When you visit our website, if you give your consent, we will use cookies to allow us to collect data for aggregated statistics to improve our service and remember your choice for future visits. Cookie Policy & Privacy Policy
Dear Reader, we use the permissions associated with cookies to keep our website running smoothly and to provide you with personalized content that better meets your needs and ensure the best reading experience. At any time, you can change your permissions for the cookie settings below.
If you would like to learn more about our Cookie, you can click on Privacy Policy.
Quedé estática. Esto simplemente no estaba sucediendo. No. La vergüenza trepó por mi cuerpo porque, ¡vamos!, él no podría haber visto eso, ¿o sí? Pese a la lucha interna, decidí hacerle frente a la situación. —Esto es… —balbuceé—. Algo que… —No te preocupes —imperó—. Te entiendo. Perfecto. Simplemente… perfecto. Segundos después, se marchó, sin acotar una sola palabra más. Algo no estaba bien, una inquietud se aferró dentro de mi pecho. Tendría que hablar con él, pero primero me urgía una buena ducha. (…) Bufé por lo bajo, dejándome caer sobre la cama. No vi a mi perro por ningún lado, incluso comprobé el balcón y no, Cerbero se había marchado de mi cuarto. —No puede ser —refunfuñé, percatándome de la puerta apenas abierta. Solté una sarta de improperios a medio mundo porque estab