La mirada de Félix al entender lo que realmente había sucedido no reflejaba más que odio y tristeza, estaba a punto de gritar pero se tragó las maldiciones que pudieron haber salido de su boca mientras la sangre salía a borbotones de la cabeza de la joven muerta al instante entre sus brazos. En cambio el hombre que le había disparado parecía no afectarle en lo absoluto el crimen cometido y procedió a apuntar la cabeza del joven de enfurecidos ojos azules que clavaba la mirada en él. Entonces se escuchó el segundo disparo, que atravesó la frente de Félix y causó que se desmoronara sobre sí mismo, sin dejar de abrazar a su novia y entregándose a la muerte instantánea. Para ambos todo pasó a ser un oscuro silencio, una vaga consciencia de estar con lo