Daisy aplastó los huevos con el tenedor, sin mucho apetito. -Deberías de comer algo. -No tengo hambre. -Daisy -su voz se acentuó mientras la llamaba antes de escucharlo soltar un suspiro-. Entiendo que te puedes sentir… incómoda conmigo en este momento. Sin embargo, deberías de dejar de apuñalar tu desayuno y, en su lugar, comértelo. No tenía ganas de hablar y mucho menos de hacerle caso. Dios. ¿De qué le había servido acostarse con él cuando, poco después en la mañana, James había permanecido largas horas encerrado en su despacho con la señorita Thompson? Maldita señorita Thompson y sus “asuntos” con James. Daisy soltó un suspiro triste y cansado. Odiaba sentirse mal con respecto a esa mujer. Ella no le había hecho nada y, aun así, la odiaba por ocupar el tiempo de James y por ser u