–¡Ana! –gritó Dalila al verla.
Al contrario de la señora Norton que la ví palidecer, la tomé del brazo y la intenté sostener.
–Señora Norton, por favor, venga a sentarse –murmuré mientras la guíe al sofá.
–¡Mamá! –exclamó Sidney casi empujando a Ana de su lado para ir con su madre.
Pero cuando se acercó a su madre, ella lo recibió con una cachetada, Ana ya estaba siendo agitada por su madre que la sostenía de los hombros reclamando su mal comportamiento.
–¡¿Qué clase de modales te he enseñado?! ¡Niña estúpida!
Y es que Dalila sabía las consecuencias de lo que pasaría si mi padre llegará a enterarse de esto, era una lástima que no hubiera podido traerlo aquí para que viera esto, lo mejor es que ni siquiera se habían dado cuenta que las ventanas estaban abiertas y nos podían ver
