El domingo pase el día tomando la temperatura de Megan y la mía, desinfecte la casa y ella me ayudó con su habitación, intentaba resistirme entrar para que tuviera esa libertad de tener todo a su gusto y no forzarla o inculcarla con mis compulsiones, gracias al cielo ella es una niña bastante normal y demasiado inteligente.
–¿Crees que debería ser doctora? –pregunto cuando le quite el termómetro de la boca y verificar su temperatura.
–¿Es lo que tú quieres ser?
Ella parpadeó antes de negar.
–Es que cuando Mimi dice que quiere ser médico todos la felicitan por querer ser alguien importante cuando sea adulto.
–Todos somos alguien importante –le aclaré –. Tienes la temperatura normal, parece que Alex no nos contagió nada, así que puedes descansar y recuerda…
–Tomarme siempre las vitaminas –terminó la frase por mí.
–Eres muy inteligente, pero también tienes que recordar que tienes que hacer lo que más te guste.
–¿A ti te gusta trabajar con la señorita Astrid? –preguntó.
–Me gusta mucho –contesté aunque no fuera cierto porque lo que más me hubiera gustado es ser decoradora de interiores o si tuviera la oportunidad de estudiar ciencias judiciales, pero ya no sé pudo y ahora mi prioridad es ella.
Salí de su habitación y caminé a la cocina a prepararme una limonada caliente y me tomé un antigripal por precaución. En este momento es dónde me siento culpable y pienso que debería ser mejor para Megan, dedicarle más tiempo, ser más cariñosa como dormir juntas, abrazarla, darle besos, sencillamente no puedo; tampoco es que nunca lo he hecho, siempre tomó su mano, le he dado con esfuerzo alguno que otro abrazo cuando es de felicitarla y después de bañarse. Ella no lo pide, pero sé que lo necesita.
*
El lunes como parte de mi rutina me levanté cuatro horas antes, preparé el desayuno, fui a bañarme, me coloqué la ropa de lunes, arregle cada parte de mi cabello rizado, después de casi dos horas, caminé a la cocina, Megan está desayunando y continúe con mis manías y rutinas hasta que salimos en el auto.
–¿Cuándo podemos ver a Alex de nuevo? –preguntó al estacionar el auto afuera de la escuela.
–Primero deberá curarse y luego esperaremos unos días hasta que el resfriado se le vaya –le aseguré.
Escuché un suspiro de su parte antes de aceptar y caminar hacia la escuela, seguro extrañará a Alex estos días, pero no puedo arriesgarme, estuve a punto de llamar a la señorita Harris, mi psicóloga para que me diera una cita antes, acabo de ir hace unos días a la cita programada como parte de los requisitos para tener a Megan; podré resistir un par de día más.
Comencé mi trabajo en la oficina, aquí nadie me habla y tampoco se me acercan, no necesariamente por mis manías, sino más bien porque soy una madre soltera de piel morena; he aprendido a ignorarlos y enfocarme en mi trabajo. Además, me basta y me sobra con que Astrid la jefa sea buena conmigo y pueda ser accesible con los horarios para hacerme cargo de Megan, mis citas al psicólogo y con la trabajadora social que llega cada seis meses a verificar que todo esté en orden.
Estaba archivando una papelería cuando Astrid se acercó a mi escritorio.
–Bety, necesito que vengas a mi oficina.
–Por supuesto.
Me levanté quitándome los guantes y colocando gel desinfectante en mis manos tres veces antes de seguirla a su oficina. Se detuvo un instante en la puerta y me miró bastante seria.
–Está es una buena oportunidad, por favor aprovéchala.
Dicho eso abrió la puerta de su oficina y al entrar no pude evitar hacer una mueca al encontrarme con el chico de ojos negros.
–Elizabeth Pierce, te presento al señor Robert Anderson dueño del bufete de abogados Anderson quien solicita nuestro servicio para la compra de una casa.
–Hola señorita Pierce –me saludó Robert sin intentar extender su mano.
–Buenos días, señor Anderson –devolví el saludo. Mire a Astrid sin entender qué es lo que hago aquí –. Para la compra de las casas es con uno de nuestros agentes, no entiendo para que me han llamado.
–Resulta que la casa es para mi hermana, Elizabeth –comentó Robert –. Y como tú eres su amiga pensé que serías la persona ideal para asesorarme.
–Creo que si le dices a alguna de las agentes que es lo qué quieres, pueden dártelo muy bien –me crucé de brazos.
–Las otras agentes no conocen a mi hermana cómo tú –debatió.
Estuve a punto de responder, pero Astrid intervino en nuestra extraña y pasiva discusión.
–Elizabeth estará encantada de ayudarlo – comentó, luego me miró antes de murmurar –. Después de todo es tu amiga.
–Pero no tengo experiencia en esto, nunca he vendido una casa –justifiqué.
–Llevas el inventario de las casas que han sido registradas y las conoces por medio de las papelerías ingresadas, así que puedes buscar la ideal para tu amiga –me indicó. Aunque sé que esa es más una orden que una sugerencia.
–Aún tengo que continuar con el trabajo aquí.
–Miranda se encargará del trabajo de las papelerías –contestó Astrid.
–Perfecto –sonrió Robert.
–¿Y tengo que ir ahora? –pregunté dando un ligero apretón a mis manos porque esto no es parte de mi rutina y en treinta minutos tengo que salir a recoger a Megan a la escuela.
Astrid estuvo a punto de contestar, pero Robert interrumpió.
–De hecho, yo tengo que regresar a la oficina ahora, así que podemos comenzar mañana si encuentras una casa.
–Por supuesto que la encontrará para mañana señor Anderson.
Robert se despidió y salió de la oficina.
–¿Por qué no me dijiste que conoces a los Anderson? –chilló Astrid.
–A él no lo conocía –encogí los hombros.
–Quiero que dejes todo lo que estás haciendo y busques una casa muy costosa para ellos –me ordenó.
–¿Qué no se supone que debería ser con los gustos que quiere?
–Acaso no te diste cuenta del reloj que traía en la muñeca –señaló –. Busca la casa que le gustaría a tu amiga, pero que sea una de las más costosas.
–Sí jefa –rodé los ojos y regresé a mi pequeño escritorio.
Tuve que ir al escritorio de Marina a entregarle la papelería pendiente, le encargue que hiciera los procesos de la manera más cautelosa y perfecta posible. Debería darle mi escritorio para que continúe con todo ahí, pero Astrid me conoce y permitió qué me quedará en esa pequeña esquina donde me he sentido cómoda los últimos años. Me atrasé un poco y decidí llevarme el registro de las casas y terminarlo por la tarde porque tengo que ir a recoger a Megan.
Al salir me despedí de Astrid quien me pidió que regresará hasta que el trato estuviera hecho y que me pagará como agente estos días además de la bonificación si vendo la casa, creo que ella está más emocionada que yo, aunque realmente lo que siento es angustia de tener que viajar en el carro a lugares desconocidos, espero encontrar la casa ideal y que esto acabe pronto, tengo la sensación de que ese chico lo está haciendo a propósito.
Al salir le pedí a Megan que realizará su tarea en su habitación para que pueda terminar esto, también le mencioné sobre el cambio que tendré estos días para que pueda adaptarse al horario aunque trataré de tener la misma rutina de siempre.