Al caer al abismó, Celeste sintió un calor insoportable, cayó de golpe en una especie de laguna. Salió rápidamente, ya que el líquido comenzaba a quemarle la piel. El demonio encargado de vigilar la laguna sabía perfectamente que ella venía del cielo, ya que ese abismó era utilizado por los arcángeles para lanzar los ángeles caídos. Él la observó de pies a cabeza; se acercó a ella y le preguntó su nombre. El demonio rápidamente le dio una especie de manta para secarse, ahora sabía que ella era el ángel que estaba esperando su amo. Luego le pidió que lo acompañara y ella lo siguió de inmediato. En su recorrido pudo observar con atención el sitio donde se encontraba: vio a personas encadenadas, otras siendo sometidas a fuerte castigos sin descanso y pudo reconocer el rostro de uno: el de su