Mi declive de depresión comenzó esa misma tarde, después que Carlos me trajo a casa. Intenté por todos los medios posibles que no me vieran el rostro moreteado y las manchas de sangre en la camisa del uniforme. Afortunadamente pude hacerlo porque en la casa no había nadie. Sabía que mi madre lo más seguro era que estuviera en el supermercado comprando cosas que faltaran en la casa, ya que su auto no estaba y mi padre aún no llegaba de su trabajo. Entré y me fui directo a mi habitación. Sabía que, si a esa hora mi hermana aún no llegaba a casa era porque no dormiría allí esa noche, y eso me aliviaba, porque por ella mis padres se podían enterar que había recibido un golpe en el rostro. Me di un baño largo, de esos donde terminas arrinconado en una esquina de la ducha dejando que el ag