Me despierta el sentir que el vehículo se detiene, y mi primer instinto es levantarme y ponerme a la defensiva, pero me calmo cuando siento a mis niñas aun en mis brazos. De igual modo hago un pequeño esfuerzo para enderezarme, cosa que logro hacer sin exteriorizar el dolor de mi cuerpo.
– Llegamos – dice muy entusiasmado Diego, luego se baja del coche y abre la puerta de mi lado, tomando en sus brazos a Lily, quien ya se encuentra tan profunda en su sueño que no la despierta ni un terremoto, lo que es una suerte.
Sin embargo, cuando también intenta agarrar a Leah ya es otro cuento, esta pequeña niña seguramente fue una pequeña garrapata en su vida anterior, por lo que él renuncia a la idea de sacármela y se aleja para evitar despertarla, mientras que Gabriel se acerca, para ayudarme a hacerme más sencillo el trabajo de salir del auto con mi bebé menor encima.
– ¿En dónde estamos? – pregunto, evitando demostrar la sorpresa que me golpea al ver la enorme casa que tengo al frente, cosa que no se me complica, como dije anteriormente, la vida me enseño que entre menos emociones demuestre menos armas tendrán contra mí.
Es decir, para mí no es difícil no exteriorizar mis sentimientos.
– Es mi hogar – es toda la respuesta de Gabriel. Yo simplemente asiento y evito decir algo más, y con ayuda del mayor, sigo a Diego quien tiene la mitad de mi vida en sus brazos.
Entramos al lujoso lugar, y en la entrada nos recibe un señor muy bien vestido y una linda señora bajita y gordita en vestido, ella destila este aire materno que siempre desee tuviese mi madre.
Al notar que los hermanos no vienen solos, ambos parecen muy sorprendidos, la señora incluso lleva sus manos a la boca, y el señor se acerca rápidamente a nosotros. Por un momento intento alejarme al ver como se acerca a mí, pero el cuerpo que se mantiene a mis espaldas me detiene y el desconocido, sorprendentemente, logra sacarme a mi beba de mis brazos, bueno, supongo que, si me veo bastante mal, si es que todavía tenía dudas sobre eso.
– ¿Qué le ha pasado a la señorita? ¿Quiénes son estas niñas? ¿Qué ha pasado? – ambos señores nos siguen mientras los hermanos nos llevan a no sé dónde. Primero pensé que nos llevarían a la sala, pero nos dirigimos a las escaleras, y como hizo anteriormente, Gabriel me levantó en brazos.
Ya ni siquiera pasa por mi cabeza discutirle sobre esto.
Por sobre su hombro, logro ver a los dos desconocidos detrás de nosotros, la señora parece volver a querer preguntar cosas, pero el señor con un pequeño gesto evita que lo haga. Me tranquiliza ver que él lleva a mi pequeña acurrucada en su pecho.
Seguimos por un pasillo con algunas puertas, y nos detenemos casi al final, ahí hay una habitación ridículamente enorme, con la cama más grande que he visto en mi vida, incluso tiene dosel y todo; también hay un par de mesitas de noche, y otras dos puertas.
Todo el cuarto decorado con blanco, detalles en dorado, y una pared está cubierta con una cortina de un rosado claro. Desde ya estoy segura que cuando las niñas se despierten, Lily pegará un grito al cielo y Leah seguirá con su alboroto. Este cuarto parece sacado de un libro de princesas.
Gabriel me deja en la cama y casi quiero suspirar, es muy cómoda.
– Iré a dejar a las niñas al cuarto de al lado – dice Diego una vez me ce acomodada, empezando a caminar hacia la puerta con el señor elegante siguiéndolo.
– No – se detiene al escucharme exclamar, definitivamente se van a llevar mi vida si piensan separarme de mis niñas. Por mucho que me hayan ayudado y sido amables eso no quita que son desconocidos. No puedo permitir que las alejen de mí, no quiero ni lo acepto.
– Esta bien– dice suavemente Gabriel al notar que me volveré a poner a la defensiva, pues ya estaba comenzando a levantarme.
Ambos hombres se acercan al otro lado de la cama y dejan suavemente a las niñas sobre la cama, primero a Leah, en medio y junto a ella Lily, quien no tarda en abrazarla, recibiendo de inmediato un manotazo de la menor en la cara, que en lugar de despertarla la hace soltar un suspiro, ya se sienten seguras y cómodas, ya nada más importa en este momento.
– Rose, por favor llama a Alan, necesitamos que la revise, recibió muchos golpes hoy, y John, por favor trae algo de comer, todos tenemos hambre – habla el dueño de la casa. La mujer mayor, Rose, parece querer decir algo más antes de marchar, pero quien ahora sé, se llama John, la toma de los hombros y sale con ella de la habitación.
– No tenían que tomarse todas estas molestias, gracias por ayudarnos, mañana mismo nos iremos, no quiero ocupar más de su tiempo y espacio – suspiro y me permito relajarme, una parte de mí me dice que tengo que mantenerme alerta por las niñas, pero otra, parte, una más grande, quiere pensar que la vida no puede ser tan cruel y sacarme de un infierno solo para mandarme a otro.
Pienso que todo en la vida debe tener un equilibrio, y aunque no todo es bueno, es imposible que todo sea malo, o al menos eso me gusta pensar para darme ánimos en los días difíciles.
Y este, definitivamente, es uno de los más crueles.
– Tu no tenías que tomarte las molestias en ayudarme e igual lo hiciste, pudo pasarme cualquier cosa en ese lugar con lo vulnerable que estaba y aun así no te aprovechaste de mí, sino al contrario – suelta suavemente Diego, sonriéndome con calidez.
>> Entonces, si te cuesta tomar esto como una ayuda que queremos darte, piénsalo como en un p**o que te estoy haciendo, tú me ayudas, y yo te ayudo a ti – el menor de los hermanos habla y no puedo evitar sonreírle de vuelta, es muy dulce de su parte.
– Mañana hablaremos sobre tu estadía acá, no me siento seguro dejándote ir a no sé dónde – por el contrario de Diego, Gabriel es un poco más rudo al hablar, y cuando quiero defenderme y dejarle en claro que esa no es su decisión, llegan las dos personas de antes, solo que ahora acompañados de un desconocido más.
En esta ocasión, John trae un carrito con comida, el nuevo señor un maletín, y la señora Rose algunas telas dobladas.
– Buenas noches, soy Alan Craig, doctor general, espero me permita saber que ha pasado y me muestre sus heridas – decido confiar en el muy formal hombre, aunque tantas formalidades me hacen sentir más fuera de lugar de lo que acostumbro, esto parece una película.
Después de que Diego se tomara la tarea de contar con lujos de detalles lo que vio en el callejón y Rose tuviese que salir de la habitación luego de disculparse por derramar algunas lágrimas, siendo acompañada de John; me doy la vuelta dejando a la vista mi espalda, pues todavía llevo puesto solo el delantal y la falda puesto, dejando al descubierto mi espalda con todo y moratones.
El doctor sigue cuestionándome sobre varias cosas más y yo no aporto más sino un asentimiento de cabeza cuando me pregunta si esto ha ocurrido antes y si duele cuando presiona o toca ciertos lugares, o negado cuando es necesario.
Por dios, ya estas personas sienten suficiente lastima por mi sin necesidad de detallar cuanto más he soportado.
– Bueno, si pudiste caminar y sientes dolor en las piernas, el golpe en la columna no es grave, te recetare algo para los dolores y cremas para los golpes, en la mañana vendré por unas muestras de sangre, te veo algo delgada y me gustaría cerciorarme que todo está bien, por ahora toma un baño, come algo y duerme, estaré acá temprano, buenas noches – se despide de los tres rápidamente y sale del lugar.
Supongo que es muy tarde para su horario de trabajo habitual y aun así vino a revisar que todo estuviese en orden.
¿A cuántas personas más molestaré esta noche solo porque estos hermanos decidieron que iban a ayudarnos?
– Bueno, los dejo, la resaca decidió aparecer ahora – Diego se toma el atrevimiento de besar mi cabeza y sale, dejándonos en un profundo silencio.
Uno un poco incómodo, en mi opinión.
– Rose les trajo ropa, la puerta de la derecha es el baño, después de comer puedes dejar el carrito afuera y alguien lo recogerá en breve, tomate tu tiempo y mañana hablaremos – empieza a darme instrucciones, pero al menos ahora usa una voz más tranquila.
Asiento con una pequeña sonrisa, porque a pesar de todo, estoy enormemente agradecida de que estén haciendo todo esto, pero aun así no hago más que eso.
Él se queda en su lugar, como esperando por algo, y creo que cuando nota que no diré nada más, simplemente asiente, se encamina a la puerta de la habitación, se toma un par de segundos viéndome fijamente a los ojos, hasta que se encarga de cerrar por completo la puerta.
Al ya estar completamente sola, suelto un suspiro, me pongo de pie y entro a darme una ducha rápida, levantaría a mis niñas para asearlas también, pero me da pena perturbar su paz, mañana será.
Luego tomo algo de la comida y como me indicaron, dejo el carrito afuera, todo antes de por fin, dejarme caer en la cama.
Estoy segura que nunca he llegado a estar así de cómoda, ni de cerca.