Capítulo 1 - POSESIÓN PRESIDENCIAL

679 Words
Hoy es un día muy importante, la posesión de mi papá como presidente de la república. Hoy, más que nunca, debemos ser perfectos, son apenas las 5:00 am y ya estoy de pie, no dormí mucho anoche, me desvelé haciendo unos bosquejos en carboncillo, recojo todo antes que llegue alguien, los vea y le lleven el chisme a mi padre; durante años me ha doblegado el espíritu y aunque hace un par de años no me golpea, temo que desate su ira y lo vuelva a hacer. —¡Sebastián!, espero no tengamos inconvenientes de ninguna clase, es el día más importante en la vida de tu padre —señala mamá en su ya característico tono pasivo-agresivo. —No te preocupes madre, parecerá que no estoy presente. Debo decir, que esta situación me tiene intranquilo, ahora que mi padre es presidente, todos los ojos de los periodistas de chismes estarán sobre nosotros, cosa que me incomoda en demasía. Escucho a mis hermanas cacarear como gallinas buscando sus joyas, llamando a los estilistas y su infinito grupo de asesores de belleza, mientras yo estoy en mi cuarto, solo, como de costumbre, esperando que algo o alguien me rescaten de esta pesadilla. Me baño y bajo a desayunar, todo el mundo está en carreras y nadie nota mi presencia, entro a la cocina a ver qué encuentro de comer, saco algunas cosas de la nevera y me preparo un suculento y enorme sándwich acompañado de un jugo de naranja. A lo lejos veo venir a mi nana Ceci. —Mi niño, déjeme le preparo el desayuno, con tanto corre corre se me había olvidado. —Tranquila sé si ya me preparé algo, no te preocupes y sigue en lo tuyo que por lo que veo tienes mucho que hacer. Mi Ceci es un amor, se podría decir que es mi madre, fue de quien recibí amor, comprensión, consejos y hasta una nalgada cuando hizo falta. La amo, aunque es una mujer sin estudios, la vida y los años le han dado la experiencia y la sabiduría para guiar a un muchacho terco como yo. Me retiro nuevamente a mi cuarto y miro atentamente desde la ventana por última vez el hermoso amanecer que diviso desde aquí, ese mismo que he dibujado tantas veces en mis cuadernos. —Mi niño, —Interrumpe Ceci, quien viene con una bandeja en la mano, —Le traje unos huevitos, cómaselos rápido que ya le traen su ropa. —Gracias mi Ceci, —le respondo mientras le doy un abrazo, ella besa mi frente y sale apurada. Sus desayunos son la gloria para mí. Finalmente, llegan con el dichoso traje, el cual se hizo sobre medidas con antelación, me lo pongo y frente al espejo veo a un sujeto extraño, un niñito rico hijo de político, un niñito de esos que llaman "hijo de papi y mami" un "yupi" todo lo que mi padre quiere que yo sea, detesto lo que veo y sin embargo es como debo lucir, en palabras de mi madre... "no podemos dar de qué hablar". A las 9:00 am salimos de mi amada casa, ya no regresaríamos, por lo menos mientras mi padre gobernara, con anticipación dejé mis cuadernos con Ceci, ella y mi hermana Annette, son las únicas que saben esto, confío plenamente en ellas. Una ceremonia larga y aburridora, como todas las de esta índole, habla el uno, habla el otro, pasan por temas como la honestidad, la trasparencia, y hasta ellos mismos se lo creen... ¡Qué asco me dan! Son los incorruptibles, tal vez, soñé esas conversaciones donde gestaban la compra de votos; sí, mi papá ganó, pero no honestamente y sé que debe muchos favores. Después de horas de discursos, gente hipócrita felicitándonos, homenajes pendejos y demás, llegamos a nuestro nuevo hogar, la casa de gobierno, que por los siguientes 4 años sería mi morada, donde tendré mil ojos vigilándome en todo momento, donde la poca paz y libertad que tenía se esfumarán. Ahora, no sé cómo le voy a hacer para escaparme en las noches.
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