Recuerdos
Mi adorado Henry
Es una tontería seguir separados. No aguanto esta angustia de estar sin ti, aún en la plenitud del campo con el olor de las flores no hago más que extrañarte. Quiero verte y abrazarte pronto. No sabes la alegría que me causó saber que vendrías a buscarme, mi abuelo dice que en cuanto corran las amonestaciones podremos casarnos y ese será el día más feliz de mi vida. Esperare con ansías al tren que te traiga hasta mi. No es fácil todo este aislamiento, pero no se compara a la libertad de poder estar a tu lado.
Con amor infinito.
Julianna S. - 2 de octubre de 1915
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-No, no, y no... – movió su cabeza llena de cortos rizos rubios de un lado a otro hacia su amiga
-¿Pero por qué?. Ya ha pasado mucho tiempo Julia, además es una fiesta enorme no te los encontrarás y veremos a Peter – suspiro – hace mucho que no lo veo
-Ve tú sola Trina. No quiero saber nada de toda esa gente, estoy segura que ellos tampoco quieren saber de mí. Me señalaran y hablaran con los demás a mis espaldas, prefiero no estar en una celebración
-Ya no eres una muchachita, tienes 23 años eres una mujer fuerte e independiente y el tiempo ha pasado. Perteneces a esta sociedad eres una heredera, no una campesina - hizo un ademan para restarle importancia - algunos recordarán lo que pasó, pero ya no serás la comidilla. Sal de tanto trabajo en el campo y con los niños... vamos a esa fiesta ya es hora de que te vean – se acercó a ella y la tomo de los hombros - tú no estás muerta
-Levantó la barbilla con orgullo y sus ojos se humedecieron un poco – no, no lo estoy es solo que...
-Ellos no harán nada, no lo han hecho en todo este tiempo y tienes con qué enfrentarte al mundo en algún momento. Tu abuelo te dejo bien protegida, además quería que regresaras – juntó las manos en suplica y compuso en su rostro esa mueca que siempre funcionaba con intención de manipular - acompáñame por favor, ven conmigo
Suspiró y cerró los ojos con fuerza. Sabía que ella tenía razón no podía permanecer apartada del mundo de por vida y aunque podía hacerlo la voluntad de su abuelo era que regresara. Ya no tenía miedo o eso creía. Solo le daba la impresión que su primera aparición en un baile de gala era excesivo, aun así accedió.
Trina dió saltos por toda la habitación y comenzó a parlotear sobre vestidos y zapatos, peinados y alguna otra frivolidad, mientras que ella sólo miraba por la ventana el espléndido cielo azul de primavera. Poco a poco comenzó a sentir de nuevo esa sensación, ese temor, ese rechazo que antes la había llevado a la depresión junto a su profunda tristeza y se frotó los brazos. Con su regreso tenía que enfrentar a las mismas personas que antes formaron parte de su círculo, su vida diaria, la única que conocía antes de auto recluirse en el campo en una de las casas de verano de los Callahan, ahora una de sus posesiones. Inglaterra era muy grande y agradecía ese espacio para esconderse de ese mundo, el mismo que la había vencido hacia unos años atrás con sus incesantes habladurías difamadoras. Volvería, y sí, tenía que hacerlo tarde o temprano. Se tragaría su orgullo y caminaría con la frente en alto. No hizo nada malo, no le debía nada a nadie. Se repetia las palabras que siempre le decia su abuelo para animarla. Era una mujer hermosa, dulce y dedicada. Ya no más la niña ilusa y rebelde, ya no más la que creía que el amor lo puede todo y más.
La realidad era mucho más cruel, las personas eran crueles. Prefería rodearse de niños dando clases de historia y geografía en la escuelita del pueblo, habia descubrierto lo gratificante que le resultaba hacia mucho tiempo. Atendía la granja y a los animales con cariño, había decidido acostumbrarse a esa vida, a esa paz que tanto necesitaba y se aferró a ella por mucho tiempo. No estaba completamente sola, los Hobs, una pareja mayor de sirvientes de toda la vida de su abuelo la acompañaban y ayudaban. No era de esas que debía estar rodeada de servidumbre y a pesar de heredar todo de su abuelo materno vivía con sencillez, teniendo una sonrisa para todos. Le gustaba caminar por la orilla del lago cuando caía la tarde y se sentaba a observar cómo se desvanecía la luz del sol entre naranjas y violetas, aunque los primeros años allí por la noche llenara su almohada de lagrimas su corazón fue sanando a pesar de que nunca podría olvidar.
Cinco años habían pasado y entre ellos hacia ocho meses la pérdida de su abuelo. Fue un golpe que la llevo a olvidarse de volver y recluirse aún más del mundo más allá de los prados y el pueblo. El único pilar que la sostenía se había ido, creyó hundirse en la soledad, pero descubrió que a su alrededor había gente que la quería y se encontró de pronto devolviendo ese cariño, pertenecía a ese lugar, sobre todo con los niños del pueblo que la llenaban de abrazos todos los días y con su inocencia le devolvieron la fe.
Con la herencia de su abuelo llegó su última voluntad. Él le había abierto los brazos cuando ellos le dieron la espalda condenándola, la consoló, cuido de ella cuando Henry se fue haciéndola pedazos y la alentó a seguir adelante. A su vez Julianne le dio alegría a sus últimos años de vida, tenía una enfermedad pulmonar desgastante que al fin se lo llevó no sin antes dejar casi todo en orden.
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Mi hermosa niña
En este momento debes sentir que te has quedado sola, pero no es así. Eres un ser maravilloso que se hace querer, abre tu corazón, mira a tu alrededor te has aislado por mucho tiempo y no pude convencerte de volver. Alegabas una y otra vez que te necesitaba más que cualquier persona en el mundo y no te mentiré así era, pero fui egoísta quería que te quedaras conmigo no sólo para protegerte también para no sentirme solo. No logre protegerte de ti misma, almacenaste tanto dolor por tanto tiempo como si fueras culpable. Mi niña siempre fuiste la luz de mis ojos, aunque no me veas estaré cuidando de ti y por ti quiero que regreses, quiero que seas feliz, que consigas un buen hombre que te ame y crees tu propia familia. No descansare en paz sabiéndote escondida en este campo, eres mi heredera que el mundo no sólo lo sepa, que lo vea. Recupera tu lugar en la sociedad y sé fuerte. Está todo dispuesto con Newman para que junto con la noticia de mi muerte se anuncie que mi única nieta Julianne Stanton Callahan es mi heredera universal. Agradezco a Dios por cada día que pude tenerte a mi lado, por cada sonrisa que me regalaste y por cada regaño que me gané mientras cuidabas de mi enfermedad. Siempre estaré a tu lado.
Gastón L. Callahan - 5 de octubre de 1920
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Llenó una maleta de vestidos sencillos con la desaprobación de Trina. Aún vestía de n***o y se negó a dejar el luto. No era necesario, pero Trina sabía que su tristeza así se exteriorizaba. Al final se encogió de hombros agregando que saldrían de compras al llegar a Londres y la convencería de dejar el luto. Debía actualizar ese armario tan desfasado y poco digno de la heredera de Gastón Callahan.
Se despidió entre lágrimas de todos prometiendo volver de visita un tiempo y les escribiría una carta por semana a los Hobs. Después de subirse con esfuerzo mental al tren, Trina le dijo que se alojaría en la casa de sus padres exponiéndole un itinerario de paseos y compras hasta la noche del gran baile londinense al que asistiría la sociedad importante de Inglaterra. No dijo ni una palabra en oposición, había viajado cada año para pasar un mes con ella dándole su apoyo como su mejor amiga desde que fueran unas niñas y estaba feliz de haberla convencido de volver esta vez así que no la sacaría de la idea le tenía mucho cariño.
Al bajar en la estación central restregaba sus manos cubiertas de unos finos guantes de encaje negros y miraba de un lado a otro. De pronto la tomaron del brazo y de un salto giro para mirar a un hombre al que no veía desde el funeral de su abuelo. En un principio no lo reconoció envuelto en tanta ropa, pero sus ojos y su sonrisa lo delataron lo conocía muy bien desde niña. Era su amigo, como un hermano y con una amplia sonrisa la abrazo fuerte entre tanto ella asimilaba estar juntos otra vez en Londres.
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Mi querido y estimado Duque Froy
Me alegra el corazón inmensamente el nacimiento de tu segundo hijo. ¿Cómo está Vivián?. Hace tanto que no te veo, lo sé ha sido culpa mía, pero no quiero que comiencen a hablar nuevamente sobre nosotros. Me hace feliz recibir sus cartas, el dibujo de la pequeña Cristie está enmarcado en la biblioteca. La razón por la que te escribo esta carta es para hacerte saber que me encuentro muy bien de salud. Trina me ha convencido de volver a Londres, de hecho ella cree haber hecho todo el trabajo, la verdad es que hace tiempo que busco la excusa para volver y enfrentarlos a todos. No es cierto. Mi abuelo lo dispuso entre su voluntad de heredarme todo y yo le di largas hasta ahora, temo volver a verlos no te mentire sobre todo a ellos. Sé que asisten al baile de gala así que pensé que sería grandioso... No, tampoco es cierto, más bien espero que sea aceptable asistir. Sin más preámbulo llegare el próximo martes, salgo en el tren de las 16:00 los quiero muchísimo a los cuatro y muero por verlos.
Tú caramelito Julianna. – 20 de Junio 1921
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-No abras los ojos... Solo canta esa canción que tanto me gusta y confía en mí yo te guiaré – su voz era dulce y cubría sus ojos con sus manos conduciéndola por un amplio jardín
-Con una risilla un poco infantil colocó las manos sobre las suyas y comenzó a cantar una suave melodía, la canción que a Henry tanto le gustaba - Tal vez es intuición... Pero hay cosas que no se preguntan...Como en tus ojos, veo mi futuro en un instante...Y aquí va, Pienso que encontré a mi mejor amigo...Se que eso puede sonar ...Mas que un poco loco...Pero creo que... Sabia que te amaba antes de conocerte...Pienso que te traje a la vida desde un sueño...Sabia que te amaba antes de conocerte...He estado esperando toda mi vida...No hay rima o razón...Solo el sentido de que estoy completa...Y en tus ojos, yo veo...Las piezas perdidas que estoy buscando...
-Continuando la canción descubrió sus ojos llenando el silencio con la melodía - Y pienso que he encontrado mi camino a casa...Se que puede sonar...Mas que un poco loco...Pero creo que... Sabia que te amaba antes de conocerte...Pienso que te traje a la vida desde un sueño...Sabia que te amaba antes de conocerte...He estado esperando toda mi vida
-Frente a ella estaban las rosas más bonitas que había visto todas en flor formando un círculo al rededor de una pequeña fuente de mármol de donde se apoyaba un ángel, la vista era simplemente hermosa. No necesito saber que él las había plantado allí, era su pequeño proyecto del cual le había hablado y no lo dejaba ver hasta estar terminado
-Son todas para ti – le susurró al oído – algún día, el día en que seas mi esposa estas adornarán cada rincón porque es nuestro destino y te amo, florecieron por todo el amor que siento por ti
-Giro para ver su rostro, su enorme sonrisa y sus inquisidores ojos azules y lo abrazo. Lo miro de nuevo y delineó su boca con sus dedos – algún día, algún día Henry – y fue una promesa.
El pensamiento terminó con un parpadeo de sus ojos nublados de recuerdos después de cinco años volvía a Londres. Por la ventanilla del lujoso auto las calles repletas de gente se lo confirmaban, había dejado el campo decida a enfrentarse a su presente no huiría más del pasado. Estaba decidida formar parte del mundo que conoció antes, antes de que todo tomará otro rumbo. La mano de su amigo se posó sobre la suya y ella le sonrió, iban directamente a la casa de los Benett con los padres de Trina. Suspiró y el camino tomo rumbo hacia una calle empinada para dar paso a el portal de hierro con una enorme B.
Los padres de Trina eran evidentemente unos soles. Recibirla en su casa como si el tiempo no hubiese pasado y con tanto cariño como siempre alejo sus temores del rechazo, le prometió a Froy que iría a ver a Vivián y a los niños mientras Trina soltaba sobre ellos aquella lista de itinerarios acordando la visita para dentro de un par de días. Él la miro como si aún fuera una niña y despeinó su corto cabello n***o, eso le trajo recuerdos porque Trina hizo lo mismo que hacía entonces, sacó su lengua molesta y puso los ojos en blanco. Frente a el pequeño espejo del salón recompuso su peinado y le dijo que según ella debía modernizar el armario, sobre todo para visitar a el Duque y su familia.
Trina Benett siempre pensó que Froyland Kensington Duque de Portland había sido un chico lindo y ahora era un hombre muy apuesto, gallardo y elegante. Su amiga debió de verse simplemente espectacular a su lado en el altar, sin embargo eso no ocurrió y a pesar de todo ellos seguían siendo amigos. Era algo que nunca entendió por completo y que Julia no quiso explicarle, con el tiempo dejo de insistir y no le dio importancia. La conocía y creía en ella, a él también, a ambos los quería muchísimo y aquel escándalo le dolió como si hubiese sido a su propia familia. Él había viajado un par de veces a visitarla con su familia y se tenían mucho cariño, la trataba como si fuese su hermana querida y ella hacía lo mismo, despues de todo esa historia había quedado en el pasado.
Al día siguiente las compras no se hicieron esperar. Se encargó de vestirla como si fuese una muñeca, eso sí, ella le dejó claro que por el momento no dejaría el luto aún no pasaba el año y la verdad era que no se sentía lista para hacerlo. Aceptó por supuesto con la condición de que los accesorios fueran dorados, el n***o era muy elegante y habían cantidad de vestidos hermosos en ese tono, accesorios de todo tipo según la moda en dorado, plateado y blanco, redecillas para el cabello y cintillos de diamantes que caían con unos arreglos de hojas y plumas a un lado de su cabeza. Ella sonreía apenas y se dejaba guiar, no tenía ni idea de la última moda en Londres ni tampoco le entusiasmaban las compras. Según su amiga estaba preciosa, incluso llegó a comentar que probablemente conseguiría montones de pretendientes, aunque le advirtió en broma que más le valía que ninguno fuera Peter.
De paseo la miraban solo pocos de reojo y otros muchos le sonreían con una inclinación de cabeza. Tal vez había paado tanto tiempo que no la reconocían. Ellos no tardarían en saber que estaba allí, se lleno de valor alzó la barbilla y camino con frío orgullo, no había hecho nada reprochable en su vida, aunque hubiese parecido lo contrario. A pesar de que se había acostumbrado a andar libre en el campo allí se obligó a tomar las formas aprendidas con caminar pausado y mirada altiva. No agacharía la cabeza ante nadie y sin quererlo realmente estaba predispuesta, sin sonrisa, ataviada elegantemente de n***o con una piel encima y zapatos de diseñador de tacón marcaba la distancia de los grupos de gente. Su cabello rubio dorado se ondulaba enmarcando su rostro y en su cabeza una brillante cinta cruzaba su frente atando sus rizos en una pluma negra. Su boca estaba pintada de rojo, apretaba los labios cuando se cruzaba con una mirada conocida y sus enormes ojos verdes se hacían más intensos, pero a primera impresión nadie parecía recordarla, aunque los rumores corrían más rápido que Trina por todas las tiendas de la ciudad.