como si estar en ese vecindario, con sus calles limpias y perfectamente pavimentadas, sin un solo garabato de graffiti, me diera el derecho de soñarme en esa posición.
Pero la verdad es que vamos a vivir aquí por un tiempo más. A menos que mi tía Clara o yo ganemos milagrosamente la lotería.
Ella está en el sofá cuando entro, su último proyecto de punto de cruz en su regazo. Todavía lleva su uniforme de camarera, como suele hacer cuando termina uno de sus largos turnos. Ella me sonríe cuando entro, y le devuelvo la sonrisa, el amor burbujeando dentro de mí. Todos piensan que mi tía es mi mamá hasta que descubren que es mi tía porque nos parecemos mucho. Ella tiene el mismo cabello ondulado, castaño como el mío, excepto que algo de plata está empezando a teñir su melena, y la misma constitución curvilínea. Incluso tiene los mismos ojos verdes.
—La cena está en el horno—dice ella.
Mi estomago ruge como si estuviera agradecido. Pero primero necesito sentarme. Me dejo caer en el sillón y dejo caer mi cabeza hacia atrás, mis párpados tratando de cerrarse. Pero eso siempre es un error, colapsar tan pronto como entro porque antes de darme cuenta mis ojos se están abriendo y es hora de mi viaje absurdamente largo a la oficina otra vez—.¿Cómo estuvo hoy?— pregunta.
—Bien, estuvo bien—digo—.Hice todo lo que estaba en mi lista de cosas por hacer, e incluso pude hacer algo de trabajo extra.
—Pero...
Me siento y la miro con una sonrisa somnolienta.
—¿Quién dijo que hay un pero?
—¿De verdad vas a sentarte ahí y actuar como si no pudiera leerte, Lucy?
Me encojo de hombros, dándome cuenta de que no tiene sentido discutir.
—Pero Carmela me dio el discurso de nuevo.
—¿Sobre ser más extrovertida, menos tímida?
—Sí—respondo—. Ojalá pudiera simplemente...
—¿Salir un poco de tu caparazón? —pregunta.
Me retuerzo las manos, asintiendo.
—Pero, ¿cómo puedo hacer eso cuando solo mirar a los ojos a otra persona en la sala de descanso me da ganas de gritar? Es como si estuviera de vuelta en la escuela secundaria y todo lo que quiero hacer es ser invisible. Pero ya no quiero eso.
—Tu puedes hacerlo—me dice—.Estoy orgullosa de ti—agrega.
Me río sombríamente.
—¿ Por quejarme?
—No, por tratar de ser lo mejor de ti. Ojalá hubiera tenido tu perspicacia a tu edad.
—La percepción no ayuda si no hago nada al respecto—digo. Aprieto los dientes, mi mirada se desliza por la pequeña sala de estar. Nuestro televisor es una pequeña sentado en un soporte de madera desconchado. Hay una mancha de humedad en la pared que no desaparece por mucho producto que le apliquemos, y para colmo ha empezado a burbujear incluso en el papel pintado. Mi tía ha hecho todo lo posible para que el lugar sea hogareño, pero todavía siento una punzada de arrepentimiento de que se vea obligada a vivir en un lugar como este. Una mujer como mi tía, tan desinteresada y cariñosa como es, se merece lo mejor-.No quiero sonar desagradecida o gruñona. Pero la cuestión es que, si realmente quiero triunfar en ese mundo, no puedo esconderme en esa pequeña oficina para siempre-agrego.
—Tal vez el destino se encargará de eso, ¿eh?
Lo dice con un toque de ironía en la voz y, sin embargo, sé que una parte de ella lo cree. Ella no lee su horóscopo todos los días solo por diversión.
—Sí, tal vez—digo, tratando de ocultar la nota de incredulidad en mi voz.
Pero, por supuesto, mi tia puede escucharlo, al igual que puede leer cada parte de mí. A veces, la mayoría de las veces, estoy agradecida de tener un familiar que se siente tan cerca de mí. Pero hay otros momentos en los que desearía poder enmascarar mis sentimientos internos, ocultar la confusión, la ansiedad y las dudas.
—¿No me crees?
Me encuentro con sus ojos con una sonrisa.
—Lo siento. Es difícil creer que hay alguna fuerza mística a la que le importa si soy extrovertida, confiada o cualquier otra cosa. Es difícil creer que a alguien le importe.
—Bueno, creo que algo maravilloso te está esperando a la vuelta de la esquina.
—Gracias, tía.
Le digo gracias incluso si creo que está diciendo una completa tontería. Pero nunca se me ocurriría ofenderla expresándolo así, lanzando esas crueles palabras en su dirección cuando todo lo que ella hace es tratar de hacerme más feliz, menos en mi propia cabeza. Está bien, ella falla la mayor parte del tiempo. Pero ese es mi problema. No de ella. Muerdo, ahuyentando todas las dudas que se arremolinan dentro de mí.
Todo lo que puedo hacer es concentrarme en el siguiente paso frente a mí, y luego en el siguiente paso después de ese, y así sucesivamente hasta que me doy cuenta de que he llegado bastante lejos. Si me permito obsesionarme con toda esa otra basura, el monolito gigante de las cosas que tengo que enfrentar, me convertiré en un desastre. Tal vez estoy siendo un poco exagerada aquí. Tal vez debería tatuarme melodrama en la frente. Pero no puedo olvidar la forma en que Carmela se veía cuando se cernía sobre mi escritorio, una súplica desesperada en sus ojos para que hiciera algo, para que actuara, en lugar de ser tan reservada todo el tiempo.
Quiero estar a la altura de sus expectativas y, sin embargo, no estoy segura de poder hacerlo. Pero sí sé una cosa con total certeza. Realmente, realmente no quiero perder este trabajo.
***
continuaremos el 1 de noviembre con las otras partes de esta historia y con los capítulos de las otras obras que faltan. Finalizando todo el libro el 28 de noviembre.