Oh, Dios. Sentí la boca seca al registrar lo que había dicho Martín. Elige tu palabra de seguridad y luego quiero verte... sometida. Me costó sacar las palabras, sobre todo porque no sabía qué decir a eso. Había estado ardiendo de calentura febril desde que nos sentamos; diablos, estaba cachonda nada más entrar en la habitación "eso y nerviosa". —¿Ahora? —tartamudeé, mirando a Diego y a Gideon; su atención estaba puesta en mí. —Ahora. Elige tu palabra y luego firmaremos el contrato. Después de eso... Te llevaremos a mi habitación privada aquí en el club. —Me estremecí ante la sedosa voz de Martín y la forma en que sus labios rozaban mi cuello mientras hablaba. Me devané los sesos en busca de una palabra que normalmente no usaría en una escena, pero que era bastante fácil de recordar.