—Espérame a la salida —pidió, titubeó un momento—. Nos iremos juntos a la salida, de ahora en adelante. —No es para tanto —repliqué mientras entrecerraba los ojos—. No intentaré aventarme del puente. Endureció mucho más su mandíbula y noté que le incomodaba escuchar el que yo hablara de manera tan tranquila sobre el suicidio. —Veo que ya te sientes mejor —me barrió de pies a cabeza—. Tus alumnos deben estar esperándote. . Quince minutos después, pude regresar a mi trabajo. Agradecí que ya la mayoría de los profesores estaban ocupados recibiendo a sus alumnos, organizando todo para comenzar sus clases, así que no me preguntaron mucho, sólo si me sentía mejor. Después, el estar rodeada de mis alumnos me distrajo por el resto de las horas y eso me relajó en gran manera, además, me hab