Capítulo 31

862 Words
La operación de rescate se haría en la madrugada. Paola se levantó tempranito. Se puso botines, donde metió una navaja entre las correas, y además acomodó un revólver pequeño, atrás, ajustándolo en su calzón. también se puso leggins bien pegados y una polera. Tanya la esperaba, ya, fuera del hotel. Hizo un moño con sus pelos y despertó a Nancy. Ella dormía profundamente. -Despierta marmota-, se molestó Paola. -¿Qué pasa?-, se sobrecogió Nancy. -Tengo algo qué hacer, no te asustes, le pidió Paola, es cosa de unas horas. Prométeme que ni tú ni Fabi saldrán de su cuarto- Nancy se rascaba los pelos, sin entender nada. -Pidan su desayuno en la cama y si los organizadores preguntan, diles que Fabiana está con la regla o tiene jaqueca-, insistió Paola. -¿Qué pasa? ¿No me vas a decir?-. se molestó Nancy. -Es una operación de rescate-, soltó Paola, al fin, la verdad. Le dio una pistola a Nancy. -Úsala solamente si es necesario, si ves que corren peligro. No le apuntes a las moscas o a una araña, ¿me entiendes?-, le dijo Paola mirándole seriamente a los ojos. Nancy movió la cabeza afirmativamente y guardó el arma en el cajón de su velador. Nancy ya le había dicho, antes, a Paola, que sabía manejar armas. Por eso ella confiaba en Schäffer. -Cuando yo regrese la clave es "Fabi es una coqueta"-, le insistió. A Nancy le dio risa. -Wow, como en las películas-, dijo haciendo brillar su risita, pero Paola se incomodó. -Esto es en serio, zonza, te estoy hablando en serio-, le reclamó. Nancy volvió a mover su cabeza afirmativamente. Paola salió sigilosamente y fue hasta la cocina. Uno de los chefs trabajaba para la interpol. Le abrió la puerta de salida. -Mucha suerte, señorita, y vuelvan a salvo-, le dijo moviendo sus mostachos largos. Paola se deslizó por los jardines. Tanya estaba recostada en la puerta de un minivan, revisando su celular. -La avioneta nos espera-, dijo seria, abrió la puerta y Paola vio a cuatro efectivos, armados hasta los dientes, pintados con betún que la miraban serios, sujetando sus armas. En el trayecto, uno de ellos embadurnó la cara de Paola, le pusieron un chaleco antibalas, le acomodaron un walkie talkie y le dieron una metralleta Walther MP-K. Le enseñaron cómo se maneja. Paola, tal cual lo había prometido, aprendió en un instante. -No debemos hacer un solo disparo-, dijo resoluta Tanya. La avioneta despegó en un santiamén. Era una nave pequeña, incómoda, pero rápida y se desplazó sin problemas hacia un descampado en las fueras de Bucarest. Allí estaba Donato Antonelli. -¿Paola Gutiérrez?-, preguntó él. -Sí, la que canta y baila-, bromeó Paola. Antonelli presentó a sus mercenarios. -La casa está bien protegida-, anunció. Se desplazaron en dos minivan, a toda marcha, hasta un paraje que se alzaba sobre la casa-hacienda de Nicolae. A Tanya le sorprendió tanta calma. -Algo no está bien-, masculló. Donato, sin embargo, veía todo normal. -Está igual todo-, reclamó. -No, dijo Tanya, puso la mira telescópica de su arma en uno de sus ojos y contempló los ventanales. -Mira los fierros, están desarmados-, dijo. Era cierto. Tanya había estudiado la casa-hacienda y siempre reparó en el detalle de los barrotes en las ventanas porque podrían columpiarse desde allí hacia las habitaciones contiguas. Ahora no estaban. Donato empezó a sudar frío. -¿Se llevaron las chicas?-, preguntó. Tanya ya estaba desalentada. -Igual tenemos que ver-, dijo. De acuerdo a lo que habían planeado se bifurcaron en diferentes direcciones. Donato y sus hombres serían la contención y quedaron atrincherados en diferentes posiciones estratégicas. Tanya fue con Paola. Usando arneses y cuerdas, treparon una pared y se colgaron hacia un cuarto que estaba vacío. Allí, sin embargo, había una de las chicas, dopada, acurrucada en una frazada. Era bastante morena, presumiblemente de Trinidad y Tobago. Paola la levantó con dificultad y la dejó envuelta en la frazada. la muchacha se desparramaba en sus brazos. -Aquí hay una, presumiblemente venezolana-, dijo en el audífono uno de los efectivo de interpol. -Nada aquí-, apuntó otro. -Nada acá-, subrayó uno más. Tanya estaba furiosa. Se le veía en los ojos detrás de su cara embadurnada de verde y n***o. Miró a Paola que temblaba, - Solo hay dos, el resto no está-, rezongó furiosa. Tanya, luego, con el GPS de su tablet, siguió una serie de pasadizos desiertos hacia una salida de emergencia, igualmente libre. Paola intentaba mantener de pie a la mujer que había rescatado pero era difícil, ella se desmoronaba en sus brazos, su cabeza se doblaba a los lados y balbuceaba cosas incoherentes, pero pudo arrastrarla hasta la salida, sin inconvenientes, pero la hacía sudar chorreando la pintura hacia su boca. Una vez en el descampado, se desplazaron hasta el punto de reunión, donde ya aguardaban el resto de efectivos con la otra chica rescatada. -Se llevaron al resto-, maldijo Tanya. Donato sintió desplomarse. Su corazón tamborileaba acelerado. - Estuvimos vigilando la casa día y noche-, aseguró haciendo parpadear los ojos. -Ese maldito se las olió y lo peor, ahora, es que ya está advertido-, apretó los puños Tanya.
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