Año actual del Siglo XXI. EE.UU. Pensilvania.
Todos cruzaron miradas al escuchar aquello, era el grito más desgarrador que en la vida real habían escuchado, pero permanecieron inmóviles en el interior de la empolvada habitación de aquel edificio abandonado. Ya comenzaban a dudar si aquella exploración urbana había sido buena idea. Excepto Alexis, quien bufó en medio de una amplia sonrisa.
—Claro —dijo, captando la atención de todos—. Buena estrategia la de nuestro imbécil amigo. Seguramente es para que salgamos de nuestro escondite y así poder encontrarnos más rápido.
—Sonó bastante real —calificó Edmund, con la cámara aún encendida.
—Esperemos un momento más —sugirió Damián, un poco sorprendido.
Medio minuto aconteció, todos en silencio, a la espera de cualquier otra cosa. Erika rompió el silencio y casi todos le dieron la razón.
—Creo que es mejor ir a ver —dijo con determinación—. Esto no parece normal.
—Es una broma —insistió Alexis—. ¿Es que no lo notan?
—Me parece que la mayoría quiere ir —le recordó Arlett a lo que éste puso sus ojos en blanco—. Y podría ser lo más apropiado.
Félix giró el pomo con cuidado, halando la puerta cuyas bisagras volvieron a sonar fastidiosamente. Salieron todos en fila y dieron pasos lentos hacia la sala principal que era donde habían dejado a su amigo, sus linternas alumbraban el camino y a todas partes, pero no veían nada anormal. Rachel tenía las manos frías y Edith se mostraba más curiosa, mientras Alice permanecía atenta todo el tiempo. Llegaron al fin a una esquina y voltearon todos hacia el mismo lugar, alumbrando con linternas y encontrándose con aquella escena macabra.
Rachel emitió un grito de horror, Alice solo soltó una exclamación de asco, Damián mantenía el entrecejo fruncido, Alexis tenía los ojos como platos, Walter abrazó a su novia rápidamente y le ocultó la cara en sus manos para evitar ver aquello que podría hacer vomitar a quien sea. Edmund había bajado la cámara, pero en ese momento la alzó y enfocó bien aquello, sin mirar ni siquiera la pantalla sino lo mismo que todos observaban, Edith y Erika se mantenían con aspecto de estatuas, inmóviles, como petrificadas y sin poder procesar aquello, igual que Félix y Arlett, quien comenzó a entender que, en ese momento todos estaban expuestos a un inminente peligro.
La pared más cercana estaba salpicada de sangre y de aquel fallecido humano maltratado emanaba el líquido espeso aún en más cantidad con el paso de los segundos. El cuerpo de Douglas permanecía boca arriba, con la espalda pegada al suelo y una expresión de horror en su rostro, el ceño fruncido y la boca abierta; pero lo más asombroso de todo era la zona del pecho, sus costillas estaban fuera de lugar, como si hubiesen introducido un par de manos filosas y letales justo en el espacio medio, procediendo a tirar de ellas hacia arriba hasta dejar los huesos con aspecto de un par de puertecillas abiertas ofreciendo una clara vista de aquellos pulmones sangrantes y desinflados. La piel alrededor estaba rasgada, decorada con centímetros de alguna sustancia amarillenta lo cual posiblemente era la grasa corporal típica, aunque Douglas no tenía sobre peso, más bien era atlético y un poco corpulento. El corazón bien podría ser del tamaño de su propia mano empuñada, y permanecía allí, inmóvil y con algunas arterias visibles alrededor. Más abajo se podía ver el principio del estómago y arriba el esófago, pero la imagen era frustrada debido a que el área afectada era solamente la del pecho, abierta como una roja y aterradora flor de carne.
Ninguno dijo alguna cosa, lo que había en mente de la mayoría era huir lo más rápido posible.
—Yo me largo —Alexis fue el primero en hablar ese momento. Corrió hacia la puerta velozmente e intentó abrir, haló con furia, pero no cedía—. ¡Maldición!
Los demás entraron en cuenta rápidamente que era imposible salir cuando Damián y Erika también lo intentaron, pero no pudieron abrir aquella inmensa puerta negra.
—¡Joder! —gritó Erika, dándole una fuerte patada, pero no hiso nada distinto a resultar decepcionada.
Félix decidió, en medio del temor de quien se encuentra con algo semejante, tomar aquello que en ese momento todos observaban atónitos y sin muchas ganas de saber de qué se trataba, era una nota escrita a mano sobre un papel viejo pero aparentemente resistente.
—No lo hagas —aconsejó Alice de inmediato, Félix se detuvo—. Puede resultar peligroso.
—En este momento todo es peligroso —respondió el joven de larga y lacia cabellera negra—. Hasta el aire que respiramos.
—Lo que debemos considerar es permanecer todos juntos —sugirió Arlett, con la adrenalina emanando desde sus vísceras.
—Busquemos alguna otra salida —intervino Walter con nervios, evitando a toda costa que Rachel viera aquel escenario nuevamente.
Félix no prestó atención a lo que pudieran decir en ese momento y se inclinó de inmediato hacia el cadáver (aún tibio) para tomar el pedazo de papel y mantenerse a una distancia prudente. Era de un material semejante al lienzo, pero de color blanco amarillento y las letras estaban escritas con tinta azul oscuro, seguramente con pluma o bolígrafo especial.
“Ahora el juego será bajo mis reglas. Esta noche el tiempo vale la vida de ustedes, todos deberán ocultarse y no dejarse encontrar durante 30 minutos, cuando descubra su escondite, una persona morirá… y comenzaré a contar nuevamente. Encuentren la base y dejaré libre a los que hayan quedado con vida.
Todo comienza ya.”
Cuando Félix, Arlette, Alice, Edith y Rachel finalizaron la lectura y los otros no hacían algo más que permanecer dentro de una incertidumbre, se escuchó la suave voz de alguien ajeno a ellos, un sonido que parecía emanar de las paredes, el techo o el piso bajo sus pies.
—Sesenta… cincuentainueve… cincuentaiocho… cincuentaisiete…