Max llegó a la ciudad deportiva del Lions en su Camaro, listo para una nueva semana de trabajo. Aun le estaba costando conducir por la izquierda, así que lo hacía con mucho cuidado. Llegó una hora antes de lo debido, porque sabía que Sammy también lo hacía. Se cargó su bolsa de deporte en el hombro, y tomó en una mano la bandeja que tenía los dos cappuccinos que había comprado en el camino en un Starbucks junto con unas galletas de avena. Él detestaba comprar en Starbucks. Como un orgulloso colombiano, siempre prefería lo nacional, y aunque los granos de café que utilizaban en los locales de Starbucks venían de los campos colombianos, sabía que con comprar en algún local de esos solo estaba apoyando el imperialismo yankee del que tanto se había quejado desde pequeño, pero no es que t