XV

2620 Words
Murphy. El ancho pilar del vestíbulo me cubre el cuerpo, la pijama de satín está sucia y desgarrada, mis pies desnudos se resbalan sobre el mármol pulido. Mi cabeza sobresale entre el pilar y regresa con rapidez a cubrirse con los disparos que me hacen retroceder y acomodarme a la anchura del pilar. Las munisiones se acabaron hace unos segundos y Glev está en siguiente pilar junto a Rose. No soy, no somos tontos, a esta altura el edificio a de estar rodeado. Con el Boss en colombia y Gio junto a él, little garden parece un lugar nada seguro. Mi cabeza da vueltas buscando salidas, opciones o alguna mierda que nos saque de este lugar. Repaso mentalmente los planos del lugar y no encuentro una salida más segura que las escaleras que están a mi lado derecho, podría inmiscuirme hacia ella, Pero eso implicaría abandonar a Rose y Glev. —Papillon —escucho una voz seca, ronca, rasposa y me quedo helada, el colarazon, no me retumba, se estremese en mis oídos. —¿Voulez-vous sortir et parler? No respondo, quiero fingir que no reconozco esa voz. —¿Ou préféreriez-vous que je vous emmène dans la salle arc-en-ciel? No quiero, no de nuevo. Los disparos se entierran en el mural de piedra tallada al frente mío, algunas se impactan contra el pilar que me cubre dejando hoyos y empiezo a temblar. Puedo sentir la mirada de Rose sobre mi, esa mirada, esa mirada que siempre me lanzan ellas, ellos, cuando necesitan que despierte y de la cara por todos. No puedo, las articulaciones me están fallando. Entonces... ¿Vino por mi, como lo prometio en aquel lugar? No quiero. No quiero. No quiero. La bilis se me sube a la garganta, y si tenía algún rastro de licor en mis sistemas se esfumaron, la voz ronca sigue en mis oídos raspando las paredes de mi elocuencia. ¿Por qué está aquí? ¿Por qué hoy? ¿Dante? No, ¿Lya? Las últimas conversaciones que tuve con ellos se pasea por mis oídos. Me reclamo, como siempre lo hace, Pero está vez fue diferente, más lúgubre y llena de un tono sutil y desprecio que dirige hacia mi desde hace unos años. ¿Me abandono, el idiota de Dante? ¿Dejo de cubrirme las espaldas?... No creo... Esto, mi vida, es un capricho para él. ¿Está enojado por no haber ayudado con Federico? Definitivamente debe de estarlo, Pero al grado de dejar en libertad a Cipriano. O... Es Lya, me vendió a Cipriano. Empiezo a golpear las paredes de mi mente intentando salir del bloqueo nervioso en el que estoy. Sin importar como, lo único importante aquí es que... Solo hay metros de distancia entre Cipriano y yo. Metros, metros que puedo jurar que se desvanecen a cada segundo. Paso saliva y la boca se me seca. Si me atrapa... Si me atrapa volveré a aquella esquina oscura. Volteo hacia Rose y veo un matiz de alivio al ver que no me perdí en los pensamientos. Me hace señales para que vaya por las escaleras y niego. No la dejaré sola. "Hazlo" El lenguaje de señas siempre fue la manera más fácil de entender, de entendernos. "Ve por ellas... Las dos" Paso saliva y arrugó las facciones girando con rapidez hacia las escaleras. No digo nada, solo me lanzó hacia mi izquierda, por mero impulso volteo a ver al hombre parado con elegancia entre los antonegras que disparan en mi dirección, una sonrisa... Una sonrisa maquiavélica le curva los labios y puedo ver como dice mi nombre sin emitir ningún sonido. Es como si me estuviera diciendo que no puedo escapar de el para siempre. Y me grito internamente: ¡Lo se!. Se que no puedo, que tarde o temprano tendré que regresar hacia él, hacia el brillo de sus orbes, ese brillo repulsivo que se iluminaban al verme recostada sobre aquella esquina oscura. No hoy. No hoy. No hoy. Pierdo equilibrio al llegar al primer escalón y termino estrellandome contra los escalones uno tras uno y al tocar el final de la escalera me recompongo olvidando el dolor que me azora la columna y el rostro, algo tibio me baja por la nuca y posiblemente sea sangre, pero lo ignoro. Corre, corre. Con desesperación, con ímpetu... Con miedo. Me detengo cerca de la habitación que da al final de la ventana decorada con mosaico, un impulso oscuro me llena por querer lanzarme y esconderme entre la negrura que se desvanece por el amanecer. Niego. No sin ellas. No sin Ru y Sasha. Respiro y golpeteo mi pecho haciendo reaccionar la caja torácica que sigue petrificada. No seas cobarde, sigue, camina hacia el estacionamiento. Echo andar con suavidad, con tenacidad como un lobo sobre la nieve cuando intenta cazar a su presa, silencioso y mortal. Hago lo que hago mejor, planear, planificar, observar y manipular. Dos a mi derecha y tres de frente. Doy un paso y el mármol rechina al dar un trastavillo con la sangre que me rueda como serpiente en el cuerpo. Mierda, me examinó, a mí, y al rastro de sangre que dejo. Se escucha una apertura a mi espalda seguido de un silbido cantado con cierta melodía que me hace querer vomitar y no dudo al girar sobre mi cuerpo y enterrar el puño en su torso haciéndolo caer, lo veo desde arriba, un hombre robusto con tatuajes italianos, suéter y camisa oscura, con botas altas. No dudo en trabar el talón en su cuello. Dejo escapar el aire en mis pulmones al verle el rostro, no es él, por suerte. Ser precavida es de inteligentes, es por eso que mantengo la presión hasta quebrar su cuello, asegurándome que no se levantará aún si le doy la espalda. Su cuerpo, lo examino. Solo un revolver y una daga, en éste caso la daga me sirve más. Rasgo un pesado de su suéter oscuro haciendo un curetaje improvisado sobre la cabeza ensengrentada. Duele, arde y me sofoco con el calor de la herida. Rose... Rose... Rose. Niego, está bien, ella estará bien, me adentro en la primera habitación que encuentro con ventanas y abro el armario y me aseguro de dejar un charco de sangre en el, luego me aparto lanzandola una sabana blanca sobre el mármol pisándola para no dejar rastros. La dejo caer por el vacío cuando salgo por la ventana y me pegó a la pared. Estudie con cuidado los planos del little garden y si no me equivoco la cosina a de estar dos ventanas después de aquella habitación. Suspiro al ver que es así. La cocinera casi me estrella la sartén en el rostro al verme entrar por la ventana. —Hay dios señorita... —le cubro la boca con las manos llenas de sangre seca. —Silencio —le advierto —Las niñas ¿Dónde están? —señaló el pasaplatos y luego el camino al estacionamiento dándome lo que quiero. La miro con cuidado, podría dejarla ir, vivir y probar suerte al no ser capturada por Cipriano Pero... Pero sería arriesgarme y no quiero, el cuchillo se le clava sobre la parte baja de la mandíbula y la sostengo antes de que caiga sobre los muebles ruidosos. —Perdoname. Sigo el camino hasta el estacionamiento y me quedo quita sabiendo lo que ya sospechaba, la puta cocinera debió abrir la boca antes de que yo llegara, no hay nada, solo un silencio y la colección de autos de Gio, el llavero está completo, y solo falta una de las llaves. De pie junto al Bugatti Veyron oscuro está mi pesadilla, aquel que mato en mis sueños y maldigo al despertar y saber que solo es un sueño. Relentiso los pasos cruzando entre los autos de colección. Sus labios están unidos en una U muestras cantarea la melodía que me torturaba todos los días, aquella misma que canto el robusto hombre antes de quebrarle el cuello. Deja escapar una sonrisa divertida mientras sus ojos avellana, me recorren el cuerpo. Desde los pies descalsos, hasta la blusa de pijama de satín manchada de sangre. —Belle comme toujours, avec ce charme très... exigeant. Empiezo a sentir asco de mi propio cuerpo, el acento francés es una burla para su sangre italiana. —¿Creí que estabas en prisión?. Me esfuerzo por reír aún si el cuerpo me tiembla bajo la piel es una desgracia dejar ver el desastre que su presencia provoca en mi. Es como darle las riendas a mis pesadillas continúas. Su porte, elegante y oscuro, traje oscuro, corbata oscura, todo en él es... Horrible y detesto que me haya contagio a mi. Su cabello oscuro ya vislumbra canas y hay más arrugas en ese rostro de las que recuerdo. Encoge los hombros con las manos sobre los bolsillos del pantalón de tela. —Estaba, Pero mi querido hijo está enojado y me dejó en libertad. Se me contrae el estómago, con la declaración. Está... Están jugando conmigo, ambos, juegan a ver cuánto aguanta mi perseverancia por vivir. Confirmo mis sospechas al ver está sección del little garden vacía, solo el y yo y su estúpida sonrisa llena de sadismo. Echa un vistazo a la habitación como si estuviera juzgando su aspecto —Crei haberte escuchado decir que este ya no era tu hogar —no juzga la mansion, sino el país. —Dije muchas cosas para mantenerme a salvo —sus ojos dejan de ver las paredes blancas para rodar hacia mi con brusquedad, el enojo marcado en esos orbes me encoge aún más. ——Si, lo recuerdo —dice dando un paso hacia mi —Pero hiciste muchas otras cosas. El cuerpo no me responde, no cuando solo menos de un metro me separan de él. —Pusiste a un padre e hijo a luchar por vivir. —¿Yo? —hablo con la poca seguridad que me queda —No lo hice, fuiste tu contra tu propia gente. Otra risilla más asquerosa que las anteriores —Cierto —se aleja un paso —Y no te temblo la mano al traicionarme y aliarte con el cuervo de Charles. Niego —Lo unico que viste fue tu propia seguera al creer que te era leal, yo jamás te di mi lealtad. —Pero lo demostraste, demostraste lo que querías —da otro paso hacia el Bugatti abriendo la puerta de aquel auto. Tres zancadas grandes, llenas de ansiedad me ponen frente a él cerrando la puerta que se abrió solo unos centímetros. No las toca, no las ve, no mientras esté presente, no mientras estén bajo mis alas, no mientras juré proteger a Rū, no mientras le di mi palabra a Caesar. Lo fulminó con la mirada. —Vamos pequeña niña —ronronea —¿Le diste tu lealtad al boss —escupe con odio —Al miserable que te dejo en mis garras por capricho?. —No vas a jugar con mi mente... —¿Jugar? —se ríe apartando la mano del auto —Si lo sabes verdad. Su voz, su forma de continuar el cuello y esa expresión llena de burla... Está por decir, rebelar algo que está o estuvo oculto. —No quiero oírlo, estuvo y está en el pasado lo dejé atrás hace años... —Pequeña, tu padre el honorable anterior Boss de tu clan, ofreció una alianza con los Kozlov para asegurar que el poder siguiera en sus manos y cuando yo te atrape en mi jaula. Su mano buscó mis mejillas, el intento por apartarme queda lejos cuando sujeta mis mejillas con tanta fuerza que me lastima. Desvío la mirada evitando el contacto visual y un tirón me devuelve a ver los orbes llenos de furia interna. —Tu padre pidió que la alianza fuera de sangre, una unión entre el mayor de los Kozlov y su hija favorita —insinuó mirando mi cuerpo —, eso hubiera puesto a todos los rusos a buscarte, — resopla y su aliento me muerde el rostro —¿Sabes que dijo Caesar Kozlov? —No quiero... No quería saberlo, es pasado... Pasado. —Dijo: Prefiero acabar con los Orlov antes de casarme con una de ellos. El aire se me escapa, no por lo que está diciendo, sino por qué... Por qué al final lo logro. —No es eso lo que ha estado haciendo ¿Cuántos le son leales a tu apellido ahora? ¿Dónde está tu hermosa hermana? ¿Y Newton? Lo miro a los ojos con furia, con aquel sentimiento lleno de odio al escucharlo pronunciar su nombre. —Le has preguntado a tu precioso hermano todo lo que ha vivido durante su tiempo en la bratva. No, no lo hice. —Le eres leal a la bestia que te está matando con el veneno más mortal de todos. —No es cierto. —¿Que no es cierto? Enviaste a Newton lejos de Charles, de mi y lo enviaste a la cueva de la bestia, tantos años de sacrificio y protegerlo y... Que lastima debe de ser saber que te equivocaste que fracasaste al protegerlo. El coraje, la impotencia y ese... Odio, aquel que me hizo levantarme cada vez que me sentía sobre el abismo me hace levantar los escudos, aquel bloqueo emocional que había olvidado al llegar a Rusia. Rose tenía razón, no quería hacer nada, tal vez tenía la esperanza de tener un poco de paz, y aquí frente a este malnacido vuelvo a recordar que sigo de pie en esta guerra por mi, por la malnacida que puedo llegar a ser también. Las uñas se entierran en su piel cuando sostengo su brazo —Quieres fingir ser mejor que él —hago presión y sus orbes se llenan de juego o más bien de diversión —Eras tan fácil de convencer, eres, —repongo con furia —Sigues siendolo, crees que puedes doblegarme, te haré besar el suelo si te atreves a pensar que soy aquella niña a la que intimidabas con tu presencia. Suelta la burla llena de una carcajada —Sigues siéndolo pequeña mariposa. Le devuelvo la sonrisa —Y si una niña te hizo daño, te hizo inclinarte y rogar por atencion, que hará esta versión adulta, que soy capaz de hacer si te metes con los míos. Lo empujó con fuerza y no contempló nada al sacar el arma detrás de mi, apuntando y lanzando los disparos que hacen que el viejo frente a mi se arrodille y en menos de un segundo ruede a esconderse entre los autos. La puerta del Bugatti se abre me deslizó sobre aquel asiento encendiendo el rugido del motor que me vibra en la nuca adolorida. —Atras y agachadas —giro a decirle a las dos niñas que me obedecen. Retrocedo golpeando a los dos autos y en medio del pánico también siento la reprimenda de Gio al ver su colección derruida. Tomo la entrada y el auto es tan rápido que me lleva a la salida llena de adoquines, dejo la mansión atrás y noto por los retrovisores que no me siguen, más dos kilómetros adelante hay una tira de púas extendidas sobre el asfalto y me obligó a frenar; las llantas rechinan soltando humo. Me sostengo al timón con fuerza mientras el corazón me late en los oídos, fuerte, abrazador y desatado. —Estan bien. —Si —la hija del boss está sobando su mano, pero Ru está tranquila. ¿Quien dejó esto aquí? Cipriano. No creo, el horizonte desde su lado esta vacío y giró a ver el otro horizonte de la carretera donde unos autos con luces alumbran luces parpadeantes de rojo y azul. —Mierda. CONTINUARÁ...

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