Todo estaba oscuro, por lo que las luces de la camioneta, junto con la luna y estrellas, era lo único que daban un poco de luz. La camioneta se adentró por una gran entrada. Miré a Dominic, quien se encogió de hombros. Adentro, se encontraba una casa enorme y enfrente de ella había un jardín precioso, el cual tenía una fuente y junto de ella había una mesa y dos sillas. - Ven, vamos a sentarnos – Dominic se bajó una vez que la camioneta se detuvo. Agarré su mano y la entrelacé con la mía. El camino para la mesa estaba iluminada con pequeños focos pegados al piso, lo cual generaba un ambiente mucho más romántico. Dominic sacó la silla y me señaló para que tomara asiento. Él se sentó enfrente de mí y puso sus manos arriba de la mesa. - ¿Te gusta? – Asentí. -