¿Problemas en el paraíso?

1194 Words
—¡Tienes que pedirle que regrese!—susurra Sebastian mientras estamos sentados dentro de una pequeña taberna, poco higiénica pero mejor que muchas otras, en algún pueblo desconocido hasta ahora por mi. Parecía que solo había un puñado de gente, no más de cincuenta habitantes y un puñado de casas. Aquí la gente se conocía mejor que en Bennart al parecer y era evidente que no les éramos familiares. Pasé la vista alrededor de la taberna para ver que Aaron no estuviera cerca antes de dirigir mi mirada a Sebastian. —¿Por que tendría que hacer eso?—inquiero con algo de recelo mientras frunzo el seño y espero su respuesta. —Leilani, no quiero decirte que hacer—expresa con voz tranquila sin quitar su mirada de la mía y suelta un suspiro—, pero ¡no puedes exponer así a "tú mejor amigo"!—declara con ímpetu en la voz, luego descansa la cabeza sobre su mano. —¿Exponerlo?—digo incrédula por sus palabras, mientras ladeo la cabeza—¿De que estas hablado? el es mi mejor amigo. —¡Exacto! ¿entonces por que decidiste traerlo?—dice hablando algo más fuerte y deja caer la cabeza entre sus manos—Leilani, te dije que habían cosas que llegarían por ti a Bennart y que nos seguirían, ¿entonces porque traerlo y exponerlo? —¡No eres quien para pedirme una explicación! y menos sobre esto—declaro con coraje contenido, no entiendo como es que sigue pasando, pero despierta de repente y toma fuerza en menos del tiempo que toma una respiración. —¡Soy tú prometido!—exclama con fervor bajando los brazos a sus lados y cerrando las manos en puños, todo esto mientras respira profundamente y exhala— y le prometí a tus padres que te cuidaría, no a él. Ni siquiera sabía que vendría ¿podrías ser honesta conmigo por favor? —Aaron es solo mi mejor amigo, él no sabe que estamos comprometidos. Esa es una de las razones por las que quiso acompañarnos en primer lugar, luego esta el hecho de que le había prometido que me acompañaría en mi siguiente viaje—termino con un suspiro mientras pongo los ojos en blanco, no pensé que podría usar en mi contra el compromiso, aunque tiene razón, no debí exponer a Aaron. —Es muy complicado Leilani, no puedes decirle nada, pero entonces ¿Cómo sabría enfrentar él lo desconocido?—verbaliza Sebastian, materializando uno de mis temores—Te entiendo, pero ¿podrías pedirle que regrese a su hogar?—expresa sutilmente mientras busca aprobación en mi mirada. —No creo que...—comienzo —¿Por que tendría que regresar a mi hogar? Lord Sebastian—inquiere Aaron sin dejarme terminar, al parecer había acabado de alimentar a su glotón caballo y no nos percatamos que había entrado. —Lord Ursely, no me malinterprete pero los caminos son más peligrosos de lo que consideramos en un inicio—comenta Sebastian tomado por sorpresa. —Con mucha más razón, ¿por que habría de volver a Bennart?—dice Aaron impasible mientras sus ojos ardían con desafío. Ante esas palabras Sebastian no quiso presionar más, le dio un asentimiento a mi mejor amigo, se encogió de hombros y luego poso su mirada en mí. Sus ojos tan fascinantes como eran estaban embravecidos, sin embargo los entrecerró, parecía pensar mejor lo que me diría pero solo sacudió la cabeza. Justo antes de poder yo decir una palabra más la encargada de la cocina nos trajo el guiso del día que consistía en un estofado de algún tipo de carne con pocos vegetales, legumbres y pan, para beber nos asentaron unos vasos de cerveza. Mientras comíamos no cruzamos palabras, tenia días que habíamos salido de Bennart y dejamos pasar muchos pueblos antes para evitar ser reconocidos, está era nuestra primer comida decente y caliente, mi estomago lo agradecía. Aunque intente comer lo más lento posible para evitar una conversación estaba segura que no podría hacerlo por siempre, un ultimo bocado y no existirá razón para no hablar. —Si quieren pueden quedarse en el establo a descansar esta noche—dice la encargada tomándome con sorpresa por su llegada tan silenciosa y su tan gentil oferta—. Les ofrecería un lugar más cómodo pero la única otra habitación esta ocupada. —Gracias—contestamos al unisonó mientras pagamos y seguidamente salimos con rumbo al establo mientras comienza la oscuridad. Estamos en completo silencio tumbados en el suelo mientras miramos lo poco que podemos del techo del establo cuando el viento comienza a soplar ferozmente y frío, puedo escuchar el danzar de las hojas en las ramas de los arboles y ver como el techo del establo se ilumina desde el exterior, igual que el cielo por un instante para sumirse en total oscuridad después. —Creo que viene una tormenta—comenta Aaron levantándose sobre sus codos sutilmente—, que suerte que nos permitieran quedarnos hoy aquí, los caballos podrán descansar cómodamente y nos resguardamos del agua. —Es seguro que viene una tormenta—enfatiza Sebastian con los brazos cruzados debajo de su cabeza, aun sigue recostado tranquilo—. Y sí, somos afortunados. Miro de un lado al otro al notar tan patético intento de conversación entre ambos, si no intervengo estoy casi segura que el resto del viaje será igual, sin embargo ¿Qué debería decirle a mi amigo? ni yo estoy tan segura de lo que pueda pasar. —Sé que el camino podría ser complicado pero debemos mantenernos serenos e intentar llevarnos lo mejor posible—digo medio sentada mirándolos por turno a cada uno—. y ahora deberíamos descansar y aprovechar que podemos dormir más tiempo, buenas noches. Me recuesto sobre mi espalda una vez más mirando hacia el techo, mis parpados se vuelven más pesados justo cuando comienza el repiquetear musical de las gotas de lluvia, aumentando su volumen y silenciando cualquier otro pequeño sonido hasta que la oscuridad engulle todo... —¡Niños!—grita a lo lejos una voz femenina que reconozco de algún lado, pero decido ignorar y sigo saltando en los charcos que se están formando por la lluvia repentina, la orilla inferior de mi vestido ya está sucia con lodo pero sigo girando feliz bajo las gotas de la tormenta—Es hora de entrar, termino la hora de juegos. Les hice algo dulce para degustar— dice la voz un poco más tierna esta vez, al escucharlo me detengo en seco y giro para correr en dirección a la voz, antes de llegar y sin darme cuenta estoy chocando con alguien de frente y termino en el suelo, ahora sí completamente empapada. —¡Cuidado niños!—dice la mujer, extendiendo su mano para ayudar a pararme—rápido, entren antes de que se enfermen— antes de poder tomar su mano todo desaparece y un silencio espeso se establece, hasta que... —¿Era?—susurra una voz distinta entre una niebla cada vez más densa en las tinieblas—¿Puedes escucharme?...

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