IV

3584 Words
MURPHY. El aroma a café impregna el pequeño departamento donde me estoy alojando temporalmente. Los rayos opacos del sol se filtran por el ventanal y agradezco a los dioses por un día cálido en esta tundra cuidad gélida. Termino de tensar los cordones de las botas y amarro con un nudo fuerte. Me estreso buscando mi abrigo. Mis pertenencias todavía no han llegado a Rusia y debo ponerme lo poco que traje en la maleta. —Huele bien —habla el hombre recostado en el umbral de mi alcoba —¿No invitas el desayuno? Observo su desnudes mordiendo mi labio «pecado visual» —No comeré, voy tarde y Gio es muy estricto con la hora —me pongo de pie acomodando la gabardina —No querrás que sepa que te metes en la cama de su sobrina ¿Verdad? —No se enojará si sabe que voy en serio. Lo miro y ruedo los ojos —Sabes que no busco… —Una relación —responde por mí —Pero puedes cambiar de opinión. —No lo creo —paso a su lado, tomo las llaves de la moto y el hombre a mi lado me pasa el casco. —¿Vendrás por la noche? —pregunta —Digo, nos veremos hoy. —Hoy me quedaré en little garden, acabo de regresar —le informo —Estoy bajo supervisión. —Bien —me dice con una sonrisa de lado —Nos vemos en el trabajo. Salgo del departamento, ¿Una relación? Me río de la idea. El cielo se caería a pedazos y los demonios entrarían al cielo si fuera capaz de sentir algo como el amor. Acomodo los guantes de cuero y cruzo la maleta en mi espalda, el conserje corre con apuro cojeando de una pierna. —La estaba esperando —me hace saber —Necesito su firma para el contrato del departamento —estira los papeles al aire. Los firmo rápido para poder irme, saco el teléfono y envío el dinero del depósito para tres meses —Ya envié el dinero —afirmo encajando el casco en mi cabeza. El motor ruge espantando al conserje —Le haré saber si deseo cancelar el contrato. Amago el rugir para avanzar y él me detiene algo preocupado —Señorita, el depósito no puede ser reembolsado. —Lo sé, —me detengo esperando que el portón de la residencia se abra para mí —Puede quedarse con el depósito si llego a cancelar. Las calles de Moscú están poco transcurridas, el tráfico es ligero y provoca que llegue rápido al little garden. Hay un tumulto de personas en la entrada de dicha mansión. La Bratva tiene territorios por toda Rusia, Pero, se puede decir que tiene cuatro fortalezas y más de quince trincheras alrededor del país, sin mencionar las fosas y el distrito rojo. El palacete es el hogar de los Koslov, en ese lugar vive el boss y su familia. Recuerdo haber visitado dicho lugar unas cuantas veces con mi padre, también recuerdo a mi yo niña, soñando con vivir en esas paredes como una princesa. «Cosas de niñas tontas» Los jardines y franjas son el nombre de las bases que rodean al palacete. A un kilómetro o dos hacia el norte, esta high garden, un kilómetro al sur, Little Garden, kilómetro al este, la Franja derecha y del otro extremo la franja izquierda. Son más de 200 hectáreas que componen el territorio de la bratva, espacio donde ningún ciudadano, político u oficial se atrevería a entrar sin un permiso o invitación. La bratva controla la mitad de los medios y dos cuartos de la economía del país. Lavan dinero en las empresas asociadas y tienen comprada media ciudad. La bratva lleva en el negocio de las armas desde los soviéticos, tienen colección de armas únicas en el mundo y es una de las fábricas más funcionales de armamento militar. Las conexiones con el gobierno y el ejército disfrazan dichas armas como legales. Las armas, fusiles, granadas y demás, se crean en las fosas y se almacenan en las trincheras. Puede que parezca difícil de sostener, pero la bratva es casi un imperio dentro de un país. —Llegaste —me abordan por detrás. —¿Ròse? —pensé que la reintegraron en High Garden —¿Te volvieron a reubicar? —No, vine por encargo del Maxi —me dice entrado conmigo a la fortaleza —Quiere que Giovanni hable con el Boss. Supongo que todos desean lo mismo. —¿Qué? Es tan cobarde que no puede hablar personalmente con el Boss. —¡Murph! —reprime en un regaño —Maxi es un Vory V Zakone, no lo olvides. Estoy al tanto, pero no quita que sea un cobarde que se mea en los pantalones cada vez que debe hablar de frente. Newt está junto a Allessa fuera de la oficina de Gio —¿Quién está dentro? —cuestiono. —El consígliere de los Cassano. —contesta Newt. Entonces Dante envío a su asesor. Supongo que no quiere una guerra entre clanes. Ahora entiendo por qué todos están reunidos en little garden cuando deberían estar en sus funciones. La verdad, no sé si deba involucrarme en estos asuntos, ya tengo suficiente con todo lo que cargo en mis hombros. —Murph ¿Te quedarás en High Garden? —pregunta Allessa —¿O aquí en Little Garden? Niego con cabeza —Rente un departamento a un kilómetro de aquí. —¡¿Qué?! —se altera Newt —Nada de eso, te quedarás en los terrenos de la bratva. La bratva suele darle terrenos a sus miembros, en un lugar llamado la villa. —No inventes Newt, —me quejo —La villa está a dos kilómetros en carretera. —Entonces, quédate aquí. Intento reprochar y me detengo cuando la puerta se abre dándole paso al Consígliere que me observa con ojos Juzgones. —Murphy —saluda antes de cruzar el umbral. —Cuanto odio a ese tipo —se queja Ròse. —Dos minutos tardes —reprocha Gio al verme —Estás a mi merced mocosa y a mí, me llegas a tiempo. Lo ignoro entrando a la oficina —Llegue hace cinco minutos y tú estabas tomando té con tu amigo el consígliere. —De amigo, nada —se defiende —Los Cassano entregarán a Federico —espeta. Me detengo en seco. —¿Qué? —Ya escuchaste —sale de la oficina reprendiendo a todos los que están fuera —Que pasa con estas ratas, creen que la bratva se mantiene sola. —Son tu gente, trátalos bien. —pide Ròse. Yo diría que la única persona que puede soportar a Gio es Ròse. Incluso Newt salió huyendo. ¿Estoy pasando por alto algo? No. Estoy segura de que Dante afirmó no entregar a Federico ¿Por qué cambio de opinión? —Murph ¿Irás con Giovanni al juicio? —Si —contesto, me desagrada la idea, más debo hacerlo para poder integrarme en la bratva —Quieren que declare. —¿Ya decidiste dónde quieres que te ubiquen? —me pregunta Gio cambiando el tema— ¿O escojo yo? —Escoge tú —le regreso —No importa siempre y cuando me mantengas alejada de las fosas y las trincheras. Lo pongo a pensar —En el palacete, tal vez —me dice y me ahogo con mi propia saliva —Es un lugar perfecto para un Orlov. —No —me opongo —No quiero hacer los mandados del boss. —Eres una Krysha —sustenta —No harás mandados —afirma —harás lo que haces mejor. —Matar —espeto —O ¿Manipular? —Ambas cosas —me mira como si estuviera viendo a un demente —Pero si te opones, puedes quedarte aquí y aprender el oficio de un Vory. —Jamás —sostengo —Déjale eso a Newt. —Entonces, ¿Irás al palacete? — pregunta y asiento sin ganas —Perfecto —se pone de pies —Iremos a High Garden —me informa. No me opongo, sé muy bien que mi regreso deja mucho que desear a los miembros de mi organización. La bratva actual se compone de la unión de tres organizaciones, los Koslov, los Orlov y los Sokolov. Eran enemigos en un pasado, Pero se unieron con intereses en común, mi apellido es importante porque representa a un alto clan en Rusia. Rectitud, lealtad, honor y fuerza: crecí con esos ideales, me los impusieron hasta el cansancio y cuando pensé haberlo superado me regresan a este lugar con grilletes tan pesados como mi apellido. —Por favor, se una buena chica —me pide Gio —Compórtate, sí. —No me hables como una niña —me molesto —Si quieres que me comporte, hazlo tú también. —Eres una niña, solo tienes… —Tengo 23 y para que lo sepas, ya me cogieron de… Se cubre los oídos con dramatismo —No quiero escuchar cuántas vergas debo cortar. —Siempre tan dramático —se ríe Ròse —Que harás cuando Murph se case. Ambos la miramos con escepticismo —Eso no pasará —sentencia Gio —Y si pasa, debe de ser un hombre respetable ¿Entiendes? Si supiera que me acuesto con un boyevik, se muere. —¡Suficiente! —los hago callar —No quiero hablar de estas tonterías —me coloco los auriculares. ¿Enamorarme? No creo poder cumplir con eso, creo que tengo un bloqueo emocional bastante fuerte. Bueno, agradezco tener una hermana mayor, odiaría ser obligada a casarme con… —Gio ¿Qué pasa con Keila? —me quito los audífonos para hablar —El trato con los Koslov sigue en pie ¿No es así? Gio suspira profundamente —Keila no está lista para el puesto de koroleva. —¿Cómo que no? —cuestiono —Lleva años entrenando para ese puesto. —Y… Aún no está lista. —¿Quién dice eso? —Todos. Para que Gio ponga esa expresión de desagrado, Keila debe de ser un desastre. Que tan difícil puede ser… No es necesaria una boda, solo debe abrir las piernas y recibir al boss, para que nazca un hijo con ambos apellidos. High Garden está idéntica a como lo recuerdo en mi niñez. El lago, las paredes color blanco hueso, el jardín y los boyevik a cada dos metros de distancia. —Dulce hogar —aspiro el aire —Apesta a estiércol —sentencio notando a la mujer de estatura alta con cabello oscuro y ojos verdes. A pesar de la edad, la mujer que me parió tiene un buen semblante, no aparenta la edad que tiene. —Murph —se lanza sobre mí —Te estábamos esperando, escuché que regresaste hace un mes ¿No tenías pensado venir? —Ya estoy aquí —hablo con voz baja —Estuve ocupada. —Nada es más importante que venir a ver a la familia. «Para mí, todo es más significativo que la familia» Gio me mira con los ojos rasgados y sé muy bien que esa mirada es un "compórtate” Entro a la estancia, las paredes, el tapiz, los adornos y retratos, todo está en su lugar. Como si nunca me hubiera marchado. Las miradas de los Boyevik se clavan sobre mí, supongo que nadie esperaba que regresará con vida. —Estás hermosa —reconozco esa voz —Quién diría que la niña llorona ahora es una mujer. Me giró notando al consejero de la familia, Bory es fiel a la familia Orlov y es una de las tres personas que respeto. Los miembros de mi clan se aglomeran en la entrada y Bory les da permiso de decirme unas palabras. Se forman en filas ordenadas mirándome como si fuera una diosa, su salvadora y esa persona que regreso del abismo —¡Es un gusto tenerla de regreso! —me dicen, mejor dicho gritan. —Tranquilos, no irá a ninguna parte —sentencia la mujer que baja por las escaleras, su porte, estatura y ese aire de elegancia «Keila» Todos la miran nada contentos, vuelven a mirarme dándome palabras gentiles. —Estuvimos esperándola mi señora —me hablan con un brillo en los ojos —Toda la vida pagaremos el dejarla en ese lugar. Años de vivir entre hipocresía y desigualdad me enseñaron a notar cuando alguien dice palabras sinceras. Padre siempre decía que la hermandad va de parte del respeto mutuo. —Jamás, ustedes solo obedecieron órdenes —les digo y me miran con una expectativa alta —Viktor estaría orgulloso de su gente. Hay un silencio que nos deja a todos mirándonos. —¡Basta de sentimentalismo! —pide Bory —Desalojen, déjenla con su familia. Keila pasa a un lado meneando sus caderas, la analizó y no la entiendo. Tiene tacones de puntas y un vestido de escote en V color durazno. Mi hermana es… Muy diferente a mí, se puede decir que ese aire de elegancia lo heredo de mi madre. Yo heredé el aire tosco de mi padre. —Me alegra que estés de regreso —me sonríe «hipócrita» me odia tanto como yo a ella. —Ahora está la familia reunida. —¿Dónde está Lev? —pregunto por mi hermano mayor —No me dará la bienvenida. Ya que estamos de hipócritas, no me matará preguntar por él. —Lev está fuera del país —me informa mi madre —¿Tienes hambre? La mesa ya está servida. —No… Ya comí. —Será un gusto —me contradice Gio —¿No es así Murph? Me obliga a sonreír. Para mí, estás personas son desconocidas, ojalá Newt hubiera asistido conmigo. Haría todo más fácil. Dejo que Gio tome la iniciativa en las conversaciones donde explica cómo me reintegraré a la hermandad, no tengo nada que decirles y si dijera algo posiblemente estaría fuera de lugar. —¡Qué!—me mira Lourdes —Aquí hay mucho espacio, no tienes por qué vivir en otro lugar. Me hace reír con sus palabras llenas de hipocresía. —¿Vivir en otro lugar? —cuestiono enderezando a todos en la mesa —Creo estaré bien viviendo sola, después de todo, viví sola durante quince años. —Murph, estamos comiendo —me regaña Gio. Intento ignorar el enojo que me brota del pecho, Gio está intentando todo lo posible para mantener este asunto en paz y quiero colaborar Pero… —No seas malagradecida, madre solo quiere que estés en un espacio digno de un Orlov. Una y dos veces maldito infierno que me provoca, las yemas de los dedos me cosquillean queriendo tomar el fusil y callarlas a ambas. Nunca fui persona con paciencia de oro. —¡Ahora soy un Orlov! —me levantó de la mesa reprochando—No les importo mucho cuando me dejaron con los Cassano. —No quise hacerlo —Lourdes se defiende con los ojos llorosos —¿Crees que como madre fue fácil dejar ir a mi hija? —Ya estás contenta —me reprocha Keila —¿A qué viniste? A romper lazos con nosotras. —Si fuera una opción… —Entonces ¡Hazlo! Que dios me arme de paciencia para soportar esto y no perder los estribos. —Me enferma tu papel de victimaría, —ruge Keila —Quien sabe, tal vez mereces ese castigo. —¡Vasta! —explota Gio —Más respeto, no permitiré que le hables de esa manera. Guardan silencio con el aura tosca y hostil que desprende Gio —Déjalas hablar, de igual manera, ni las considero familia. Estrello la puerta saliendo fúrica. No recuerdo cuando fue la última vez que este sentimiento de odio puro me invadió. Creí haber dejado las debilidades y el rencor atrás, pensé haberlas abandonado en aquellas paredes frías y oscuras, llenas de miedo y dolencias. Pero este lugar saca mis peores facetas. Se atreven a hablar tan libremente como si no hubiera pasado nada. Saco el arma que llevo encajada en mi espalda. La miro detalladamente antes desarmarla. Dejo caer todo al agua helada del lago. «Es mejor prevenir» El clima está cambiando. Ya no es tan helado y los lagos empiezan a derretirse. La sangre de las venas me hierve con furia… En el fondo, supongo que es rencor. No puedo perdonar tan fácil y realmente no quiero hacerlo, quiero vivir con este odio que me recuerda el verdadero rostro de las personas. Tomo las piedras planas y las lanzó sobre el hielo, viendo como salgan sobre la superficie, descargo mi enojo contra el lago y lo intento tantas veces hasta sentir que mi respiración se calma. Las piedras del lago crujen al ser pisadas y no me giró, no me importa quién sea. «Gio o Ròse» —¡Largo! —pido —No quiero hablar ahora. La contraparte no me responde y me giró molesta —¡Que no quiero hablar, Gio!… Me quedo helada con el hombre que está a un metro de distancia. Tiene dos boyevik a su espalda, Pero me centro en él. «Santo sea su creador» Debo alzar la mirada para verlo bien, es dos veces mi tamaño, su cabello azabache se complementa perfecto con las cejas pobladas y el color de sus orbes. El pulso se me dispara al percibir el aroma a colonia pura. Sus facciones, perfectamente hermosas, es la personificación de un dios griego… No, no se puede describir como un dios. Un demonio disfrazado de dios. Tiene ese aire que detona poderío y lo demuestra con el porte relajado. Como si no le preocupara nada, ni nadie. —La hija de Viktor supongo —su voz áspera y ese tono relajado me pone los sentidos alerta. Siento que lo he visto antes, pero… —¿No sabes hablar? —me corta el pensar —Tan traumada estás. No lo conozco y ya lo odio. —¿Disculpa? —Entonces, si sabes hablar. Vuelvo a pasar la mirada por su cuerpo. Demasiada hombría y… Nada de cerebro. —Sé hablar —muerdo mis labios para no mandarlo al demonio —Lo que no se es tratar con medias neuronas. Los boyevik a su espalda se tensan fulminándome con la mirada. Suelta la risa mostrando el hoyuelo que se forma en una sola de sus mejillas. Aparto la mirada negándome admirarlo. Camina dos pasos hacia mí y me veo a mí misma, sintiéndome amenazada, retrocedo con las piernas temblorosas ¿Qué me pasa? No es la primera vez que veo a un hombre con esta belleza ruda. Se detiene a dos pasos de mí observando mis ojos en busca de algún patrón. —Todos los Orlov son tan prepotentes. ¿Qué? No digo que sea falso, Pero… —¿Quién te crees? —doy el paso que me pone a su merced —No me conoces para hablar como si… —No es necesario —encaja su mirada con la mía, sus ojos son de un color miel dorado —Las Orlova son todas iguales. Suelto una risa nada disimulada ¿Me está comparando con Keyla y Lourdes? —No me compares con ellas. —¿Por qué no? —me mira con desprecio. Si la mirada matará, ya estaríamos en la tumba. —Simplemente, no lo hagas. —A mí me parece que sí lo hago. No me quita la mirada y no sé en qué momento mis piernas y mi respiración empiezan a traicionarme. Ya no es odio o rabia, es… No sé. Espabilo cuando se aloja un, no sé qué, en mi estómago, aparto la mirada. —No perdió mi tiempo con idiotas. Me giró temblorosa por el viento que me golpea el rostro y trae de nuevo ese aroma exquisito a hombría. —Ya somos dos. «Imbécil» tengo el impulso de girarme y… —Ve a qué te cojan por el trasero, imbécil —susurro lo más bajo posible. Piso la roca que me hace tambalearme, maldigo con la sensación que me pone a ver el cielo con la inminente caída. No tocó el suelo, la presión en mis manos me hace mirar a quien me sujeta. —¡Cuidado niña, disfruto de poca paciencia para la insolencia! Por un momento pienso que me ayudará, pero, veo en cámara lenta como sus nudillos se sueltan uno por uno. «Está jugando conmigo» Abro la boca para protestar y las palabras mueren con el cosquilleo que me azota el estómago al caer. Las botas se resbalan en el hielo y caigo al agua sintiendo mil pulsaciones en mi cuerpo. Es como si se me enterraran agujas en la piel. Las botas y el abrigo me pesan, la fuerza se me escapa con el ardor en la piel. Las manos se me entumecen al intentar nadar. Maldeciría al imbécil, si pudiera. Me sujeté de las rocas con fuerza. Hago el primer impulso para salir del agua y no puedo, ya que las articulaciones se niegan a obedecer a mi cerebro. Logro salir después de dos intentos. El cuerpo me tiembla, los dientes me cancanean y el aire es tan pesado que debo tomarme unos segundos para poder respirar y no ahogarme. Me quito las botas y la gabardina que pesan un mundo al estar mojados. Mal día para ponerme ropa sencilla. Miro a mi alrededor y el imbécil del culo ya no está por ningún lado. ¿Quién era ese sujeto? Juro que la próxima vez lo mataré. CONTINUARÁ…
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