–¡Oigan! ¡Oigan! ¡Hay ni.ños presentes!
La voz de Loren nos separó.
La mano de Hans ya se había metido por mi pierna debajo de mi vestido y estábamos en una posición demasiado comprometedora para que todos nos vieran.
Hans se levantó de mala gana, aunque su hermana se acercó a reclamarle no dijo nada, solo estiro la mano para ayudar a levantarme, yo apenas estaba recuperando la respiración y el razonamiento, admito que eso me había gustado más de lo que diría en la vida.
–¿Qué pasa con el juego? –cuestionó Loren –. Dejarás que te gane hermanito.
–Nosotros vamos ganando –nos señaló, él estaba como si nada.
Thomás apareció poco después porque se había quedado con los demás a lo lejos.
–El abuelo dice que se regresa a casa –avisó –. Está cansado, dijo que ustedes pueden continuar.
