Un día antes de intentar suicidarme, pareció que todo se puso en mi contra, como dándome más razones por las cuales debía quitarme la vida. —¿En serio vas a quedarte aquí? —preguntó mi madre postrada en el marco de la puerta de mi habitación. —Sí, debo ir al trabajo —respondí. Estaba sentada en mi cama con las piernas cruzadas, limándome las uñas de mis manos —siempre hago eso cuando tengo ansiedad—. —Pero mañana no trabajas —soltó con tono aburrido. —Pero el lunes sí y ustedes vuelven el lunes por la tarde —expliqué. —Puedes pedir el día libre, así como hiciste con la semana de parciales —insistió. —No puedo pedir un día libre, ni siquiera es importante. —¿O sea que tu familia no es importante? —Se cruzó de brazos—, ¿por qué siempre eres tan grosera conmigo? —Yo no estoy