La tradición.

2958 Words
Capítulo 3. —¿Qué te pareció el baile hija?—dijo mi madre y suspiré. —Realmente el baile estuvo bien, la mansión de los Arzgox es impresionante, solo me sentía un poco incomoda, la gente no dejaba de observar cada uno de mis movimientos y algunas personas parecían querer atacarme como antes— dije tranquila y riéndome al final. —No digas esos chistes malos Leilani, sabes que no me gustan—dijo mi madre molesta. –Lo lamento pero es la verdad—dije encogiéndome de hombros. —Sabes que la gente suele mirarte por tu abrumadora belleza, eso no es raro—dijo mi padre intentando darle sentido a las miradas. —¡No! No me miraban por la abrumadora belleza que mencionas y la que es inexistente por cierto, las chicas me miraban con odio—dije con fervor, últimamente me enojaba sin explicación y sentía una oscuridad dentro de mi extendiéndose, mire a mi padre un momento y traté de relajarme mientras mi madre llamaba mi atención. —Leilani, cuando eras pequeña todas esas miradas y burlas eran los niños intentando llamar tu atención, sí, algo un poco cruel, pero a esa edad muchos no saben cómo hablarle a la niña que quieren de amiga o que les gusta y ahora que ya no eres una niña es obvio que los chicos quedaron embobados al verte hoy y las chicas un poco celosas e incluso algunas tal vez crean odiarte pero no te conocen, no dejes que ellos te perturben, sigue siendo quien eres siempre, comparte con tus amigos y si no quieres conocer a nadie nuevo esta bien, pero si deseas hacerlo no te preocupes y permítete conocer a gente que te dejará enseñanzas de vida, conocimiento y crecimiento. Sonríe y no decaigas cariño pero sobretodo sé siempre fiel a ti misma—dijo mi madre con sabiduría y no podía creer que viera normal la actitud de niños siendo crueles con otros, se que solo eran burlas y que me excluían, éramos niños pero el daño fue hecho. —Por lo que pude ver Lord Sebastian quedó anonadado por ti y de verdad creo que deberías de darle una oportunidad para conocerse, parece un buen joven y con mucha educación—dijo mi padre y era justo lo que me faltaba, que él saliera en la conversación, no podía hacer nada pero ambos tenían razón, mi madre sólo en lo de ser fiel a mi y conocer gente nueva, y a pesar de sentir algo extraño en Sebastián, el solo fue amable y atento conmigo, no hay nada malo en él que me impida conocerlo más que mis propios prejuicios, los cuales no debería de tener ya que estaría haciendo lo que me han hecho toda la vida, juzgar sin conocer. —Esta bien, lo intentaré, no prometo mucho pero puedo intentarlo, lo invitare a cabalgar dentro de dos días— dije seriamente encogiendome de hombros mientras llegábamos a la casa. Estaba tan cansada que el cambiarme para dormir fue toda una hazaña, camine hasta la cama y caí en ella quedando profundamente dormida. Hay oscuridad por doquier, frío que puede helar la sangre hasta matar, aire que puede desgarrar, nieve tan furiosa como para sofocar, humo a la distancia si mi olfato no fallaba. No había sonido alguno, como si estuviera bajo el agua, aunque eso era imposible, sobre todo porque ¡ahí!, un pequeño destello de luz dorada como el día, roja como el fuego, me congelo y observo mientras espero y de nuevo el mismo destello, como si no pudiera durar más que un simple parpadeo, y ahora en lugar de la luz dorada había una luz blanca azulada, vaciló como si fuera a desaparecer pero se mantuvo y me encontré caminando hacia esa pequeña luna en esta oscuridad, parecía que nunca llegaría y luego un sonido me detuvo, un pequeño llanto que provenía de todas partes, no podía moverme, así que intenté controlarme y concentrarme, escuchar lo mejor posible…Y ¡ahí!, el llanto era más fuerte y claro desde donde estaba la pequeña luna. Sé que es una mala idea pero sigo caminando, siempre escuchando el llanto hasta un pequeño claro y justo en el centro acurrucada a un pino hay una pequeña niña con la cabeza baja llorando, me desconcierta verla sola y sobretodo llorando así que me acerco. —¿Te encuentras bien?, ¿necesitas ayuda?—dije y ella solo sacudió su cabeza y respondió: —¿Tú eres como yo?—dijo ella, se me hizo una pregunta extraña pero entonces recordé la pequeña luna, la cual aún se encontraba frente a nosotras, no sabía que responder por lo que dije: —¿Cómo eres tú?—la niña aún con la cabeza baja extendió una mano hacia la pequeña luna y entonces comprendí que probablemente ella la había creado de alguna forma... —¿Hacer pequeñas lunas? No, no puedo hacerlo, lo siento, pero si necesitas ayuda o compañía…—dije cuando la pequeña levantó la mano para detener mis palabras. —Estoy sola, no se quien soy—dijo con la voz baja entrecortada y yo replique: —¡No! no lo estas, yo estoy aquí contigo, donde quiera que sea este sitio—dije mientras observaba todo y trataba de averiguar qué lugar era exactamente este y que definitivamente esto tenía que ser un sueño, uno muy raro. Entonces la niña comenzó a reírse y no como una pequeña y angelical niña, sino una risa sutilmente macabra y oscura, luego levantó la mirada. No sabía que hacer, esa mirada, esos ojos los conozco, los veo todos los días regresandome la mirada a través del espejo,la niña al ver mi reacción solo rió en voz más alta. —Tú también estás sola, más sola que yo. ¿Acaso sabes quién eres?, ¿qué eres tú?—dijo ella y todo se desvaneció. Me desperté con un sobresalto y respirando con dificultad. —Fue un sueño, solo un sueño, estás bien Leilani—susurré en la oscuridad, tratando de tranquilizar mi agitado corazón. Mire a la mesita del lado derecho donde se encontraba el clepsidra y marcaba poco más de mitad de noche, tomé otra respiración profunda y me levanté, dirigiéndome al sanitario para lavar mi rostro, luego camine de regreso a la habitación y decidí sentarme en el ventanal para observar la luna, las estrellas y la profunda oscuridad. Sí, me encantaban las mañanas y el día en general pero amaba las noches aunque me recordará un poco al sueño en este momento, las preguntas y respuestas que puedes obtener de ti misma al contemplarla, el cómo la oscuridad no es del todo mala, si no que existe verdadera belleza incluso ahí que se esconde para los que no saben esperar, es hermoso lo que hay en ella si sabes observar y tener paciencia. Es una completa calma en el mundo y una quietud en mi alma, como sanar tu propio ser, después de un tiempo me levanto y digo adiós a mis amigos brillantes y silenciosos, camino de regreso a la cama y sintiéndome más liviana que luego del sueño, el cual decidí ignorar, me duermo profundamente. La luz se filtraba por las ventanas mientras parpadeo lentamente y me giro para mirar la hora, ¡rayos! era tarde, al menos para mi, me levanto rápidamente y me dirijo al sanitario para alistarme, al salir de la ducha me quedan al menos veinte minutos, considerando lo tarde que llegaba Aaron, no me detuve a pensar mientras me ponía un vestido de día azul claro sin mangas con detalles en el top y escote en "V", un pequeño cinturón a juego, cepille mi cabello y aplique bálsamo a mis labios. Salí de la habitación y baje los escalones prácticamente corriendo hasta el comedor donde mis papás ya se encontraban desayunando, los saludé rápidamente y cuando me encontraba saliendo de la casa un carruaje se detuvo justo al frente y un Aaron impresionado se me quedó mirando de pies a cabeza, apuré el paso para bajar los escalones mientras él se acercaba y comenzaba a reírse por que el muy cabron sabía que se me había hecho tarde y él podría molestarme todo el día por eso. —¿Se te pegaron las sábanas amiga?—dijo sarcásticamente mientras seguía riéndose y yo le respondí golpeando su brazo. —¡Calla! Vamos, entremos antes de que se haga más tarde, y sí, ayer me costó dormir, así que supongo que se me pegaron las sábanas—dije sonriendo, él seguía sonriendo bobamente pero luego se detuvo y volvió a mirarme de esa forma rara por lo que nuevamente golpee juguetonamente su brazo. —¡¿Qué me miras?!, ve tu camino o tropezaras con los escalones—y el tomado con la guardia baja se sonrojo y rio. —Se te pegaron las sábanas tanto que no te diste cuenta de cómo se veía tu atuendo—dijo y eso hizo que volteara a verlo sorprendida y luego a mi misma, no lo entendí al principio hasta que dijo: —Siempre me gusta como te vistes pero creo que olvidaste tu nueva figura y ciertamente ese vestido te favorece mucho. Te ves sensual, por eso mi mirada, no podía creer lo tranquila que te veías mostrando orgullosa tu figura y luego mencionaste la falta de sueño y lo entendí—caí en cuenta a lo que se refería, mi pecho había crecido un poco pero con el escote de este vestido se notaba más y la parte inferior en corte "A" abrazaba mi cuerpo mostrando mis curvas, me sonroje pero recordé la plática con mi madre y me relaje. —Te dije qué se me pegaron las sábanas, estaba medio dormida todavía mientras salía de la casa para recibirte—dije mientras ambos nos reíamos. —Por cierto, no menciones mis nuevas curvas o "lo sensual" frente a mi padre—dije seriamente y él volvió a reír. —¿Estas loca?, es muy temprano para poner a prueba la paciencia de tu padre y no quiero terminar golpeado—dijo mientras fingía que alguien lo golpeaba y yo ponía los ojos en blanco. —El no te golpeara bobo pero probablemente vea rojo y no lo queremos irritado—dije siguiendo el juego mientras entrábamos. Aaron y yo teníamos una tradición desde niños, todo comenzó por la amistad entre nuestras madres, ellas solían reunirse todos los miércoles para platicar y tomar el té mientras nosotros nos perdíamos entre postres y libros, hasta ése miércoles en el que no llegaron y supimos que algo iba mal… Su madre había fallecido mientras dormía y su padre que es doctor dijo que su corazón había estado fallando desde hacía algún tiempo atrás, que ya no había soportado más. Aaron quedó destrozado, parecía perdido cuando lo vi y la verdad ¿quién no lo estaría? no vería nunca más a su madre y su padre se había hundido ante la pérdida de su gran amor, yo no sabía qué hacer pero recordé que era miércoles y que a él le fascinaba el chocolate, sabía que eso no le regresaría a su mamá pero esperaba al menos hacerlo sentir mejor. Fui directamente a la cocina y encontré unas trufas de chocolate decoradas, supuse que eran las que llevaría su madre ese día a mi casa. El no estaba a la vista y me dirigí rápidamente a la biblioteca, ahí entre los estantes lo encontré tratando de apartar las lágrimas silenciosas que corrían por su rostro, me senté a su lado y sujete su mano, en ella coloque una de las trufas. —Lo siento Aaron, se que no puedo hacer nada, pero, aquí estoy contigo si quieres hablar o no—él vio la trufa y sonrió un poco, luego la mordió. —Gracias Leilani, gracias. Yo tampoco puedo hacer nada y no se que hacer, pero esto, tu compañía me hace sentir mejor—dijo, luego siguió comiendo y yo lo seguí, ambos en un silencio respetuoso. Nunca le dije el dolor que había en mi pecho por el y la pérdida de su madre, que yo también la extrañaría pero sé que él lo sabía. Después de eso él siguió viniendo todos los miércoles para comer trufas y perdernos en la biblioteca,nos dolió mucho separarnos cuando tuve que partir pero ahora que estaba aquí sabía que nuestra tradición seguiría siempre aunque no lo planeáramos. Al pasar al comedor mis padres seguían ahí y desayunamos todos juntos. —Buenos días señores Siledrah, un placer poder estar de nuevo en su hogar—dijo Aaron inclinándose con una sonrisa. —Querido Aaron el placer es nuestro siempre, has crecido mucho en estos años que estuvimos lejos, ven y dame un abrazo hijo, te he extrañado—dijo mi madre derrochando cariño mientras se levantaba y abrazaba maternalmente a mi amigo. —Y yo a ustedes, me da mucho gusto que ya están aquí y con bien—dijo él regresando el abrazo. —Gracias hijo, sabes que siempre serás bienvenido en nuestro hogar, pero vamos, siéntate y desayunemos—dijo mi padre mientras también lo abrazaba. El desayuno transcurrió felizmente entre las anécdotas de nuestro viaje y las de él aquí en Bennart, no habíamos podido hacerlo en el desayuno de bienvenida ya que era un evento formal, pero aquí era como si nunca nos hubiéramos ido. Mis padres se disculpan y se retiran a sus respectivos asuntos y nosotros partimos a la cocina en busca de las trufas, otros postres y bebidas, después caminamos a la biblioteca. —¡Ufff! Siento como si hubieran pasado mil años desde que estuve aquí la última vez, no creo recordar en qué estante me quedé—dijo dramáticamente y sonriendo. —¡Basta! No han sido tantos años tampoco—dije riendo—, creo que te quedaste en el sexto estante de la pared izquierda, en la tercera fila inferior—dije tratando de recordar, él caminó hasta ahí y gritó. —¡Sí! Que inteligente soy, mira esto, lo deje marcado para no olvidar el último libro. ¿Cómo te acordabas?—dijo alegre mientras observaba una marca en el estante justo sobre el libro. —No puede ser, si que lo pensaste. Umm solo lo recordé—dije riendo y encogiendome de hombros—, por cierto hemos traído un montón de libros nuevos y mi padre un poco de esos que le gustan solo a él y a ti—dije alegre. —¡Fantástico! ahora no sé si seguir mi orden o leer alguno de los nuevos—dijo Aaron confundido. —Ni cuenta te darás, ya fueron acomodados de acuerdo al orden alfabético, así que sigue tu orden, tal vez pronto te topes con alguno de ellos—dije calmando su confusión mientras me dirigía a uno de los estantes centrales cerca de él. Aaron amaba seguir el orden de la biblioteca, yo por mi parte leía lo que me llamara la atención del estante frente al que él iba. Estuvimos leyendo por un buen rato cuando Aaron terminó su libro y me di cuenta que ya no teníamos bebidas, podría simplemente pedirlas pero necesitaba estirar las piernas que ya tenía entumecidas. —Ahora vuelvo, traeré más bebida y suministros para la lectura—le dije refiriéndome a más postres. —Está bien, ¿quieres que te acompañe? —dijo caballerosamente y yo negué con la cabeza. —No, descuida, continúa con el libro que sigue, ya regreso—dije sonriéndole y salí rumbo a la cocina. Al regresar a la biblioteca me detuve en seco, había algo extraño, me costó poco darme cuenta que era lo que pasaba, faltaba la pequeña lámpara de la mesa. —¿Aaron?—dije llamándolo ya que no estaba a la vista, dejo las cosas que traje de la cocina en la salita de la entrada que usamos para leer y me dirijo al estante de su lectura el cual no se alcanza a ver desde la entrada ya que otros estantes se interponen, al girar para llegar al lugar donde creí que él estaría me doy cuenta que no lo está pero hay algo raro en el estante, se ve como si hubiera sido movido hacia adelante y en el suelo se encuentra un libro. Me acerco poco a poco y haciendo el menor sonido posible y efectivamente el librero está hacia adelante, caminó para ver detrás de él y grande es mi sorpresa al ver que falta una parte de la pared, parece una entrada sin puerta, dudo un poco pero al final decido entrar. Es un pasillo cada poco iluminado pero al fondo se puede ver una puerta entreabierta, miró una vez sobre mi hombro y compruebo que nadie viene, entonces sigo adentrándome al pasillo sigilosamente y hacia la puerta, al entrar veo la espalda de Aaron y su cabeza baja como si estuviera viendo algo, así que lo rodeo sin dejar de mirarlo y le digo: —¡Hola!—el pegó un salto tomado por sorpresa. —¡Leilani!, me asustaste, no te escuche. Disculpa que me haya aventurado hasta aquí pero se rebeló al quitar el libro—dijo apenado—, nunca me mostraste este escondite, pude haberte ganado muchas veces de pequeños—dijo bromeando. —¡Oh! no te preocupes, la verdad es que yo también me hubiera aventurado, y no te lo mostré por que no sabía que existía Aaron—dije quitando al fin mis ojos de él y recorriendo la habitación con la mirada, no había ventanas claramente pero la poca luz mostraba paredes rústicas, nada de empapelados y lo único que había era un podio donde descansaba una caja de madera. —¿Qué hay ahí Aaron?—dije con algo de nerviosismo pero el solo se encogió de hombros y negó con la cabeza. —No lo sé, no quise abrirlo, creo que entrando aquí fui lo suficiente entrometido como para también abrir esa caja—dijo riendo. —Bueno entonces la abriré yo, la duda puede más conmigo ¿por qué está aquí? O mejor aún ¿Qué se esconde aquí?—dije siendo un poco dramática mientras me acerca al podio.
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