—Aquí están las instrucciones para tu cliente —dijo Laura, entregándole un documento con las especificaciones—. Demian Bradley tiene ciertas preferencias. No le gusta que lo toquen demasiado ni que se hagan sonidos durante el encuentro.
Julieta echó un vistazo al documento y luego levantó la vista, algo curiosa.
—¿Y qué pasa si no cumplo con esas reglas? —preguntó Julieta con una leve preocupación en su voz.
Laura la miró con seriedad, y su expresión se tornó más grave.
—Es mejor que no averigües qué pasa si no cumples con esas reglas —respondió Laura, su tono dejando claro que no estaba dispuesta a entrar en detalles sobre las posibles consecuencias. La advertencia en su voz era clara y directa.
Julieta asintió lentamente, comprendiendo la gravedad implícita en la respuesta de Laura. Guardó el documento y trató de ocultar su inquietud, enfocándose en lo que quedaba de la noche.
—Entiendo. Haré lo que se requiere —dijo Julieta con determinación, dispuesta a seguir las instrucciones al pie de la letra.
Laura le dio una sonrisa de ánimo y se levantó.
—Bien, te deseo suerte. Si necesitas algo, estaré aquí.
Julieta agradeció y se preparó para su turno, su mente llena de la advertencia de Laura y la incertidumbre de lo que le esperaba. Con un último vistazo a la sala de briefing, se dirigió a la mansión Bradley donde debía encontrarse con su cliente, tratando de mantenerse tranquila y concentrada en su trabajo.
Demian llegó a su residencia al caer la noche, su lujosa casa destacando en el vecindario por su diseño elegante y sus luces tenues que proyectaban un aire de sofisticación. La seguridad de la entrada se hizo cargo de la llegada de Demian, y él fue recibido con una serie de saludos y gestos de respeto por parte del personal de la casa.
Entró a la mansión con una actitud de confianza y control. Se dirigió directamente hacia la sala principal, donde todo estaba preparado para su llegada. La decoración del lugar era exquisita, con muebles de lujo y una iluminación suave que creaba un ambiente relajado pero exclusivo.
Demian se dirigió hacia una de las habitaciones privadas, donde había indicado que se llevaría a cabo el encuentro y donde ya se encontraba Julieta.
Se acercó lentamente hacia ella y la recorrió por completo, le gustaba cómo iba vestida y más porque el rojo era su color favorito. Caminó en círculo hasta posicionarse detrás de ella. Levantó una ceja al notar la atracción que sentía hacia ese atractivo y voluminoso trasero.
Julieta se mantuvo en silencio como le dijo Laura, su postura era recta y miraba hacia enfrente, viendo particularmente nada al sentir la mirada de Demian por todo su cuerpo. Bradley regresó al frente observando su rostro con más atención, tenía que admitir que la chica era muy atractiva, levantó su rostro tomando su barbilla, solo un poco, pero si lo suficiente para que sus ojos azules conectaran con los suyos.
Por un momento se preguntó cómo alguien tan joven y de belleza angelical podía dedicarse a esto. Demian siguió observando cada detalle, deteniéndose particularmente en aquellos carnosos labios rosa. Estaba siendo un poco surrealista al creer que no había visto mujer más bella y hermosa que aquella chica. ¿Desde cuándo se fijaba en el físico? Solo necesitaba un cuerpo cálido para liberar sus deseos, y eso era lo único que importaba.
—Quítate la ropa y recuéstate —ordenó, dándose cuenta de que ya había perdido demasiado tiempo en trivialidades.
Julieta ni siquiera asintió, solo se empezó a desvestir frente al extraño y bajo su mirada inquisidora. Demian estaba disfrutando tanto de la vista de ese bello cuerpo que poseería en un momento. Su anatomía era una dulce y bella creación, nada exagerada.
Perfectamente podría contemplarla por mucho tiempo más sin cansarse al respecto y ella se encontraba tan dispuesta a hacer todo lo que él iba a querer hacerle.
Su vientre estaba totalmente plano y acentuaba muy bien con sus proporcionadas caderas formando un perfecto cuerpo de reloj de arena.
Julieta estaba a punto de quitarse la última prenda que la cubría cuando Demian alzó la mano y la detuvo negando, ella entendió el mensaje y se dejó puesta las bragas rojas que cubría su intimidad.
—Recuéstate —Ordenó de nuevo.
Julieta obedeció sin decir ni una palabra, expectante de las acciones de su cliente. Ahora era el turno de Demian para desvestirse frente a ella. Tenía que admitir que esa, era la primera vez que uno de sus clientes era tan extraño como lo era de atractivo.
Era demasiado atractivo, y el impresionante cuerpo que mostró mientras la miraba sin cesar solo intensificaba su magnetismo. Se preguntó por qué un hombre así tenía que pagar por un servicio como este cuando seguramente a las mujeres se les caían las bragas con solo verlo.
No tenía ni idea de cuántos años podría tener, pero estaba convencida de que ya era mayor. No solo por su apariencia, sino porque esos ojos negros y sádicos lo dejaban claro. Tal vez esa oscuridad era la que no quería que nadie mirara.
—Abre las piernas. —Julieta obedeció.
Bradley tomó posición, por primera vez sus pieles se estaban rozando desnudas. Tomó con firmeza una de sus piernas, disfrutando la suavidad de su piel, y se acercó peligrosamente a su rostro, susurrando cerca de sus labios.
—¿Conoces las reglas? —Julieta dejó de respirar y asintió ganándose una sonrisa de su parte—. Buena chica. Veremos que tan fuerte eres. Ni se te ocurra violar las reglas o si no tendré que castigarte y créeme cuando te digo que no soy el más fascinado en hacerlo. —La azabache solo mordió su labio cuando el gran Demian Bradley, hizo aún lado la pequeña prenda que la cubría y entró en ella con un poco de esfuerzo.
Julieta tuvo que cerrar sus ojos y apretar su mandíbula cuando fue penetrada de manera deliberante.
—Lo estás haciendo muy bien, cayada como me gusta… sé que no es fácil, y eso es lo que más disfruto de esto —dijo y luego comenzó a mover sus caderas con más velocidad.
Julieta sintió como un pequeño calor iba en aumento, como estaba siendo expuesta a un extraño placer que no había sentido nunca y que la llenó de frustración por no poder decir nada.
Demian llevó una de sus manos hasta alguna parte del cuerpo de Julieta, lo sostuvo con fuerza mientras movía sus caderas de manera errática. Como reflejo, Julieta echó su cabeza hacia atrás al sentir cómo Bradley se movía, cómo jamás había imaginado y en tan poco tiempo transcurrido. Los latidos de su corazón los sentía tan fuertes y rápidos que no sabía cómo controlarse. Esto debía ser una broma; nunca había experimentado placer antes, pero ahora que realmente lo sentía, tenía que mantenerse en silencio.
Maldijo en su mente.
Demian solo observaba a la pequeña chica quien batallaba consigo misma para tratar de resistir a toda costa, que algo fuera a salir de su boca. Bradley la tomó por los brazos y la alzó sobre sus piernas quedando sobre su regazo.
Aún era él quién ponía el ritmo, y sonrió cuando Julieta recostó su cabeza sobre su hombro, dejando que escuchara su respiración acelerada. Demian decidió que era momento de ponerle más ritmo a sus movimientos y así lo hizo. Tanto fue la abrumadora sensación que le hizo sentir que sin querer soltó un sollozo de placer, tan agudo y sensible que claro que no pasó desapercibido para Demian.
Paró sus movimientos y Julieta lo miró aterrada, esperaba lo peor, tal vez una bofetada como era su costumbre, según lo que contaban de él y después de eso los azotes sobre el sillón, pero lo que jamás esperó fue que Demian volviera a hacer el mismo movimiento de cadera para que ella pudiera sollozar de nuevo.
La azabache quiso reprimirlo esta vez, pero Demian quitó la mano de su boca y le dijo...
—Hazlo de nuevo. —Con sus pupilas dilatadas al pedírselo.
Julieta no podía entender por qué le pedía eso cuando sus reglas eran no hacer sonido alguno, pero sus pensamientos fueron interrumpidos cuando Demian empezó de nuevo, aún más rápido. No podía resistir más, tenía la necesidad de desahogar su agonía y entonces comenzó gemir, eran gemidos dulces y excitantes.
—¡AAA! ¡Aaah! —Bradley sonrió y volvió a recostarla en la cama poniendo su oído cerca de la dulce boca de la chica. Ese sonido, en lugar de enfurecerlo, provocó algo que jamás hubiera imaginado: lo puso aún más excitado de lo que ya estaba, algo que incluso para él resultó ser una sorpresa total.
—Di mi nombre —le pidió cuando estuvo a punto de llegar.
Julieta soltó otro gemido seguido del nombre de Bradley cuando ambos llegaron al mismo tiempo. Demian ni siquiera se detuvo cuándo acabó y empezó a moverse de nuevo, haciendo que empezara a gemir otra vez, ya que su sensible cuerpo estaba al cien.
—Señor Bradley... —Demian la miró como si se tratara de una auténtica locura—. Tiene que pagar extra si lo volvemos a hacer.
Julieta le pidió y él sonrió.
—Te pagaré toda la jodida noche si sigues diciendo mi nombre...