Melvin Douglas miró con furia los ojos de Paola. -¿Por qué truenos tenías que disparar delante de todas las concursantes? Las chicas están aterradas, traumadas y quieren irse del concurso. ¿No sabes cuántos millones de dólares hay en juego? Auspiciadores, sponsors, televisión videos, cables, webs, tenemos millonadas invertidas en esto y tú lo has estropeado todo-, le gritó, escupiendo su cólera.
Paola no tenía repuestas. Estaba turbada. -Portaba un arma, dijo, vea las imágenes en las cámaras de vigilancia-, intentó defenderse.
Douglas no entendía razones. -No debiste disparar, matar a ese hombre, ahora tengo un ataque de pánico en el hotel-, masculló con enfado.
-Iba a secuestrar a la chica que debo proteger, en todo caso reclame a mi país, yo cumplí mis órdenes, hice mi trabajo-, balbuceó tratando de ordenar sus ideas, pero era difícil. Ella estaba alterada y confundida a la vez.
El organizador del concurso se arremolinó a su silla, resopló su cólera y trató de serenarse.
-Nos hemos disculpado con el mundo entero, hemos redoblado la vigilancia, no sé qué más hacer-, lamentó arrugando la frente. Luego miró a Paola.
-Esa peruanita me ha traído más problemas que nadie en toda mi vida, mejor es que se vaya del concurso-, anunció resoluto.
Eso fue una patada en plena cara a Paola. Quedó perpleja. Jaló sus pelos con furia. Ella sabía de la ilusión de Fabi, de sus sueños, de la fantasía que le parecía estar en ese concurso y ser tratada como una princesa como jamás lo había imaginado. Parpadeó con dificultad.
-Si lo hace, echarla del concurso, sería arruinar lo sueños de una mujer sencilla. Ella es la imagen de todas esas mujeres que sueñan con cuentos de hadas, que ilusionan en princesas y luces y colores. Fabiana es el símbolo de la mujer simple, soñadora y actual, que también es firme y tiene metas. No puede arruinarle sus sueños-, enumeró sin poder ordenar bien sus frases, incluso redundando sus palabras..
Douglas encendió un habano para tranquilizarse. También se sirvió un brandy. Miró a Paola.
-¿La mujer simple y sencilla, soñadora y actual?-, preguntó cavilando.
-Fabiana es como todas esas mujeres que viven entre sueños pero que a la par son resueltas, resolutas, convincentes y que pelean por alcanzar sus metas... sus sueños-, dijo Paola.
Hubo un largo silencio. Alguien timbró el móvil de Douglas.
-¿Imagen? ¿Aplausos? ¿Respuesta sólida? ¿Felicitaciones?-, fue repitiendo Melvin estupefacto, arrastrando las frases, desorbitando los ojos. Luego colgó.
-Han llamado de naciones unidas, la unión europea, los estados americanos felicitando a la organización por la rápida respuesta ante ese intento terrorista y han reiterado su apoyo a nuestro trabajo-, dijo. Paola entreabrió sus ojos emocionada.
-Buen trabajo. La peruana se queda-, aceptó Melvin y ordenó con desdén a Paola que se fuera. Ella le hizo una venia y se retiró. Fue por un pasadizo y se tumbó a la pared. Miró a todos los lados, constató que estaba sola y entonces, al fin, sin poder contenerse más, rompió a llorar.
*****
Mohammed al Haifa timbró el móvil de Dobrin.
-Eres un pobre perro infiel-, le dijo. Dobrin no atinó a nada.
-Prepárate a morir-, le anunció y le colgó.
Dobrin desorbitó sus ojos. Pasó la mano por su boca. Miró el techo, buscó respuestas en las sombras. Escondió su cara en sus manos y tembló. Sintió sus piernas doblarse y sus salivazos sonaban como cañonazos.
Llamó a su empleado. -Todo se ha complicado. No sé cómo diablos nos enredamos con esa perra de Leclerc. Ella ha sido nuestra perdición-, le dijo. El otro hombre escuchaba en silencio.
-Vamos a escondernos un tiempo, hasta que todo se calme. Cuida a las chicas bien, que no les pase nada-, le recomendó.
-¿Dónde irá?-, preguntó el sujeto.
Dobrin ya empezaba a desconfiar de todos. -No se lo diré a ti ni a nadie-, subrayó, cogió su saco y desapareció.