Sammy no quería pensar en que se estaba volviendo adicta a la pornografía, pero...era un hecho. Antes, solamente veía aquello unas tres veces a la semana a lo mucho, y no gastaba más de media hora de su valioso tiempo. Lo hacía simplemente para lo que lo necesitaba: excitarse, masturbarse, correrse y ya está. Pero en la última semana, había visto porno todas las noches. Y ayer específicamente había durado un total de dos horas y media en ese cuento. ¡Dos horas y media! Eso era inaceptable. Incluso había pagado la membresía premium de Pornhub y Brazzers para tener acceso a los vídeos más...intensos. Esos que, si sus abuelos se enteraban de que le gustaba ver, la llevarían a una iglesia para que le hicieran un exorcismo, porque eran vídeos que por cuestiones morales deberían estar proh