Capítulo 25

922 Words
Luego del ridículo en el Vondelpark, la organización decidió hacer nuevas filmaciones en otro parque emblemático en Ámsterdam, Flevopark, donde las chicas podrían bañarse en una de sus piscinas. A Douglas le gustó mucha la idea pero redobló la vigilancia y cuadriplicó el número de ayudantas, auxiliares, azafatas y maquilladoras con la misión de que las chicas no hicieran de las suyas. Eso no le gustaba a Fabiana. Se aburría miserablemente. Sin embargo Nancy parecía estar feliz. Había congeniado de maravillas con uno de los fotógrafos del concurso, un holandés que hablaba muy bien el español, porque había vivido, muchos años, en Sevilla, y empezaron a coquetear y hacerse sonrisitas. -Veo que lo tienes en la palma de tus manos-, le bromeó Fabi a Nancy. Ella, en realidad, estaba prendada de Johan Rijsbergen. Le gustaba sus ojos grandes, enormes, su sonrisa juvenil, sui mirada sencilla, sus chistes siempre banales y su trato gentil, haciéndola sentir como una princesa, muy cortesano y hasta virreinal. -Johan es lindo-, sonrió Nancy. La vicepresidenta del concurso, Marilyn Reynolds, les llamó la atención la primera vez que los vio juntos, acaramelados en el hall del hotel. -Nada con las concursantes-, reclamó con firmeza a Rijsbergen pero Nancy le aclaró que ella era la chaperona de la señorita Perú. -Ahhh, Fabiana, la cana verde de Douglas-, sonrió Reynolds y se marchó. Entonces Johan y Nancy cruzaron los límites de la amistad. El primer beso fue esa noche, contemplando las estrellas, sumidas en el embeleso de sus luces encendidas, dibujando figuras románticas en el lienzo oscuro. Rijsbergen le miró los ojos y le dijo tierno cariñoso -prefiero mirar el brillo de tus ojos- Nancy no se resistió al largo beso, sabroso, delictual y sensual de Rijsbergen. El saboreó los labios de ella con pasión y encono, absorbiendo todo su sabor, disfrutando de su deífico vino, hasta quedar ebrio de ella. Schäffer dejó que se embriagara con la delicia de sus besos, sus brazos no opusieron resistencia, incluso cerró los ojos y sintió arder en fuego, con sus llamas al tope, encendidas como una antorcha y su corazón tamborileó frenético en su pecho, junto a sus senos empinados, duritos, gozosos ante la pasión que le endilgaba Rijsbergen Las manos de Johan tampoco estuvieron quietas y recorrieron las curvas de ella con frenético entusiasmo, convertidas en ruedas que iban y venían por su piel lozana, sus piernas, comprobando no solo su tersura sino su firmeza que lo volvía, aún, más alborozado. Cuando hicieron el amor por primera vez, una tarde que las chicas disfrutaban de la piscina, Rijsbergen se siento nadando en el espacio, sumergido en un abismo de profundo y sensual placer, en la laguna perfumada, grácil y tersa de la piel de ella. Descubrió un mundo diferente, de colinas empinadas, curvas sinuosas y un vasto campo de tesoros escondidos que disfrutó saboreándolos y conquistándolos uno a uno, llegando a los límites más íntimos y profundos de Nancy. Y ella gemía como una música celestial romántica, sexy y dulce que encendía aún más el fuego de la pasión en los dos. Rijsrbergen descubrió lo hermosa que era Nancy, lo majestuoso de su ser, lo divino de su cuerpo, sus maravillosos encantos, sus tesoros más preciados y llegó a sus abismos con desenfreno, taladrando sus entrañas con fuerza una y otra vez, solo para hacerla gemir más y más, verla jalarse los pelos estremecida por sus besos y caricias y porque había llegado a sus fronteras más lejanas. A Nancy le encantó ser presa fácil de Rijsbergen, le gustó hervir en sus llamas, ser conquistada y que estableciera colonias en su cuerpo sinuoso, febril y plagado de tesoros, porque le era pasional, se sentía sumamente sexy y desbordaba de feminidad. Quedó exánime, rendida, exhalando sexo por sus poros, con los ojos desorbitados, obnubilada en medio de luces y melodías románticas y encantadas. -Pero tú tienes tu novio-, le reclamó Fabiana cuando Nancy le contó lo que estaba pasando en los brazos de Rijsbergen. Ella se sintió culpable, arrugó sus cejas y no supo qué decir. -No debes confundir pasión con amor-, le insistió Fabi enojada. Nancy la miró con los ojos repletos de lágrimas. -Me gusta demasiado Johan, es noble y muy bueno-, murmuró dolida. Schäffer se enamoró de Rijsbergen. Todas las noches se veían y se quedaban amándose disfrutando de sus besos, esclavizados de su pasión y deseos, gozando de las luces de las estrellas y fabricando sueños imposibles de castillos en las nubes, corceles recorriendo entre los luceros y dormirse en la luna, arrullados al vuelo de cometas lejanas y extraviadas. No quería pensar, tampoco, en su enamorado que había dejado en Perú. Rijsbergen la nublaba, tenía sus pensamientos puestos solamente en los besos y caricias que le tributaba Johan. -¿Qué debo hacer?-, le preguntó a Fabiana, llorando sobre su almohada, pensándose traidora al cariño que le tributaba su novio. -Eso tiene que decidirlo tu corazón-, dijo Fabi, acariciando sus crines. -¿Si me equivoco?-, balbuceó Nancy, sin poder contener las lágrimas que empapaban dulcemente su rostro. -El corazón nunca se equivoca, Nancy, pero debes tener la certeza que es lo que realmente deseas, quieres, anhelas y piensas. Una vez me dijiste que nadie entiende al amor, y es porque está siempre dentro del pecho, metido en el corazón-, le dijo, besando su cabecita. Nancy secó sus lágrimas. -Que decida, entonces, mi corazón-, sonrió con encanto y las dos amigas se abrazaron, riendo divertidas, celebrando lo delicioso, deífico, mágico y placentero que es, también, estar enamorada.
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