Capítulo 3. La condesa huérfana.

1020 Words
Salí de mi habitación sólo para cenar. No me sentía bien. Tenía que engañar a la gente buena otra vez, y eso no me gustaba, y también tenía miedo de ser cogida de la mano como un ladrón. En esta época, la gente ya no era tan ingenua como en la Edad Media. Ahora tengo que estar muy atenta y controlar bien todo lo que digo. Cuando oí el ruido abajo de la casa, me di cuenta de que el dueño había vuelto. Todo se agito, y de repente se calmó. Salí de mi habitación con cuidado y me acerqué a las escaleras. - Su carroza cayó del puente, el conde y la condesa se encontraban en la carroza, y su hija con suerte pudo salir, y si no fuera por nuestros hombres, ella también iría con ellos al cielo. - Oí la voz de Marta. - ¿A dónde apuraban tanto los Buturlins? ¿Qué ha obligado ir tan deprisa, incluso por la noche? -  oí la voz del príncipe, el cual me ha parecido muy conocida. - ¿Y cómo esta ella? -  Ahora, después de la misa de réquiem, se ha tranquilizado, pero antes lloraba todo el tiempo, la pobrecilla, - ha dicho la ama de llaves, - y dice que no recuerda nada. Ni qué día es hoy, ni quien es ella. - Es raro, pero es posible. Hay que buscar a sus parientes. Si no me equivoco, su tía, la hermana mayor de Mikhail Butourlin, aún está viva. - Tiene razón, Su Señoría, que una chica no puede vivir sola, no es bueno. - Marta aceptó y luego preguntó, - ¿Y Iván? ¿Lo viste? ¿No está enfermo? - ¡Qué va! No pasa nada con este salvaje. Su Majestad dice que debo casarle con alguna chica, y que entonces saldrá de la cárcel. ¡Pero el infame no está de acuerdo! Dice que cuando su nave sea reparada, la Emperatriz le absolverá igualmente, - el príncipe se indignó. - Aun es joven, y también un poco rebelde. Pero su corazón es amable y honesto, - dijo ella. -¿Cuándo lo ordene le sirvo la cena, Su Señoría? - En una hora, hoy estoy cansado y me gustaría irme a dormir temprano, y avisa a nuestra invitada, quiero conocerla, - dijo el Príncipe.  Yo me volví a mi habitación como una bala.  Lo que oí. ¡De acuerdo, lo escuché escondidas! Me enteré de que me tomaban por la hija del conde Buturlin. Ese nombre no me dijo nada, no he leído nada de su familia. Puede ser que no hicieron nada extraordinario en la historia, para que los futuros generaciones les recordaban.  Viajaron a gran velocidad y cayeron de un puente al río. También escuche que la condesa Buturlina tiene una tía a la que me quieren enviar. Y el Príncipe tiene un gran problema con su hijo pequeño. Sí, el Príncipe mencionó a La Emperatriz. Así que estoy en la época de las reinas: Isabel o Catalina La Grande están gobernando. Definitivamente es el siglo XVIII. «Ya había papas fritas y tomates», - pensé y mi estómago empezó a cantar alegremente. Llamaron a la puerta y Marta entró. - Señoría, el Príncipe os invita a cenar con él. Esté lista en una hora,- dijo ella. - De acuerdo, Marta. Una hora después bajé al comedor. El príncipe se levantó hacia mí. Era un hombre bastante alto, con un pelo blanco y una postura orgullosa pero gentil. Su mirada inteligente me pareció familiar. - Encantado de conocerle, Señorita Buturlin, permítame darles mis condolencias por este trágico acontecimiento y la perdida de sus padres. - Dijo y me besó la mano. - Gracias por su hospitalidad, Señoría, - respondí y bajé los ojos. - Permítame saber su nombre, señorita, - me preguntó. - Disculpe, Su Señoría, pero no recuerdo nada de mí, parece que cuando caí, me golpee la cabeza. - dije. - ¿No recuerda nada? ¿En absoluto? - repitió. - No del todo. Hoy, cuando vi el escudo de la carroza, reconocí el símbolo de Nóvgorod. - respondí . - Tal vez la memoria regrese, pero no tan rápido como me gustaría. - Sí, sus ancestros fueron de Nóvgorod, - pensando un poco, dijo él. - Sus padres han muerto, pero usted tiene una tía en San Petersburgo. Le mandaré una carta esta noche. - Le agradeceré muchísimo, - dije. Me acompañó a la mesa. Marta dio la cena. Cenamos en silencio. Tenía miedo de preguntar algo, y el, probablemente, no sabía qué decir. - El sacerdote fijo el entierro de mis padres para mañana por la mañana. ¿Vendrá usted? - dije yo primera, porque el silencio me oprimía. - Aunque no conocía muy bien a sus padres, ellos pasaban todo el tiempo en su finca del Bajo cuando mataron a su hermano, - dijo el Príncipe, pero se dio cuenta tarde. - ¿Qué? - Me exclamé. - Estaba en la guardia de seguridad de su Majestad  Pedro  Tercero, - respondió él, sintiendo que había dicho demasiado. - ¿Cuándo fue? -  Ha pasado casi doce años de aquello, - respiró. - Disculpe, Su Señoría, no recuerdo nada, ni de mi familia ni de mí misma, - dije tristemente, - ¿Así que estará en el entierro? - Sí, por supuesto, - lo confirmó y añadió, - y ahora, por favor, discúlpeme, tengo que escribir una carta a su tía.  El Príncipe salió rápido del comedor y me dejó sola. Me di cuenta de que se había ido a propósito para no decir nada más. La información sobre «mi familia» ha aumentado. Así que mi hermano defendió a Pedro durante el golpe y, por lo tanto, toda la familia estaba en la coyuntura, así que no viajaron a la capital, ni a Moscú. Eso fue hace doce años, justo cuando Catherine II subió al trono. Es probable que ni siquiera mi tía me reconozca si ha visto algún día a su sobrina. Lo que significa que nadie me descubrirá a menos que la verdadera Buturlina no aparezca.
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