Hans Gallagher. –Se puede saber, ¿qué mier.da le hiciste? –preguntó Frederick dentro del auto. No respondí, no sabía qué decirle, aún sentía esa adrenalina dentro de mi cuerpo, una presión extraña en el pecho y el cosquilleo en mis manos, esa piel tan caliente y suave, su olor y cuando la escuché, quería hacerle de todo, mal.dita sea. –Se supone que debías explicarle la situación en la que nos encontramos, ya había accedido a verte, Hans –exclamó –. ¿Cómo pudiste cag.arla en menos de dos minutos? Esos labios tan deliciosos, la forma en que se movía, no creí que ella fuera así, joder. –¡Hans! ¡Ni siquiera me escuchas! –gritó Frederick. Reaccioné cuando me agito. –Déjame en paz –farrullé. –Ahora tenemos que pensar en cómo volver a hablar con Eloise, podemos invitarla a un even