El sonido de una risa. Daisy trató de seguir el sonido, en silencio. Nuevamente más risas. El sol brillando y calentando la piel de sus mejillas. -¡Daisy, baja de ahí! La voz de un niño. Daisy podía recordar perfectamente a quien permanecía esa voz. Era la voz de James. Sus ojos bajaron hacia el pie del árbol. Ahí, estaba él tal y como lo recordaba. Su cabello oscuro desordenado. Sus pantalones manchados de tierra (por culpa de ella) y esos ojos verdes que la miraban inquietamente, llenos de ansiedad y preocupación. A él también le daba el sol en el rostro. Su piel bronceada avivando el color de su iris y convirtiéndolos en algo mucho más intenso. ¿Por qué le pedía que bajara? Ah, sí. Ya lo recordaba. Es porque estaba subida a un árbol. Sus pies se apoyaban en una rama ancha y