Capítulo 2

2664 Words
Durmiendo tan plácidamente como estaba, Spencer realmente habría seguido en su sexto sueño, acurrucado de costado mientras mantenía una almohada secuestrada entre sus brazos, de no ser por los fuertes disparos que resonaron lo bastante cerca de su edificio departamental como para sentarlo en la cama de golpe. Escuchando otra corrida de disparos, el omega maldijo y rápidamente se agachó para luego rodar por su cama y caer al suelo, donde se transformó en una pequeña bolita y alzó sus brazos para cubrir su cabeza. Su departamento podría estar en el segundo piso, pero eso no significaba que alguna de esas balas locas no pudiera impactar en el interior de su viejo apartamento cuando había descubierto marcas de balas enterradas en su habitación el día en que se mudó. Sí, tal vez la zona donde había encontrado un departamento no era exactamente la mejor para cualquiera, en especial para un joven omega de veinticinco años, pero era lo único que Spencer logró encontrar y pagar con el poco dinero con el cual contaba. Y entre dormir en la calle y un piso con puertas y ventanas, por supuesto que había elegido su departamento. El primer mes que había llegado, realmente no sufrió tanto con las repentinas balaceras, con suerte paso por una que lo asustó lo suficiente como para buscar a Chips, su arrendatario, pero el hombre mayor solo se había reído en su cara y le dio la bienvenida para luego volver a mandarlo a su cama. No había sido tan malo luego de ello, pero el incremento de aquellas balas los últimos meses le estaba preocupando, en especial cuando ocurría cada semana y no una o dos veces al mes como había comenzado. Y a pesar de su preocupación por aquellos malos hombres con armas que habían aparecido rondar con más frecuencia su pequeña villa departamental, tampoco es como si simplemente pudiera mudarse a cualquier otro lugar. Cuando el sonido de disparos finalmente se detuvo luego de que se escuchara el motor de un auto arrancando a toda velocidad, Spencer esperó unos minutos más en la misma posición en el suelo, y cuando estuvo completamente seguro de que esos disparos no volverían, que se incorporó lentamente. Apoyando sus manos sobre el colchón de su cama, el pelinegro omega asomó su cabeza y observó a su alrededor, esperando otro par de minutos. Cuando no sucedió nada, Spencer se levantó del suelo y se acercó a su ventana. Corriendo la cortina levemente, solo un poco para poder apreciar la calle a través de esta, el omega confirmó que realmente no había nadie antes de soltar un profundo suspiro de alivio. Acercándose a su cama con rodillas algo temblorosas, el omega se dejó caer en esta, casi derritiéndose en su colchón. Realmente odiaba los días en que esos tipos aparecían de la nada para arruinar su día completamente con sus muestras absurdas de poder, disparando a su antojo a cualquiera y todo objeto, impartiendo un terror en todos los que vivían en aquel sector. Comprobando la hora en la pantalla un poco rota de su teléfono, aquellos ojos tan verde como el jade se abrieron exageradamente al contemplar la hora y rápidamente se incorporó sentándose en la cama y saltando fuera de esta. Si no hacía algo rápido llegaría tarde a su trabajo en el bar y eso significaba que tendría que lidiar personalmente con Charles, y el hombre podía ser un verdadero idiota aún en sus mejores días, por lo que no quería verse llamado a su oficina. Saltando en un pie mientras subía su jean por una pierna, Spencer tropezó con su propia cama y cayó sobre esta. Dejando escapar un pequeño "auch" de dolor, el omega de igual forma se siguió moviendo, colocándose la otra pierna y subiéndolo hasta su cadera. Colocándose sus zapatillas, agarró una camiseta y se la colocó mientras se dirigía al baño, chocando contra el marco de la puerta abierta al no ver por dónde iba. Sí, tal vez terminaría con un gran hematoma si seguía de esa forma, pero estaba un poco apresurado como para tomarse su tiempo para hacer las cosas adecuadamente, y aun cuando no estaba apurado, seguía lastimándose tontamente, por lo que no tenía sentido ser paciente. Observando su reflejo en el espejo sucio, Spencer hizo lo mejor que pudo con su peineta para controlar su rizado cabello n***o, rindiéndose rápidamente luego de un par de segundos para pasar sus dedos mojados entre ellos mientras que con su otra mano se lavaba los dientes. Escupiendo y enjugándose, el omega del baño agarrando una sudadera negra, la cual olfateó antes de colocársela. Tomando sus llaves, salió de su departamento y volvió a entrar para agarrar su mochila junto a su billetera, y entonces verdaderamente se retiró yendo directamente hacia las escaleras. El ascensor podría estar funcionando, pero tenía la velocidad máxima de una tortuga tanto para subir como para bajar estando ocupado o no, por lo que definitivamente era más efectivo utilizar las escaleras. —Hola Chips, y adiós, Chips —pronunció tan pronto como salió de las escaleras e inmediatamente se agachó cubriendo su cabeza cuando se escucharon disparos. —¿Qué crees que haces ahí? Ven aquí —ordenó el hombre mayor, señalando a su lado detrás del escritorio. Observando hacia la puerta cerrada, seguida a la puerta metálica que el beta había colocado, el omega tomó una profunda respiración y cruzó tan pronto como dejó de escuchar disparos. —¿Qué está ocurriendo? —preguntó en voz baja cuando llegó a su lado—. Creí que su ronda de disparos locos ya había terminado —se quejó. —Estos idiotas nunca tienen una razón para utilizar sus armas —resopló el hombre mayor, acomodando su gorra en su cabeza antes de arrastrarse más cerca de la pared. Acercándose, Spencer contempló a su arrendatario correr una pequeña tabla a la altura del escritorio, solo unos centímetros más abajo, y luego empujar un ladrillo, exponiendo el exterior. Tomando sus binoculares, el beta espió. Cuando un disparo apareció, el pelinegro omega apoyó sus manos en sus dos oídos intentando amortiguar el fuerte estallido que se escuchó demasiado cercano para su gusto, y luego observó a Chips con preocupación. —¿Sigues vivo? —preguntó, observándolo. —Por supuesto que estoy vivo —resopló el beta, sin dejar de observar—. Creo que eso es todo, solo era un tipo en la motocicleta —expresó, retrocediendo para colocar el ladrillo y la tabla en su lugar. —¿Motocicleta? —repitió Spencer, frunciendo sus cejas levemente—. Creo que he visto más de lo normal el último mes —comentó. —Es porque tipos malos han llegado al edificio de la tercera calle —respondió Chips, levantándose con cuidado. —Creí que estaba abandonado —exhaló, levantándose también. —La bruja del sexto piso dijo que ha visto muchas motocicletas entrando y saliendo de aquel edificio, creo que se trata de un motor club —expresó con una mueca en sus labios agrietados—. Como si las calles no estuvieran lo suficientemente mal como para además tener ese tipo de basura —gruñó. —¿Crees que volverán? Si no me apresuro, llegaré tarde a mi trabajo —explicó saltando de un pie a otro en lo que observaba fijamente la puerta. —Corre —anunció el beta, sacando su escopeta debajo del escritorio—. Edel no ha salido aún, pero con todos estos disparos, estoy seguro de que ese tonto alfa bajara en cualquier momento para acosarte como siempre —expresó. —Mierda, bien —pronunció y tomó una profunda respiración en lo que se acercaba a las puertas—. Cualquier cosa, aún no me has visto —pidió, abriendo la primera. El viejo beta alzó una mano y pasó sus dedos sobre sus labios, como diciéndole que él no diría nada. Agradeciendo, el omega abrió la segunda puerta y apenas la cerró correctamente antes de comenzar a correr. Podría verse como un loco en ese momento, corriendo como si su vida dependiera de ello a pesar de que nadie le estaba siguiendo, pero Spencer no se iba a arriesgar a caminar tranquilamente por unas calles peligrosas donde, hacía solo unos minutos, los disparos atravesaban el cielo y Dios sabe qué otra cosa más, no con la pésima suerte que se estaba trayendo últimamente. Solo cuando salió definitivamente de la mala zona en la que se encontraba su departamento y entró en otra donde al menos las personas no se disparaban de la nada en la calle, que aminoró su carrera hasta detenerse y jadeó por algo de aire. Cuando sus pulmones dejaron de exigirle oxígeno tan desesperadamente, Spencer se enderezó y comenzó a caminar con un paso apresurado, pero sin correr ni trotar. Para cuando finalmente llegó al club en el cual trabajaba, el omega sintió algo de esperanza al no ver las puertas de la entrada abierta, por lo que dobló en el callejón y caminó hasta llegar a esa puerta metálica. Abriéndola fácilmente, Spencer fue recibido por un pasillo que se dividía en dos, a la izquierda y a la derecha. Caminando derecho, pronto encontró otra puerta abierta a su derecha, que era donde estaban los cambiadores y los casilleros para guardar sus pertenencias. —Parece que un tornado pasó sobre ti —comentó Jessi, su compañera de trabajo, que también era una beta un poco mayor que él. —Intenté hacer algo con mi cabello antes de salir, pero estaba atrasado —se excusó, abriendo la puerta de su casillero. —¿Atrasado? —repitió su amiga. —Sí, sabes que no me gusta llegar tarde porque Charles siempre lo usa como excusa para llamarme a su oficina y darme un largo sermón que no termina en nada, que al final solo es una excusa para verme —suspiró, empujando su mochila al interior de su casillero. —¿Aún no arreglas tu teléfono, cierto? —preguntó su amiga con un tono divertido que hizo que le observara. —Ayer intenté arreglarlo y la pantalla al menos ahora se enciende —respondió observando a la mujer mayor con colorido cabello teñido de violeta—. ¿Por qué? —Debiste de haber arreglado la hora también, todavía falta media hora para que todos lleguen y se abra el bar —indicó divertida. Lo que claramente explicaba por qué se veía tan relajada sentada en aquella mesa en la esquina de la habitación. —Ven aquí y toma un respiro —ordenó empujando la silla frente a ella con una gran sonrisa en su rostro. —Realmente pensé que estaba llegando tarde —se quejó, arrastrando sus pies para ir con ella—. No sabes cuánto corrí —refunfuñó tomando asiento—. Realmente creí que dejaría una de mis piernas ahí atrás —suspiró derritiéndose contra la mesa. —Te creo, siendo lo despistado que eres para ser un omega —resopló divertida. —Que sea un omega no significa que no pueda ser un poco despistado —refunfuñó observándole como si le estuviera haciendo pucheros, pero con un labio inferior regordete, casi siempre parecía que Spencer estuviera haciendo uno ante el mínimo movimiento. —La mayoría de los omegas que conozco, son extremadamente cautelosos, en especial cuando se encuentran con otro alfa —indicó, subiendo su mochila a sus piernas para sacar algo. —No cuenta si estos omegas son jóvenes familiares tuyos —argumentó Spencer. —Bien, el hermano de mi pareja es un omega de treinta años y no creo que sea un desastre como tú —anunció. —El típico omega sumiso y recatado ya no es tan visto como antes, a pesar de que es aparentemente lo que siempre buscan los alfas —resopló, observando con interés las fuentes transparentes con tapas y llenas de comida que su amiga estaba dejando sobre la mesa—. ¿Trajiste todo tu refrigerador en tu mochila? —preguntó divertido. —Mi hombre escuchó que no te estabas alimentando correctamente, por lo que envió algo de comida para compartir contigo —explicó, entregándole el servicio—. Adelante, aún falta para que los demás lleguen, incluido el estúpido de Charles. —¿Comerás conmigo, cierto? —le observó. —Eso ni se pregunta —resopló Jessi, tomando algo también para ella—. Estás comiendo las cosas que compro hechas por las manos de mi hombre, lo menos que me merezco es una probada de esto —argumentó, comenzando a comer junto al omega. —Ya decía yo que esta era demasiada comida para mí solo —sonrió Spencer. —Por cierto, deberías de pensar en mandar a arreglar tu teléfono con un experto en vez de meterle mano por tu cuenta —comentó, señalándole con el tenedor. —No puedo gastar dinero en algo como eso —negó el omega—. Es por ello por lo que tampoco pensé en comprarme uno nuevo. —Podría prestarte algo de dinero —comentó. —Aun así, no lo malgastaría en algo como eso cuando me serviría más para comprar comida o reunir para mi alquiler —expresó Spencer sinceramente. —Pensé que a estas alturas ya te habrías acomodado —indicó la beta, observándole con el ceño fruncido—. Charles no te está quitando tus propinas, ¿cierto? —Las guardo tan pronto como me las dan —suspiró Spencer—. Está bien, de todas formas no es como si estuviera recibiendo constantes llamadas —se encogió de hombros quitándole importancia. —Estás juntando más dinero para mudarte a un departamento mejor, ¿cierto? —cuestionó Jessi—. Odio la zona en la que vives, es la peor de este lugar. —Pero es el más barato y conveniente, ni siquiera está tan lejos del trabajo —le recordó—. De a poco estoy juntando, pero quiero aguantar lo más posible en ese lugar, no me voy a mudar con el dinero justo para después quedar corto —explicó, tomando una servilleta para limpiar sus labios. —Tiene sentido —aceptó y le sonrió—. A pesar del desastre que eres a veces, me gusta esa parte tuya —comentó. —¿Cuál parte? —le preguntó curioso. —Aquella independiente y fuerte que no sueña con un alfa que lo saca de la mierda en la que vive —respondió. Escuchando ruido, Spencer contempló hacia la puerta abierta y dejó caer un largo suspiro cansado cuando observó a Edel aparecer. —Bueno, es algo imposible también cuando el único alfa que me rodea es ese tipo —comentó en voz baja. —Otro idiota bueno para nada, que es más músculos que cerebro —apoyó Jessi, bajando la voz también. —¡Aquí estabas! —exclamó el alfa cuando sus ojos oscuros finalmente se concentraron en él—. ¿Por qué no me esperaste, bebé? Llamé a tu puerta y le pregunté al viejo Chips, pero no pude encontrarte —expresó acercándose. —No necesito que me traigas al trabajo, Edel —respondió, terminando de comer. —Lo hago por placer, no por obligación —le aseguró el alfa, guiñándole un ojo. —Aw, pero yo te evito por placer —expresó con una dulce sonrisa que atrajo la mirada de Edel a sus labios, distrayéndolo como siempre. —Siempre es un placer estar contigo —pronunció, claramente ya desconectándose. —Idiota —rió Jessi, levantándose de la mesa al igual que Spencer. —¿A dónde vas? —cuestionó Edel, sosteniendo la mano del omega para impedir que se alejara de él. —Los demás están llegando, es momento de ponerse a trabajar —anunció, apartando su mano y alejándose rápidamente del molesto hombre para comenzar a preparar el bar. Pero por supuesto que Edel le siguió mostrándole como siempre un molesto y deprimente coqueteo insistente que, algún día, finalmente terminaría explotando sus oídos.
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