Asentí y me deslicé, literalmente a través de la puerta para entrar a su casa. al igual que en el jardín, solo había un camino, las cosas se alzaban unas sobre otras, había demasiados objetos y la información visual caía sobre mí como una avalancha. Los escalofríos me tenían los vellos del cuerpo erectos y completamente confundida.
La seguí con mucha mesura a lo largo de lo que debía ser la sala, hasta llegar a un espacio más desahogado, el comedor. Pero aún así, había cajas de cartón apiladas unas sobre otras, ropa, platos, cuadros, fotografías, juguetes, zapatos, no entendía lo que estaba sucediendo.
Mi madre me pidió que tomará asiento en una de las sillas de su comedor, una de las únicas disponibles, ella quitaba de encima de la mesa algunos papeles y los ponía sobre la barra de la
