No me sentía con fuerzas de levantarme de la cama para correr al baño y vomitar el medicamento, tampoco me sentía tan convencida de querer hacerlo, de hecho, el sueño volvía a atraparme en ese instante. “Oye… ¿por qué me ignoras? Quiero salir hoy, acompáñame al mirador” llegó otro mensaje. Cerré mis ojos y mi pulso agitado se resignó, se cansó de gritarme por ayuda. Pero llegó una llamada, mi celular comenzó a timbrar, después volvió el silencio y, cuando creí que ya nadie volvería a molestarme, ahí estaba de nuevo el insistente timbre de mi celular irrumpiendo mi silencio. Con la poca fuerza que me quedaba, decidí contestar para calmar a la persona que seguía insistiendo. Ya sabía de quién se trataba: era Alejandro, y si no contestaba era capaz de llegar a la casa para ver mi esta