—¿Usted que nos recomienda, doctor? —murmuró Adelfa con la mano descansando en la barbilla, como cuidando que nadie le viera.
—Ya han pasado casi tres meses desde que su padre está conectado al respirador artificial, para serle sincero, no puedo decidir sobre ustedes, mi opinión poco vale en estos casos. —guardo su lapicero en la solapa de su uniforme y tomó el informe médico— Deben tomar una decisión pronto. —se retiró, a paso veloz hacia su oficina.
Nos miramos entre los tres, sin atrevernos a decir una sola palabra, el sonido de las manecillas del reloj en la sala del hospital dejaría aturdido a cualquiera en nuestra posición, pero no a mis hermanos. Ellos tenían otros planes en mente y no estaban en lo absoluto, preocupados por la salud de mi padre.
—Deberíamos hacerlo de una vez —escupió Adelfa sin dejo de remordimiento—, la siguiente semana serán 3 meses y es imposible que vaya a despertar ya.
—No —señalé, provocando un bufido de parte de Adelfa y una ligera mueca en la boca de mi hermano que a su vez entrecerró los ojos—aún no lo haremos.
Iram no dijo una sola palabra, pero era clásico de él, siempre escuchando todo, con las manos dentro de los bolsillos de su pantalón perfectamente planchado, analizando todas las opciones casi como si fuera una pantera al asecho. Tenía 29 años y era el más objetivo de todos, yo confiaba en su buen juicio.
—Salma, en algún momento tendremos que firmar, más vale que sea ahora, o ¿acaso estas esperando un milagro? —Adelfa se dirigió a mí, colocó su dedo índice en mi sien y me punzo con él violentamente— Piensa, esto no es una película, aquí las cosas son reales, déjate de niñerías y dale el descanso digno a mi padre.
Adelfa, casi sin sentimientos, preocupada por el tiempo que corría en su contra o al menos así parecía, ya que ni se había casado ni tenía hijos, era la hermana mayor, tenía 30 años, y se dedicaba la mayor parte del tiempo a estar de viaje.
—Pues no, no Adelfa, aún no lo permitiré. —mi hermana hizo una mueca y bufó con fastidio.
—Eres imposible. —espeto Adelfa con sarcasmo y tedio en su voz; caminó hasta las sillas del hospital, para tomar su bolso y regresar al triangulo de hermanos— ¿Entonces? ¿Qué sugieren? —infirió. Lo pensamos un poco.
Yo, a diferencia de mis hermanos, no dejaba de llorar, me dolía ver a mi padre en esa situación, hacía algún tiempo que mi madre se había separado de él y para fines prácticos, nos abandonó; fue mi padre quien nos saco adelante, por decirlo de alguna manera, siempre se dividió entre el trabajo en la empresa y nosotros. No tuvo tiempo de buscar el amor en ninguna otra parte, hasta estos últimos años en donde una mujer le hacía compañía de vez en cuando.
Mi padre procuro siempre dar su mejor esfuerzo, por los largos 18 años que habíamos estado con él.
Acordamos que ninguno firmaría hasta que los demás estuvieran de acuerdo. Valoraríamos todas las opciones y de ser posible le daríamos calidad de vida. Sin embargo yo sabía a la perfección que la voluntad de mi padre era irse si algo así sucedía.
—Aun que quiero que recuerdes que solo hay dos opciones, Salma, o papá se queda como vegetal tumbado en esa cama por el tiempo que quieras mantenerlo así o lo desconectamos y acabamos con todo esto —Iram le fulminó con la mirada, Adelfa había cruzado la línea—, será mejor que me vaya, venir al hospital siempre me fastidia. Los veo en una semana, —tomó su celular para hacer una llamada, se lo llevo a la oreja y continuo lo que estaba diciendo— espero que les sirva este tiempo para pensar lo que les dije.
Se alejo hablando por teléfono con su chófer, diciéndole que: “lo quería afuera del hospital en 5 minutos o lo despediría”. Iram me veía con la cabeza de lado, sopesando las opciones.
—¿Tienes algo que decir? —encaré a Iram esperando que dijera cualquier cosa pero solo negó con la cabeza— Pues, entonces vamos. —frote mis ojos con desesperación, respiré profundo y camine del brazo de mi hermano hacia la salida del hospital.
No sabía qué pensar, había en mi cabeza tantas cosas que solo me limitaba a ver por la ventana mientras Iram conducía su coche n***o, tenía una mezcla de rencor e impotencia por la actitud de Adelfa hacia lo que sucedía con nuestro padre y me causaba mucho conflicto que mi hermano no tomará parte.
—Deberías revisar tu maquillaje —Iram irrumpió mi batalla interna para bajar la visera y correr la puertilla del espejo.
Tenía razón estaba hecha un desastre, debía retocarme. El lápiz n***o estaba por todos lados y las lágrimas negras habían invadido la mitad de mi rostro. Tomé de mi bolsa una toallita para limpiarme la cara y después el labial nude para marcar mis labios de nuevo.
En cuestión de minutos llegábamos a la empresa de mi papá, una empresa textil, que surtía importantes cantidades a las marcas más prestigiosas de Estados Unidos. Durante 40 años de su vida se dedicó a hacer crecer su pequeño negocio y después de un negocio afortunado hace 10 años, todo despego.
Antes de eso, sí teníamos una vida acomodada pero nada comparado con los lujos y la opulencia que hoy nos rodeaba. El lobby de la empresa era un lugar de ensueño, que evocaba la cultura de mi padre, Saamir Farfán, detalles árabes de sus ancestros, filamentos dorados y una araña imponente que colgaba del techo y recibía tanto a trabajadores como a socios e inversionistas.
Subimos al ascensor, hasta el último piso, caminamos por los pasillos de la empresa hasta dar con la oficina de mi padre, hasta el momento intacta, ni Iram ni yo teníamos muchas ganas de tocar algo. El personal de limpieza por órdenes de nosotros no había tocado nada desde el día del altercado.
Tras la puesta de madera imponente los ventanales se erguían majestuosos dándonos una vista completa a la cuidad. El estar ahí de inmediato me produjo escalofríos en repetidas ocasiones, los recuerdos de lo que había sucedido hace casi tres meses azotaban mi cabeza.
Me perdí mirando la silla de mi padre, aún lejos del escritorio de madera tallada, el fino vaso de cristal que contenía el wiskhey que estaba tomando en ese momento lo hayamos tirado en el suelo, de pronto la silueta de mi padre cobraba vida en mi mente. Mi hermano tomó mi mano.
—¿Segura que estas lista para esto? —me lleve un mechón de mi cabello detrás de la oreja.
—Sí, solo vamos a ponernos al día, papá no se ha muerto, solo está indispuesto. —mi hermano gruño en mi dirección, trague saliva y me dispuse a revisar los papeles que había en el escritorio, trayéndolos a la sala de piel, color chocolate, poniéndolos entre mi hermano y yo.
Iram había estudiado diseño industrial, era tajante para los negocios, con él no había dobles oportunidades, sin embargo no tenía el corazón tan helado como mi hermana, ella se había vuelto así desde que mis padres se divorciaron.
Los tres teníamos los ojos color miel, según esto se debía a la herencia genética de la familia de mi padre, pero bueno, eso no lo sabemos ya que nunca conocimos, sus padres murieron cuando mi padre era joven y su único hermano se alejó de él cuando se casó con mi mamá, mis hermanos, por cierto, habían tomado mucho rencor con ella, pues nos había dejado sin importarle nada; o al menos eso parecía.
Los balances de la empresa, los reportes de producción y ventas fueron revisados de forma minuciosa por mi hermano y por mí, yo revisaba los balances, la parte económica era mi fuerte además de manejar bien el capital humano. Mi hermano se desesperaba con los empleados, no era muy simpático que digamos.
—Voy por un café —se levantó con una actitud de fastidio y caminó hacía fuera de la oficina de mi padre— ¿Vienes?
—No, yo estoy bien. ¿Podrías traerme un latte, por favor? —asintió.
Estaba acostumbrada a mi hermano, había que leer entre líneas con él, nunca decía lo que sentía o lo que pensaba, aquella ida por el café después de algunas horas de estar sentados revisando papeles me parecía más como una incomodidad sobre algo que vio.
En cuanto salió tomé los papeles que revisaba, entre ellos nada en lo absoluto que estuviera fuera de lo normal, por lo que intuí que solo estaba algo abrumado de revisar tantos documentos.
Tomé uno de los montones que había terminado y me dirigí a su escritorio para depositar los documentos ahí mientras buscaba una carpeta o algo para ordenarlos, en la parte de atrás había un librero con algunas puertas, abrí cada una esperando encontrar algo que pudiera servirme en cambio encontré una caja fuerte y unos documentos encima de ella.
«¿Qué es esto?» pensaba mientras tomaba los papeles, algunos sueltos y otros dentro de sobres amarillos, había también algunas carpetas de piel y uno de los relojes de mi padre. Abrí una de las carpetas de piel, para revisar su contenido, estaban algunos papeles de mi papá, su acta de nacimiento, copia de su identificación y licencia de conducir, su pasaporte entre algunos otros documentos.
En otra de las carpetas de piel, estaban nuestras actas de nacimiento, la mía y la de mis hermanos, y una foto de cada uno de nosotros con un clip en la parte superior, pasaba una a una las actas, la de Adelfa con nacionalidad española, la de Iram con nacionalidad estadounidense al igual que la mía, pero había un acta de otra persona: Viktor Farfán Smith…
El corazón se me sumió, no tenía idea de esto. Farfán era mi apellido, Salma Farfán Robinson, según el acta, el tal Viktor tendría 28 años ahora. «Debe ser mi… ¿hermano?»
Un escalofrío recorrió mi cuerpo entero mientras sentía las gotas de sudor bajar por mi frente, la puerta de madera se movió y yo solo me quedé parada sin poderme mover, esperando que Iram no notará mi estado, no sabía que significaba eso ni como lo tomaría.
Tragué saliva, mientras Iram desfilaba de la puerta a su lugar de antes, acomodándose para seguir en lo que estaba.
—Te traje tu latte —indicó dejándolo en la mesa— ¿me vas a ayudar o seguirás de curiosa ahí?
Giré un poco para verlo por el rabillo del ojo, él no se había dado cuenta de nada, así que solo cerré la puerta, tomé algunos otros papeles y los llevé al escritorio. Tomé el teléfono y marque a la asistente de mi papá para que llevará algunas carpetas y folios.
Mientras ella llegaba yo me desentendí un poco de todo “ordenando” los papeles encima del escritorio, caminé hasta la mesa de la sala y tomé el latte. La secretaría no tardo ni 5 minutos cuando estaba dentro de la oficina con las carpetas que le había solicitado, lo cual me pareció muy apropiado ya que Iram había comenzado a fijarse en mis reacciones.
—Gracias Betty, puedes retirarte. —le dije en cuanto deposito las carpetas en el escritorio de mi papá.
—P-perdón, señorita, joven. No quisiera ser inoportuna ni sonar entrometida, pero me preocupa mucho la salud de su padre. ¿C-cómo esta? —Betty era inmigrante mexicana, tenía mi edad 26 años y era una excelente mujer, sin embargo a mi hermano le pareció inapropiado tener que darle cuentas de la salud de mi papá siendo que no la conocía.
—Sí suena entrometida, señorita, no haga preguntas que no le competen. —objetó Iram con algo de rabia en su voz.
Betty me miró desconcertada y regreso después la mirada hacia mi hermano que no le prestaba atención, después de unos segundos en silencio Iram levantó la vista y la miro por un breve espacio de tiempo.
—Puede retirarse. —indicó apuntando con su mano hacia la puerta de madera pesada que Betty cruzo de inmediato.
—No debiste ser tan grosero, Betty es la asistente de papá, es normal que se preocupe por él… —traté de explicar en vano, Iram tenía una postura muy tajante al respecto.
—Es nuestro padre, y sí, es su jefe, pero a ella no le compete su salud, solo le interesa no ser despedida por alguno de nosotros. —seguí tomando café y revisando los balances y demás documentos que esperaban por nosotros.
—Aunque así fuera, Iram, ella conoce más de esto que nosotros, estos tres meses ella prácticamente se ha hecho cargo de todo, y sí queremos hacer que la empresa funcioné debemos contar con ella de nuestro lado. —revoleo los ojos y suspiro en mi dirección— Así que la siguiente vez que quiera ser grosero, muérdete la lengua, por favor.
—Igual que tú, a mi me duele que papá este en esa situación, y me cuesta tomar una decisión por que todas las probabilidades están en contra. —se levantó para caminar en mi dirección— Igual que tú, Salma, no entiendo como tuvo un infarto de un momento a otro, y no sé si tú lo hayas pensado pero creo que hay cosas que estaban mal y nosotros no lo sabíamos.
Las palabras frías de Iram me tomaron por sorpresa.
—¿A qué te refieres? —cuestioné.
—¿Papá no actuó raro los últimos días? Tu eres la única que vivía con él aún, ¿no viste ni escuchaste nada raro?
—No, ya se los dije antes, papá estaba bien, había regresado de un viaje de negocios de Europa y… —recordé el acta de nacimiento, Viktor era ruso, papá había visitado Rusia en su viaje— no entiendo a qué vienen tantas preguntas. —quise disimular lo más posible aunque ahora empezaba a dudar por los cuestionamientos de Iram.
—¿A qué a una persona no le viene un infarto solo por qué sí? Piénsalo Salma, la salud de papá era excelente, todos los días hacía ejercicio y compartía contigo las cosas importantes de esta empresa. Solo una emoción fuerte o una preocupación constante podía ocasionar algo así en papá.
Asentí, no sabía como responder a eso, las conjeturas de mi hermano me dejaban sin aliento ante esta posibilidad de que algo pasará en la vida de papá que no hubiera contemplado y la existencia de esa acta, la posibilidad de tener un hermano que no conocíamos parecía un motivo real.
No pude negarme a la invitación que me hacía Iram de hacer algunas hipótesis sobre el accidente de mi padre. Todo era misterioso al respecto. Según Betty, ella entró a la oficina para indicarle el tiempo para una reunión con sus socios, vio a mi padre en el suelo y de inmediato dio aviso a los servicios de emergencia. Antes de eso, Betty recuerda que, mi padre hizo un par de llamadas a algunos socios y nada más.
—¿Se te ocurre alguna cosa?
—No Salma, no alguna lógica. —regreso a sentarse en el lugar de antes—Lo único que se me ocurre es que Adelfa haya gastado de más o que mi madre apareciera de nuevo en su vida. Ya sabemos que la última vez que ocurrió mi papá tuvo un colapso. Pero nos hubiera dicho algo, no sé.
Tenía que sacar a mi hermano de la oficina de mi papá, debía hablar con Betty a solas para preguntarle sobre las llamadas de papá, los lugares en donde estuvo en Europa, todo. No quería que mi hermano se enterará de nada, al menos en ese momento.
Y sí era cierto que teníamos un hermano que no conocíamos, Iram se volvería loco, tal como lo hizo cuando mi mamá nos dejó, o cuando apareció hace algunos años, para tratar de regresar a nuestro lado. Debía estar segura antes de hablar con él y con Adelfa al respecto de lo que había encontrado.
Tomé algo de valor y le propuse a mi hermano ir a comer para renovar energías y continuar con nuestra tarea de analizar los pendientes. Mi hermano aceptó y en cuestión de minutos dejamos todo lo más ordenado que pudimos.
Iram se dedicaba a la exportación e importación de productos. Nunca se había interesado realmente por la empresa de textiles, y Adelfa, bueno ella era un caso aparte, ella solo termino la carrera por que mi papá le obligo a hacerlo, pero nunca ejerció su profesión de administradora de empresas. En cambio, a mí siempre me había gustado estar entre las telas y los empleados, tenía muy buenos recuerdos de mi padre y yo en este sitio, mucho antes de ser como era ahora. Sabía todo lo relacionado con la empresa y aunque había tratado de hacer mi camino a parte, el accidente de mi papá me había acercado de nuevo a este lugar.
—Te veré mañana. —dijo a secas. Estábamos terminando de comer, lo miré incrédula.
Mi hermano era bastante guapo, su cabello y barba castaña, el porte en conjunto con su altura y su piel canela hacía que todas las mujeres posarán sus ojos en él en cuanto entraba a algún sitio y esta ocasión no fue la excepción. Él tenía los ojos puestos en una mujer en una mesa cercana a la nuestra, note también que ella le coqueteaba abiertamente.
En otra oportunidad le hubiera dicho que no estábamos en una posición para irnos a recrear en otras cosas, pero tenía que regresar a la oficina a terminar de investigar, esto me estaba comiendo el cerebro de a poco.
—Está bien, supongo que iré a la oficina un rato y después a mi casa. —Iram entrecerró los ojos como analizando lo que estaba diciendo.
—Tu estas rara. —tragué saliva.
—Es solo que me preocupa todo esto y lo que dijiste, se me quedó grabado en el cerebro. Pero no te preocupes, no pasa nada.
—Bien, te creo. Nos vemos hermanita. —busque mi bolsa para sacar la tarjeta y pagar la cuenta pero mi hermano se apresuro a limpiarse la boca con la servilleta— Yo p**o, no te preocupes. ¿Cómo te irás?
—Puedo pedir un taxi, o ir caminando, la oficina no está lejos de aquí. —me encogí de hombros, mi hermano asintió.
Me levanté de la mesa y caminé a la salida. Era algo tarde, pero esperaba que Betty no hubiera salido a comer, necesitaba aclarar algunas cosas con ella en cuanto fuera posible.
Tomé mi celular para marcarle pero no contestó, aquello no me dio un buen presentimiento, por lo que desistí de caminar y tomé un taxi en dirección a la empresa.
En lo que extendía el dinero con una mano al chofer un hombre salía de la empresa. Cabello largo y rubio, piel blanca alto vestía una chamarra de cuero y un pantalón del mismo material, una camiseta blanca, el taxista me llamo para darme el cambio, lo que ocasionó que perdiera al hombre de vista.
Baje del taxi y me dispuse a cruzar la calle para entrar a la empresa con tanta premura que por poco una motocicleta me embiste. El casco n***o no me dejaba ver el rostro del conductor, pero el cuerpo bien trabajado y la chamarra negra me dejaban saber que era el mismo que había visto antes.
Aceleró la motocicleta para que yo reaccionará y corriera en dirección a la empresa.